lunes, 29 de julio de 2019

HECHICERÍA E INQUISICIÓN


Las relaciones entre herejía y hechicería y los fundamentos de las acusaciones que eran imputados a los culpables en los juicios inquisitorios, fueron establecidos y compendiados, respectivamente, en una Bula del Papa Alejandro IV (1260). Los culpables de herejía y hechicería podían ser juzgados como tales (y por lo tanto entregados en manos del “brazo secular” para la pena), con base en 15 acusaciones de tipo “legal” y con base a 17 síntomas morbosos de tipo “médico”.

Las 15 acusaciones legales constituyen una buena mezcla de cosas reales y extravagantes, así como una muestra de fértil y morbosa fantasía. Helas aquí:

  1. Renegar de Dios;
  2. Blasfemar su nombre; 
  3.  Adorar al diablo; 
  4.  Consagrarle los hijos;
  5. Sacrificarle los propios hijos; 
  6. Consagrarlos a él estando aún en el vientre materno;
  7. Hacer proselitismo en favor de Satanás;
  8. Jurar en el nombre del demonio y jactarse de ello;
  9. No respetar las leyes y cometer incesto;
  10. Asesinar, cocer y comer hombres;
  11. Alimentarse de carne humana y también de ahorcados;
  12. Envenenar y hacer morir gente con sortilegios;
  13. Hacer morir el ganado;
  14. Hacer morir los frutos y causar esterilidad;
  15. Transformarse completamente en esclavos del diablo.

Igualmente, abstrusos y extravagantes, son los síntomas sobre los cuales los médicos tendrían que sentenciar o pronunciarse para declarar a un hombre mago o hechicero, o a una mujer hechicera, y que se resumen a continuación:

  1. Cuando la enfermedad era tal que no podía ser descubierta o reconocida (un verdadero homenaje a la ignorancia, a la que incluso se ofrecían en Holocausto);
  2. Si empeoraba, en vez de mejorar, con los tratamientos;
  3. Si era aguda desde el comienzo (y no gradual);
  4. Si era inconstante o variaba de día a día, o de hora en hora y tenía manifestaciones distintas de las naturales;
  5. Si el enfermo no podía precisar el sitio del dolor, aunque pareciera objetivamente enfermo;
  6. Si el enfermo suspiraba tristemente sin causa aparente;
  7. Si perdía el apetito y vomitaba la carne o tenía el estómago cerrado o sentía un peso en el mismo y devolvía los bocados que había comido;
  8. Si sentía ardores punzantes o espasmos en el pecho (región precordial);
  9. Si tenía latidos visibles en las arterias del cuello;
  10. Si tenía cólicos renales o gástricos, o sensaciones de frío en el vientre o bien sensación de calor, y lo mismo incluso en otras partes del cuerpo;
  11. Si era impotente;
  12. Si sudaba, incluso con el frío;
  13. Si sentía trabadas las extremidades u otras partes del cuerpo;
  14. Si sentía languidez, decía necedades, estaba melancólico o si tenía fiebres rebeldes o convulsiones como un epiléptico o tenía las extremidades rígidas o con espasmos, si sentía o tenía la cabeza hinchada o si llegaba a tener la tez amarillenta, si tenía los párpados cerrados y no podía abrirlos y además si tenía los ojos claros o si era estrábico o veía fantasmas o las figuras borrosas;
  15. Si no podía mirar fijo al sacerdote y tenía que desviar la mirada;
  16. Si se turbaba o asustaba visiblemente cuando aquel, de quien se sospechaba que lo había hecho enfermar, entraba en la habitación;
  17. Y, finalmente, si cuando el sacerdote que debía liberarlo del demonio le ungía los ojos, las orejas y la frente u otras partes del cuerpo, estas comenzaban a sudar o mostraban un cambio cualquiera.



