domingo, 22 de junio de 2025

GÉNESIS DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA - CAPÍTULO I

LA ÉPOCA PRE-COLOMBINA Y LOS PRIMEROS HABITANTES

Tomada de la Web: https://colombiapais.com/pagina-cultura/cultura-colombia-precolombina.html

 Oscar Cervantes Velásquez

Aunque el término precolombino puede resultar ambiguo, pues igualmente se le suele denominar civilizaciones prehispánicas, precortesianas (antes de la llegada de Hernán Cortés) o América antigua, lo cierto que es que los estudios sobre los primeros grupos humanos que habitaron el actual territorio colombiano siguen siendo limitados y fragmentarios. En Colombia, solo se han “realizado excavaciones arqueológicas en una parte mínima del territorio donde podrían encontrarse restos de culturas prehistóricas; los hallazgos de herramientas o cerámicas han sido analizados en forma no muy sistemática y estudios que podrían llevar a conclusiones más o menos firmes sobre poblaciones muy alejadas en el tiempo, como los basados en la medición de la magnitud de los residuos orgánicos, están por fuera de las posibilidades de los investigadores colombianos[1]”.

Sin embargo, la Doctrina Espírita nos ofrece un marco más amplio y revelador para comprender el sentido profundo de esta etapa primigenia. Desde esta perspectiva, los primeros grupos humanos que poblaron el suelo colombiano no llegaron por azar ni por meras condiciones geográficas. Fueron, en su mayoría, Espíritus en proceso de evolución, que encontraron en este territorio una oportunidad de aprendizaje, reparación y progreso. Como lo enseña “El Libro de los Espíritus”, los mundos materiales son escuelas del alma, y las razas y pueblos son agrupaciones temporales de Espíritus afines, unidos por vínculos kármicos y evolutivos.

Según el antropólogo Gerardo Ardila (2006: 267-8), “en el límite entre el Pleistoceno y el Holoceno, en medio de transformaciones que alteraron las poblaciones ecológicas y la composición de los ecosistemas, ingresaban los primeros seres humanos a lo que hoy es Colombia, creando las condiciones físicas y psicológicas para tener éxito en la colonización de los ecosistemas colombianos y en la construcción de territorios humanizados[2]”.

Esta colonización humana de los ecosistemas fue también una colonización del alma: los Espíritus encarnados venían a someterse a las leyes de la naturaleza, a enfrentar desafíos físicos, emocionales y morales que impulsaran su progreso. Algunos de estos Espíritus estaban en grados primitivos de desarrollo moral e intelectual, otros traían consigo avances significativos desde reencarnaciones anteriores en otras regiones del planeta.

Se sabe hoy que esos primeros habitantes ocuparon una gran diversidad de entornos y desarrollaron modos de vida variados. ocuparon el más amplio espectro de espacios y que se adaptaron a modos de vida que difirieron mucho entre sí. No todos fueron cazadores, como sí lo fueron los de los Andes orientales —los mejor estudiados—, los cuales vivían de la cacería y la recolección[3]”. La antropología sitúa su origen en migraciones asiáticas que, hace decenas de miles de años, cruzaron el estrecho de Bering y descendieron por el continente. Pero más allá del dato geográfico, desde el punto de vista espiritual, fueron oleadas de Espíritus con tareas comunes, reencontrándose para dar continuidad a procesos iniciados en otras existencias, muchas veces marcadas por errores colectivos, actos de violencia o desequilibrios sociales que requerían corrección en nuevas condiciones.

“Se estima que las primeras poblaciones de lo que hoy es Colombia podrían haberse establecido desde hace más de 20.000 años, aunque la evidencia más sólida, correspondiente al periodo paleoindio, habla de al menos 16.000 años de antigüedad[4]. Esta distancia temporal no nos impide intuir que esos pueblos vivían de acuerdo con una espiritualidad implícita, conectada con la naturaleza, los ciclos cósmicos y la sacralidad del entorno, aunque no estructurada como religión formal. Su relación con lo invisible, con los ancestros, con los elementos, revela una intuición espiritual profunda, que puede ser vista como una forma inicial de religiosidad natural.

