jueves, 30 de mayo de 2019

ADIVINACIÓN: EL USO DE PLANTAS PARA VER EL FUTURO

Hongo "Amanita muscaria", también conocido como matamoscas o falsa oronja.


Colón tomó tierra por primera vez en el Nuevo Mundo en la isla de San Salvador, una de las setecientas que forman las Bahamas, en el Océano Atlántico. El descubridor halló que los indios habían desbrozado terrenos para cultivar huertos, huertas de árboles y cereales. Durante su viaje entre San Salvador y Fernandina, conocida hoy como Long Island, en las Bahamas, se encontró con un hombre que iba en una canoa y que llevaba con él un poco de pan, una calabaza con agua, algunas pipas de arcilla y un manojo de hojas secas.

Estas hojas, conocidas como “cohiba”, las fumaban los lucayanos en unas insólitas pipas en forma de Y. La pipa tenía el nombre de “tabaco”. Los europeos por error, dieron el nombre a la planta de la pipa en que se fumaba. Los lucayanos usaban el tabaco como materia intoxicante en sus ceremonias destinadas a inspirar profecías[1]. El jefe local, Cacibú, fumando “cohiba” y hablando por boca del “zemi” Yocahaguana, hizo la sorprendente predicción que vendrían “unos hombres que irían vestidos, mandarían sobre ellos y los matarían, y ellos morirían de hambre”.

La religión de los lucayanos era parecida a la de los actuales indios araucanos de Sudamérica. Toda la naturaleza era deificada, incluidos los árboles, las piedras y el agua, los cuales poseían un espíritu especial llamado “zemi”. Con el fin de controlar el mundo de los espíritus, los lucayanos hacían imágenes de los “zemis” con piedra, conchas, madera y tejido. Los indios creían que el hombre provenía de las cavernas, a las que consideraban lugares sagrados. Existía la creencia que en ciertas cuevas habitaban “zemis”.

Aunque Colón descubrió un Nuevo Mundo, en sus notas sobre el “cohiba” y los espíritus naturales no hace más que confirmar la similitud cultural entre los dos mundos. En una época u otra, la mayoría de las culturas han creído en los espíritus de la naturaleza y en los poderes proféticos de las plantas.

En el mundo pagano, todo jefe o rey estaba rodeado de adivinos, magos, hechiceros, augures y astrólogos. A veces, un hombre excepcional reunía el solo todas estas facetas. Había diversas maneras de emplear las plantas para predecir el futuro. Algunos adivinos observaban el aspecto de unas nueces que se asaban en el fuego o cómo se marchitaban unas hojas de higuera. Otros descubrían un significado en los brotes de las cebollas o en el sonido de los pétalos de la rosa al golpear uno contra el otro –práctica, ésta, común en la antigua Grecia-. Otros, en fin, comían habas en los funerales porque, de este modo creían establecer un vínculo oculto entre el mundo físico y el espiritual.

El más famoso de todos los adivinos era la Pitia, u oráculo de Delfos. Al hombre moderno podría parecerle extraño que los griegos, inventores virtuales del término “racionalismo”, consultaran un oráculo durante gran parte de su historia. Los griegos creían que aquel podía, de un modo u otro, comunicarse con los dioses o alguna forma de inteligencia superior. El oráculo era siempre una mujer, quien, según se dice, comía hojas de laurel e inhalaba los humos que salían de una profunda grieta. Esto lo situaba en un estado de trance durante el cual tenía visiones y podía “responder” a todas las preguntas que se le hiciera con respecto a asuntos futuros y proféticos”.

Aunque se solía pintar histérico o medio loco, el oráculo bien pudo estar extremadamente sereno en sus deliberaciones. Fuese el que fuese su estado durante sus visiones proféticas, el oráculo se convirtió en la fuerza más poderosa de la antigua Grecia y sus zonas vecinas a orillas del Mediterráneo. El oráculo era, en muchos aspectos, la versión antigua del chamán moderno.

Los exploradores que se abrieron paso por Siberia durante los siglos XVIII y XIX, hallaron a hombres dotados de una “sabiduría supranormal”. Las tribus turanias y mongolas practicaban entonces el “chamanismo”, considerado hoy día como una combinación de magia y ciencia.

Mediante esta práctica, el hombre podía tomar contacto con fuerzas espirituales con el fin de prevenir accidentes, aliviar el dolor en las enfermedades, prever el futuro, etc. Al igual que los indios descubiertos por Colón, estas tribus creían que todos los objetos poseían un espíritu. Todas las cosas estaban vivas, con capacidad para pensar y para sentir.

El hombre se veía impotente ante su medio natural, al que solo podía controlar mediante la intervención del chamán, quién tenía contacto directo con el mundo de los espíritus. Por esta razón, el chamán era una persona muy especial y poderosa, y tenía que atravesar por el más riguroso aprendizaje antes de conseguir esta posición.

El chamán podía ser un hombre o una mujer, el sexo importaba poco. Tampoco se prestaba atención a la edad, que podía variar entre los quince y los treinta y cinco años. Las cualidades más importantes eran, al parecer, una elevada sensibilidad y un deseo irresistible de ser escogido por la tribu para ese puesto.

Ser “escogido” significaba esencialmente sufrir una serie de rigurosas pruebas físicas y mentales. Mediante el ayuno, la soledad y la meditación, el chamán trataba de alcanzar un estado en el cual poseía un completo dominio de sus cuerpos físico y “espiritual”. Una vez creía haber alcanzado ese estado, era puesto a prueba por los ancianos de la tribu. Se le podía pedir, por ejemplo, que se desnudara, se zambullera por u agujero hecho en el hielo y saliera a la superficie por otros ocho agujeros. En el caso que sobreviviera, tendría que superar otras pruebas que implicarían la comunicación directa con los espíritus.