Tomado de la obra "Historia de la Parapsicología", de Massimo Inardi, Colección: Ariel Esotérica.

domingo, 21 de julio de 2019

ANTE EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO



Cuando el dolor y el sufrimiento visita nuestra existencia, pídele al Creador que te brinde las resistencias morales necesarias para que:

  • Ante la angustia de la enfermedad, te ayude a vencer las distonías del Espíritu, que en el ayer fueron asaltadas por tus tendencias disolutas. 
  •  Ante la carencia material, aprendas a valorar los escasos recursos que hoy administras, y así, en un mañana no muy lejano, seas el ecónomo fiel que obedece los mandatos de la probidad.
  • Ante la ausencia física de los seres queridos, el recuerdo imborrable de los felices días vividos, sea la esperanza de un reencuentro feliz. 
  • Ante la incomprensión de los tuyos, la paciencia y la tolerancia, sean los ingredientes que balsamicen esas relaciones, que son un compromiso adquirido a la luz de la reencarnación. 
  • Ante el yugo opresor de los vicios que degradan, ores y vigiles, de acuerdo a la recomendación del Maestro Jesús. 
  • Ante las faltas de oportunidades laborales, esperes con paciencia, las benditas oportunidades que la vida te brindará. 
  • Ante la agobiante violencia que vence las resistencias morales de la sociedad, solo la conformidad y transigencia ante las imperfecciones humanas, nos permitirá comprender que mejores días vendrán para nuestra sufrida humanidad.
Solo así, venciéndote a ti mismo, lograrás alcanzar las sublimes alturas del espíritu inmortal, pues la conquista de la felicidad solo se consigue venciendo el dolor y el sufrimiento.

miércoles, 17 de julio de 2019

NABUCODONOSOR: UN MONARCA ANSIOSO Y DESORIENTADO


Dr. Fernando Chaij



Un poderoso monarca absolutista de la antigüedad acababa de ordenar la muerte de todo el cuerpo de sabios de su imperio, entre los cuales figuraban los astrólogos, los magos, los encantadores y los arúspices, que tantas veces habían sido sus consejeros, y que en tantas oportunidades habían pretendido pronosticar el porvenir. ¿Qué ocurría ahora?

El rey Nabucodonosor, gran artífice del Nuevo Imperio Babilónico, que inauguró su notable gobierno el año 604 AC, se hallaba agitado por graves pensamientos relativos al futuro de su imperio. En las horas de la noche, un sueño impresionante y nítido lo ha dejado profundamente conmovido. Pero por más que se esfuerza no logra vencer el olvido total que como un velo misterioso ha cubierto su visión onírica, convoca a sus grandes hombres para exigir de ellos su significado.

Estos reclaman como condición previa el relato del sueño, sin lo cual alegan no ser capaces de poner en ejercicio su supuesta sabiduría. Pero el monarca insiste en que lo ha olvidado totalmente, y en que ellos deben en primer término reconstruirlo, para luego darle su significado, evidentemente de carácter político.

Con gran consternación, “los caldeos respondieron delante del rey – según reza el interesante relato del libro de Daniel -, y dijeron: “No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el negocio del rey: además de esto, ningún rey, príncipe ni señor, preguntó cosa semejante a ningún mago, ni astrólogo, ni caldeo. Finalmente, el negocio que el rey demanda, es singular, ni hay quien lo pueda declarar delante del rey, salvo los dioses, cuya morada no es con la carne[1]”.

Esta declaración de los astrólogos de la corte babilónica del siglo VII AC expresa una verdad inconcusa, indudable. La capacidad humana tiene sus límites: se les pedía a aquellos hombres una imposibilidad. Solo Dios está en condiciones de conocer los íntimos pensamientos inexpresados del hombre, y solo él tiene la capacidad de pronosticar el porvenir.

El rey Nabucodonosor, airado por no conseguir que alguien le interprete su sueño, ordena la destrucción de todos los sabios de Babilonia. Cuando este decreto está por ponerse en ejecución, buscan entre los consejeros reales a Daniel, un joven hebreo que, junto con otros, ha sido traído de Judea en una reciente expedición conquistadora del monarca, y es educado en la corte para servir más tarde en los negocios públicos.

