LA ÉPOCA PRE-COLOMBINA Y LOS PRIMEROS
HABITANTES
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Oscar Cervantes Velásquez
Aunque
el término precolombino puede resultar ambiguo, pues igualmente se le suele
denominar civilizaciones prehispánicas, precortesianas (antes de la llegada de
Hernán Cortés) o América antigua, lo cierto que es que los estudios sobre los
primeros grupos humanos que habitaron el actual territorio colombiano siguen
siendo limitados y fragmentarios. En Colombia, solo se han “realizado
excavaciones arqueológicas en una parte mínima del territorio donde podrían
encontrarse restos de culturas prehistóricas; los hallazgos de herramientas o
cerámicas han sido analizados en forma no muy sistemática y estudios que
podrían llevar a conclusiones más o menos firmes sobre poblaciones muy alejadas
en el tiempo, como los basados en la medición de la magnitud de los residuos
orgánicos, están por fuera de las posibilidades de los investigadores
colombianos[1]”.
Sin
embargo, la Doctrina Espírita nos ofrece un marco más amplio y revelador para
comprender el sentido profundo de esta etapa primigenia. Desde esta
perspectiva, los primeros grupos humanos que poblaron el suelo colombiano no
llegaron por azar ni por meras condiciones geográficas. Fueron, en su mayoría,
Espíritus en proceso de evolución, que encontraron en este territorio una
oportunidad de aprendizaje, reparación y progreso. Como lo enseña “El Libro
de los Espíritus”, los mundos materiales son escuelas del alma, y las razas
y pueblos son agrupaciones temporales de Espíritus afines, unidos por vínculos
kármicos y evolutivos.
Según
el antropólogo Gerardo Ardila (2006: 267-8), “en el límite entre el
Pleistoceno y el Holoceno, en medio de transformaciones que alteraron las
poblaciones ecológicas y la composición de los ecosistemas, ingresaban los
primeros seres humanos a lo que hoy es Colombia, creando las condiciones
físicas y psicológicas para tener éxito en la colonización de los ecosistemas
colombianos y en la construcción de territorios humanizados[2]”.
Esta
colonización humana de los ecosistemas fue también una colonización del alma:
los Espíritus encarnados venían a someterse a las leyes de la naturaleza, a
enfrentar desafíos físicos, emocionales y morales que impulsaran su progreso.
Algunos de estos Espíritus estaban en grados primitivos de desarrollo moral e intelectual,
otros traían consigo avances significativos desde reencarnaciones anteriores en
otras regiones del planeta.
Se
sabe hoy que esos primeros habitantes ocuparon una gran diversidad de entornos
y desarrollaron modos de vida variados. ocuparon el más amplio espectro de
espacios y que se adaptaron a modos de vida que difirieron mucho entre sí. No
todos fueron cazadores, como sí lo fueron los de los Andes orientales —los
mejor estudiados—, los cuales vivían de la cacería y la recolección[3]”.
La antropología sitúa su origen en migraciones asiáticas que, hace decenas de
miles de años, cruzaron el estrecho de Bering y descendieron por el continente.
Pero más allá del dato geográfico, desde el punto de vista espiritual, fueron
oleadas de Espíritus con tareas comunes, reencontrándose para dar continuidad a
procesos iniciados en otras existencias, muchas veces marcadas por errores
colectivos, actos de violencia o desequilibrios sociales que requerían
corrección en nuevas condiciones.
“Se
estima que las primeras poblaciones de lo que hoy es Colombia podrían haberse
establecido desde hace más de 20.000 años, aunque la evidencia más sólida,
correspondiente al periodo paleoindio, habla de al menos 16.000 años de
antigüedad[4]”. Esta distancia temporal no nos impide intuir que esos
pueblos vivían de acuerdo con una espiritualidad implícita, conectada con la
naturaleza, los ciclos cósmicos y la sacralidad del entorno, aunque no
estructurada como religión formal. Su relación con lo invisible, con los
ancestros, con los elementos, revela una intuición espiritual profunda, que
puede ser vista como una forma inicial de religiosidad natural.