Para conseguir el estado de excitación necesario para tomar contacto con el mundo de los espíritus, el chamán danzaba durante horas al ritmo monótono y cadencioso de los tambores. Esta danza, que seguía a periodos de meditación y ayuno, se combinaba con el uso de drogas alucinógenas y se consideraba extremadamente peligrosa. A medida que el hombre danzaba, dando frecuentes saltos y gritando obscenidades, empezaba a penetrar en un estado alterado de consciencia en el cual podía “ver” cosas de otras partes del mundo. En resumen, podía trasladarse fuera de su cuerpo físico y estar en dos lugares al mismo tiempo, y podía, también conectar con los espíritus de otro mundo para conseguir la información necesaria para responder a las preguntas formuladas por los ancianos. Además, en este estado tenía poder sobre los espíritus que normalmente lo tenían sobre él. Podía forzarles a trabajar por el bien de la tribu.

La importancia del chamán en muchas tribus siberianas, así como en algunas tribus indias de Norteamérica[2], no puede ser subestimada. Él era el médico, el maestro, el jefe guerrero, el juez y el adivino, todo a la vez. Era su conocimiento secreto de otro mundo lo que le daba este poder. Podría decirse de él que, gracias al contacto directo con espíritus naturales y poderosos, poseía una “sabiduría y un poder supernormal”.

La adivinación también se da en Sudamérica. El ritual de la Ayahuasca es un ejemplo de ello. Ayahuasca es el nombre de una vid que contiene una savia narcótica capaz de causar alucinaciones y delirios. Los indios la utilizan en rituales mágicos y religiosos. El brujo puede emplearla como medio de adivinación o darla a algún enfermo. Cuando el “paciente” empieza a adormecerse, el brujo agita rítmicamente unas hojas ante él. Se dice que el movimiento de las hojas dirige el alma al pasado, al futuro o a algún lugar distante.

Wasson, uno de los principales expertos mundiales en hongos, y coautor junto con su difunta esposa de Mushrooms, Rusia and History, ha descubierto que los hongos juegan un importante papel en el poder psíquico de los chamanes capaces de ver el futuro. Existen todavía tres grandes áreas en las que los hombres comen hongos para obtener efectos psíquicos. Son las antes mencionadas de Siberia, donde se come la Amanita muscaria; el valle de Wahgi, en Nueva Guinea, donde los nativos comen un hongo llamado “nonda”, y la montañosa región de Oaxaca, al sur de México.

De estas tres zonas, México es, con mucho, la más apasionante. Allí se encuentran los cultos misteriosos de los hongos sagrados. Estos cultos podrían haber existido desde hace muchos siglos en forma de primitivos cultos de fertilidad[3], y el hongo quizá se veía como el resultado de la “unión sexual” de dos misteriosas y poderosas fuerzas naturales: la tierra y el rayo.

Los indios creían que cuando un rayo caía sobre la tierra, los hongos crecían. Los antiguos cultos seguramente estaban reservados a una élite, que guardaba sus secretos frente a la masa de no iniciados, como era común hace siglos. Los recientes descubrimientos de piedras en forma de hongo confirman la existencia de estos cultos en época muy anterior a la conquista española.

Wasson investigó atentamente y se documentó acerca de la existencia de estos cultos, sirviéndose tanto de los relatos que han llegado hasta nosotros como de sus observaciones personales. Una de las primeras descripciones del uso de hongos se halla en un pasaje que describe la coronación del rey azteca Moctezuma en 1502.

Citando a un fraile dominico que registró el acontecimiento con gran detalle, Wasson señala que después del sacrificio ritual, que dejó las escaleras del templo bañadas en sangre, los indios se retiraron para comer ciertos hongos crudos. Estos hongos les provocaban alucinaciones; en algunos casos les inducían al suicidio y, en otros, a ver el futuro.

Aunque el fraile dominico viera al diablo en estos hongos, los nahuas, nombre colectivo para la mayoría de las tribus (aztecas incluidos) que acabarían siendo conquistadas por los españoles, no pensaban lo mismo. Estas tribus tenían un nombre especial para los hongos inductores de síntomas asociados con lo sobrenatural: les llamaban teo-nanácatl. A diferencia del fraile dominico, los indios los respetaban y les daban culto, de igual manera que daban culto al cielo, a las estrellas y a las montañas, a todos los cuales veían como fuerzas formidables del universo. Se consideraba al cielo, estrellas, montañas y hongos como dotados de un alma o llenos de significado cósmico.

Había muchas variedades de hongos capaces de provocar alucinaciones. Todos ellos se clasificaban en el grupo general de hongos sagrados a los que se denominaba, también “carne de dios” o “sangre de Cristo”. Era una creencia común entre los indios convertidos el que los hongos crecieron allí donde cayeron gotas de la sangre del Salvador.

Para los indios estos hongos representaban una fuerza poderosa que debía ser respetada y empleada con mucha prudencia, pero para los españoles que se los imaginaban como demonios capaces de influir en el hombre para aliarlo con el diablo, suponían una amenaza. ¡No es extraño que persiguieran los cultos de los hongos! Con todo, los indios continuaron con su práctica, mezclando magia y religión. En presencia de estas plantas singulares continuaban experimentando una sensación de misterio y maravilla.

Es imposible dar una descripción completa de los hongos mágicos o sagrados, porque varían según las regiones. Pueden ser rojos, dorados, tostados o de color castaño oscuro, casi negro. Todos crecen de modo silvestre en praderas, bosques, o en el borde de los caminos. A menudo se los encuentra en los excrementos de animales o cerca de estos.

Los hongos siempre se comen crudos y tienen un sabor acre y amargo que provoca náuseas en la persona que los come, pudiendo llegar a hacerle vomitar. Se dice que el resabio es particularmente desagradable, y a causa de esto los indios comían siempre miel antes de tomarlos. Hoy día, la miel es a menudo reemplazada por el chocolate.

Cuando los españoles invadieron México, hallaron estos cultos en la parte sur del país, a partir del valle de México. En aquella época, los indios se reunían por la noche para celebrar las ceremonias que, en algunos casos, pudieron consistir en una especie de orgia o culto de fertilidad. Pero la mayoría de estas reuniones eran ceremonias religiosas dirigidas por indios interesados en la utilización del hongo con propósitos adivinatorios.