Cuando los españoles llegaron, hacia el siglo XV, encontraron en el actual territorio colombiano una situación demográfica intermedia: no tan densamente poblado como México o Perú, pero tampoco deshabitado. Se calcula que había entre tres y cuatro millones de indígenas, cifra que se redujo dramáticamente en los siglos siguientes debido a la violencia de la conquista, las enfermedades y la desestructuración social. Hacia el siglo XVIII quedaban apenas unos 130.000 indígenas. Este colapso demográfico puede comprenderse, desde la visión espírita, como el cierre de un ciclo colectivo: muchos Espíritus completaron allí un aprendizaje común, y fueron llamados a nuevas etapas, ya sea en otros lugares o en nuevas condiciones sociales dentro del mismo territorio.

A la llegada de los españoles existía una vasta diversidad cultural, destacándose tres grandes familias lingüísticas y culturales que dominaban la región:

      La cultura Chibcha, ubicada en los altiplanos y zonas frías del centro del país y en la "Sierra Nevada de Santa Marta". 

      La Caribe, localizada en el litoral del Océano Atlántico y 

      La Arawac, en las regiones de los ríos Amazonas, Putumayo y Caquetá.

La familia Chibcha, una de las más numerosas y con mayor grado de desarrollo intelectual, tuvo un avanzado conocimiento en las matemáticas, empleó un calendario que le permitió manejar la agricultura y celebrar las fiestas religiosas y utilizó la escritura jeroglífica. Su dispersión territorial impidió la formación de un Estado unificado, pero reflejaban una espiritualidad organizada, con ritos, mitos y una ética social centrada en el equilibrio con la tierra.

La familia Caribe, guerreros y comerciantes del litoral Atlántico, ofrecieron la mayor resistencia a la conquista. Los conquistadores los temieron y denigraron, asociándolos al canibalismo y la sodomía, ignorando que muchas de sus prácticas respondían a cosmovisiones distintas, en las que el cuerpo, la guerra y la sexualidad tenían un sentido ritual, no meramente bárbaro. Su organización era más libre, sin caciques permanentes, lo cual los diferenciaba de estructuras estatales más jerárquicas.

La cultura Arawac, vivían en sociedades mixtas, con elementos de matriarcado y patriarcado. Su economía era diversa: agricultura, pesca, caza y recolección. Su arquitectura y vida social mostraban señales de refinamiento espiritual y armonía comunitaria.

 

Todas estas culturas fueron escenarios de progreso colectivo, pero también de desequilibrios. Algunas desarrollaron formas de dominación interna, violencia ritual o prácticas que generaron deuda moral ante la ley divina. La llegada de la conquista, por brutal e injusta que haya sido desde lo humano, fue también —en clave espiritual— una experiencia de prueba y redención para muchas almas. Espíritus que antes dominaron, reencarnaron luego como dominados; quienes oprimieron en otros continentes, nacieron aquí como expiación, en el marco de las sabias leyes de causa y efecto.

La historia no debe leerse solo como sucesión de hechos materiales, sino como una pedagogía del alma. Cada pueblo, cada civilización, encierra un proceso espiritual colectivo, lleno de lecciones, caídas y ascensos. Comprender esta dimensión nos ayuda no solo a interpretar mejor el pasado de Colombia, sino a sanar sus raíces más profundas de violencia.

En términos culturales, el territorio colombiano estaba habitado por una pluralidad de pueblos en diversos estadios de desarrollo, que probablemente se hallaban en proceso de unificación al momento de la llegada española, aunque no llegaron a constituir un imperio unificado como los aztecas o los incas.

 

Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís

Santa Marta - Colombia

Junio 22 de 2025


[1]   Historia de Colombia. El establecimiento de la dominación española. Jorge Orlando Melo, Facultad de Derecho Universidad de Buenos Aires. Tomado de http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/letra-h/hicol/hicol.htm.

[2]   Ardila, G. (2006), “El poblamiento en Colombia”, en Ardila, G. (ed.), Colombia: Migraciones, transnacionalismo y desplazamiento, Cátedra Manuel Ancízar, Facultad de Ciencias Humanas. Bogotá: Universidad Nacional, Colección CES.

[3] Langebaek, C. H. (2010), “¿Cuántos eran? ¿Dónde estaban? ¿Qué les pasó? Poblamiento indígena en la Colombia prehispánica y su transformación después de la Conquista”, en Bonnet et al. (comp.), Colombia. Preguntas y respuestas sobre su pasado y su presente. Bogotá: Universidad de los Andes, pág. 32.

[4] La población indígena en el momento de la conquista/Darío Fajardo. En: Ayer y hoy de los indígenas colombianos. Bogotá. Dane, 1971, p.3.

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