miércoles, 25 de julio de 2018

LA CONVERSIÓN DEL PROFETA MOISÉS, DE POLITEÍSTA A MONOTEÍSTA


Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia


La civilización occidental, con una pronunciada influencia del judaísmo, el cristianismo y el Islam[1], religiones que cuentan con gran número de adeptos, Moisés aparece como profeta y legislador cuyas actuaciones están escritas en uno de los libros del Antiguo Testamento, el Éxodo. Criado y educado en la corte de los faraones egipcios, cuentan las sagradas escrituras que cierto día observando el trabajo de los esclavos hebreos y viendo la brutalidad con que eran tratados, Moisés acabó con la vida del egipcio maltratador, razón por la cual tuvo que huir de Egipto por las molestias que su acto produjo en la corte del Faraón.

Se refugió en la región de Madián, tierra de pastores, donde se casó con Séfora, la hija mayor de Jetró[2]. En esa región vivió como pastor durante 40 años; cierto día pastoreando el rebaño hacia el monte Horeb, vio una zarza ardiendo sin consumirse, que de acuerdo a la cita bíblica Éxodo 3:5-14, a la letra dice:

“No te acerques; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. [...] Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. [...] Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias. Por eso he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel [...] Ven, por tanto, ahora, y te enviaré al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel. [...] "Yo soy el que soy".

A pesar de la negativa de Moisés para cumplir semejante encargo, Dios le ofrece todo su apoyo para cumplir con éxito su misión. Bajo esas condiciones, Moisés inicia su gesta libertadora de la esclavitud egipcia hacia la tierra prometida, bajo la infame presión del ejército del faraón Ramsés II.

¿Pero, qué nos lleva a concluir que Moisés y el pueblo hebreo, se mantenían bajo la influencia de las enseñanzas politeístas? Nos apoyamos en la siguiente cita que encontramos en Éxodo 15:11:

¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses?
¿Quién como tú, magnífico en santidad,
terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?

No es de extrañar que entre los mismos hebreos se diera el culto a varios dioses, teniendo en cuenta que muchas veces fueron sojuzgados por pueblos que profesaban el politeísmo[3], y dichas costumbres fueron asimiladas por la gran mayoría. Esa es la razón por la cual Yavhe exhorta a su pueblo a mantener la unicidad en Dios.

Moisés, mensajero del Maestro Jesús, recibió el encargo de llevar a su pueblo hasta la tierra prometida, tarea nada fácil ante un pueblo indómito y contaminado por las creencias paganas. Acudiendo a citas que reafirmen la idea central de nuestro artículo, en Éxodo, cap. 20:2-3, encontramos: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí”; aquí se pone de manifiesto la existencia de otros dioses ajenos a la concepción monoteísta de la divinidad. Igualmente en Deuteronomio cap. 6:4, leemos, “Escucha, oh Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”, en esta se establece la obligación de seguir a una sola divinidad. Más contundente aún, es el versículo de Isaías cap. 44:6 que dice: “Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios”, donde se patentiza la necesidad del culto a un solo Dios.

Para Emmanuel, guía espiritual del médium Francisco Cándido Xavier, “la misión de Moisés fue tornar accesibles al sentimiento popular las grandes lecciones que los demás iniciados eran compelidos a ocultar. Y, de hecho, en el seno de las grandes figuras de la antigüedad, se destaca su figura como el primero en rasgar la cortina que pesa sobre los más elevados conocimientos, filtrando la luz de la verdad religiosa para el alma simple y generosa del pueblo[4]”.

Antes de la llegada de Cristo, ya el pueblo hebreo había asimilado la concepción monoteísta, no en vano Dios les transmitió su Ley, a través de Moisés en el Monte Sinaí y “de ese pequeño foco salió la luz destinada a esparcirse por todo el mundo, a triunfar sobre el paganismo y a dar a Abraham una posteridad espiritual “tan numerosa como las estrellas del firmamento [5]”.


[1] Estas son las tres grandes religiones de occidente, entre las cuales existen muchas semejanzas y particularmente con la presencia del profeta Moisés, el cual es reconocido por el Islam con el nombre de Musa.
[2] Jetró, también conocido como Reuel o Hobab, era sacerdote de Madián.
[3] Entre estos pueblos podemos nombrar asirios, babilonios, egipcios, romanos, etc.
[4] Chico Xavier/Emmanuel, El pueblo de Israel, en: A camino de la luz, Mensaje Fraternal, 2007.
[5] Allan Kardec, El Evangelio según el Espiritismo, Cap. XVIII, Muchos son los llamados y pocos los escogidos, Parábola del festín de las bodas. CEA, 2014.

domingo, 15 de julio de 2018

CUANDO LA VIOLENCIA IRRUMPE EN NUESTRA COTIDIANIDAD

Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia

Vivimos en nuestro país días aciagos, marcados por la acción persistente de la violencia. Las crónicas judiciales de los diarios regionales anuncian, casi como un réquiem cotidiano, la actividad delincuencial que azota a los ciudadanos de bien, manteniendo en vilo a una sociedad que no halla salida a semejante laberinto de dolor e inseguridad.

