sábado, 25 de mayo de 2019

AVES DE RAPIÑA



Por: J. Herculano Pires

Una de las formas de vampirismo es el que transforma a los hombres en gavilanes, peligrosas aves de rapiña que viven rodeando, hambrientos e insaciables, al rebaño humano. Fascinados por el dinero, se dejan envolver por la herrumbre de la usura, que los corroe sin cesar. Hay dos tipos bien definidos en el aviario humano: el gavilancito de vuelo corto, rastrero, de ojos vivos y estrechos, melifluo en los gestos y en el hablar, discretos y rápidos en los golpes contra los bienes del prójimo; el gavilán es atrevido, de alas puntudas y largas, que sabe parar en el aire, casi inmovilizado en su equilibro aéreo, para acechar al rebaño descuidado. Ambos forman el complot del rapiñaje y la usura. Según la ley general del vampirismo, traen en su alma, al nacer, las marcas corrosivas de la explotación a sus semejantes, de sus encarnaciones pasadas, y traen también, el cortejo de carroñeros adictos que los estimulan y se sirven de ellos para saciar el vicio de la rapiña con sus propias garras. Tal como ocurre en los vicios sexuales, poseen el instinto congénito de la avaricia y la codicia, pero también pueden contagiarse entre los avaros, logrando adquirir la rapiña, cuando solo traían tendencias hacia ese campo de la criminalidad.

Estos son los acaparadores de la riqueza perecible de los hombres. Se tornan verduscos epidérmicamente y adquieren una tonalidad metálica en la voz. Tienen, en su trato personal, la dulzura maliciosa de un párroco y se frotan las manos como si enrollasen notas para ocultarlas entre el cuenco de sus manos, que Dios nos dio para tomar el agua de las fuentes. Disponen de un olfato especial para descubrir focos de angustia y necesidad donde existen bienes que empeñar. Acechan durante meses y años a personas que luchan con sacrificio para salvar una pequeña propiedad o los últimos bienes de una familia en ruina, soltando el golpe en el momento exacto en que la víctima tiene la soga en el cuello. No la tiran porque eso no es lo que les conviene. Prefieren salvar bondadosamente a la víctima, que podrá serle útil más tarde y llevarse solo los bienes. ¡Y cuántas víctimas quedan agradecidas con Dios, que les envió la ayuda en el momento exacto de la necesidad!

Pero los gavilanes pagan caro sus placeres mórbidos. Son criaturas que sufren las angustias de su propia mezquindad. Sus lazos mentales, como ciertos grilletes policiales, se aprietan automáticamente a su alrededor cuando pretenden agrandarlos. La corrosión de la codicia les envenena la sangre y el ácido de la usura los ciega fatalmente. Pasan hacia la vida espiritual como miopes o ciegos que no consiguen ver más que las miserables fascinaciones terrenas, como si no hubiesen dejado el cuerpo carnal. Los gavilanes atrevidos cuando se encuentran frente a sus rivales, no se olvidan de las disputas terrenas y forman con ellos los bandos delirantes de vampiros del robo, robándose mutuamente y seduciendo a criaturas débiles con las fascinaciones mentirosas del pasado.