Enterado que fue este hombre del motivo de la orden real, se presenta con toda confianza ante Nabucodonosor y promete resolver el problema, pero solicita tiempo. “Fuese luego Daniel a su casa – sigue afirmando el relato bíblico - … para demandar misericordia del Dios del cielo sobre este misterio… Entonces el arcano le fue revelado a Daniel en visión de noche; por lo cual bendijo a Daniel el Dios del cielo[2]”.

Cuando el joven vidente aparece en la presencia de Nabucodonosor, éstas son sus palabras:
“El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni adivinos lo pueden enseñar al rey. Más hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor, lo que ha de acontecer al cabo de días… Y a mí es revelado este misterio, no por sabiduría que en mí haya más que en todos los vivientes, sino para que yo notifique al rey la declaración[3]”.

Estas palabras, desde luego, despiertan la ávida expectativa del gobernante, que se dispone a escuchar con atención cada palabra de este hombre extraordinario, máxime cuando asevera que la fuente de la revelación que está por hacer es Dios mismo, con quien se ha comunicado.

“Tú, oh rey – empieza Daniel diciendo – veías, y he aquí una grande imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era muy terrible”.

Nabucodonosor asiente con gran satisfacción, y una débil sonrisa ilumina su rosto hasta ahora torvo. Su confianza en el profeta va creciendo, porque ya está realizando la parte que parecía imposible: está reconstruyendo el sueño.

“La cabeza de esta imagen – prosigue el profeta – era de fino oro; sus pechos y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de metal (bronce); sus piernas de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido.

“Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, la cual hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, el metal, la plata y el oro, y se tornaron como tamo de las eras del verano: y levantólos el viento, y nunca más se le halló lugar. Más la piedra que hirió a la imagen, fue hecha un gran monte, que hinchió toda la tierra – y Daniel subraya la seguridad con que se expresa con esta otra frase -. Este es el sueño, la declaración de él diremos también en presencia del rey[4]”.

La alegría del joven monarca, que se trasunta en su rostro, es apenas frenada por la ansiedad con que espera la interpretación de su sueño. No le cabe duda alguna de que esa interpretación será fidedigna, porque la reconstrucción precisa de la visión misma ha sido absolutamente fiel, aún en sus detalles.

“Tú, oh rey, eres rey de reyes – continúa el profeta … tú era aquella cabeza de oro[5]”.

No podía ser más halagador para el tirano aquel comienzo de la interpretación profética. Además, concuerda cabalmente con la realidad. Babilonia, después de la caída de Nínive, había llegado a ser la indiscutida capital del mundo, y el imperio que regía se extendía por todos los ámbitos del Asia occidental, la parte de la tierra entonces civilizada. El brillo, la opulencia y la grandiosidad de aquella potencia se habían logrado mayormente merced a la destacada actuación de Nabucodonosor.

Nadie, en ese momento, se atreve a pensar que aquel floreciente y glorioso imperio de oro podía llegar pronto a su fin. Pero Daniel prosigue con toda certidumbre y dignidad:

“Después de ti se levantará otro reino menor que tú[6]”, así como la plata del pecho y los brazos seguían al oro de la cabeza.

La historia confirmó el cumplimiento de ese pronóstico. Unos sesenta años después que Daniel hablara de esta suerte, en días en que Babilonia se había debilitado mucho, la ciudad fue tomada por asalto. El hecho ocurrió a manos el general Ciro, que encabezó bien pronto el imperio persa – representado por la plata -, y que sucedió a la áurea Babilonia.

Pero Daniel prosigue con su interpretación: “Y (se levantará) otro tercer reino (que corresponde al bronce del vientre y los muslos), el cual se enseñoreará de toda la tierra[7]”. En cumplimiento de esta parte, Persia, después de ocupar el escenario como una potencia de proyección mundial, cayó también ante el arrollador empuje de Alejandro Magno, monarca de la fase helenística de la historia de Grecia. Alejandro, como sabemos, uno de los más destacados genios militares de todos los tiempos, se lanzó a una carrera de conquista que más parecía una excursión que una campaña militar, por la rapidez con que fue realizada. Toda el Asia Menor, Fenicia, Palestina, Egipto, Mesopotamia, Persia, fueron cayendo con extraordinaria celeridad, y los ejércitos de Alejandro llegaron hasta los límites de la India.