Cuando
los españoles llegaron, hacia el siglo XV, encontraron en el actual territorio
colombiano una situación demográfica intermedia: no tan densamente poblado como
México o Perú, pero tampoco deshabitado. Se calcula que había entre tres y
cuatro millones de indígenas, cifra que se redujo dramáticamente en los siglos
siguientes debido a la violencia de la conquista, las enfermedades y la
desestructuración social. Hacia el siglo XVIII quedaban apenas unos 130.000
indígenas. Este colapso demográfico puede comprenderse, desde la visión
espírita, como el cierre de un ciclo colectivo: muchos Espíritus completaron
allí un aprendizaje común, y fueron llamados a nuevas etapas, ya sea en otros
lugares o en nuevas condiciones sociales dentro del mismo territorio.
A
la llegada de los españoles existía una vasta diversidad cultural, destacándose
tres grandes familias lingüísticas y culturales que dominaban la región:
• La cultura Chibcha, ubicada en los
altiplanos y zonas frías del centro del país y en la "Sierra Nevada de
Santa Marta".
• La Caribe, localizada en el litoral del
Océano Atlántico y
• La Arawac, en las regiones de los ríos
Amazonas, Putumayo y Caquetá.
La
familia Chibcha, una
de las más numerosas y con mayor grado de desarrollo intelectual, tuvo un
avanzado conocimiento en las matemáticas, empleó un calendario que le permitió
manejar la agricultura y celebrar las fiestas religiosas y utilizó la escritura
jeroglífica. Su dispersión territorial impidió la formación de un Estado
unificado, pero reflejaban una espiritualidad organizada, con ritos, mitos y
una ética social centrada en el equilibrio con la tierra.
La
familia Caribe, guerreros
y comerciantes del litoral Atlántico, ofrecieron la mayor resistencia a la
conquista. Los conquistadores los temieron y denigraron, asociándolos al
canibalismo y la sodomía, ignorando que muchas de sus prácticas respondían a
cosmovisiones distintas, en las que el cuerpo, la guerra y la sexualidad tenían
un sentido ritual, no meramente bárbaro. Su organización era más libre, sin
caciques permanentes, lo cual los diferenciaba de estructuras estatales más
jerárquicas.
La
cultura Arawac, vivían
en sociedades mixtas, con elementos de matriarcado y patriarcado. Su economía
era diversa: agricultura, pesca, caza y recolección. Su arquitectura y vida
social mostraban señales de refinamiento espiritual y armonía comunitaria.
Todas
estas culturas fueron escenarios de progreso colectivo, pero también de
desequilibrios. Algunas desarrollaron formas de dominación interna, violencia
ritual o prácticas que generaron deuda moral ante la ley divina. La llegada de
la conquista, por brutal e injusta que haya sido desde lo humano, fue también
—en clave espiritual— una experiencia de prueba y redención para muchas almas.
Espíritus que antes dominaron, reencarnaron luego como dominados; quienes
oprimieron en otros continentes, nacieron aquí como expiación, en el marco de
las sabias leyes de causa y efecto.
La
historia no debe leerse solo como sucesión de hechos materiales, sino como una
pedagogía del alma. Cada pueblo, cada civilización, encierra un proceso
espiritual colectivo, lleno de lecciones, caídas y ascensos. Comprender esta
dimensión nos ayuda no solo a interpretar mejor el pasado de Colombia, sino a
sanar sus raíces más profundas de violencia.
En
términos culturales, el territorio colombiano estaba habitado por una
pluralidad de pueblos en diversos estadios de desarrollo, que probablemente se
hallaban en proceso de unificación al momento de la llegada española, aunque no
llegaron a constituir un imperio unificado como los aztecas o los incas.
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
Junio 22 de 2025
[1]
Historia de Colombia. El
establecimiento de la dominación española. Jorge Orlando Melo, Facultad de
Derecho Universidad de Buenos Aires. Tomado de
http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/letra-h/hicol/hicol.htm.
[2]
Ardila, G. (2006), “El poblamiento en
Colombia”, en Ardila, G. (ed.), Colombia: Migraciones, transnacionalismo y
desplazamiento, Cátedra Manuel Ancízar, Facultad de Ciencias Humanas. Bogotá:
Universidad Nacional, Colección CES.
[3]
Langebaek, C. H. (2010), “¿Cuántos eran? ¿Dónde estaban? ¿Qué les pasó?
Poblamiento indígena en la Colombia prehispánica y su transformación después de
la Conquista”, en Bonnet et al. (comp.), Colombia. Preguntas y respuestas sobre
su pasado y su presente. Bogotá: Universidad de los Andes, pág. 32.
[4]
La población indígena en el momento de la conquista/Darío Fajardo. En: Ayer y
hoy de los indígenas colombianos. Bogotá. Dane, 1971, p.3.
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