Aunque negada durante años por muchos especialistas, en 1936 se descubrió la existencia de estos cultos en Huautla de Jiménez, un pueblo de Oaxaca. El informe lo comunicó Robert J. Weitlaner, y en 1938 se dio el caso de unos hombres blancos que fueron admitidos a presenciar una ceremonia.

Algunos años más tarde, Wasson fue a Huautla en busca de estos cultos, sus prácticas y sus ritos. Su objetivo último consistía en participar en una de las ceremonias. Wasson penetró en el país mazateca bajo el tórrido calor de finales de verano. Su primera parada fue en Teotitlán del Camino, una bulliciosa ciudad de mercado en la que la gente se reunía para traficar con las mercancías que acababan de traer a lomos de mulas y asnos.

Wasson y su grupo dejaron la ciudad y se adentraron en el territorio acompañados de un guía y provistos de mulas para transportar los bultos y los suministros. Después de una larga y agotadora caminata llegaron a San Bernardino, lugar colgado en la ladera de una montaña y que disfrutaba de una gran vista panorámica sobre el valle.

Wasson cuenta haber pasado por un lugar en el que estaban ahorcados unos ladrones, a lo que habían dejado colgando durante meses. Fue entonces cuando vio la pistola que llevaba el guía. Sin embargo, el viaje transcurrió sin ninguna escaramuza; fueron abriéndose paso a lo largo de los caminos de montaña[4] entre una vegetación espesa y lujuriante, pasaron por pequeños pueblos de casa con techumbre de paja, y finalmente llegaron a Huautla, donde fueron alojados en un reducido edificio. Aunque se alegraron de poder descansar, tuvieron que soportar los quejidos de una mujer gravemente enferma que yacía en un lecho junto a ellos.

El pueblo, con sus pocos centenares de habitantes, era tan pintoresco como peligroso eran sus alrededores. Las mujeres vestían, unas blusas de brillantes colores, conocidas como huipiles, y las gallinas y los pavos cloqueaban y escarbaban el sucio suelo. Aquel lugar de la montaña resultaba asombroso, y se caracterizaba por la ausencia de insectos, que abundaban en las regiones menos elevadas. Las colinas resplandecían con el verde de los árboles, y el perfume de las flores subtropicales añadía una fragancia especial al aire de las alturas.

Pero Wasson no había ido hasta allí para admirar un retiro de montaña. Lo que quería era encontrar un curandero. Las preguntas que hizo durante sus pesquisas lo acercaron un poco más a los secretos del hongo y de los cultos a él dedicados. Se enteró que los hongos eran designados por un nombre que, traducido, significaba “aquello que brota”. Un chamán, o alguien designado por este, recogía los amargos hongos por la mañana. El momento ideal para reunirse era, al parecer, durante la luna llena. La persona que recogiera los hongos debía estar “ceremonialmente” limpia, es decir, debía abstenerse de relaciones sexuales durante cinco días.

Los hongos podían ser comidos por el curandero o por un grupo de personas designadas por él. Cualquiera que los comiera debía estar tan limpio “ceremonialmente” como las persona que los había recogido. Alguien que consultara al hongo en estado de impureza corría el gran peligro de perder la vida o de volverse loco.

Wasson vio que el pasaje que leyó en las notas del fraile dominico era muy exacto, porque el hongo siempre se comía crudo y fresco. Generalmente no se limpiaba, aunque en algunos pueblos si se hacía y, en raros casos, se secaba para su uso posterior.

Había muchas personas que no deseaban “encontrarse” con el hongo y entonces pagaban al chamán para que lo hiciera en su lugar. Solo lo consultaban para cuestiones graves. El hongo, y no el chamán o curandero, era el que iba a hablarles de la ida y la muerte, de Dios, de su futuro, del bienestar de miembros distantes de su familia, de su salud, etc. El hongo hablaba a través del curandero. Por esta razón, este fue conocido en el lenguaje de los indios como “aquel que sabe”, aunque el chamán se limitaba a transmitir la información proveniente del hongo, que era quien en verdad respondía a las preguntas.

Wasson relata una consulta en la que un joven que se hallaba muy enfermo preguntó si iba a morir. El chamán, una mujer bonita y gentil, contestó que moriría. El hombre, resignado con su destino, tuvo poco más tarde un colapso y murió. Al parecer, la tona del joven había sido matada recientemente, y esto se consideraba un signo agorero. Una tona es un animal nacido al mismo tiempo que la persona. En el caso del joven, un puma había dado muerte a su tona. La interpretación del hongo fue: la muerte.

Continuando con su investigación, Wasson descubrió que los chamanes podían ser hombres o mujeres, y que sus métodos para consultar al hongo variaban de acuerdo con su tradiciones y experiencia. Los chamanes solo comían la cabeza del hongo. Antes de ingerirlo tomaban, por lo general, chocolate o algo dulce, pero otras veces no tomaban nada. El número máximo a ingerir era de veinte pares.

En ningún caso se comía un solo hongo, y la razón de esto parece ser de orden práctico. Gracias a su conocimiento de los variados efectos de la planta, el chamán podía contrarrestar el efecto de uno con el otro. Por esta razón, a menudo comía distintas clases de hongos a lo largo de la ceremonia.

En algunos casos el número de pares tenía un significado religioso o místico. Wasson observó que muchos curanderos tomaban los hongos en pares de nueve, trece y dieciocho, que, al parecer, correspondían al número de dioses (nueve) de su religión, el número de días (trece) de su semana, y al número de meses (dieciocho) de su año.

Una vez el chamán había ingerido los hongos, pedía las respuestas a las preguntas que se le habían planteado. En algunos casos cantaba, salmodiaba o murmuraba hasta que el hongo empezaba a hablar. Wasson vio que el chamán solo podía transmitir la respuesta del hongo en los dialectos indios, nunca en español. A veces, el curandero hablaba en “lenguas”, un lenguaje que no tenía significado para las personas que asistían a la ceremonia.

