lunes, 29 de julio de 2019

HECHICERÍA E INQUISICIÓN


Las relaciones entre herejía y hechicería y los fundamentos de las acusaciones que eran imputados a los culpables en los juicios inquisitorios, fueron establecidos y compendiados, respectivamente, en una Bula del Papa Alejandro IV (1260). Los culpables de herejía y hechicería podían ser juzgados como tales (y por lo tanto entregados en manos del “brazo secular” para la pena), con base en 15 acusaciones de tipo “legal” y con base a 17 síntomas morbosos de tipo “médico”.

Las 15 acusaciones legales constituyen una buena mezcla de cosas reales y extravagantes, así como una muestra de fértil y morbosa fantasía. Helas aquí:

  1. Renegar de Dios;
  2. Blasfemar su nombre; 
  3.  Adorar al diablo; 
  4.  Consagrarle los hijos;
  5. Sacrificarle los propios hijos; 
  6. Consagrarlos a él estando aún en el vientre materno;
  7. Hacer proselitismo en favor de Satanás;
  8. Jurar en el nombre del demonio y jactarse de ello;
  9. No respetar las leyes y cometer incesto;
  10. Asesinar, cocer y comer hombres;
  11. Alimentarse de carne humana y también de ahorcados;
  12. Envenenar y hacer morir gente con sortilegios;
  13. Hacer morir el ganado;
  14. Hacer morir los frutos y causar esterilidad;
  15. Transformarse completamente en esclavos del diablo.

Igualmente, abstrusos y extravagantes, son los síntomas sobre los cuales los médicos tendrían que sentenciar o pronunciarse para declarar a un hombre mago o hechicero, o a una mujer hechicera, y que se resumen a continuación:

  1. Cuando la enfermedad era tal que no podía ser descubierta o reconocida (un verdadero homenaje a la ignorancia, a la que incluso se ofrecían en Holocausto);
  2. Si empeoraba, en vez de mejorar, con los tratamientos;
  3. Si era aguda desde el comienzo (y no gradual);
  4. Si era inconstante o variaba de día a día, o de hora en hora y tenía manifestaciones distintas de las naturales;
  5. Si el enfermo no podía precisar el sitio del dolor, aunque pareciera objetivamente enfermo;
  6. Si el enfermo suspiraba tristemente sin causa aparente;
  7. Si perdía el apetito y vomitaba la carne o tenía el estómago cerrado o sentía un peso en el mismo y devolvía los bocados que había comido;
  8. Si sentía ardores punzantes o espasmos en el pecho (región precordial);
  9. Si tenía latidos visibles en las arterias del cuello;
  10. Si tenía cólicos renales o gástricos, o sensaciones de frío en el vientre o bien sensación de calor, y lo mismo incluso en otras partes del cuerpo;
  11. Si era impotente;
  12. Si sudaba, incluso con el frío;
  13. Si sentía trabadas las extremidades u otras partes del cuerpo;
  14. Si sentía languidez, decía necedades, estaba melancólico o si tenía fiebres rebeldes o convulsiones como un epiléptico o tenía las extremidades rígidas o con espasmos, si sentía o tenía la cabeza hinchada o si llegaba a tener la tez amarillenta, si tenía los párpados cerrados y no podía abrirlos y además si tenía los ojos claros o si era estrábico o veía fantasmas o las figuras borrosas;
  15. Si no podía mirar fijo al sacerdote y tenía que desviar la mirada;
  16. Si se turbaba o asustaba visiblemente cuando aquel, de quien se sospechaba que lo había hecho enfermar, entraba en la habitación;
  17. Y, finalmente, si cuando el sacerdote que debía liberarlo del demonio le ungía los ojos, las orejas y la frente u otras partes del cuerpo, estas comenzaban a sudar o mostraban un cambio cualquiera.



Tomado de la obra "Historia de la Parapsicología", de Massimo Inardi, Colección: Ariel Esotérica.

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