Con esto queda visto el asombroso cumplimiento de las tres primeras etapas, que cubrían más de cinco siglos de historia. Cuando Daniel llega en su explicación al cuarto reino, el de las piernas de hierro, declara: “Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y doma todas las cosas, y como el hierro que quebranta todas estas cosas, desmenuzará y quebrantará[8]”. ¿Quién es este cuarto reino? Surge en nuestra mente, con fuerza de evidencia, la férrea imagen del imperio romano, que sucede al efímero imperio helenístico de Alejandro. En Roma todo era de hierro: su organización latamente militarizada; su disciplina rigurosa; sus armas; su yugo sobre los vencidos. En poco tiempo Roma llegó a ser el formidable imperio que cubría una vastísima extensión, la que iba desde el África hasta Inglaterra, y desde España hasta Persia.

Pero según la profecía, Roma tampoco sería eterna. ¿Cuál sería su fin? Daniel responde: “Y lo que viste de los pies y los dedos… el reino será dividido[9]”. Así como las piernas rematan en diez dedos, aquel imperio mundial donde no se ponía el sol sería también del todo destruido y fragmentado.

Efectivamente. Durante los siglos IV y V DC, el imperio había entrado en una época de debilidad y de corrupción, que coincidió con las invasiones bárbaras de los pueblos germánicos. En sucesivas andanadas, estas invasiones terminaron por vencer y someter a Roma, produciendo la disolución del imperio y el establecimiento de una serie de monarquías en que se fue conjugando la población romana con los pueblos invasores, para dar nacimiento a las principales naciones europeas: los francos (Francia), los burgundios (en Suiza), los anglo-sajones (en Inglaterra), los alemanes (en Alemania), los suevos (en Portugal), los visigodos (en España), los lombardos (en Italia), etc.

Pero hay un elemento de esta profecía que es de un carácter tan preciso, y que se fue concretando de manera tan admirable a través de toda la historia a partir de la división de Roma, que conviene destacarlo en forma especial. Daniel, en su interpretación, realiza el atrevido pronóstico: “Cuanto a aquello que viste, el hierro mezclado con el tiesto de barro, mezclaránse con simiente humana (los diez reinos), más no se pegarán el uno con el otro, como el hierro no se mistura con el tiesto[10]”.

Hay aquí una doble declaración: 1°) las potencias europeas harían constantes esfuerzos para unirse de nuevo, recurriendo aún al expediente de mezclarse con simiente humana, es decir, de entrar en alianzas matrimoniales con miras a la reconsolidación; como notable cumplimiento de esta predicción, las casas reinantes de Europa a comienzos de nuestro siglo, se hallaban íntimamente emparentadas. Pero 2°) “No se pegarán”. Y estas tres palabras sentenciosas han marcado el rumbo de la historia a partir de la división de Roma. El que maneja las riendas del poder daba su fallo: no habría más imperios mundiales. A pesar de las tentativas que se hicieran, el ex imperio romano, o sea Europa, no volvería a unirse.

En cumplimiento de estas tres palabras proféticas, resultaron fallidos todos los esfuerzos para construir un gran imperio: Carlomagno, Carlos V, Napoleón, el káiser de la Alemania de la primera guerra, Hitler: todos estos nombres han pasado a la historia como símbolos de esfuerzos fracasados en ese sentido. Tampoco el proyecto de los Estados Unidos de Europa iba a prosperar para la amalgamación política de los países del viejo continente. Así como el hierro no se mezcla ni se amalgama con el barro cocido, tampoco volverían a pegarse los viejos fragmentos. ¡La profecía bíblica lo había dispuesto hacía 25 siglos!

¡2.500 años de historia bosquejados y maravillosamente cumplidos! Solo la presciencia de Aquel que rige los destinos del mundo, y en cuyas manos está la suerte de las naciones, podía hacer semejante anticipación, y solo el libro maravilloso cuyos mensajes fueron recibidos por revelación divina, podía haber registrado estas profecías.