Ésta siempre se celebraba por la noche, de modo que fueran pocos los que se enteraran. Seguramente esta precaución era un residuo de los días de las persecuciones. Si un gallo cantaba o un perro ladraba, el hongo no hablaría, y la consulta se daba por terminada. Pero, cuando empezaba a hablar, lo hacía durante varias horas, y muchos indios creen que Jesucristo y el hongo son una sola entidad que le habla directamente a través del chamán.

Al ir adquiriendo Wasson todos estos conocimientos, le fue permitido, por fin, presenciar una complicada ceremonia en la que se le pidió que consultara al hongo. La única condición que el curandero le exigió fue que su actitud fuera de sinceridad y buena fe.

Wasson, que había estado anotando cuidadosamente las costumbres relativas al hongo, respetaba los tabúes y sentimientos de los indios. Su pregunta fue sobre su hijo. El hongo respondió diciéndole que aquel se encontraba bien, pero no en el lugar en que Wasson lo suponía.

El hongo le contó al explorador más cosas. Una persona de su familia iba a morir dentro de poco. Esta última y desalentadora noticia sorprendió al hombre, pues tenía una familia reducida y no sabía de nadie que estuviera enfermo.

Para su sorpresa, Wasson se enteró más tarde que uno de sus primos hermanos murió de modo inexplicable unos meses después de la predicción del curandero. El hombre, de poco más de cuarenta años, parecía hallarse en un perfecto estado de salud cuando murió. ¿Fue esto simple coincidencia o acaso el hongo “conocía” el futuro?

Wasson continuó su trabajo al año siguiente en el mismo México, pero en otra región. Entonces le fue permitido por primera vez, no solo asistir a una ceremonia, sino participaren ella. Su descripción lo acerca a uno a un rito que puede haber estado celebrándose desde hace cientos de años. Wasson cuenta que la ceremonia se realizó por la noche, cuando todo estaba tranquilo. Debido a su sabor repugnante comió rápidamente los hongos uno detrás de otro, dejando los rabillos en una jícara, o copa, colocada en el suelo frente al altar de la familia. Había una vela encendida.

Wasson dice que los hongos acostumbran actuar pronto, al cabo de quince a treinta minutos. Si no actúan, la costumbre es rezarle a los rabillos o encender más velas. Cuando los hongos empiezan a hacer su efecto, la persona empieza a hablar consigo mismo. En este punto es posible hacer preguntas, que el hongo responderá si uno es sincero en su demanda. Y añade: “Cuando todo va bien los hongos empiezan a hablar, y es probable que respondan, no solo a las preguntas formuladas, sino también a todas las demás”.

¡Cuán inquietante es el tono de esta frase!

¿Está vivo, todavía, el don de la profecía, gracias al poder psíquico de las plantas?


Tomado del libro: "El poder psíquico de las plantas" de John Whitman
Ediciones Martínez Roca, 1980.





[1] Los mexicanos también utilizaban, para adivinar el futuro, un tabaco conocido como “pisiete”, al cual en otro tiempo se consideraba dotado de un poder profético. Los aztecas y los toltecas eran adictos al tabaco e hicieron de él un culto porque la droga les producía un estado de serenidad.
[2] En América del Norte, los esquimales, los navajos y los Ojibwas creían intensamente en los espíritus d la naturaleza y en el poder de los chamanes.
[3] En algunas regiones de México, la palabra empleada para designar a los hongos es la misma para los genitales femeninos.
[4] Debido a la estrechez del camino, era difícil que pasaran dos caballos a la vez. Wasson refiere como el guía se comunicaba con los viajeros todavía invisibles mediante un lenguaje de silbidos, común en las zonas montañosas. Este lenguaje existe aún en la isla de La Palma, Canarias. En México, si bien los hombres podían conversar con este sistema, las mujeres tenían prohibido hacerlo, aunque lo comprendieran perfectamente.

sábado, 25 de mayo de 2019

AVES DE RAPIÑA



Por: J. Herculano Pires

Una de las formas de vampirismo es el que transforma a los hombres en gavilanes, peligrosas aves de rapiña que viven rodeando, hambrientos e insaciables, al rebaño humano. Fascinados por el dinero, se dejan envolver por la herrumbre de la usura, que los corroe sin cesar. Hay dos tipos bien definidos en el aviario humano: el gavilancito de vuelo corto, rastrero, de ojos vivos y estrechos, melifluo en los gestos y en el hablar, discretos y rápidos en los golpes contra los bienes del prójimo; el gavilán es atrevido, de alas puntudas y largas, que sabe parar en el aire, casi inmovilizado en su equilibro aéreo, para acechar al rebaño descuidado. Ambos forman el complot del rapiñaje y la usura. Según la ley general del vampirismo, traen en su alma, al nacer, las marcas corrosivas de la explotación a sus semejantes, de sus encarnaciones pasadas, y traen también, el cortejo de carroñeros adictos que los estimulan y se sirven de ellos para saciar el vicio de la rapiña con sus propias garras. Tal como ocurre en los vicios sexuales, poseen el instinto congénito de la avaricia y la codicia, pero también pueden contagiarse entre los avaros, logrando adquirir la rapiña, cuando solo traían tendencias hacia ese campo de la criminalidad.

Estos son los acaparadores de la riqueza perecible de los hombres. Se tornan verduscos epidérmicamente y adquieren una tonalidad metálica en la voz. Tienen, en su trato personal, la dulzura maliciosa de un párroco y se frotan las manos como si enrollasen notas para ocultarlas entre el cuenco de sus manos, que Dios nos dio para tomar el agua de las fuentes. Disponen de un olfato especial para descubrir focos de angustia y necesidad donde existen bienes que empeñar. Acechan durante meses y años a personas que luchan con sacrificio para salvar una pequeña propiedad o los últimos bienes de una familia en ruina, soltando el golpe en el momento exacto en que la víctima tiene la soga en el cuello. No la tiran porque eso no es lo que les conviene. Prefieren salvar bondadosamente a la víctima, que podrá serle útil más tarde y llevarse solo los bienes. ¡Y cuántas víctimas quedan agradecidas con Dios, que les envió la ayuda en el momento exacto de la necesidad!

