domingo, 27 de noviembre de 2016

La verdadera propiedad




 El hombre no posee en propiedad sino lo que puede llevarse de este mundo. Lo que encuentra cuando llega y lo que deja cuando se va, lo goza mientras permanece en la Tierra; pero, puesto que es forzado a abandonarlo, sólo tiene el usufructo y no la posesión real.

¿Qué posee pues? Nada de lo que es para uso del cuerpo, todo lo que es de uso del alma: la inteligencia, los conocimientos, las cualidades morales, esto es lo que trae y lo que se lleva, lo que nadie tiene el poder de quitarle, lo que le servirá más en el otro mundo que en este; de él depende el ser más rico cuando se va que cuando llega, porque de lo que haya adquirido en bien, depende su posición futura. Cuando un hombre va a un país lejano, arregla su equipaje con los objetos que pueda usar en el país; pero no se carga con aquellos que le serían inútiles. Haced, pues, lo mismo para la vida futura y haced provisión de todo lo que podrá serviros en ella.

Al viajero que llega a una posada, se le da una bella habitación si puede pagarla; al que tiene poca cosa, se le da una menos confortable; en cuanto al que no tiene nada, duerme en la paja. Esto sucede al hombre a su llegada al mundo de los Espíritus: su ubicación está subordinada a lo que posee; pero no se paga con oro. No se le preguntará: ¿Cuánto teníais en la Tierra? ¿Qué posición ocupabais en ella? ¿Erais príncipe o artesano? Pero sí se le preguntará: ¿Qué traéis de ella? No se le calculará el valor de sus bienes ni de sus títulos, sino la suma de sus virtudes; pues con esta cuenta, el artesano puede ser más rico que el príncipe. En vano alegará que antes de su partida, pagó su entrada con oro, pues se le responderá: Aquí no se compran los puestos sino que se ganan con el bien que se hizo; con el dinero terrestre, pudiste comprar campos, casas, palacios; aquí todo se paga con las cualidades del corazón. ¿Sois rico de estas cualidades? Sed bienvenidos y podéis ir a la primera clase donde os esperan todas las felicidades; ¿Sois pobre de ellas? Id a la última en la que seréis tratado en razón de lo que tenéis. (PASCAL, Ginebra, 1860).

martes, 22 de noviembre de 2016

La Paja y la viga en el ojo


¿Por qué veis una paja en el ojo de vuestro hermano y no veis una viga en vuestro ojo? ¿O cómo decís a vuestro hermano: Dejadme sacar la paja de vuestro ojo, si tenéis una viga en el vuestro? Hipócritas, sacad primero la viga de vuestro ojo, y entonces veréis como podréis sacar la paja del ojo de vuestro hermano. (San Mateo, cap. VII, v. 3, 4, 5).

Uno de los defectos de la Humanidad es ver el mal de otro antes de ver el que está en nosotros. Para juzgarse uno mismo, sería preciso poderse mirar en un espejo, transportarse de algún modo fuera de sí y considerarse como otra persona, preguntándose: ¿Qué pensaría si viese haciendo a otro lo que yo hago?

Incontestablemente, el orgullo es el que lleva al hombre a disimular sus propios defectos, tanto en lo moral como en lo físico. Este defecto es esencialmente contrario a la caridad, porque la verdadera caridad es modesta, sencilla e indulgente; la caridad orgullosa es un contrasentido, puesto que esos dos sentimientos se neutralizan uno al otro. En efecto, ¿cómo un hombre, bastante vano para creer en la importancia de su personalidad y en la supremacía de sus cualidades, puede tener al mismo tiempo bastante abnegación para hacer resaltar en otro el bien que podía eclipsarle, en lugar del mal que podría realzarle? Si el orgullo es el padre de muchos vicios, es también la negación de muchas virtudes; lo encontramos en el fondo como móvil de casi todas las acciones. Por esto Jesús se empeñó en combatirlo como el principal obstáculo al progreso.

domingo, 20 de noviembre de 2016

¿Cuál es la importancia de las colonias espirituales para el Espíritu desencarnado en la Tierra?

Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia

Amigo lector, el presente trabajo es el fruto de nuestras elucubraciones sobre el papel que juegan las colonias espirituales en el momento en que, como encarnados, dejamos el envoltorio terrestre, “despertando” para la espiritualidad, en condiciones que, dependerá del estado evolutivo del espíritu que desencarna. 

