lunes, 13 de junio de 2016

Pintura mediúmnica

Presentamos un video colgado en Youtube de Luis Antonio Gaspareto, médium brasilero, quien para la decada de los 70 - 80 asombro a muchos con su mediúmnidad pictográfia. En la actualidad está alejado del Espiritismo.

El video, aportación de Juan Jimenez del Oso, se denomina "En busca del Misterio" y podemos observarlo dando clik en el siguiente enlace:

domingo, 12 de junio de 2016

Jesús ungido en sus pies por dos mujeres

Entre las muchas crónicas que enriquecen la vida de Jesús, vamos a ocuparnos de la unción de sus pies, con caros perfumes, realizado por dos mujeres que muchas veces son confundidas en una sola historia; generalmente esta confusión se presenta por que no se contextualizan las escrituras y, ante una lectura rápida de las mismas, terminamos por trastocar las historias, como en el caso de la mujer adúltera y María Magdalena, la cual hemos documentado con anterioridad. (Ver artículo aquí).

Y no podemos prestarnos a confusión ante dos narraciones totalmente diferentes. María, hermana de Lázaro, era una buena mujer, decente, vivía en Betania, junto con su hermana Marta, cerca de Jerusalén, al sur. La otra, una cortesana, pecadora, pero con unos deseos inmensos de reencontrarse consigo misma a través del perdón ofrecido por Jesús, vivía en Galilea, hacia el norte.



Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia

De acuerdo a los datos históricos, Jesús inicia su mesianato, en la Galilea, una región feliz y verde como nos asegura Amélia Rodrigues en su obra “Por los Caminos de Jesús”. Esto es confirmado por el Evangelio de Mateo, en el cual leemos que: “Después comenzó a recorrer toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando las Buenas Nuevas del Reino, y curando entre el pueblo todas las dolencias y enfermedades. Su fama se extendió por toda Siria y le traían a todos los que sufrían de algún mal, los que padecían dolores y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y Él los curaba a todos. Lo seguían grandes multitudes, venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán[1]”.

Como vemos, Jesús inicia su ministerio en la Galilea, hacia el norte, lugar donde acontece el primer hecho, motivo de este artículo y aseguramos que ocurrió en el norte, porque en Lucas 7:1, el evangelista menciona a la ciudad de Capernaum, y con posterioridad en el mismo evangelio, 7:11, menciona la ciudad de Naín, dos ciudades ubicadas al norte, en Galilea. El relato, de acuerdo al Evangelio de Lucas, acontece en casa de un fariseo llamado Simón:

Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.

Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; más aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?

Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz[2]”.

De la lectura podemos inferir que el anfitrión, Simón, muestra cierta animadversión hacia Jesús, dudando incluso de que sea profeta, al ver que la mujer pecadora se acerca a Jesús y realiza el acto de ungir con perfume de alabastro los pies del Maestro. Además, destacar el perdón que hace Jesús a los pecados cometidos por la mujer, enrostrándole al fariseo que su acción se debe a que amó mucho.

Juana de Ángelis en la obra “Dimensiones de la Verdad” nos ilustra sobre esta situación:

“El Inimitable Gobernador de la Tierra, homenajeado por una jubilosa cortesana – antes obsesada y recién liberada -  que le untaba los pies con raro perfume, respondió a Judas qué pensaba con respecto a la aplicación que se podría dar a la esencia exótica, si fuera transformada en monedas y dirigidas a los necesitados: “… los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a mí, no siempre me tendréis[3]…”.

Es necesario aclarar que según el evangelio de San Mateo (26: 6-13) y San Marcos (14:3-9), el suceso ocurre en Betania, razón por lo cual muchos lo confunden con lo acaecido con María, la hermana de Lázaro, quienes vivían en Betania. Para poder comprender las aparentes inexactitudes de los evangelistas, debemos remitirnos a la forma en que cada uno de ellos fue redactado. Para los estudiosos de las escrituras, Lucas se ocupó de “escribir una historia cronológica de lo que le sucedió a Jesús. Coloca los eventos en orden estricto y es preciso en describir el tiempo, el lugar y los funcionarios políticos. Su evangelio se escribe como un historiador escribiría sobre diversos eventos[4]”.  