Pero los gavilanes pagan caro sus placeres mórbidos. Son criaturas que sufren las angustias de su propia mezquindad. Sus lazos mentales, como ciertos grilletes policiales, se aprietan automáticamente a su alrededor cuando pretenden agrandarlos. La corrosión de la codicia les envenena la sangre y el ácido de la usura los ciega fatalmente. Pasan hacia la vida espiritual como miopes o ciegos que no consiguen ver más que las miserables fascinaciones terrenas, como si no hubiesen dejado el cuerpo carnal. Los gavilanes atrevidos cuando se encuentran frente a sus rivales, no se olvidan de las disputas terrenas y forman con ellos los bandos delirantes de vampiros del robo, robándose mutuamente y seduciendo a criaturas débiles con las fascinaciones mentirosas del pasado.

En los sistemas educativos de la Tierra se podría hacer mucho contra este flagelo, con métodos de observación y control de las tendencias y vocación de los niños. Pero, ¿cómo dar a la educación ese recurso preventivo, cuando ni los mismos Maestros espíritas, en su gran mayoría, no se sensibilizan con el ideal de la Educación Espírita? Todos los intentos para el desarrollo de esta Nueva Educación mueren a falta de interés. En la educación familiar, donde la observación de los niños debe ser permanente, nadie se acuerda de estas cuestiones y generalmente nos cae en gracia las manifestaciones ingenuas de los hijos, sin menor atención a las consecuencias futuras. En las escuelas de educación media y superior lo que se desarrolla con facilidad es la competición que prepara a los estudiantes para la disputa y las luchas en torno a prioridades y preferencias. Todo puede ser prevenido y evitado, más los adultos no tienen tiempo para ocuparse de eso. Hay un abismo entre la infancia y la adolescencia, por un lado, y los padres y maestros por el otro. Un abismo tan profundo y fatal como el que separaba al Rico y a Lázaro en la parábola evangélica. Mientras no nos convenzamos que Kardec tenía la razón que el problema de la Tierra es fundamentalmente de educación, no saldremos del círculo vicioso de una religiosidad egoísta. Si quisiéramos para nuestros hijos un mundo mejor, tenemos que mejorarlo ahora, porque son ellos quienes a van a hacer el mundo del mañana, no nosotros. Si quisiéramos librarlos del vampirismo que, en el sistema actual, tiende a aumentar en progresión geométrica, tenemos que ofrecerles por lo menos la progresión aritmética de nuevos procesos educacionales. En un encuentro de jóvenes espíritas, en la que fui invitado para pronunciar una conferencia, tratamos el problema de la Educación Espírita, una profesora espírita se mostró indignada y después se retiró, volteándonos la cara cuando nos encontramos en la salida. Nos informaron después que ella se había enfadado porque sostuve que la Educación Espírita era un absurdo. Otra joven profesora presentó una tesis al III Congreso Educacional Espírita Paulista, en contra de la propuesta del temario sobre Pedagogía Espírita, y tuvo quien la defendiera en la plenaria. Con esa mentalidad, infundada (no fundada) en la más completa ignorancia de las materias básicas de su propio oficio, el profesorado espírita solo puede hacer el papel del ciego del Evangelio que conduce a otros ciegos al barranco. Las numerosas escuelas espíritas instaladas en los últimos años en Brasil y particularmente en Sao Paulo, estarán destinadas a perecer como inútiles. Somos caminantes del desierto que rechazamos los oasis porque no creemos que en el oasis pueda existir agua.

Pero no es solo en el medio espírita que se presenta esta situación tan desastrosa. Un viejo profesor, en función de fiscalizador de la enseñanza media, al oír una conferencia del Prof. Ney Lobo, nos declaró asustado: “Solo ahora he comprendido la diferencia entre Educación y Pedagogía”. Pasó su vida enseñando lo que no conocía, pues colocó la rutina de la enseñanza y de su burocracia administrativa por encima de las cuestiones culturales. En una facultad de Derecho (espírita) el director nos dijo que no podía tratar el Espiritismo, por ser materia extracurricular. Ignoraba la existencia de importantes trabajos espíritas sobre Derecho como la tesis de Ortiz en la Universidad de la Habana, con que ese famoso discípulo de Lombroso conquistó la cátedra de Derecho Penal. No queremos que una Facultad de Derecho enseñe el Espiritismo, pero es evidente que, en la materia curricular de Derecho Penal, la Facultad Espírita tenga el deber de incluir información valiosa que se ajuste perfectamente a las exigencias universitarias, sobre todo que Ortiz consideraba, en la tesis, editada también en portugués, que el Derecho Penal Espírita estaba adelantado un siglo sobre el convencional. Las escuelas espíritas tienen el deber de aportar su contribución doctrinaria a la Cultura actual que, según reconocen los pedagogos mundiales, se encuentra en fase de cambio acelerado.

El temor de tratar asuntos culturales espíritas en las propias escuelas espíritas constituye uno de los muchos residuos del preconcepto contra el Espiritismo mantenido por la Iglesia durante siglos. Si los espíritas no luchan contra esos residuos, ellos permanecerán en nuestra cultura, con graves perjuicios para los estudiantes que se forman en nuestras escuelas. Ciertos profesores le temen a la fundación de una Universidad Espírita – absolutamente necesaria en términos de cultura – por el simple miedo de generar inquietudes en el área universitaria, afectándolos de alguna manera. Esta es una actitud de comodidad y cobardía, que atenta contra la convicción espírita y la integridad moral del profesorado espírita.

