Por: J. Herculano Pires
Una de las formas de
vampirismo es el que transforma a los hombres en gavilanes, peligrosas aves de
rapiña que viven rodeando, hambrientos e insaciables, al rebaño humano. Fascinados
por el dinero, se dejan envolver por la herrumbre de la usura, que los corroe
sin cesar. Hay dos tipos bien definidos en el aviario humano: el gavilancito de
vuelo corto, rastrero, de ojos vivos y estrechos, melifluo en los gestos y en
el hablar, discretos y rápidos en los golpes contra los bienes del prójimo; el
gavilán es atrevido, de alas puntudas y largas, que sabe parar en el aire, casi
inmovilizado en su equilibro aéreo, para acechar al rebaño descuidado. Ambos forman
el complot del rapiñaje y la usura. Según la ley general del vampirismo, traen
en su alma, al nacer, las marcas corrosivas de la explotación a sus semejantes,
de sus encarnaciones pasadas, y traen también, el cortejo de carroñeros adictos
que los estimulan y se sirven de ellos para saciar el vicio de la rapiña con
sus propias garras. Tal como ocurre en los vicios sexuales, poseen el instinto
congénito de la avaricia y la codicia, pero también pueden contagiarse entre
los avaros, logrando adquirir la rapiña, cuando solo traían tendencias hacia
ese campo de la criminalidad.
Estos son los
acaparadores de la riqueza perecible de los hombres. Se tornan verduscos
epidérmicamente y adquieren una tonalidad metálica en la voz. Tienen, en su
trato personal, la dulzura maliciosa de un párroco y se frotan las manos como
si enrollasen notas para ocultarlas entre el cuenco de sus manos, que Dios nos
dio para tomar el agua de las fuentes. Disponen de un olfato especial para
descubrir focos de angustia y necesidad donde existen bienes que empeñar.
Acechan durante meses y años a personas que luchan con sacrificio para salvar
una pequeña propiedad o los últimos bienes de una familia en ruina, soltando el
golpe en el momento exacto en que la víctima tiene la soga en el cuello. No la
tiran porque eso no es lo que les conviene. Prefieren salvar bondadosamente a
la víctima, que podrá serle útil más tarde y llevarse solo los bienes. ¡Y
cuántas víctimas quedan agradecidas con Dios, que les envió la ayuda en el
momento exacto de la necesidad!
Pero los gavilanes
pagan caro sus placeres mórbidos. Son criaturas que sufren las angustias de su
propia mezquindad. Sus lazos mentales, como ciertos grilletes policiales, se
aprietan automáticamente a su alrededor cuando pretenden agrandarlos. La
corrosión de la codicia les envenena la sangre y el ácido de la usura los ciega
fatalmente. Pasan hacia la vida espiritual como miopes o ciegos que no
consiguen ver más que las miserables fascinaciones terrenas, como si no hubiesen
dejado el cuerpo carnal. Los gavilanes atrevidos cuando se encuentran frente a
sus rivales, no se olvidan de las disputas terrenas y forman con ellos los
bandos delirantes de vampiros del robo, robándose mutuamente y seduciendo a
criaturas débiles con las fascinaciones mentirosas del pasado.
En los sistemas
educativos de la Tierra se podría hacer mucho contra este flagelo, con métodos
de observación y control de las tendencias y vocación de los niños. Pero, ¿cómo
dar a la educación ese recurso preventivo, cuando ni los mismos Maestros
espíritas, en su gran mayoría, no se sensibilizan con el ideal de la Educación Espírita?