Y es precisamente por estas divergencias que se presentaban en la divulgación de los evangelios, que el Papa Dámaso confió a San Jerónimo la misión de redactar una traducción latina del Antiguo y del Nuevo Testamento, la cual se conoció como la Vulgata. San Jerónimo, de acuerdo a lo escrito en el prólogo de la obra confiada, expresa:

De una obra antigua me obligáis a hacer una obra nueva, me erija en arbitro entre los ejemplares de los Evangelios que están dispersos por todo el mundo, y, como difieren entre sí, que yo distinga aquellos que están conformes con el verdadero texto griego”. Y continúa más adelante: ¿Cuál será, en efecto, el sabio, y aún el ignorante, que cuando tenga en sus manos un ejemplar (nuevo), después de haberlo recorrido tan solo una vez, al ver que está en desacuerdo con el que está acostumbrado a leer, no levante inmediatamente el grito, acusándome de falsario y de sacrílego porque me habré atrevido a añadir, a corregir y a cambiar algo en los libros antiguos? Dos razones me consuelan de esta acusación. La primera es que Vos, que sois el soberano pontífice, me ordenáis hacerlo; la segunda, es que la verdad no puede existir en cosas que difieren, aun cuando tuviesen en su favor la aprobación de los malos[5]”.

La acción de María, la hermana de Lázaro, tuvo lugar en Betania, donde vivía con sus hermanos. De todos es conocido el inmenso amor que Jesús sentía por esta familia y era lugar preferido para pernoctar a su paso por la ciudad.

Cuenta el Evangelio de Juan que: “Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.

Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.

Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, más a mí no siempre me tendréis[6]”.

De la lectura del Evangelio de Juan, colegimos que Judas Iscariote interpela al Maestro por lo que considera un despilfarro, suponiendo la importancia que tendría la venta del perfume para la atención de los pobres, hecho que aprovecha el Maestro Jesús para defender a María y dejar su peculiar enseñanza entre quienes lo acompañaban.

Como colofón solo queremos dejar la siguiente inquietud, teniendo en cuenta la cantidad de imprecisiones en el evangelio: ¿Por qué algunos piensan que María, la pecadora, era María Magdalena?


[1] Mateo, 4:23 a 25.
[2] Lucas 7:36 a 50.
[3] Juana de Ángelis/Divaldo Pereira Franco, Dimensiones de la Verdad, Asistencia social y Espiritismo, pág. 61. Librería Espírita Alborada, Salvador Bahía, Brasil, 1978.
[4] http://www.iglesiadecristolaserena.cl/aparente-contradiccion-en-los-evangelios/
[5] Léon DENIS, Cristianismo y Espiritismo. Editora Argentina 18 de Abril, Buenos Aires, Argentina, 1991. Pág, 31.
[6] Juan 12:1 a 8.

viernes, 10 de junio de 2016

¿Quién pecó para que ese hombre naciera ciego, él o sus padres?



(Capítulo del libro: "Filosofía Cósmica del Evangelio" de Huberto Rohden)

El Evangelio refiere que Jesús se encontró con un ciego de nacimiento. Sus discípulos y otros quisieron saber del maestro, quién había pecado, si ese hombre o si sus padres, para que él hubiera nacido ciego.

Los consultantes no quieren saber si el sufrimiento de la ceguera era castigo por un pecado, lo cual para ellos era evidente; solo quieren saber quién contrajo la deuda moral que ese ciego estaba pagando, si era él mismo o sus padres. Que la deuda existiera eso parecía sin duda, porque sufrimiento supone culpa; donde no hay culpa no hay sufrimiento.
Como se ve, los consultantes solo conocen el carácter negativo del sufrimiento; nada saben de su aspecto positivo. Que pueda haber un sufrimiento-crédito es para ellos totalmente ignorado; solo conocen un sufrimiento-deuda.

