Las relaciones entre herejía y hechicería y los
fundamentos de las acusaciones que eran imputados a los culpables en los
juicios inquisitorios, fueron establecidos y compendiados, respectivamente, en
una Bula del Papa Alejandro IV (1260). Los culpables de herejía y hechicería
podían ser juzgados como tales (y por lo tanto entregados en manos del “brazo
secular” para la pena), con base en 15 acusaciones de tipo “legal” y con base a
17 síntomas morbosos de tipo “médico”.
Las 15 acusaciones legales constituyen una buena mezcla
de cosas reales y extravagantes, así como una muestra de fértil y morbosa
fantasía. Helas aquí:
- Renegar de Dios;
- Blasfemar su nombre;
- Adorar al diablo;
- Consagrarle los hijos;
- Sacrificarle los propios hijos;
- Consagrarlos a él estando aún en el vientre materno;
- Hacer proselitismo en favor de Satanás;
- Jurar en el nombre del demonio y jactarse de ello;
- No respetar las leyes y cometer incesto;
- Asesinar, cocer y comer hombres;
- Alimentarse de carne humana y también de ahorcados;
- Envenenar y hacer morir gente con sortilegios;
- Hacer morir el ganado;
- Hacer morir los frutos y causar esterilidad;
- Transformarse completamente en esclavos del diablo.
Igualmente, abstrusos y extravagantes, son los síntomas
sobre los cuales los médicos tendrían que sentenciar o pronunciarse para
declarar a un hombre mago o hechicero, o a una mujer hechicera, y que se
resumen a continuación:
- Cuando la enfermedad era tal que no podía ser descubierta o reconocida (un verdadero homenaje a la ignorancia, a la que incluso se ofrecían en Holocausto);
- Si empeoraba, en vez de mejorar, con los tratamientos;
- Si era aguda desde el comienzo (y no gradual);
- Si era inconstante o variaba de día a día, o de hora en hora y tenía manifestaciones distintas de las naturales;
- Si el enfermo no podía precisar el sitio del dolor, aunque pareciera objetivamente enfermo;
- Si el enfermo suspiraba tristemente sin causa aparente;
- Si perdía el apetito y vomitaba la carne o tenía el estómago cerrado o sentía un peso en el mismo y devolvía los bocados que había comido;
- Si sentía ardores punzantes o espasmos en el pecho (región precordial);
- Si tenía latidos visibles en las arterias del cuello;
- Si tenía cólicos renales o gástricos, o sensaciones de frío en el vientre o bien sensación de calor, y lo mismo incluso en otras partes del cuerpo;
- Si era impotente;
- Si sudaba, incluso con el frío;
- Si sentía trabadas las extremidades u otras partes del cuerpo;
- Si sentía languidez, decía necedades, estaba melancólico o si tenía fiebres rebeldes o convulsiones como un epiléptico o tenía las extremidades rígidas o con espasmos, si sentía o tenía la cabeza hinchada o si llegaba a tener la tez amarillenta, si tenía los párpados cerrados y no podía abrirlos y además si tenía los ojos claros o si era estrábico o veía fantasmas o las figuras borrosas;
- Si no podía mirar fijo al sacerdote y tenía que desviar la mirada;
- Si se turbaba o asustaba visiblemente cuando aquel, de quien se sospechaba que lo había hecho enfermar, entraba en la habitación;
- Y, finalmente, si cuando el sacerdote que debía liberarlo del demonio le ungía los ojos, las orejas y la frente u otras partes del cuerpo, estas comenzaban a sudar o mostraban un cambio cualquiera.
Tomado de la obra "Historia de la Parapsicología", de Massimo Inardi, Colección: Ariel Esotérica.
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