Todos los intentos para el desarrollo de esta Nueva Educación mueren a falta de
interés. En la educación familiar, donde la observación de los niños debe ser
permanente, nadie se acuerda de estas cuestiones y generalmente nos cae en
gracia las manifestaciones ingenuas de los hijos, sin menor atención a las
consecuencias futuras. En las escuelas de educación media y superior lo que se
desarrolla con facilidad es la competición que prepara a los estudiantes para
la disputa y las luchas en torno a prioridades y preferencias. Todo puede ser
prevenido y evitado, más los adultos no tienen tiempo para ocuparse de eso. Hay
un abismo entre la infancia y la adolescencia, por un lado, y los padres y
maestros por el otro. Un abismo tan profundo y fatal como el que separaba al
Rico y a Lázaro en la parábola evangélica. Mientras no nos convenzamos que
Kardec tenía la razón que el problema de la Tierra es fundamentalmente de
educación, no saldremos del círculo vicioso de una religiosidad egoísta. Si
quisiéramos para nuestros hijos un mundo mejor, tenemos que mejorarlo ahora, porque
son ellos quienes a van a hacer el mundo del mañana, no nosotros. Si
quisiéramos librarlos del vampirismo que, en el sistema actual, tiende a
aumentar en progresión geométrica, tenemos que ofrecerles por lo menos la
progresión aritmética de nuevos procesos educacionales. En un encuentro de
jóvenes espíritas, en la que fui invitado para pronunciar una conferencia,
tratamos el problema de la Educación Espírita, una profesora espírita se mostró
indignada y después se retiró, volteándonos la cara cuando nos encontramos en
la salida. Nos informaron después que ella se había enfadado porque sostuve que
la Educación Espírita era un absurdo. Otra joven profesora presentó una tesis
al III Congreso Educacional Espírita Paulista, en contra de la propuesta del
temario sobre Pedagogía Espírita, y tuvo quien la defendiera en la plenaria.
Con esa mentalidad, infundada (no fundada) en la más completa ignorancia de las
materias básicas de su propio oficio, el profesorado espírita solo puede hacer
el papel del ciego del Evangelio que conduce a otros ciegos al barranco. Las
numerosas escuelas espíritas instaladas en los últimos años en Brasil y
particularmente en Sao Paulo, estarán destinadas a perecer como inútiles. Somos
caminantes del desierto que rechazamos los oasis porque no creemos que en el
oasis pueda existir agua.
Pero no es solo en el
medio espírita que se presenta esta situación tan desastrosa. Un viejo
profesor, en función de fiscalizador de la enseñanza media, al oír una
conferencia del Prof. Ney Lobo, nos declaró asustado: “Solo ahora he
comprendido la diferencia entre Educación y Pedagogía”. Pasó su vida enseñando
lo que no conocía, pues colocó la rutina de la enseñanza y de su burocracia
administrativa por encima de las cuestiones culturales. En una facultad de
Derecho (espírita) el director nos dijo que no podía tratar el Espiritismo, por
ser materia extracurricular. Ignoraba la existencia de importantes trabajos
espíritas sobre Derecho como la tesis de Ortiz en la Universidad de la Habana,
con que ese famoso discípulo de Lombroso conquistó la cátedra de Derecho Penal.
No queremos que una Facultad de Derecho enseñe el Espiritismo, pero es evidente
que, en la materia curricular de Derecho Penal, la Facultad Espírita tenga el
deber de incluir información valiosa que se ajuste perfectamente a las
exigencias universitarias, sobre todo que Ortiz consideraba, en la tesis,
editada también en portugués, que el Derecho Penal Espírita estaba adelantado
un siglo sobre el convencional. Las escuelas espíritas tienen el deber de
aportar su contribución doctrinaria a la Cultura actual que, según reconocen
los pedagogos mundiales, se encuentra en fase de cambio acelerado.
El temor de tratar
asuntos culturales espíritas en las propias escuelas espíritas constituye uno
de los muchos residuos del preconcepto contra el Espiritismo mantenido por la
Iglesia durante siglos. Si los espíritas no luchan contra esos residuos, ellos
permanecerán en nuestra cultura, con graves perjuicios para los estudiantes que
se forman en nuestras escuelas. Ciertos profesores le temen a la fundación de
una Universidad Espírita – absolutamente necesaria en términos de cultura – por
el simple miedo de generar inquietudes en el área universitaria, afectándolos
de alguna manera. Esta es una actitud de comodidad y cobardía, que atenta
contra la convicción espírita y la integridad moral del profesorado espírita.
Los graves problemas
del vampirismo no serán resueltos sin la valiente acción de los espíritas en
todos los campos de la Cultura y la Educación. La misma Ciencia, en su
desarrollo actual, ha tenido que penetrar en los problemas espíritas,
particularmente en las áreas de la Física y de la Parapsicología, comprobando
de manera definitiva la existencia de los fenómenos mediúmnicos y de su
importancia para el conocimiento pleno y veraz del mundo en que vivimos y de la
verdadera naturaleza y destino del hombre.