Ellos suponen, además, que el hombre puede, en la vida presente, pagar una deuda contraída en una vida pasada; alguien dejó aquella existencia anterior sin estar en paz y salvo con la justicia cósmica, y tiene que saldar su deuda en la actual existencia terrestre. La idea de la reencarnación es tan antigua como la propia humanidad pensante, patrimonio general de muchas de las antiguas religiones y filosofías.

Esta pregunta supone aún la posibilidad de que el hombre no hubiese contraído ninguna deuda, ni en la vida actual ni en una existencia anterior, pero que tenga que saldar la deuda de otros hombres, sus padres o sus antepasados.
En esta pregunta, como se ve, tenemos las dos teorías para explicar el problema del sufrimiento humano: la teoría de la reencarnación, defendida por la teosofía, por el espiritismo e ideologías afines, y la doctrina del pecado original, defendida por las iglesias cristianas, discípulas del apóstol Pablo.

*    *    *

Y Jesús, ¿qué actitud adopta? ¿De cuál de esas dos doctrinas se confiesa adepto? ¿Toma posición a favor de la reencarnación o a favor del pecado original? ¿Afirma que el ciego está pagando por sus propios pecados, o por los pecados de sus padres?

No se declara a favor de ninguna de esas doctrinas, sino contra ambas.

“Ni él pecó ni sus padres pecaron, para que él naciera ciego!”

El sufrimiento de ese ciego no es el pago de una deuda, ni propia ni ajena. ¿Qué es entonces? Su objetivo es un crédito! “Eso aconteció para que en él se revelaran la obras de Dios”.

Jesús declara categóricamente que ese sufrimiento tiene una función positiva! Por medio de él se revelan las obras de Dios.

Pero, ¿qué obras?

Unos dicen que esas obras son los milagros, como ese que Jesús iba a realizar: Dios habría hecho que ese hombre naciera ciego y lo habría dejado en esa ceguera, quizás por unos 40 años, para que, en el momento dado, Jesús tuviera la ocasión de realizar uno de sus milagros de cura.

Quien sea capaz de aceptar esa explicación, acéptela; pero sepa que reduce a Dios a una especie de tirano arbitrario que se divierte con los dolores de sus inermes súbditos.
La obra de Dios en el hombre es la evolución ascensional del ser humano, potencialmente creativo, y que debe volverse actualmente creador. Muchos hombres, sin embargo, no salen de su creatividad potencial ni entran en actual creación si no pasan por un gran sufrimiento.

Es verdad que no solo el sufrimiento como tal redime al hombre – puede hasta llevarlo al suicidio – sino que es la actitud positiva que el hombre asuma frente al sufrimiento la que lo redime de sus miserias y lo hace entrar en su gloria.

Evidentemente, ese hombre nació ciego, no para pagar deudas, propias o ajenas, sino para realizar créditos. Ese crédito de perfeccionamiento no era posible sino a través del sufrimiento. Esa era la obra de Dios que debía manifestarse en ese hombre: su evolución espiritual.

*    *    *

Uno de los más espléndidos libros del Antiguo Testamento, obra prima de literatura dramática, versa sobre ese misterioso problema del sufrimiento humano. Un acaudalado y santo granjero pagano, en la tierra de Huz, pierde súbitamente toda su vasta fortuna, su salud y sus hijos; de su familia solo le quedó, para colmo de males, una mujer ignorante y cínica que nada comprende del alma profunda y sublime de su esposo.

Sentado en un hediondo basurero, Job raspa el pus de sus llagas con el trozo de una macetera, último vestigio de sus pasadas grandezas, cuando aparecen, para consolar su inmenso dolor, tres amigos de la víctima, filósofos de oriente. Consternados, se detienen de lejos, después, aproximándose del infeliz, mudos de dolor, se sientan en el suelo a su alrededor, sin poder proferir ni una sola palabra en vista de tan gran sufrimiento.