Pero falta aún el desenlace el drama humano. Mientras el atónito monarca sigue con honda concentración la interpretación del vidente, éste corona su discurso con la más asombrosa declaración.

Ya en la descripción Daniel ha dicho: Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, la cual hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido y los desmenuzó. Entonces fue también desmenuzado el hierro, el barro cocido, el metal, la plata, el oro, y se tornaron como tamos de las eras del verano: levantólos el viento, y nunca más se les halló lugar. Más la piedra que hirió a la imagen, fue hecha un gran monte, que hinchió toda la tierra[11]”.

Y al interpretar este episodio final en que culmina el relato, dice Daniel. “En los días de estos reyes (es decir en los días de las naciones europeas), levantará el Dios del cielo un reino que nunca jamás se corromperá; y no será dejado a otro pueblo este reino; el cual desmenuzará y consumirá todos estos reinos, y el permanecerá para siempre. De la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con manos, la cual desmenuzó el hierro, al metal, al tiesto, a la plata y al oro; el gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo porvenir: y el sueño es verdadero, y fiel su declaración[12]”.

Estos versículos establecen que en breve todas las potencias de la tierra han de ser desmenuzadas y pulverizadas, por la intervención de una piedra majestuosa desprendida del monte. Ninguna nación moderna ha de volver a regir el mundo con vara de hierro, porque Dios ha puesto límite a la ambición de los dictadores y los totalitarismos. En cambio, ocurrirá un suceso extraordinario que pondrá punto final a la historia de la tierra con sus dolores y angustias, para inaugurar un reino nuevo y feliz.


Tomado del libro “Potencias Supranormales que actúan en la vida humana” del Dr. Fernando Chaij. Ediciones Interamericanas, 1963. Páginas 125 a 131.




[1] Daniel, cap. 2, vers. 10 y 11.
[2] Daniel 2, 17 a 19.
[3] Daniel 2, 27 a 30.
[4] Daniel 2, 31 a 36.
[5] Daniel 2, 37 a 38.
[6] Daniel 2, 39.
[7] Daniel 2, 39.
[8] Daniel 2, 40.
[9] Daniel 2, 41.
[10] Daniel 2, 43.
[11] Daniel 2, 34 y 35.
[12] Daniel 2, 44 a 46.

jueves, 11 de julio de 2019

LA APARICIÓN DEL TENIENTE McCONNELL


Uno de los mejores y más bien documentados relatos de fantasmas o "apariciones de crisis" de los tiempos modernos sucedió a fines de la Primera Guerra Mundial.

El Teniente David McConnell, de dieciocho años de edad, era un piloto británico en entrenamiento. En la mañana del 7 de diciembre de 1918, su oficial de mando inesperadamente le pidió que volara un pequeño avión a un campo en Tadcaster, a unas sesenta millas de su base en Scampton. Otro piloto iba a acompañar a McConnell en un avión de dos plazas. McConnell iba a dejar su avión en Tadcaster, y el segundo piloto se encargaría de llevarlo de regreso a su base tan pronto como completara la misión.

A las 11 :30 a.m. McConnell dijo a su compañero de cuarto, el Teniente Larkin, que tenía que entregar un avión en Tadcaster, pero que esperaba regresar esa misma noche.

La distancia de Scampton a Tadcaster era un vuelo de rutina bajo condiciones normales, pero en el camino los dos aviones encontraron niebla cerrada. Los pilotos aterrizaron y llamaron por teléfono a su base pidiendo instrucciones. A McConnell le indicaron que actuara a discreción, y se elevaron de nuevo rumbo a Tadcaster. La niebla empeoró y el compañero de McConnell en el avión de dos plazas hizo un aterrizaje forzoso. Sin embargo, McConnell continuó el vuelo hacia Tadcaster. Al llegar al campo, comenzó su aproximación para el aterrizaje en un ángulo equivocado y se estrelló. McConnell fue arrojado hacia adelante con violencia y se destrozó la cabeza con el arma instalada frente a él. Un testigo del accidente corrió al avión y encontró al piloto muerto. Su reloj se había roto en el choque y se detuvo exactamente a las 3:25 p.m.

