Entre
las muchas crónicas que enriquecen la vida de Jesús, vamos a ocuparnos de la
unción de sus pies, con caros perfumes, realizado por dos mujeres que muchas
veces son confundidas en una sola historia; generalmente esta confusión se
presenta por que no se contextualizan las escrituras y, ante una lectura rápida
de las mismas, terminamos por trastocar las historias, como en el caso de la
mujer adúltera y María Magdalena, la cual hemos documentado con anterioridad.
(Ver artículo aquí).
Y no
podemos prestarnos a confusión ante dos narraciones totalmente diferentes.
María, hermana de Lázaro, era una buena mujer, decente, vivía en Betania, junto
con su hermana Marta, cerca de Jerusalén, al sur. La otra, una cortesana,
pecadora, pero con unos deseos inmensos de reencontrarse consigo misma a través
del perdón ofrecido por Jesús, vivía en Galilea, hacia el norte.
Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
De
acuerdo a los datos históricos, Jesús inicia su mesianato, en la Galilea, una región feliz y verde como nos asegura
Amélia Rodrigues en su obra “Por los Caminos de Jesús”. Esto es
confirmado por el Evangelio de Mateo, en el cual leemos que: “Después comenzó a recorrer toda Galilea,
enseñando en sus sinagogas, proclamando las Buenas Nuevas del Reino, y curando
entre el pueblo todas las dolencias y enfermedades. Su fama se extendió por
toda Siria y le traían a todos los que sufrían de algún mal, los que padecían
dolores y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y Él los curaba
a todos. Lo seguían grandes multitudes, venidas de Galilea, Decápolis,
Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán”.
Como
vemos, Jesús inicia su ministerio en la Galilea, hacia el norte, lugar donde
acontece el primer hecho, motivo de este artículo y aseguramos que ocurrió en
el norte, porque en Lucas 7:1, el evangelista menciona a la ciudad de
Capernaum, y con posterioridad en el mismo evangelio, 7:11, menciona la ciudad
de Naín, dos ciudades ubicadas al norte, en Galilea. El relato, de acuerdo al
Evangelio de Lucas, acontece en casa de un fariseo llamado Simón:
“Uno
de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del
fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora,
al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de
alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a
regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus
pies, y los ungía con el perfume.
Cuando vio esto el fariseo que le había convidado,
dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es
la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón,
una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos
deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no
teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le
amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él
le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta
mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado
mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso;
mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza
con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que
sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; más aquel a quien se le
perdona poco, poco ama.
Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y
los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí:
¿Quién es éste, que también perdona pecados?
Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en
paz”.
De
la lectura podemos inferir que el
anfitrión, Simón, muestra cierta animadversión hacia Jesús, dudando incluso de
que sea profeta, al ver que la mujer pecadora se acerca a Jesús y realiza el
acto de ungir con perfume de alabastro los pies del Maestro. Además, destacar el
perdón que hace Jesús a los pecados cometidos por la mujer, enrostrándole al
fariseo que su acción se debe a que
amó mucho.
Juana
de Ángelis en la obra “Dimensiones de la Verdad” nos
ilustra sobre esta situación:
“El Inimitable Gobernador de la Tierra, homenajeado
por una jubilosa cortesana – antes obsesada y recién liberada - que le untaba los pies con raro perfume,
respondió a Judas qué pensaba con respecto a la aplicación que se podría dar a
la esencia exótica, si fuera transformada en monedas y dirigidas a los
necesitados: “… los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a
mí, no siempre me tendréis…”.
Es necesario aclarar que según el
evangelio de San Mateo (26: 6-13) y San Marcos (14:3-9), el suceso ocurre en
Betania, razón por lo cual muchos lo confunden con lo acaecido con María, la hermana
de Lázaro, quienes vivían en Betania. Para poder comprender las aparentes
inexactitudes de los evangelistas, debemos remitirnos a la forma en que cada
uno de ellos fue redactado. Para los estudiosos de las escrituras, Lucas se
ocupó de “escribir una historia
cronológica de lo que le sucedió a Jesús. Coloca los eventos en orden estricto
y es preciso en describir el tiempo, el lugar y los funcionarios políticos. Su
evangelio se escribe como un historiador escribiría sobre diversos eventos”.
Y es precisamente por estas divergencias
que se presentaban en la divulgación de los evangelios, que el Papa Dámaso
confió a San Jerónimo la misión de redactar una traducción latina del Antiguo y
del Nuevo Testamento, la cual se conoció como la Vulgata. San Jerónimo, de
acuerdo a lo escrito en el prólogo de la obra confiada, expresa:
“De
una obra antigua me obligáis a hacer una obra nueva, me erija en arbitro entre
los ejemplares de los Evangelios que están dispersos por todo el mundo, y, como
difieren entre sí, que yo distinga aquellos que están conformes con el
verdadero texto griego”. Y continúa más adelante: ¿Cuál será, en efecto, el sabio, y aún el ignorante, que cuando tenga
en sus manos un ejemplar (nuevo), después de haberlo recorrido tan solo una
vez, al ver que está en desacuerdo con el que está acostumbrado a leer, no
levante inmediatamente el grito, acusándome de falsario y de sacrílego porque
me habré atrevido a añadir, a corregir y a cambiar algo en los libros antiguos?
Dos razones me consuelan de esta acusación. La primera es que Vos, que sois el soberano
pontífice, me ordenáis hacerlo; la segunda, es que la verdad no puede existir
en cosas que difieren, aun cuando tuviesen en su favor la aprobación de los
malos”.
La
acción de María, la hermana de Lázaro, tuvo lugar en Betania, donde vivía con
sus hermanos. De todos es conocido el inmenso amor que Jesús sentía por esta
familia y era lugar preferido para pernoctar a su paso por la ciudad.
Cuenta el
Evangelio de Juan que: “Seis días antes
de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado
muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena;
Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y
ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del
olor del perfume.
Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo
de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por
trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara
de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que
se echaba en ella.
Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi
sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con
vosotros, más a mí no siempre me tendréis”.
De la lectura del Evangelio de Juan,
colegimos que Judas Iscariote interpela al Maestro por lo que considera un
despilfarro, suponiendo la importancia que tendría la venta del perfume para la
atención de los pobres, hecho que aprovecha el Maestro Jesús para defender a
María y dejar su peculiar enseñanza entre quienes lo acompañaban.
Como colofón solo queremos dejar la siguiente
inquietud, teniendo en cuenta la cantidad de imprecisiones en el evangelio:
¿Por qué algunos piensan que María, la pecadora, era María Magdalena?
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