Es necesario reconocer, de acuerdo a las enseñanzas que El Espiritismo nos ofrece, que, al asumir un nuevo cuerpo, nos condicionamos a ciertos comportamientos y hábitos, tanto en el campo moral como en el físico, con los cuales cargaremos hacia la patria espiritual, como son los apegos materiales a la alimentación, el sexo, el descanso, etc... 

Y son esos condicionamientos, más no necesidades reales del Espíritu, de los cuales nos debemos desembarazar, los que nos llevan a agrupar y organizarnos en el plano espiritual. De ahí, por qué la enseñanza del Maestro Jesús acuñada en Mateo 22:32, “Dios no es Dios de los muertos, sino de los vivos, ya que para Él todos viven”.

Y ese “resucitar” del Espíritu, en el mundo de los espíritus, documentadas no solo en las obras mediúmnicas sino en las enseñanzas del Antiguo y del Nuevo Testamento, permiten comprender por qué Jesús en la Parábola del mal rico (Lucas cap. XVI, 19 a 31), nos esclarece acerca de las regiones en que nos ubicamos de acuerdo al progreso alcanzado al momento de la desencarnación; “hay para siempre una gran sima entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieren pasar de aquí a vosotros no pueden, como ninguno también puede pasar para acá del lugar en que estáis”. Ello, hecha por tierra la enseñanza impartida por las religiones acerca del estado del alma luego de la muerte, donde el alma “dormida” espera el momento de la resurrección de los justos.

Y es que nuestro regreso a la patria espiritual está sujeto a la ley de las afinidades, pues, La orientación de sus pensamientos los eleva naturalmente hacia el medio que les corresponde; porque el pensamiento es la propia esencia del mundo espiritual, siendo la forma fluídica apenas el vestido. Donde quiera que sea, se reúnen los que se aman y comprenden. Herbert Spencer, en un momento de intuición, formuló un axioma igualmente aplicable a ambos mundos. La vida, dice él, es una simple adaptación a las condiciones exteriores.

Si se es propenso a las cosas de la materia, el Espíritu queda preso a la Tierra y se mezcla con los hombres que tienen los mismos gustos, los mismos apetitos; cuando es llevado hacia el ideal, hacia los bienes superiores, se eleva sin esfuerzo hacia el objeto de sus deseos, se une a las sociedades del Espacio, toma parte en sus trabajos y goza de los espectáculos, de la armonía del Infinito[1].

Las informaciones que desde el mundo espiritual recibimos a través del fenómeno mediúmnico, nos permiten reconocer las dificultades que enfrentan quienes regresan a la patria espiritual y todo lo que ello conlleva, tal como lo expone Allan Kardec en el libo El Cielo y el Infierno:

El estado del espíritu en el momento de la muerte puede resumirse así: El espíritu sufre tanto más cuanto el desprendimiento del periespíritu es más lento. La prontitud del desprendimiento está en razón del grado de adelanto moral del espíritu. Para el espíritu desmaterializado, cuya conciencia es pura, la muerte es un sueño de algunos instantes, exento de todo sufrimiento, y cuyo despertar está lleno de suavidad[2].

No hay duda que uno de los más grandes enigmas para la humanidad encarnada en la Tierra, lo representa el fenómeno de la muerte y todo el ritualismo que acompaña el tratamiento de los despojos por parte de familiares y amigos. Siendo la muerte una consecuencia natural de la vida, nadie se escapa al irrebatible hecho de enfrentarla. Como afirma Juana de Ángelis en la obra Mies de Amor: “Todo lo que nace muere: Es la Ley”.

León Denis, uno de los clásicos de la Doctrina Espírita, quien en sus aportes sobre el tema de la muerte, nos esclarece que: “En nuestra época, en que tantas convicciones se debilitan y se apagan, donde tantas ilusiones caen hechas jirones, el respeto, el culto a la muerte es una de las raras tradiciones vivas que subsiste. El recuerdo de los seres queridos persiste, intenso y profundo, en el corazón del hombre. Es en Paris, no lo olvidemos, que se estableció el uso del saludo al paso del cortejo fúnebre[3]”.

Y es el mismo autor quien en su obra “El Problema del Ser y del Destino” manifiesta que: “La situación del Espíritu después de la muerte es la consecuencia directa de sus inclinaciones, sea hacia la materia, sea hacia los bienes de la inteligencia y del sentimiento. Si las propensiones sensuales dominan, el ser forzosamente se inmoviliza en los planos inferiores que son los más densos, los más groseros. Si alimenta pensamientos bellos y puros, se eleva a esferas en relación con la misma naturaleza de sus pensamientos”. 