Los graves problemas del vampirismo no serán resueltos sin la valiente acción de los espíritas en todos los campos de la Cultura y la Educación. La misma Ciencia, en su desarrollo actual, ha tenido que penetrar en los problemas espíritas, particularmente en las áreas de la Física y de la Parapsicología, comprobando de manera definitiva la existencia de los fenómenos mediúmnicos y de su importancia para el conocimiento pleno y veraz del mundo en que vivimos y de la verdadera naturaleza y destino del hombre.

Sin el reconocimiento científico de la reencarnación, y por tanto sin la posibilidad de considerar al niño como un ser que trajo consigo, al nacer, un largo bagaje de experiencias y conocimientos en los archivos del inconsciente, no se puede formular un concepto precioso de educación y la forma en que él debe ser orientado. El concepto espírita del educando como un reencarnado, permite el análisis de su condición actual en el mundo humano, la comprensión lógica de sus dificultades y de los peligros que corre en esta nueva existencia. De otro lado, el mismo hecho de encontrarnos en vísperas de la Era Cósmica, de investigaciones y viajes espaciales, exige la introducción del estudio preparatorio de los fenómenos paranormales en las escuelas de todo el mundo. Una Educación para la Era Cósmica requiere la aplicación de los principios fundamentales del Espiritismo en las escuelas. La percepción extrasensorial ya fue considerada por los norteamericanos y los rusos como instrumento indispensable en los viajes siderales. Como lo comprobó Mitchel, en el Apolo 14, con sus transmisiones telepáticas de la Luna hacia la Tierra, solo a través de la telepatía son posibles las indispensables comunicaciones entre las naves espaciales a grandes distancias. La preparación de los astronautas exige la educación de las facultades paranormales de los candidatos.

Todo se encadena en el Universo, como enseña Kardec, en una secuencia que la realidad impone a nuestro conocimiento. Y cuanto más descubrimos esta realidad, más se proyecta ella en todas las dimensiones de nuestra cultura. El nacimiento de una criatura, su educación y preparación para la vida, incluyendo los problemas del vampirismo, abarcan toda la problemática de la conquista del Cosmos y de nuestra posibilidad de enfrentar y dominar la inmensidad del infinito con las facultades paranormales (mediúmnicas) que traemos latentes en nuestros espíritus y listas a ser desarrolladas. Solo las criaturas desprovistas del mínimo sentido común no percibirán que la Era Cósmica también marca el advenimiento de la Era Espírita. No son los gobiernos del mundo, sino las leyes de Dios que determinan esos progresos inevitables. Los hombres tratan esos problemas pensando en el aumento de sus poderes, pero las leyes naturales sirven al Poder de Dios.

El autovampirismo y el animismo se asemejan en las causas, en el contenido y en los efectos, siendo considerados en al ámbito espírita (particularmente entre nosotros, en el Brasil y en toda América Latina) como elementos perturbadores de la práctica espirita, pero en verdad constituyen procesos de gran valía para el estudio doctrinario como elementos de prueba de los principios fundamentales de la doctrina. Tanto en uno como en otro estamos ante procesos autofágicos, determinados por el solipsismo[1], por el ensimismamiento del ser, en su apego natural a condiciones hipnotizantes de las fases de onto-desarrollo. Por eso Jesús advirtió: “Quien quiera salvar su vida, la perderá, más quien la pierde por amor a mí, ese se salvará”.

En el autovampirismo la víctima de sí mismo se come por dentro, devora y succiona sus entrañas. Es un fenómeno típicamente endopport-sensorial, excitado por las sensaciones internas de las exigencias genéticas del cuerpo. El ritmo repetitivo de la actividad sexual sube la libido como un monstruo enfadado e insaciable, dominando todas las sensaciones y alcanzando la mente, donde la visión espiritual es perturbada y contagiada, entregándose al delirio de las imágenes alucinantes de gozos y éxtasis sensoriales. Es la propia víctima que atrae, entonces, a los vampiros que empiezan a asediarla. Se forma así el circulo vicioso que lleva a la víctima a su autodestrucción. El coraje interno, cargado de fuerzas hipnóticas, se expande y profundiza con la infestación de los elementos exógenos atraídos y mantenidos en cautiverio por la víctima. Por eso, el obsesado gadareno respondió a Jesús, que preguntaba por el nombre: “Yo me llamo legión”.

Ese terrible proceso autofágico se eternizaría en una progresión alucinante, si Jesús no lo detuviese con su autoridad espiritual. Lo importante es notar que todos los elementos de ese proceso vienen del pasado, probando trágicamente, a los ojos de los investigadores, la existencia de la reencarnación individual y en grupos, y la necesidad de los trabajos mediúmnicos de desobsesión. Sin conocer y sin aceptar (anticientíficamente) la realidad de estas situaciones, los psicólogos y psiquiatras modernos no encuentran la forma de resolver los casos que son llevados a sus clínicas y terminan apelando hacia las tentativas absurdas y criminales de revestir de una normalidad falsa y de consecuencias fatales las condiciones evidentemente anormales y patológicas de las víctimas. En las sesiones espíritas, con el ambiente mediúmnico apropiado, el círculo vicioso es sometido a la presión de las corrientes de ectoplasma emanado de los médiums (de que trató el Dr. Geley) y de los flujos de pensamiento benéficos y tranquilizantes de sus participantes. De esta manera, y con la ayuda de las entidades superiores que atienden los esfuerzos fraternos de las criaturas comprometidas en el caso, la voracidad negativa se deshace, correspondiendo a la víctima de ahí en adelante, no retroceder en su decisión de liberarse. La sabiduría popular expresa esta situación con el conocido dicho: “Ayúdate que el cielo te ayudará”.

En los casos de animismo en las manifestaciones espíritas comunes, tenemos la misma situación regresiva. El médium cayendo en trance, pierde parcial o totalmente el dominio de la mente y se sumerge en los residuos de sus experiencias pasadas. Una de las personalidades anteriores se reconstruye en su afectividad subliminal y resurge en la manifestación mediúmnica. Richet en Francia e Imoda en Italia verificaron casos de sincronía de personalidades en una misma manifestación; más recientemente algunos parapsicólogos eminentes, como Carington (Cambrigde) y Soal (Londres) verificaron la influencia de patrones de memoria proyectándose en las manifestaciones. En grupos de personas humildes e ignorantes, esas manifestaciones serían condenadas como anímicas y el médium sufriría la presión del grupo sobre él, como si estuviese cometiendo fraude.

