domingo, 23 de junio de 2019

¿POSEEN LAS PLANTAS PERCEPCIÓN EXTRASENSORIAL?


Toda la historia del progreso científico está llena de hombres que investigan fenómenos en cuya existencia la ciencia oficial no creía.

Margaret Mead


Cleve Backster, experto en detectores de mentiras, dedicó varios años a la investigación extensiva de las aplicaciones del reflejo psicogalvánico (RPG), que se refiere a los cambios de la respiración, presión sanguínea, pulso y propiedades eléctricas de la piel. Todos estos cambios son medidos por unos aparatos conocidos como polígrafos, llamados comúnmente “detectores de mentiras”. Cualquier cambio de humor o de estado mental de una persona se refleja en unos trazados que efectúa la máquina.

Backster adquirió celebridad por sus conocimientos en este campo, particularmente por su técnica de leer los trazados del detector de mentiras. Su método se utiliza actualmente en la Polygraph School del ejército de los Estados Unidos. Como antiguo miembro del servicio de contraespionaje y de la CIA fue requerido en 1964 para identificar ante el Congreso sobre la utilización de los detectores de mentiras por parte del gobierno. Backster dirige todavía una escuela en la que se enseñan las técnicas de detección de mentiras, pero ha organizado también la Backster Research Foundation, destinada a realizar estudios que sirven para hallar el indicio de un posible denominador común que vincule entre sí a todos los seres vivos.

En un vulgar edificio de oficinas situado a pocos pasos de las rutilantes luces de Times Square, dio comienzo lo que quizás sea una de las más insólitas revoluciones de este siglo. Porque desde allí Cleve Backster sorprendió a la comunidad científica con sus primeras y extrañas observaciones sobre la sensibilidad de las plantas. Estas observaciones junto con otros rigurosos experimentos realizados en todo el país, dieron como resultado una potencial revolución conceptual que sacudió las creencias arraigadas desde hacía mucho tiempo en los científicos de todo el mundo. ¿Era cierto que las plantas podían responder a los pensamientos de un hombre mediante telepatía? ¿Había demostrado Backster que las plantas poseían un poder psíquico?

La idea que las plantas tuvieran sentimientos y fueran capaces de comunicarse con los hombres parecía poco probable; sin embargo, intrigaba a los escépticos que todavía se reían al pensarlo y, al mismo tiempo, confortaba a los que creían en la sensibilidad de las plantas. ¿Qué sucedió en el frío invierno de 1966, que causara tal alboroto? ¿Había planeado Backster un deliberado ataque contra las viejas concepciones y creencias?

Nada de eso. Simplemente, un día, cansado del trabajo rutinario de comprobar líneas ondulantes sobre largas hojas de papel que pasaban por su polígrafo, decidió, por capricho, probar un experimento. Cleve Backster se dispuso a ver si era posible medir la velocidad con que el agua subía desde las raíces de una planta hasta sus hojas. Para hacerlo, conectó una planta al polígrafo.

Habitualmente Backster conectaba los electrodos a los dedos del sujeto, pero esta vez los colocó a ambos lados de una hoja grande y carnosa de Dracaena massangeana que tenía en su oficina.  Con la ayuda de una goma gruesa, unió firmemente los electrodos a la hoja. Tras ajustar su posición, empezó a obtener una lectura de resistencias que apareció como un trazado en el papel del polígrafo.


Cleve Backster y el espécimen de Dracaena massangeana, sobre la que realizó el experimento.


Durante casi cincuenta y seis minutos, Backster registró la respuesta de la planta. Esto no habría tenido importancia si el investigador no hubiera visto que el trazado del polígrafo se inclinaba hacia abajo desde el comienzo del experimento, lo cual era exactamente lo contrario de lo que esperaba. Además, solo un minuto después de haber empezado el original experimento, descubrió algo fascinante: el trazado que obtenía en el polígrafo duplicaba virtualmente la respuesta observada en los seres humanos al “experimentar un leve estímulo agradable”. Lo que Backster se disponía a registrar – la velocidad de ascensión del agua en una planta – perdió interés comparado con lo que ahora observaba.

¿Era la planta capaz de sentir emoción? ¿Reaccionaba con muestras de satisfacción y placer ante el hecho de recibir agua? ¿Qué sucedía exactamente?

El trazado era tan parecido al obtenido en las respuestas humanas que intrigó al curioso científico. Su atención se concentró en la exploración de la posibilidad que existiera una similitud entre determinados aspectos del trazado… y segmentos verificados de trazado específicamente indicativos de una reacción emocional en los seres humanos.

Este paso puede parecer inusitado, pero era natural en un hombre que ha trabajado durante años en el campo de la detección de mentiras. El científico sabía que cualquier amenaza al bienestar de una persona puede provocar una aguda reacción emocional. El miedo y la ansiedad causan una respuesta inmediata en los sujetos conectados a un polígrafo.

¿Poseen memoria las plantas?

La idea que las plantas tienen memoria hace poner los pelos de punta a muchos científicos. Los informes provenientes del Japón, según los cuales una planta es capaz de contar, pueden parecer cómicos, pero el experimento de Backster con sus estudiantes sugiere la posibilidad que las plantas retengan información durante un corto periodo de tiempo y reaccionen de un modo “inteligente” ante esta información. 

Su experimento era muy simple. Pidió a seis estudiantes que le ayudaran a demostrar la capacidad de las plantas para recordar sucesos pasados. Uno de ellos fue escogido al azar para matar una planta en presencia de otra en una habitación en la que no había nadie más. Ni Backster ni los otros cinco estudiantes sabían quién era el encargado de hacerlo. El estudiante elegido se introdujo a hurtadillas en la habitación que contenía las dos plantas y destruyó una de ellas. Luego Backster pidió a los estudiantes que entraran en la habitación de uno en uno.

Entre tanto había conectado la planta superviviente a un polígrafo para ver si reaccionaba ante el asesino. Cada uno de los estudiantes entró en la habitación, y aquella no mostró respuesta alguna hacia ellos. Pero cuando el culpable entró, la planta pareció enloquecer, según mostró el frenético trazado del polígrafo.

Backster pudo descubrir al estudiante culpable, el que mutiló la planta, observando la reacción de otra planta que presenció el crimen. ¿Increíble?

¿Se trataba de memoria? ¿Era telepatía? Es posible, por supuesto, que la planta respondiera ante los sentimientos del estudiante culpable, pero este dijo que no había sentido ninguna angustia ni culpabilidad por el hecho de haber destruido una planta. Es imposible saber si aquella realmente “recordó” al destructor o si reaccionó a sus emociones, pero, por fortuna, hay otros experimentos que indican la presencia de memoria en los vegetales.


Tomado de la obra: “El poder psíquico de las plantas”, de John Whitman, Ediciones Martínez Roca, 1980.

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