Sin el reconocimiento
científico de la reencarnación, y por tanto sin la posibilidad de considerar al
niño como un ser que trajo consigo, al nacer, un largo bagaje de experiencias y
conocimientos en los archivos del inconsciente, no se puede formular un
concepto precioso de educación y la forma en que él debe ser orientado. El
concepto espírita del educando como un reencarnado, permite el análisis de su
condición actual en el mundo humano, la comprensión lógica de sus dificultades
y de los peligros que corre en esta nueva existencia. De otro lado, el mismo
hecho de encontrarnos en vísperas de la Era Cósmica, de investigaciones y
viajes espaciales, exige la introducción del estudio preparatorio de los
fenómenos paranormales en las escuelas de todo el mundo. Una Educación para la
Era Cósmica requiere la aplicación de los principios fundamentales del
Espiritismo en las escuelas. La percepción extrasensorial ya fue considerada
por los norteamericanos y los rusos como instrumento indispensable en los
viajes siderales. Como lo comprobó Mitchel, en el Apolo 14, con sus
transmisiones telepáticas de la Luna hacia la Tierra, solo a través de la
telepatía son posibles las indispensables comunicaciones entre las naves
espaciales a grandes distancias. La preparación de los astronautas exige la
educación de las facultades paranormales de los candidatos.
Todo se
encadena en el Universo, como enseña Kardec, en una secuencia que la realidad
impone a nuestro conocimiento. Y cuanto más descubrimos esta realidad, más se
proyecta ella en todas las dimensiones de nuestra cultura. El nacimiento de una
criatura, su educación y preparación para la vida, incluyendo los problemas del
vampirismo, abarcan toda la problemática de la conquista del Cosmos y de
nuestra posibilidad de enfrentar y dominar la inmensidad del infinito con las
facultades paranormales (mediúmnicas) que traemos latentes en nuestros
espíritus y listas a ser desarrolladas. Solo las criaturas desprovistas del
mínimo sentido común no percibirán que la Era Cósmica también marca el advenimiento
de la Era Espírita. No son los gobiernos del mundo, sino las leyes de Dios que
determinan esos progresos inevitables. Los hombres tratan esos problemas
pensando en el aumento de sus poderes, pero las leyes naturales sirven al Poder
de Dios.
El
autovampirismo y el animismo se asemejan en las causas, en el contenido y en
los efectos, siendo considerados en al ámbito espírita (particularmente entre
nosotros, en el Brasil y en toda América Latina) como elementos perturbadores
de la práctica espirita, pero en verdad constituyen procesos de gran valía para
el estudio doctrinario como elementos de prueba de los principios fundamentales
de la doctrina. Tanto en uno como en otro estamos ante procesos autofágicos,
determinados por el solipsismo[1],
por el ensimismamiento del ser, en su apego natural a condiciones hipnotizantes
de las fases de onto-desarrollo. Por eso Jesús advirtió: “Quien quiera salvar
su vida, la perderá, más quien la pierde por amor a mí, ese se salvará”.
En el
autovampirismo la víctima de sí mismo se come por dentro, devora y succiona sus
entrañas. Es un fenómeno típicamente endopport-sensorial, excitado por las
sensaciones internas de las exigencias genéticas del cuerpo. El ritmo
repetitivo de la actividad sexual sube la libido como un monstruo enfadado e
insaciable, dominando todas las sensaciones y alcanzando la mente, donde la
visión espiritual es perturbada y contagiada, entregándose al delirio de las
imágenes alucinantes de gozos y éxtasis sensoriales. Es la propia víctima que
atrae, entonces, a los vampiros que empiezan a asediarla. Se forma así el
circulo vicioso que lleva a la víctima a su autodestrucción. El coraje interno,
cargado de fuerzas hipnóticas, se expande y profundiza con la infestación de
los elementos exógenos atraídos y mantenidos en cautiverio por la víctima. Por
eso, el obsesado gadareno respondió a Jesús, que preguntaba por el nombre: “Yo
me llamo legión”.
