domingo, 26 de octubre de 2025

33 AÑOS DESPUÉS


Sí, treinta y tres años después, ofrezco un tributo de gratitud a la gloriosa Doctrina Espírita que, despertando conciencias y santificando almas, ha hecho de este pensador de ilusiones y rebelde sin causa un hombre mejor; aunque aún no del todo desarraigado de un pasado lleno de aciertos… y de muchos errores.

Cuántas ideas preconcebidas, sostenidas y alentadas por doctrinas erróneas en lo político y lo social, fueron el caldo de cultivo de una juventud en rebeldía. Rebeldía que, poco a poco, se fue diluyendo ante el ideal consolador que el Espiritismo proyecta sobre las conciencias sedientas de “verdades eternas”, aquellas que nunca lograron llenar los vacíos ideológicos a los que aspiraba.

Así, los nuevos paradigmas que el Espiritismo propuso a nuestra conciencia no solo disiparon la queja sistemática, sino que abrieron un espacio inmenso para colmarse con el sinfín de verdades reveladas a lo largo del tiempo.

Hoy, tras años de estudio e investigación, en el silencio de quien a veces se siente incomprendido por aquellos que —olvidando la universalidad de las enseñanzas de los Espíritus— se ilusionan con “falsas interpretaciones”, sostengo que solo las obras espíritas fundamentadas en las respuestas del Espíritu de Verdad constituyen el verdadero sustento doctrinario.

Es cierto que los Espíritus Superiores aseguraron a Kardec que no todo estaba revelado; sin embargo, no por ello podemos desconocer el inmenso poder de las obras de la Codificación y el esclarecimiento y consuelo que brindan a quienes aún peregrinamos por la Tierra. Muchas verdades aguardan ser develadas, y me atrevo a afirmar que buena parte de ellas se hallan consignadas en las obras emanadas de la mediúmnidad santificada —esa misión redentora del Espíritu inmortal encarnado— que nos hace llegar mensajes de profundo significado, preparando el camino liberador que habrá de abrirse cuando la Tierra alcance, en su proceso evolutivo, la condición de mundo regenerado, dejando atrás la desolación y el sufrimiento que aún nos mantienen apostados en el planeta azul, en nuestra lucha inmarcesible hacia el despertar del Espíritu.

Bien lo asegura Manoel Philomeno de Miranda en la introducción de la obra Amanecer de una Nueva Era:

Las revelaciones del mundo espiritual han sido incesantes, y nunca han dejado a la conciencia humana sin el conocimiento de su perennidad. Aunque en el pasado estaban envueltas en misterio debido a la etapa evolutiva del hombre, hoy, en estos días gloriosos de intercambio lúcido y fraternal con los espíritus nobles, descubrimos los más valiosos comportamientos que propician la conquista interior del Reino de los Cielos.

Nunca han faltado las directrices armonizadoras para el ser humano que, sumergido en la vestimenta celular, fácilmente se equivoca o teme, se desanima y huye del deber. Tales directrices buscan ofrecerle la indispensable condición que otorga la libertad real, estimulándolo a volar hacia la inmortalidad triunfante”.

“Para verdades, el tiempo”, decían los mayores, en esa sabiduría serena de quien ha vivido mucho. El tiempo, en efecto, es el mejor testigo de la evolución de las ideas, tanto en el inconsciente colectivo —como bien señaló Jung—, como en el inconsciente individual, para gloria de quienes observan con ilusión y esperanza la transformación planetaria a la que estamos llamados por Ley de Evolución.

Sí, treinta y tres años después, reconozco el valor de aquellos que nos precedieron y que, como colonos del alma, desbravaron conciencias adormecidas, asentando la propuesta liberadora del Espiritismo, esa llave luminosa que abre las puertas de la ignorancia y facilita el conocimiento de la Verdad.


 Oscar Cervantes Velásquez

Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís

Octubre 26 de 2025

Santa Marta - Colombia 

 


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