jueves, 11 de julio de 2019

LA APARICIÓN DEL TENIENTE McCONNELL


Uno de los mejores y más bien documentados relatos de fantasmas o "apariciones de crisis" de los tiempos modernos sucedió a fines de la Primera Guerra Mundial.

El Teniente David McConnell, de dieciocho años de edad, era un piloto británico en entrenamiento. En la mañana del 7 de diciembre de 1918, su oficial de mando inesperadamente le pidió que volara un pequeño avión a un campo en Tadcaster, a unas sesenta millas de su base en Scampton. Otro piloto iba a acompañar a McConnell en un avión de dos plazas. McConnell iba a dejar su avión en Tadcaster, y el segundo piloto se encargaría de llevarlo de regreso a su base tan pronto como completara la misión.

A las 11 :30 a.m. McConnell dijo a su compañero de cuarto, el Teniente Larkin, que tenía que entregar un avión en Tadcaster, pero que esperaba regresar esa misma noche.

La distancia de Scampton a Tadcaster era un vuelo de rutina bajo condiciones normales, pero en el camino los dos aviones encontraron niebla cerrada. Los pilotos aterrizaron y llamaron por teléfono a su base pidiendo instrucciones. A McConnell le indicaron que actuara a discreción, y se elevaron de nuevo rumbo a Tadcaster. La niebla empeoró y el compañero de McConnell en el avión de dos plazas hizo un aterrizaje forzoso. Sin embargo, McConnell continuó el vuelo hacia Tadcaster. Al llegar al campo, comenzó su aproximación para el aterrizaje en un ángulo equivocado y se estrelló. McConnell fue arrojado hacia adelante con violencia y se destrozó la cabeza con el arma instalada frente a él. Un testigo del accidente corrió al avión y encontró al piloto muerto. Su reloj se había roto en el choque y se detuvo exactamente a las 3:25 p.m.

A la misma hora que McConnell se estrelló en Tadcaster, Larkin, su compañero de cuarto, estaba sentado fumando y leyendo en la habitación que compartían en Scampton. Escuchó pasos en el corredor y la puerta abrirse a su espalda; luego oyó las palabras familiares: "¡Hola chico!" Este era el saludo acostumbrado de McConnell. Larkm se dio vuelta y vio a McConnell - o lo que parecía ser él - parado en el marco de la puerta, a poca distancia. Vestía el uniforme normal de vuelo, pero en vez del casco llevaba una gorra de marino, porque había servido en el cuerpo aéreo naval y se sentía muy orgulloso de ello.

Larkin no encontró nada extraño en el hecho de que McConnell regresara a esa hora. Le dijo: "¡Hola! ¿Ya de regreso?" La figura respondió: "Sí, llegué allá bien. Tuve un buen viaje". Lanzando un alegre adiós la figura salió, cerrando la puerta.

Un rato después - eran aproximadamente un cuarto para las cuatro - otro oficial, el Teniente Garner Smith, entró al cuarto. Garner Smith dijo que esperaba que McConnell regresara temprano para que los tres pudieran salir esa noche. Larkin contestó que McConnell ya había regresado y que había estado en el cuarto hacía menos de media hora. Así, McConnell, o algo que parecía ser él, se apareció a Larkin entre las 3:15 y las 3:30. McConnell, ya se sabe, murió a las 3:25.



Larkin no tuvo noticia de la muerte de McConnell hasta esa noche. Primero supuso que McConnell después de regresar como a las tres de la tarde había vuelto a salir en otro vuelo durante el cual se mató. Sólo pasadas unas horas Larkin supo que McConnell había muerto casi en el mismo momento en que él vio la figura parada en la puerta y habló con él. A la mañana siguiente Larkin relató el incidente a otros oficiales de la base. Garner Smith confirmó su parte del relato.

A pesar de lo que vio, Larkin permaneció escéptico a los fantasmas y otros asuntos psíquicos, pero no tenía otra explicación que ofrecer. El extraño relato circuló por la base, y cuando los padres de McConnell llegaron a reclamar el cuerpo, lo escucharon y le escribieron a Larkin de inmediato. Él contestó el 22 de diciembre proporcionando un claro relato de la experiencia.

Finalmente, el caso McConnell llegó a oídos de la Sociedad para la Investigación Psíquica. La SIP investigó y aunque el suceso ocurrió hace tres cuartos de siglo, el caso McConnell todavía se considera, por lo general, uno de los mejores, si no el mejor, relatos de este tipo en los archivos de la SIP, los cuales contienen muchos casos de este tipo.

Hay varias razones por las que este incidente en particular, aunque es excepcionalmente dramático, es considerado tan bueno. Primero la calidad del testigo, un individuo confiable, con la cabeza equilibrada, una persona no propensa a inventar historias o que por hábito "ve cosas".

En segundo lugar, el testigo escribió su versión del suceso sólo dos semanas después de ocurrido. Con frecuencia en casos de este tipo el informe escrito no se produce hasta meses, e incluso años, después de ocurrido, y en ese tiempo la mente puede alterar el relato hasta hacerlo irreconocible, sin cometer un engaño deliberado. Habría sido mejor si Larkin hubiera escrito sobre su experiencia inmediatamente después de enterarse de la muerte de McConnell; los detalles habrían estado más frescos en su mente. Pero Larkin de hecho no sabía en ese momento que su experiencia sería un clásico de la investigación psíquica. Considerando que no estaba interesado en asuntos psíquicos, tampoco le importó mucho. Larkin contó su relato a algunas personas al día siguiente de la muerte de McConnell. Los que la escucharon y leyeron el informe confirmaron que eran iguales; Larkin no había cambiado nada.

Otra cosa que hace de éste un caso impresionante, es que hubo un testigo para confirmar -no la veracidad de la aparición en sí, sino la creencia de Larkin de haber visto a su compañero de cuarto cuando en realidad el hombre estaba muerto, o a punto de morir, a sesenta millas. No hay forma de que Larkin hubiera sabido de la muerte de McConnell cuando habló con Garner Smith. Todas las horas fueron bien establecidas. La hora de la muerte de McConnell fue dramáticamente marcada por su reloj al romperse.

Cuando los investigadores de la SIP revisaron el caso, pronto desecharon la posibilidad de un fraude, porque hubiera requerido un acuerdo entre Larkin y Smith para engañar a los padres de un compañero muerto. Los investigadores pensaron que eso era inconcebible.

A pesar de que la figura nunca dijo llamarse McConnell, la posibilidad de equivocar la identidad también se desechó por la gorra de marino - McConnell era el único hombre en la base que la usaba. Además, Larkin aseguró que podía reconocer a su compañero de cuarto y que lo había visto bien.

Era posible que Larkin se hubiera dormido en la silla y soñado que había visto a McConnell. Sin embargo, Larkin insistió en que estaba bien despierto cuando Garner Smith entró al cuarto. Incluso si se hubiera dormido, soñando a McConnell en el momento en que se mató, sería una coincidencia extraordinaria.

La figura de McConnell pudo ser una alucinación. Algunos investigadores psíquicos creen que las alucinaciones son sólo soñar despierto, mientras otros insisten en que las alucinaciones, apariciones y fantasmas son casi la misma cosa. Tienen la teoría de que la muerte de McConnell liberó alguna clase de "energía psíquica'', y que esto provocó la alucinación o aparición en la mente de su amigo, que puede haber estado pensando en él en ese momento.


Tomado de la obra: "Historia de los Fantasmas" de Daniel Cohen; Editorial Edivisón.

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