A la misma hora que McConnell se estrelló en Tadcaster, Larkin, su compañero de cuarto, estaba sentado fumando y leyendo en la habitación que compartían en Scampton. Escuchó pasos en el corredor y la puerta abrirse a su espalda; luego oyó las palabras familiares: "¡Hola chico!" Este era el saludo acostumbrado de McConnell. Larkm se dio vuelta y vio a McConnell - o lo que parecía ser él - parado en el marco de la puerta, a poca distancia. Vestía el uniforme normal de vuelo, pero en vez del casco llevaba una gorra de marino, porque había servido en el cuerpo aéreo naval y se sentía muy orgulloso de ello.

Larkin no encontró nada extraño en el hecho de que McConnell regresara a esa hora. Le dijo: "¡Hola! ¿Ya de regreso?" La figura respondió: "Sí, llegué allá bien. Tuve un buen viaje". Lanzando un alegre adiós la figura salió, cerrando la puerta.

Un rato después - eran aproximadamente un cuarto para las cuatro - otro oficial, el Teniente Garner Smith, entró al cuarto. Garner Smith dijo que esperaba que McConnell regresara temprano para que los tres pudieran salir esa noche. Larkin contestó que McConnell ya había regresado y que había estado en el cuarto hacía menos de media hora. Así, McConnell, o algo que parecía ser él, se apareció a Larkin entre las 3:15 y las 3:30. McConnell, ya se sabe, murió a las 3:25.



Larkin no tuvo noticia de la muerte de McConnell hasta esa noche. Primero supuso que McConnell después de regresar como a las tres de la tarde había vuelto a salir en otro vuelo durante el cual se mató. Sólo pasadas unas horas Larkin supo que McConnell había muerto casi en el mismo momento en que él vio la figura parada en la puerta y habló con él. A la mañana siguiente Larkin relató el incidente a otros oficiales de la base. Garner Smith confirmó su parte del relato.

A pesar de lo que vio, Larkin permaneció escéptico a los fantasmas y otros asuntos psíquicos, pero no tenía otra explicación que ofrecer. El extraño relato circuló por la base, y cuando los padres de McConnell llegaron a reclamar el cuerpo, lo escucharon y le escribieron a Larkin de inmediato. Él contestó el 22 de diciembre proporcionando un claro relato de la experiencia.

Finalmente, el caso McConnell llegó a oídos de la Sociedad para la Investigación Psíquica. La SIP investigó y aunque el suceso ocurrió hace tres cuartos de siglo, el caso McConnell todavía se considera, por lo general, uno de los mejores, si no el mejor, relatos de este tipo en los archivos de la SIP, los cuales contienen muchos casos de este tipo.

Hay varias razones por las que este incidente en particular, aunque es excepcionalmente dramático, es considerado tan bueno. Primero la calidad del testigo, un individuo confiable, con la cabeza equilibrada, una persona no propensa a inventar historias o que por hábito "ve cosas".

En segundo lugar, el testigo escribió su versión del suceso sólo dos semanas después de ocurrido. Con frecuencia en casos de este tipo el informe escrito no se produce hasta meses, e incluso años, después de ocurrido, y en ese tiempo la mente puede alterar el relato hasta hacerlo irreconocible, sin cometer un engaño deliberado. Habría sido mejor si Larkin hubiera escrito sobre su experiencia inmediatamente después de enterarse de la muerte de McConnell; los detalles habrían estado más frescos en su mente. Pero Larkin de hecho no sabía en ese momento que su experiencia sería un clásico de la investigación psíquica. Considerando que no estaba interesado en asuntos psíquicos, tampoco le importó mucho. Larkin contó su relato a algunas personas al día siguiente de la muerte de McConnell. Los que la escucharon y leyeron el informe confirmaron que eran iguales; Larkin no había cambiado nada.

Otra cosa que hace de éste un caso impresionante, es que hubo un testigo para confirmar -no la veracidad de la aparición en sí, sino la creencia de Larkin de haber visto a su compañero de cuarto cuando en realidad el hombre estaba muerto, o a punto de morir, a sesenta millas. No hay forma de que Larkin hubiera sabido de la muerte de McConnell cuando habló con Garner Smith. Todas las horas fueron bien establecidas. La hora de la muerte de McConnell fue dramáticamente marcada por su reloj al romperse.