De esta manera, siendo herederos de nuestros pensamientos y actos, la paz interior conquistada o el desequilibrio impúdico en el que nos deleitamos, formaran parte del capital espiritual acumulado a nuestro paso por la Tierra y es deber nuestro enfrentarnos a esa realidad. Además, el regreso a la patria espiritual representa para el desencarnado todo un desafío, como quiera que el cielo y el infierno pregonado por la cultura religiosa en su ortodoxia, no será el patrimonio a heredar y si la ubicación en las esferas espirituales propias a nuestro estado evolutivo.

Hoy comprendemos con El Espiritismo que “la muerte no nos priva ni siquiera de las cosas de este mundo. Continuaremos viendo a aquellos que amamos y dejamos detrás de nosotros. Desde el seno de los espacios, seguiremos los progresos de este planeta; veremos los cambios que se efectúan en la superficie; asistiremos a los nuevos descubrimientos, al desarrollo social, político y religioso de las naciones. Y hasta el momento mismo de la vuelta a la carne, tomaremos parte flúidicamente en él, ayudando, influenciando, en la medida de nuestro poder y adelanto, a aquellos que trabajan en provecho de todos[4]”.

El destino de nuestros seres amados de regreso al mundo espiritual, ante el vacío que dejan con su ausencia física, lo compensan buscándonos para estar cerca de nosotros: “Los seres llorados que buscáis en los cementerios están a menudo a vuestro lado. Aquellos que fueron la fuerza de vuestra juventud, que os mecieron en sus brazos; los amigos, los compañeros de vuestros pesares, vuelven y velan sobre vosotros; y todas las formas, todos los dulces fantasmas de los seres encontrados en vuestro camino, que han intervenido en vuestra existencia y se han llevado con ellos un poco de vuestras almas y de vuestro corazón, no os abandonan tampoco. Alrededor vuestro flota la multitud de hombres desaparecidos en la muerte, multitud confusa que vuelve a vivir y os llama y os enseña el camino a seguir[5]. Con esta asertiva, el Apóstol del Espiritismo corrobora lo que en su momento Pablo de Tarso aseguraba a los judios en sus famosas epístolas: “Estamos cercados por una nube de testimonios[6].

Razón tiene la mentora espiritual Juana de Ángelis cuando en la obra “Autodescubrimientoasegura que “el desconocimiento de la inmortalidad, las informaciones fragmentarias, las leyendas y fantasías, los misterios, la ignorancia, vistieron a la muerte de inusitadas e irreales expresiones que no corresponden a la realidad”.

Sin embargo, son muchas las indagaciones que surgen al observar como un alto porcentaje de nuestra humanidad desconoce las leyes espirituales que nos rigen, razón que me lleva a la formulación de las siguientes preguntas: ¿Cómo interpreta el hombre el fenómeno biológico de la muerte? ¿La vida se acaba cuando sufre la transformación material? ¿Por qué algunas culturas la han observado como la continuidad de la vida? ¿Por qué para otras es la negación absoluta de las mismas? ¿Pesan tanto los atavismos religiosos y culturales sobre la esencia espiritual, que le impide aceptar como una realidad la vida en el mundo espiritual? Siendo el estado corporal transitorio y pasajero, ¿cuánta influencia ejerce la materia sobre el espíritu como para llevarlo a desconocer las verdades del mundo espiritual? ¿Existe en la codificación Kardeciana referencias sobre las esferas espirituales? ¿Cuáles son las razones para que el ser reencarnado olvide tan fácilmente la existencia de las colonias? ¿Existen colonias espirituales en cada uno de los países que forman parte del planeta Tierra? ¿Hay colonias espirituales en Colombia? 

Todos estos interrogantes forman parte de una serie de inquietudes que me asaltan, como estudioso de la Doctrina Espirita, y que buscaremos dilucidar en la medida en que la literatura espírita y las orientaciones del mundo espiritual nos ayuden a encontrar respuestas a las mismas.



[1] El problema del ser y del destino, León Denis. Editorial Kier.
[2] Capítulo, El tránsito; pág. 88, El Cielo y el Infierno, Allan Kardec.
[3] El Más Allá y la Supervivencia del Ser, León Denis.
[4] El Problema del Ser y del Destino, León Denis. Editorial Kier.
[5] El Problema del Ser y el Destino”, León Denis. Editorial Kier.
[6] Epístola a los Hebreos, 12:1
 


Estudio del Espiritismo: Más allá de lo obvio. Las cinco obras básicas, obras complementarias y la Revista Espírita

  Allan Kardec (1804 - 1869) Ubaldo Rodríguez de Ávila Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís Santa Marta, Colombia Abril de 2024  ...