Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de
Asís
Santa Marta - Colombia
Recordando el evangelio de Mateo
(cap. 18 v. 21 -35), nos lleva a reflexionar sobre la importancia que le diera
Jesús, a la necesidad de perdonar en la vida del ser humano. En ella, nos
relata la parábola del siervo malo, el mismo que, siéndole perdonada la deuda
por parte de su amo, al encontrarse con uno de sus deudores lo conminó a pagar
lo que le debía y al no poderle saldar la deuda, lo mandó a encerrar en la
cárcel. Los demás esclavos vieron la falta de compasión de este hombre y fueron
a contárselo al amo, quien se enfadó mucho, mandó llamar al esclavo y le dijo:
“¡Esclavo malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda cuando me lo suplicaste.
¿No deberías haber tenido misericordia de tu compañero igual que yo tuve
misericordia de ti?”. El rey se indignó tanto, que entregó al siervo cruel a
los carceleros para que lo encerraran hasta que pagara todo lo que debía. Jesús
concluye la historia diciendo: “Así es como mi Padre celestial los tratará a
ustedes si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
Y justamente, Jesús recurre a esta
parábola ante la inquietud de Pedro con relación a la necesidad de perdonar:
Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
“No, no te digo hasta 7 veces, sino hasta 77 veces siete” (Mateo 18:22). En otras
palabras, debemos perdonar a nuestros hermanos todas las veces que una falta
nos sea cometida.
Acudo a esta enseñanza evangélica
para resaltar la importancia del perdón, de la que nos ufanamos tantos, a
través de las redes sociales, más, cuán difícil resulta, cuando la realidad de
la ofensa atropella nuestro orgullo.
Históricamente, en el mundo
cristiano, la figura de Judas Iscariote no ha encontrado el perdón de muchos,
quizás por atavismos religiosos que pesan tanto en el psiquismo colectivo,
llevándolo a figurar entre los personajes más “odiado”, aunque suene extraño,
entre los cristianos. De hecho, es común escuchar a muchos hablar de “el beso
de Judas”, cuando alguien da un beso en la mejilla a otra persona, como
expresión de amistad o afecto, y, sin embargo, falta a la confianza recibida.
Pero ¿quién era Judas Iscariote?
Judas nació en una localidad de Judá llamada Queirot[1], de ahí la denominación Iscariote. Como
hecho curioso, fue el único apóstol que no era galileo. Entendía de
contabilidad y se convirtió en tesorero del grupo. Era quien cuidaba de las
donaciones y regalos. Cuenta Amelia Rodrigues en la obra “Trigo de Dios”,
psicografiada por el médium Divaldo P. Franco, que fue invitado por Jesús “para
edificar el reino y obraba siempre sin consultar, considerando a las personas y
a los sucesos con una óptica distorsionada de la realidad, a través del valor
relativo del dinero, de lo social, de lo transitorio, de lo no real, y esto lo
hizo perderse, tornándose así en legendaria personificación de la traición, la
desconfianza y la ingratitud”.
En otra de sus obras, Amelia
asegura que:
“El mayor dolor para un amigo es
la traición de otro amigo; su loca y persistente persecución; la aversión que
surge de la envidia o el despecho; la continua burla que surge de la obstinada
animosidad que la envuelve. Judas, que lo conocía, no lo conocía. . . El amigo
que ataca, maltrata, no conoce la bendición de la amistad[2]”.
En una entrevista concedida a
Humberto de Campos, en el libro “Crónicas de Más Allá de la Tumba”,
Judas revela que estaba enamorado por las ideas socialistas de Jesús,
considerándolo el Nuevo Rey de los judíos, tanto por su magnetismo divino, por
los fenómenos mediúmnicos que practicaba, como por Su palabra esclarecedora.
Dice Judas que veía en la política y en la revuelta popular el único instrumento
que podría viabilizar la liberación de los judíos, pues era hostil a la
dominación romana. Paralelamente, consideraba al Maestro un serio obstáculo a
su deseo de llegar al poder, debido a que Jesús tenía su opción por los pobres
y humildes, rechazando el mando y la riqueza. Aunque amara profundamente al
Hijo de María, su ambición y su deseo de apresurar la victoria lo hizo ingeniar
el plan que culminó con la crucifixión y todo lo demás que conocemos del
Martirio[3].
En el año 2006 Luis Hu le pregunta
a Divaldo P. Franco acerca del destino final de Judas, en trabajo realizado
para la Revista Espírita, de la cual extractamos lo siguiente:
Luis Hu: “Una de las
mayores interrogantes sobre Judas es sobre su destino después de su
desencarnación. Hay dos versiones: en Mateo, “sintió remordimiento, […] y se
fue y se ahorcó”. En Hechos de los Apóstoles, Judas “compró un campo con el
salario de la injusticia, y cayendo de cabeza, reventó ruidosamente por en
medio, y todos sus intestinos quedaron derramados”. El Evangelio de Judas,
termina cuando Judas ofrece a Jesús a los sacerdotes, sin embargo, pasajes
anteriores sugieren que es aceptado en el reino divino. ¿Cuál es la información
espírita que tenemos al respecto?”.