Finalmente uno de los filósofos abre los labios y trata de descubrir el por qué del sufrimiento. Lo que él sabe decir, en resumen, es lo siguiente: Dios no castiga inocentes, solo castiga culpables.

Job replica que no tiene consciencia de pecado que tal sufrimiento le haya merecido.

Pero el filósofo responde que Job debe tener algún pecado inconsciente, ignorado, por el cual esté sufriendo, algún residuo de “karma negativo”, dirían los hindús, alguna deuda oculta de existencias anteriores, dirían los re-encarnacionistas, deuda que, finalmente, en la presente encarnación deba pagar.

En este mismo sentido, con ligeras variantes, son también enfáticos los otros dos filósofos. Todos, los tres, por consiguiente, admiten que Job es culpable, consciente o inconscientemente, que su sufrimiento es el pago de una deuda moral.

A estas alturas interviene el propio Dios y rebate con palabras vehementes los argumentos de los pretensiosos exegetas del misterio del dolor: Insensatos! ¿Qué estáis ahí vosotros adulterando con palabras tontas la sabiduría de mis planes?

Dios declara que su siervo Job no sufre para pagar ninguna deuda negativa, de tiempos pasados, sino para acumular crédito positivo y glorias futuras.

Implícitamente, dice lo mismo que Jesús dijo con respecto al ciego de nacimiento: que ese sufrimiento le llegó para que en ese hombre se revelaran las obras de Dios.

*    *    *

En la tarde de la primera Pascua, dos discípulos de Jesús dejaron la ciudad de Jerusalén y se fueron en pos de su aldea natal, Emaús, profundamente inconformes con los sufrimientos y la muerte del profeta de Nazaret, inocente y justo, cuando se asoció a ellos el propio Jesús, sin que lo reconocieran. Y comenzó a exponerles a los dos la luz de las Escrituras, probándoles que “Cristo debía sufrir todo eso y así entrar en su gloria”.

Ni una palabra sobre deuda! Jesús sufrió todo aquello – ¿por qué?  Con la finalidad de pagar una deuda, propia o ajena? Que él mismo tuviera alguna deuda a saldar, eso nadie lo admite; pero que sus sufrimientos tenían por objetivo saldar las deudas de terceros, de la humanidad pecadora de todos los tiempos, esa es la doctrina general de las iglesias cristianas. Sin embargo, Jesús no afirma ni esto ni aquello. Dice simple y positivamente que ese sufrimiento era necesario para que él alcanzara la plenitud de su evolución y perfección, que él llama “gloria”. Admite, entonces, el sufrimiento como factor de evolución espiritual, o sea, el sufrimiento-crédito.

En síntesis: el sufrimiento es un elemento evolutivo, tanto en Job, como en el ciego de nacimiento, como también en Jesús. El sufrimiento, a la luz de esos textos, actualiza algo que era potencial en el hombre, despertando del sueño lo que dormía en las profundidades del alma, haciendo visible algo que yacía invisible y latente en los abismos de la naturaleza humana.

¡Quien lo pueda comprender compréndalo!

Mientras el hombre no alcance las alturas de Cristo no comprenderá que el sufrimiento – aunque pueda, en ciertos casos, saldar deudas negativas – crea también un crédito positivo, siendo así una etapa para que el hombre “entre en su gloria” de hombre integral.


Tomado de la página Web: https://filosofiahubertorohden.wordpress.com/tag/milagros/

Estudio del Espiritismo: Más allá de lo obvio. Las cinco obras básicas, obras complementarias y la Revista Espírita

  Allan Kardec (1804 - 1869) Ubaldo Rodríguez de Ávila Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís Santa Marta, Colombia Abril de 2024  ...