Innumerables preguntas quedan sin respuesta ante el clamor de la ciudadanía que implora soluciones a las autoridades, mientras se agudiza esta profunda crisis de valores que corroe las bases de la sociedad. En vano, sociólogos, políticos y periodistas ensayan teorías que pretenden justificar la violencia que se ensaña contra el ciudadano indefenso. Algunos arguyen que la criminalidad es consecuencia lógica de la crisis económica que azota nuestros tiempos, buscando en las carencias materiales la raíz de los impulsos violentos.

En medio de esta realidad, Colombia ha promulgado una nueva Ley de Seguridad Ciudadana, destinada a disminuir los índices de criminalidad urbana. Sin embargo, en este país de realidades complejas, donde “hecha la ley, hecha la trampa”, los antisociales y, en particular, ciertos abogados defensores, encuentran resquicios legales para devolver rápidamente a las calles a quienes, sin el menor remordimiento, retoman su camino delictivo.

Desde el conocimiento espírita, buscamos ofrecer luces de entendimiento ante la dinámica de este fenómeno violento que asola nuestras ciudades y del que participan, cada vez más, jóvenes casi salidos de la adolescencia, que con severidad atentan contra la vida de quienes se interponen en sus fechorías.

La mentora espiritual Joanna de Ángelis, en su obra Adolescencia y Vida, nos recuerda que ya Aristóteles, tres siglos antes de Cristo, describía a los adolescentes como impetuosos e irascibles, propensos a la irritabilidad y al impulso sin control. Platón, por su parte, desaconsejaba el uso de bebidas alcohólicas antes de los dieciocho años, temeroso de “añadir fuego al fuego” en estos jóvenes tan fácilmente excitables.

Si a esta naturaleza juvenil le sumamos, según revelaciones de diversas fuentes espirituales, que nos hallamos en el advenimiento de una nueva era en la humanidad, comprendemos que abismos y tinieblas (las fajas más inferiores de la espiritualidad) se están limpiando, trayendo a la carne innumerables espíritus comprometidos moralmente, que desde temprana edad se ven arrastrados hacia las filas de la violencia, favorecidos por una deficiente educación en el hogar. Y como bien afirma Joanna de Ángelis, “el hogar es la mejor escuela educativa, la más eficiente, porque las lecciones allí suministradas son vivas e impresionables, cargadas de emoción y fuerza”.

Amplía aún más este concepto cuando asegura: “La familia equilibrada, estructurada con respeto y amor, es fundamental para una sociedad justa y feliz.

Lamentablemente, eso no es lo que ocurre, y de ahí resulta una sociedad juvenil desorganizada, agresiva, cínica o depresiva, que deambula por los oscuros caminos de las drogas, la violencia, el crimen y el desvarío sexual[1]”.

Bittencourt Sampaio refuerza esta visión, recordándonos que: “Viven hoy en la Tierra un mayor número de Espíritus encarnados que la totalidad de su población desde el inicio de la vida planetaria. Hasta 1825, mil millones de criaturas humanas se encontraban encarnadas; hasta 1925, la suma alcanzó dos mil millones, y actualmente pasa de tres mil millones. Este hecho señala la magnitud de vuestra época, pues en estos días, epílogo de un ciclo planetario, se limpian los umbrales de la espiritualidad inferior, reformándose los museos de sufrimientos purgatoriales, forjados a través de innumerables milenios…[2]”.

Pero ¿Qué puede hacer el ciudadano honrado que, día tras día, trabaja para suplir sus necesidades, mientras no logra comprender cómo existen seres que desprecian tanto la vida humana? Debemos aprender a lidiar con el psiquismo violento de estos personajes, que, tarde o temprano, deberán enfrentarse con su propia conciencia, padeciendo la angustia y el remordimiento por el mal practicado, atravesando rescates dolorosos en el momento oportuno.

Es por ello que hemos de aprender a afrontar este fenómeno social con serenidad y conciencia, pues en cualquier instante podríamos convertirnos en víctimas de un atraco callejero. ¿Cuál sería nuestra actitud ante semejante atropello? ¿Nos resistiríamos? ¿Increparíamos al delincuente? ¿O adoptaríamos una actitud de serenidad para proteger la vida, aún a costa de lo material?

Enfrentar con violencia al violento ha costado la vida de muchos de manera miserable. Esta reacción suele ser expresión de un orgullo aún latente que nos impide aceptar ser humillados por quienes, utilizando la fuerza, nos obligan a entregar bienes materiales que pueden recuperarse con el tiempo. Jesús de Nazaret, conociendo las flaquezas del alma humana, dejó una enseñanza que aún resuena para quienes aspiramos a ser sus discípulos:

“Al que te golpee en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames” (Lucas 6:29-30).

Sabia enseñanza que nos invita a reflexionar sobre la importancia de la vivencia evangélica, recordándonos que ningún bien material vale más que la propia vida, y que, al optar por la mansedumbre, nos alineamos con el mensaje de Jesús, avanzando en el camino de la renovación espiritual en medio de una sociedad que, aunque convulsionada, transita hacia la luz.



[1] Juana de Ángelis/Divaldo Pereira Franco. El adolescente ante la familia, Adolescencia y Vida, 1997.

[2] Mostremos al Maestro en nosotros, Seareiros de Volta, Waldo Vieira, FEB, 1966.

LA SOCIEDAD ESPIRITISTA DE SANTA MARTA — SESMAR

  Siguiendo con nuestras elucidaciones en torno a mi llegada al movimiento espírita en la ciudad de Santa Marta, anotadas en el artículo ant...