Responde Divaldo: “La narrativa más
acorde con los hechos es la que se encuentra en Mateo, cuando el apóstol se dio
cuenta de la gravedad de lo sucedido, optó por el suicidio cobarde y perjudicial.
Además, según las informaciones canónicas, al arrojar el dinero a los
sacerdotes, ellos lo devolvieron irónicos, y posteriormente, compraron el
“campo del alfarero” que convirtieron en cementerio para extranjeros, por no
considerar adecuado guardarlo en el arca de las ofrendas”.
Para Hermino Miranda, egregio
cultor de la Doctrina Espírita en artículo escrito para el Reformador,
considera que: “Es el momento de trabajar por la rehabilitación de la figura
del ex Iscariote. Es necesario quitar de su imagen histórica la mancha
anticuada de la traición que pesa sobre su memoria. No fue el primer ser humano
en cometer un error ni será el último. Tampoco fue el primero en redimirse de
su error, pagando hasta el último centavo, como dice la Ley, para reanudar el
viaje hacia lo Alto. Sufrió tanto para ganarse su paz y seguro que sabrá
ayudarnos a encontrar la nuestra. También tenemos grandes deudas que redimir.
No entregamos a Jesús a sus verdugos; una y otra vez, sin embargo, hemos
crucificado su memoria, vendido sus principios, no cumplimos con la moral que
predicaba. Por tanto, no estamos en condiciones de arrojar nada al noble rostro
de Judas el redimido”.
Luego del execrable hecho de
suicidarse, Judas por afinidad vibratoria se precipitó en las densas tinieblas,
donde por mucho tiempo cargaría con el triste recuerdo de su insania. Cuenta
Amelia Rodrigues en la ya citada obra “Trigo de Dios”, que:
“Antes de aparecer ante las
mujeres que fueron al túmulo vacío, Jesús descendió a las regiones penosas del
mundo inferior al que se arrojara Judas, imprudentemente…
Debatiéndose entre la coerción
psíquica del lazo que lo ahorcara y las tremendas burlas de aquellos Espíritus
que lo habían estimulado a la tragedia, se había tornado en el símbolo de la
suprema desdicha.
Totalmente atontado, sin poder ver
al Amigo Divino, sintió que momentáneamente, los dolores y la locura se
atenuaban, y oyó Su voz dulcísima en lo más profundo del ser:
- “Judas, soy yo.
“Confía y espera. Aún hay tiempo.
Ninguna de mis ovejas se perderá.
“Perdónate el ultraje que te
hiciste a fin de que puedas liberarte de la culpa y recuperarte.
“Enciende la luz de la esperanza y
la sombra cederá.
“Recuerda el amor, de manera que
la paz se anide en tu corazón.
“Nunca te dejaré ni te condenaré.
“Hoy comienza una nueva etapa y
mañana será el día de la victoria.
“Reposa un poco, pues los milenios
te aguardan, y Yo también te estaré esperando”.
Suavizado el sufrimiento por la
reconfortante presencia, Judas se adormeció un poco, y adquirió nuevas fuerzas
para las futuras expiaciones redentoras.
Comprendiendo la importancia del
perdón en nuestras vidas, nos ahorraremos muchas de nuestras desgracias morales
las cuales nos acompañan de forma consuetudinaria por nuestra tendencia a no
perdonar. Recordemos la enseñanza del apóstol Mateo, “Porque si perdonáis a los
hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os
perdonará vuestras ofensas”. (Mt. 6:14–15).
Como colofón queremos resaltar el
mensaje del Espíritu Lamennais, dado en París, en 1862, del capítulo XI, ítem
14, del “El Evangelio según el Espiritismo”: “¡No juzguéis, oh! no juzguéis, mí
queridos amigos, porque el juicio que hagáis os será aplicado más severamente
aún, y tenéis necesidad de indulgencia para los pecados que cometéis sin cesar.
¿No sabéis que hay muchas acciones que son crímenes a los ojos del Dios de
pureza, y que el mundo no considera siquiera como faltas leves?”.
[1] Ciudad al extremo sur
de la tribu de Judá, a una jornada más allá del Hebrón.
[2] Hay flores en el
camino, Amelia Rodrigues/Divaldo P. Franco. Editora Alvorada.
[3] http://www.oconsolador.com.br/ano7/317/especial_espanhol.html
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