Cuando los investigadores de la SIP revisaron el caso, pronto desecharon la posibilidad de un fraude, porque hubiera requerido un acuerdo entre Larkin y Smith para engañar a los padres de un compañero muerto. Los investigadores pensaron que eso era inconcebible.

A pesar de que la figura nunca dijo llamarse McConnell, la posibilidad de equivocar la identidad también se desechó por la gorra de marino - McConnell era el único hombre en la base que la usaba. Además, Larkin aseguró que podía reconocer a su compañero de cuarto y que lo había visto bien.

Era posible que Larkin se hubiera dormido en la silla y soñado que había visto a McConnell. Sin embargo, Larkin insistió en que estaba bien despierto cuando Garner Smith entró al cuarto. Incluso si se hubiera dormido, soñando a McConnell en el momento en que se mató, sería una coincidencia extraordinaria.

La figura de McConnell pudo ser una alucinación. Algunos investigadores psíquicos creen que las alucinaciones son sólo soñar despierto, mientras otros insisten en que las alucinaciones, apariciones y fantasmas son casi la misma cosa. Tienen la teoría de que la muerte de McConnell liberó alguna clase de "energía psíquica'', y que esto provocó la alucinación o aparición en la mente de su amigo, que puede haber estado pensando en él en ese momento.


Tomado de la obra: "Historia de los Fantasmas" de Daniel Cohen; Editorial Edivisón.

lunes, 8 de julio de 2019

Emilie Sagée y el fenómeno de Bicorporeidad



Para Allan Kardec, el fenómeno de bicorporeidad es una variedad de las manifestaciones visuales, los cuales no se apartan del orden de los fenómenos naturales y el mismo se basa en el principio de que todo lo que se ha dicho sobre las propiedades del periespíritu después de la muerte también se aplica al periespíritu de los vivos. Aislado del cuerpo, el Espíritu de una persona viva puede aparecer del mismo modo que el Espíritu de una persona que ha muerto, y presentar todas las apariencias de la realidad. Además, por las mismas causas que ya explicamos, puede adquirir una tangibilidad momentánea. Ese fenómeno, designado con el nombre de bicorporeidad, ha dado lugar a las historias de hombres dobles, es decir, de individuos cuya presencia simultánea ha sido comprobada en dos lugares diferentes[1].

La historia de Emilie Sagée, representó, para la época del fenómeno, todo un reto en los anales de los estudios parapsicológicos o paranormales; su historia fue documentada por el autor escocés Robert Dale Owen, autor de la obra Footfalls on the Boundary of Another World (Pisadas en la Frontera de otro Mundo) en 1849.

Para Emilie Sagée, este fenómeno simbolizó una especie de maldición, pues gracias al mismo fue despedida 18 veces de las instituciones en las que laboraba como maestra de escuela. Quienes ofrecieron detalles de su personalidad consideraban que era una mujer guapa, inteligente y simpática y, de acuerdo a quienes conocían de sus capacidades, muy buena profesora.

Entre las muchas historias que se entretejieron en torno a ella, pasamos a contar la siguiente: “Pocas semanas después de su instalación en el colegio empezaron a correr sobre ella, entre sus discípulas, rumores un tanto extraños. Cuando una decía haberla visto en tal parte del colegio, otra aseguraba haberla encontrado en otra parte, en igual momento, y la conclusión siempre era la misma: “¡Pero si eso no es posible! Si acabo de encontrarme con ella en la escalera, etc., etc.

Creyóse primero en errores, pero como el hecho no cesaba de repetirse, las jóvenes lo comentaban cada vez más. Los profesores contestaban que todo aquello no tenía sentido común, y que no había que concederle la menor importancia.