Ese terrible
proceso autofágico se eternizaría en una progresión alucinante, si Jesús no lo
detuviese con su autoridad espiritual. Lo importante es notar que todos los
elementos de ese proceso vienen del pasado, probando trágicamente, a los ojos
de los investigadores, la existencia de la reencarnación individual y en grupos,
y la necesidad de los trabajos mediúmnicos de desobsesión. Sin conocer y sin
aceptar (anticientíficamente) la realidad de estas situaciones, los psicólogos
y psiquiatras modernos no encuentran la forma de resolver los casos que son
llevados a sus clínicas y terminan apelando hacia las tentativas absurdas y
criminales de revestir de una normalidad falsa y de consecuencias fatales las
condiciones evidentemente anormales y patológicas de las víctimas. En las
sesiones espíritas, con el ambiente mediúmnico apropiado, el círculo vicioso es
sometido a la presión de las corrientes de ectoplasma emanado de los médiums
(de que trató el Dr. Geley) y de los flujos de pensamiento benéficos y tranquilizantes
de sus participantes. De esta manera, y con la ayuda de las entidades
superiores que atienden los esfuerzos fraternos de las criaturas comprometidas
en el caso, la voracidad negativa se deshace, correspondiendo a la víctima de
ahí en adelante, no retroceder en su decisión de liberarse. La sabiduría
popular expresa esta situación con el conocido dicho: “Ayúdate que el cielo te
ayudará”.
En los
casos de animismo en las manifestaciones espíritas comunes, tenemos la misma
situación regresiva. El médium cayendo en trance, pierde parcial o totalmente
el dominio de la mente y se sumerge en los residuos de sus experiencias
pasadas. Una de las personalidades anteriores se reconstruye en su afectividad
subliminal y resurge en la manifestación mediúmnica. Richet en Francia e Imoda
en Italia verificaron casos de sincronía de personalidades en una misma
manifestación; más recientemente algunos parapsicólogos eminentes, como
Carington (Cambrigde) y Soal (Londres) verificaron la influencia de patrones de
memoria proyectándose en las manifestaciones. En grupos de personas humildes e
ignorantes, esas manifestaciones serían condenadas como anímicas y el médium
sufriría la presión del grupo sobre él, como si estuviese cometiendo fraude.
En el caso
de manifestación de personalidades anteriores totales, se trata de una catarsis
total, que Freud ni siquiera soñó. Esa personalidad, formada de recuerdos
subliminales, pasa a la consciencia supraliminar y se manifiesta por una razón
evidente: ella pesaba en la economía psíquica del médium e influía
negativamente en el comportamiento actual. En vez de ser expulsada de la sesión
como figura perturbadora, debía ser tratada con la debida comprensión para ser disipada
en la memoria del médium. Los casos de doble personalidad pertenecen,
generalmente, a este campo de interferencias, cuando no se encuadran
simplemente en la clase de manifestaciones mediúmnicas conscientes, por
incorporación simple. Charcot analizó en una de sus clases, uno de estos casos,
como relata Miguel Vives, pero recomendando a sus discípulos que no se
adelantasen en la formulación de ninguna teoría. El maestro se confesaba en la
condición de Edipo ante los enigmas de la esfinge. Hoy, en la Universidad de
Moscú, el Prof. Wladimir Raikov investiga seriamente estos casos, afirmando que
ellos afectan fuertemente el comportamiento de muchas personas que recurren a
la Psiquiatría sin conseguir nada. La solución de todos esos misterios es uno
solo: la mediúmnidad, que Kardec usó para abrir las puertas del futuro a la
investigación científica sería.
De las
aves de rapiña a las manifestaciones de doble personalidad, y no pocas veces los
casos de esquizofrenia, las investigaciones de la Ciencia Espírita y de la
Metapsíquica, y ahora las de la Parapsicología, forman toda una secuencia que
no puede ser despreciada por los que pretenden realmente ayudar al avance
científico. El desprecio por ese acervo riquísimo demuestra, como decía Kardec,
la liviandad del espíritu humano. Descartes advirtió a los investigadores sobre
dos peligros fatales; la precipitación y el prejuicio, recordando que tenemos
la tendencia errónea de confundir el alma con el cuerpo. Los investigadores no
lo escucharon y hoy asistimos al pandemonio de las más lamentables confusiones.
Los sistemas han caído hace mucho tiempo en el campo filosófico, pero los
sistemáticos pretenden aún sustentar su frágil y engañosa estructura, oponiéndose
a sus pequeños sistemas de materia plática a la dura e irreductible realidad de
los hechos. Necesitamos comprender que la terquedad humana siempre tiende a
ceder ante el avance de los conocimientos.
Tomado del libro: "Vampirismo" de J. Herculano Pires
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
Mayo 25 de 2019
[1] Doctrina filosófica que defiende que el sujeto pensante no puede
afirmar ninguna existencia salvo la suya propia. Nota del traductor.
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