jueves, 30 de septiembre de 2021

EL JUDAS INCOMPRENDIDO

 


Por: Oscar Cervantes Velásquez

Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís

Santa Marta - Colombia

Recordando el evangelio de Mateo (cap. 18 v. 21 -35), nos lleva a reflexionar sobre la importancia que le diera Jesús, a la necesidad de perdonar en la vida del ser humano. En ella, nos relata la parábola del siervo malo, el mismo que, siéndole perdonada la deuda por parte de su amo, al encontrarse con uno de sus deudores lo conminó a pagar lo que le debía y al no poderle saldar la deuda, lo mandó a encerrar en la cárcel. Los demás esclavos vieron la falta de compasión de este hombre y fueron a contárselo al amo, quien se enfadó mucho, mandó llamar al esclavo y le dijo: “¡Esclavo malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda cuando me lo suplicaste. ¿No deberías haber tenido misericordia de tu compañero igual que yo tuve misericordia de ti?”. El rey se indignó tanto, que entregó al siervo cruel a los carceleros para que lo encerraran hasta que pagara todo lo que debía. Jesús concluye la historia diciendo: “Así es como mi Padre celestial los tratará a ustedes si no perdonan de corazón a sus hermanos”.

Y justamente, Jesús recurre a esta parábola ante la inquietud de Pedro con relación a la necesidad de perdonar: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? “No, no te digo hasta 7 veces, sino hasta 77 veces siete” (Mateo 18:22). En otras palabras, debemos perdonar a nuestros hermanos todas las veces que una falta nos sea cometida.

Acudo a esta enseñanza evangélica para resaltar la importancia del perdón, de la que nos ufanamos tantos, a través de las redes sociales, más, cuán difícil resulta, cuando la realidad de la ofensa atropella nuestro orgullo.

Históricamente, en el mundo cristiano, la figura de Judas Iscariote no ha encontrado el perdón de muchos, quizás por atavismos religiosos que pesan tanto en el psiquismo colectivo, llevándolo a figurar entre los personajes más “odiado”, aunque suene extraño, entre los cristianos. De hecho, es común escuchar a muchos hablar de “el beso de Judas”, cuando alguien da un beso en la mejilla a otra persona, como expresión de amistad o afecto, y, sin embargo, falta a la confianza recibida.

Pero ¿quién era Judas Iscariote? Judas nació en una localidad de Judá llamada Queirot[1], de ahí la denominación Iscariote. Como hecho curioso, fue el único apóstol que no era galileo. Entendía de contabilidad y se convirtió en tesorero del grupo. Era quien cuidaba de las donaciones y regalos. Cuenta Amelia Rodrigues en la obra “Trigo de Dios”, psicografiada por el médium Divaldo P. Franco, que fue invitado por Jesús “para edificar el reino y obraba siempre sin consultar, considerando a las personas y a los sucesos con una óptica distorsionada de la realidad, a través del valor relativo del dinero, de lo social, de lo transitorio, de lo no real, y esto lo hizo perderse, tornándose así en legendaria personificación de la traición, la desconfianza y la ingratitud”.

En otra de sus obras, Amelia asegura que:

“El mayor dolor para un amigo es la traición de otro amigo; su loca y persistente persecución; la aversión que surge de la envidia o el despecho; la continua burla que surge de la obstinada animosidad que la envuelve. Judas, que lo conocía, no lo conocía. . . El amigo que ataca, maltrata, no conoce la bendición de la amistad[2]”.

En una entrevista concedida a Humberto de Campos, en el libro “Crónicas de Más Allá de la Tumba”, Judas revela que estaba enamorado por las ideas socialistas de Jesús, considerándolo el Nuevo Rey de los judíos, tanto por su magnetismo divino, por los fenómenos mediúmnicos que practicaba, como por Su palabra esclarecedora. Dice Judas que veía en la política y en la revuelta popular el único instrumento que podría viabilizar la liberación de los judíos, pues era hostil a la dominación romana. Paralelamente, consideraba al Maestro un serio obstáculo a su deseo de llegar al poder, debido a que Jesús tenía su opción por los pobres y humildes, rechazando el mando y la riqueza. Aunque amara profundamente al Hijo de María, su ambición y su deseo de apresurar la victoria lo hizo ingeniar el plan que culminó con la crucifixión y todo lo demás que conocemos del Martirio[3].