Pero las cosas no tardaron en complicarse. Emilie Sagée daba un día lección a trece de aquellas jóvenes, entre las que se encontraba la señorita de Güldenstubbé. Para mejor hacerles una demostración, escribió en la pizarra el pasaje que debían explicar, y las discípulas vieron de pronto, presa de terror, dos señoritas Sagée, una junto a la otra: “Eran exactamente iguales y hacían los mismos gestos”. La sola diferencia consistía en que la verdadera señorita Sagée tenía un pedazo de tiza en la mano y escribía en realidad, mientras que su “doble” no lo tenía y se limitaba a imitar los movimientos que hacía la otra para escribir.

La sensación en todo el colegio fue enorme. Tanto más, cuanto “que todas las jóvenes, sin excepción, habían visto la segunda forma “y estaban perfectamente de acuerdo en la descripción que hacían del fenómeno”.

Pero el incidente más notable fue ciertamente el siguiente:

“Un día se encontraban todas las pensionistas, en número de 42, reunidas en una estancia y ocupadas en labores de bordado. Era una gran sala situada en la planta baja, con cuatro grandes ventanales. Las colegialas estaban todas sentadas alrededor de la mesa y podían ver cuánto sucedía en el jardín. Mientras trabajaba veían a la señorita Sagée ocupada en coger flores, no lejos de la casa. Al extremo de la mesa se sentaba una profesora, encargada de guardar el orden, ocupando un sillón de marroquín verde. En un momento determinado, esta profesora se ausentó, y el sillón quedó vacío, pero por poco tiempo, porque las jóvenes vieron de pronto, sentada en él, a la señorita Sagée. Inmediatamente dirigieron las miradas hacia el jardín, y la vieron que seguía cogiendo flores, con la sola diferencia de que sus movimientos eran más lentos y pesados, parecidos a los de una “persona abatida por el sueño” o “agotada por la fatiga”.

Dirigieron de nuevo sus ojos hacia el sillón, donde el “doble” continuaba sentado, silencioso e inmóvil. Como se encontraban habituados a estas extrañas manifestaciones, dos discípulas de las más atrevidas se aproximaron al sillón, y al tocar la aparición “creyeron encontrar una resistencia parecida a la que ofrecía un ligero tejido de muselina o crespón.

Una de ellas hasta se atrevió a colocarse delante del “sillón, y atravesar realmente una parte de la forma”, a pesar de lo cual, ésta duró todavía un poco de tiempo y después se desvaneció gradualmente. Al mismo tiempo se observó que la señorita Sagée continuaba cogiendo flores con su vivacidad natural. “Las 42 colegialas comprobaron el fenómeno de la misma manera”.

Camilo Flammarion comenta lo que ocurrió en el colegio después de aquello. Parece ser que los padres de las niñas, alarmados ante un suceso tan extraño, retiraron a sus hijas de aquel colegio para internarlas en otros donde la vida fuese más de éste mundo. De las 42 muchachas que se encontraban en el “Pensionado de Neuwelcke” en 1845, quedaron sólo 12, dieciocho meses después. La señorita Sagée, a pesar de haber demostrado buena conducta y una excelente dote para la educación, fue despedida inmediatamente por el director. La señorita Güldenstubbé, hija del barón Güldenstubbé, dijo haber escuchado a la profesora, instantes antes de ser despedida, las siguientes palabras: “¡Dios mío, con ésta son diecinueve las veces que, desde los dieciséis años, me veo obligada a abandonar mi colocación!”

“Su cuerpo astral –escribió el investigador Charles Du Pret- fue visto por todo el colegio de señoritas, mientras duró su estancia en aquella institución.

Este suceso además de la publicación hecha por Robert Dale Howen, a quien se lo había referido la baronesa Julia Güldenstubbé, luego apareció en la revista “Light” en 1883 en su página 366, y muchos investigadores psíquicos lo recogieron en sus escritos.



[1] Allan Kardec, El Libro de los Médiums, Cap. VII, Bicorporeidad y Transfiguración.

JUNG Y EL ESPIRITISMO

  CARLOS GUSTAV JUNG ARQUETIPOS, ESPÍRITUS Y COMPLEJOS: EL ESPIRITISMO A LA LUZ DE LA PSICOLOGÍA JUNGUIANA Núñez, M. (1996). Archetypes ...