En el caso de manifestación de personalidades anteriores totales, se trata de una catarsis total, que Freud ni siquiera soñó. Esa personalidad, formada de recuerdos subliminales, pasa a la consciencia supraliminar y se manifiesta por una razón evidente: ella pesaba en la economía psíquica del médium e influía negativamente en el comportamiento actual. En vez de ser expulsada de la sesión como figura perturbadora, debía ser tratada con la debida comprensión para ser disipada en la memoria del médium. Los casos de doble personalidad pertenecen, generalmente, a este campo de interferencias, cuando no se encuadran simplemente en la clase de manifestaciones mediúmnicas conscientes, por incorporación simple. Charcot analizó en una de sus clases, uno de estos casos, como relata Miguel Vives, pero recomendando a sus discípulos que no se adelantasen en la formulación de ninguna teoría. El maestro se confesaba en la condición de Edipo ante los enigmas de la esfinge. Hoy, en la Universidad de Moscú, el Prof. Wladimir Raikov investiga seriamente estos casos, afirmando que ellos afectan fuertemente el comportamiento de muchas personas que recurren a la Psiquiatría sin conseguir nada. La solución de todos esos misterios es uno solo: la mediúmnidad, que Kardec usó para abrir las puertas del futuro a la investigación científica sería.

De las aves de rapiña a las manifestaciones de doble personalidad, y no pocas veces los casos de esquizofrenia, las investigaciones de la Ciencia Espírita y de la Metapsíquica, y ahora las de la Parapsicología, forman toda una secuencia que no puede ser despreciada por los que pretenden realmente ayudar al avance científico. El desprecio por ese acervo riquísimo demuestra, como decía Kardec, la liviandad del espíritu humano. Descartes advirtió a los investigadores sobre dos peligros fatales; la precipitación y el prejuicio, recordando que tenemos la tendencia errónea de confundir el alma con el cuerpo. Los investigadores no lo escucharon y hoy asistimos al pandemonio de las más lamentables confusiones. Los sistemas han caído hace mucho tiempo en el campo filosófico, pero los sistemáticos pretenden aún sustentar su frágil y engañosa estructura, oponiéndose a sus pequeños sistemas de materia plática a la dura e irreductible realidad de los hechos. Necesitamos comprender que la terquedad humana siempre tiende a ceder ante el avance de los conocimientos.


Tomado del libro: "Vampirismo" de J. Herculano Pires
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
Mayo 25 de 2019





[1] Doctrina filosófica que defiende que el sujeto pensante no puede afirmar ninguna existencia salvo la suya propia. Nota del traductor.

domingo, 19 de mayo de 2019

AUTOMATISMO DE LA ESCRITURA




    Entre las manifestaciones espiritistas, una de las más convincentes para quien las haga objeto de su estudio, es sin duda alguna la escritura mecánica, llamada también automática. Sentir el brazo agitado por movimientos de cuyo control no se es dueño; ver la propia mano escribir bajo la influencia de otra voluntad que la nuestra; escribir sin interrupción páginas enteras cuyo sentido se ignora, son hechos apropiados para hacer creer que se está bajo la influencia de una potencia extraña, con la cual indudablemente se desea entrar en más amplio conocimiento. Sin embargo, no se llega instantáneamente a ese resultado y a veces son necesarios numerosos ensayos antes de poder escribir corrientemente. He aquí una instructiva narración que refleja con fidelidad las fases por que se pasa generalmente. La debemos al Dr. Cyriax, director del “Spiritualistische Blaetter”.


Relata el autor que deseando colocarse a cubierto de toda superchería, resolvió estudiar en familia el fenómeno de las mesas giratorias. Durante veinte sesiones no obtuvo resultado alguno, circunstancia que casi lo determinó a abandonar su estudio, pero a la vigésima primera… Cedámosle la palabra:


“En esta vigésima primera sesión sentí de improviso una sensación particular, tan pronto de calor como de frío; noté seguidamente que una corriente de aire frío me pasaba sobre el rostro y las manos y luego, que mi brazo izquierdo se adormecía. Pero la impresión que ahora experimentaba era totalmente distinta de la de fatiga que había notado durante las anteriores sesiones, de la cual podía despojarme cambiando de postura, moviendo el brazo, las manos o los dedos. Ahora mi brazo se hallaba, por así decir, paralizado y mi voluntad era impotente para mover siquiera los dedos; tuve seguidamente la sensación de que alguien ponía mi brazo en movimiento y cualquiera fuera su rapidez no lograba detenerlo.


Como esos movimientos tenían analogía con los que efectuamos habitualmente para escribir, mi esposa alcanzó papel y lápiz que colocó sobre la mesa; de improviso mi mano se apoderó del lápiz y durante algunos minutos trazó signos en el aire con increíble rapidez hasta el punto que los asistentes debieron retirarse un tanto para no ser alcanzados; luego la mano se abatió bruscamente sobre el papel, golpeó violentamente y quebró la punta del lápiz. En ese instante en que mi mano se apoyaba sobre la mesa, comprendía perfectamente que mi voluntad había sido por completo ajena a los movimientos que acababa de ejecutar, lo mismo que a la presente situación de reposo; el hecho evidente era que no había podido detener mis movimientos y que tampoco podía entonces sacar el brazo de la inercia en que permanecía, como si no me perteneciera.