En el año 2006 Luis Hu le pregunta a Divaldo P. Franco acerca del destino final de Judas, en trabajo realizado para la Revista Espírita, de la cual extractamos lo siguiente:

Luis Hu: “Una de las mayores interrogantes sobre Judas es sobre su destino después de su desencarnación. Hay dos versiones: en Mateo, “sintió remordimiento, […] y se fue y se ahorcó”. En Hechos de los Apóstoles, Judas “compró un campo con el salario de la injusticia, y cayendo de cabeza, reventó ruidosamente por en medio, y todos sus intestinos quedaron derramados”. El Evangelio de Judas, termina cuando Judas ofrece a Jesús a los sacerdotes, sin embargo, pasajes anteriores sugieren que es aceptado en el reino divino. ¿Cuál es la información espírita que tenemos al respecto?”.

Responde Divaldo: “La narrativa más acorde con los hechos es la que se encuentra en Mateo, cuando el apóstol se dio cuenta de la gravedad de lo sucedido, optó por el suicidio cobarde y perjudicial. Además, según las informaciones canónicas, al arrojar el dinero a los sacerdotes, ellos lo devolvieron irónicos, y posteriormente, compraron el “campo del alfarero” que convirtieron en cementerio para extranjeros, por no considerar adecuado guardarlo en el arca de las ofrendas”.

Para Hermino Miranda, egregio cultor de la Doctrina Espírita en artículo escrito para el Reformador, considera que: “Es el momento de trabajar por la rehabilitación de la figura del ex Iscariote. Es necesario quitar de su imagen histórica la mancha anticuada de la traición que pesa sobre su memoria. No fue el primer ser humano en cometer un error ni será el último. Tampoco fue el primero en redimirse de su error, pagando hasta el último centavo, como dice la Ley, para reanudar el viaje hacia lo Alto. Sufrió tanto para ganarse su paz y seguro que sabrá ayudarnos a encontrar la nuestra. También tenemos grandes deudas que redimir. No entregamos a Jesús a sus verdugos; una y otra vez, sin embargo, hemos crucificado su memoria, vendido sus principios, no cumplimos con la moral que predicaba. Por tanto, no estamos en condiciones de arrojar nada al noble rostro de Judas el redimido”.

Luego del execrable hecho de suicidarse, Judas por afinidad vibratoria se precipitó en las densas tinieblas, donde por mucho tiempo cargaría con el triste recuerdo de su insania. Cuenta Amelia Rodrigues en la ya citada obra “Trigo de Dios”, que:

“Antes de aparecer ante las mujeres que fueron al túmulo vacío, Jesús descendió a las regiones penosas del mundo inferior al que se arrojara Judas, imprudentemente…

Debatiéndose entre la coerción psíquica del lazo que lo ahorcara y las tremendas burlas de aquellos Espíritus que lo habían estimulado a la tragedia, se había tornado en el símbolo de la suprema desdicha.

Totalmente atontado, sin poder ver al Amigo Divino, sintió que momentáneamente, los dolores y la locura se atenuaban, y oyó Su voz dulcísima en lo más profundo del ser:

-      “Judas, soy yo.

“Confía y espera. Aún hay tiempo. Ninguna de mis ovejas se perderá.

“Perdónate el ultraje que te hiciste a fin de que puedas liberarte de la culpa y recuperarte.

“Enciende la luz de la esperanza y la sombra cederá.

“Recuerda el amor, de manera que la paz se anide en tu corazón.

“Nunca te dejaré ni te condenaré.

“Hoy comienza una nueva etapa y mañana será el día de la victoria.

“Reposa un poco, pues los milenios te aguardan, y Yo también te estaré esperando”.

Suavizado el sufrimiento por la reconfortante presencia, Judas se adormeció un poco, y adquirió nuevas fuerzas para las futuras expiaciones redentoras.

Comprendiendo la importancia del perdón en nuestras vidas, nos ahorraremos muchas de nuestras desgracias morales las cuales nos acompañan de forma consuetudinaria por nuestra tendencia a no perdonar. Recordemos la enseñanza del apóstol Mateo, “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. (Mt. 6:14–15).

Como colofón queremos resaltar el mensaje del Espíritu Lamennais, dado en París, en 1862, del capítulo XI, ítem 14, del “El Evangelio según el Espiritismo”: “¡No juzguéis, oh! no juzguéis, mí queridos amigos, porque el juicio que hagáis os será aplicado más severamente aún, y tenéis necesidad de indulgencia para los pecados que cometéis sin cesar. ¿No sabéis que hay muchas acciones que son crímenes a los ojos del Dios de pureza, y que el mundo no considera siquiera como faltas leves?”.

 

 



[1] Ciudad al extremo sur de la tribu de Judá, a una jornada más allá del Hebrón.

[2] Hay flores en el camino, Amelia Rodrigues/Divaldo P. Franco. Editora Alvorada.

[3] http://www.oconsolador.com.br/ano7/317/especial_espanhol.html


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