Colocado nuevamente el lápiz al alcance de mi mano, ésta se apoderó de él y comenzó a garabatear hojas y más hojas de papel cubriéndolas de grandes rayas y desgarraduras; luego se calmó, y ante el profundo asombro de todos nosotros comenzó a hacer ejercicios de escritura del mismo modo que los escolares: al principio fueron rayas, después palotes y luego las letras N, M, A, C. etc.; finalmente la letra O, sobre la cual se detuvo mayor tiempo hasta que la fuerza que animaba el brazo logró mover la mano en círculo, ejercicio que continuó hasta alcanzar gran rapidez. Después la fuerza se extinguió, la agitación del brazo cesó, sentí una nueva corriente de aire frío a través del cuerpo y la mano, e inmediatamente toda fatiga y dolor desaparecieron”.


Aun cuando el Dr. Cyriax residía en América en la época de sus primeros ensayos, su descripción concuerda por completo con la que hace Allan Kardec de los comienzos de la escritura mecánica. He aquí, en efecto, lo que dice el gran iniciador:


“El primer indicio de una disposición para escribir es una especie de estremecimiento en el brazo y la mano; poco a poco ésta es arrastrada por un impulso que no se puede resistir. Lo corriente es que el comienzo no trace más que rasgos; luego los caracteres aparecen de más en más definidos y la escritura finaliza por realizarse con la rapidez de la escritura corriente. En todos los casos es necesario abandonar la mano a su movimiento natural, sin resistencia ni impulso alguno.


Algunos médiums escriben corrientemente y con facilidad desde el comienzo, a veces desde la primera sesión, cosa por otra parte bastante rara; otros hacen palotes y verdaderos ejercicios caligráficos durante largo tiempo”.


Tomado de la obra: "Investigaciones sobre la mediúmnidad", de Gabriel Delanne. Editorial Constanza, Buenos Aires, Argentina, 1948.

martes, 14 de mayo de 2019

EL SECRETO DE LA JUVENTUD


EL SECRETO DE LA JUVENTUD

Autor: Hermano X



Un ángel hermoso de la Justicia, en la escala de tiempo, recibió una pequeña multitud de espíritus recién desencarnados en la tierra.


Todos eran personas maduras, alrededor de las cuales el Ministro de la Ley debería emitir un juicio rápido, como introducción a un análisis más amplio, así como un magistrado en la Tierra que, en la fase inicial de un caso, puede ordenar una acción correctiva.


Ancianos artríticos y dementes, abatidos y decrépitos, demostrando evidentes signos de angustia, se congregaban allí, manteniendo las características de la enfermedad que les habían marcado el cuerpo.


Muchos lloraban como niños asustados, otros apretaban sus corazones con la mano derecha rígida, mientras que otros se levantaban con inmensa dificultad, arrastrándose, temblorosos….


Las sensaciones de la carne los herían en lo más íntimo, deteniendo su ser, en los amargos recuerdos que traían del mundo.


Conducidos a examen, bajo la custodia de benefactores abnegados, acusaban esa o aquella diferencia para mejorar, recibiendo una hoja explicativa para el inicio de las nuevas tareas que los aguardaban en el plano espiritual.


Ahora, era un psicópata recobrando la lucidez; después, era un hemipléjico retomando el equilibrio ...


Sin embargo, las huellas de la vejez corporal perseveraron casi intactas, ciertamente, largo tiempo en la nueva vida para ser debidamente desintegradas.


En último lugar, sin embargo, se acercó al Ángel una pobre viejita, humilde y triste.


Sus cabellos plateados y las arrugas que desfiguraban su rostro denunciaban unos ochenta años de lucha física.


Sin embargo, traída a la gran balanza, ¡oh! ¡Divina sorpresa! ... De nota en nota, se hacía más joven, hasta que, bendecida por la sonrisa del Angélico evaluador, la extraña anciana se convirtió en una bella niña y muchacha, en sus veinte primaverales años.


Toda la asamblea vibró de felicidad, ante el inolvidable cuadro.


Intrigado, me acerqué a un antiguo consejero y le pregunté la razón de la inesperada metamorfosis.


El esclarecido mentor, pidió la ficha de la celestial criatura, para sacarme de mi ignorancia, y, en la hoja blanca y ligera, pude leer, admirado:


Nombre - Leocádia Silva.
Profesión - Educadora.
Existencia Terrestre - 701.280 horas.
Aplicación de las Horas:


Servicio de auto-asistencia para una justa garantía en el campo de la evolución:


1 - Juventud Laboriosa ....... 175.200 horas
2 - Magisterio digno ........... 65.700 horas
3 - Alimentación e higiene ... 43.800 horas
4 - Estudio provechoso y actividades religiosas .... 41.900 horas
5 - Descanso necesario para rehacerme ... 109.500 horas


Servicio extra, completamente gratuito, en favor del prójimo:


1 - Devoción a los necesitados ....... 85.100 horas
2 - Movimiento fraterno en misiones de ayuda ... 32.840 horas
3 - Noches de vigilia en solidaridad a los enfermos ... 33.000 horas
4 - Conversación sana en el amparo moral genuino ... 54.750 horas
5 - Diversas tareas de caridad ....... 59.490 horas


Total, horas: 701.280 horas.


- ¿Lo has entendido? - dijo el consejero, sonriendo.


Y ante mi ineludible asombro, concluyó:

- El que da de su propio tiempo, para el beneficio de los demás, no cuenta el tiempo o la edad, en el sentido del envejecimiento. Leocadia renunció a todas sus horas disponibles para ayudar a los hermanos del mundo. Sus días no pesan, por lo tanto, sobre los hombros de su alma......


Mi interlocutor partió, alegre, para felicitar a la heroína, y contemplando embelesado, el rostro radiante del Sublime Mensajero que presidió el Gran Encuentro, comprendí por qué los Ángeles del Amor Divino revelan en sí mismos, la suprema belleza de la eterna juventud.


Tomado del libro: “Cuentos de la Vida” por el Hermano X, psicografiado por Chico Xavier.
Traducción: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta, Colombia


JUNG Y EL ESPIRITISMO

  CARLOS GUSTAV JUNG ARQUETIPOS, ESPÍRITUS Y COMPLEJOS: EL ESPIRITISMO A LA LUZ DE LA PSICOLOGÍA JUNGUIANA Núñez, M. (1996). Archetypes ...