En los sistemas educativos de la Tierra se podría hacer mucho contra este flagelo, con métodos de observación y control de las tendencias y vocación de los niños. Pero, ¿cómo dar a la educación ese recurso preventivo, cuando ni los mismos Maestros espíritas, en su gran mayoría, no se sensibilizan con el ideal de la Educación Espírita? Todos los intentos para el desarrollo de esta Nueva Educación mueren a falta de interés. En la educación familiar, donde la observación de los niños debe ser permanente, nadie se acuerda de estas cuestiones y generalmente nos cae en gracia las manifestaciones ingenuas de los hijos, sin menor atención a las consecuencias futuras. En las escuelas de educación media y superior lo que se desarrolla con facilidad es la competición que prepara a los estudiantes para la disputa y las luchas en torno a prioridades y preferencias. Todo puede ser prevenido y evitado, más los adultos no tienen tiempo para ocuparse de eso. Hay un abismo entre la infancia y la adolescencia, por un lado, y los padres y maestros por el otro. Un abismo tan profundo y fatal como el que separaba al Rico y a Lázaro en la parábola evangélica. Mientras no nos convenzamos que Kardec tenía la razón que el problema de la Tierra es fundamentalmente de educación, no saldremos del círculo vicioso de una religiosidad egoísta. Si quisiéramos para nuestros hijos un mundo mejor, tenemos que mejorarlo ahora, porque son ellos quienes a van a hacer el mundo del mañana, no nosotros. Si quisiéramos librarlos del vampirismo que, en el sistema actual, tiende a aumentar en progresión geométrica, tenemos que ofrecerles por lo menos la progresión aritmética de nuevos procesos educacionales. En un encuentro de jóvenes espíritas, en la que fui invitado para pronunciar una conferencia, tratamos el problema de la Educación Espírita, una profesora espírita se mostró indignada y después se retiró, volteándonos la cara cuando nos encontramos en la salida. Nos informaron después que ella se había enfadado porque sostuve que la Educación Espírita era un absurdo. Otra joven profesora presentó una tesis al III Congreso Educacional Espírita Paulista, en contra de la propuesta del temario sobre Pedagogía Espírita, y tuvo quien la defendiera en la plenaria. Con esa mentalidad, infundada (no fundada) en la más completa ignorancia de las materias básicas de su propio oficio, el profesorado espírita solo puede hacer el papel del ciego del Evangelio que conduce a otros ciegos al barranco. Las numerosas escuelas espíritas instaladas en los últimos años en Brasil y particularmente en Sao Paulo, estarán destinadas a perecer como inútiles. Somos caminantes del desierto que rechazamos los oasis porque no creemos que en el oasis pueda existir agua.

Pero no es solo en el medio espírita que se presenta esta situación tan desastrosa. Un viejo profesor, en función de fiscalizador de la enseñanza media, al oír una conferencia del Prof. Ney Lobo, nos declaró asustado: “Solo ahora he comprendido la diferencia entre Educación y Pedagogía”. Pasó su vida enseñando lo que no conocía, pues colocó la rutina de la enseñanza y de su burocracia administrativa por encima de las cuestiones culturales. En una facultad de Derecho (espírita) el director nos dijo que no podía tratar el Espiritismo, por ser materia extracurricular. Ignoraba la existencia de importantes trabajos espíritas sobre Derecho como la tesis de Ortiz en la Universidad de la Habana, con que ese famoso discípulo de Lombroso conquistó la cátedra de Derecho Penal. No queremos que una Facultad de Derecho enseñe el Espiritismo, pero es evidente que, en la materia curricular de Derecho Penal, la Facultad Espírita tenga el deber de incluir información valiosa que se ajuste perfectamente a las exigencias universitarias, sobre todo que Ortiz consideraba, en la tesis, editada también en portugués, que el Derecho Penal Espírita estaba adelantado un siglo sobre el convencional. Las escuelas espíritas tienen el deber de aportar su contribución doctrinaria a la Cultura actual que, según reconocen los pedagogos mundiales, se encuentra en fase de cambio acelerado.

El temor de tratar asuntos culturales espíritas en las propias escuelas espíritas constituye uno de los muchos residuos del preconcepto contra el Espiritismo mantenido por la Iglesia durante siglos. Si los espíritas no luchan contra esos residuos, ellos permanecerán en nuestra cultura, con graves perjuicios para los estudiantes que se forman en nuestras escuelas. Ciertos profesores le temen a la fundación de una Universidad Espírita – absolutamente necesaria en términos de cultura – por el simple miedo de generar inquietudes en el área universitaria, afectándolos de alguna manera. Esta es una actitud de comodidad y cobardía, que atenta contra la convicción espírita y la integridad moral del profesorado espírita.

Los graves problemas del vampirismo no serán resueltos sin la valiente acción de los espíritas en todos los campos de la Cultura y la Educación. La misma Ciencia, en su desarrollo actual, ha tenido que penetrar en los problemas espíritas, particularmente en las áreas de la Física y de la Parapsicología, comprobando de manera definitiva la existencia de los fenómenos mediúmnicos y de su importancia para el conocimiento pleno y veraz del mundo en que vivimos y de la verdadera naturaleza y destino del hombre.

Sin el reconocimiento científico de la reencarnación, y por tanto sin la posibilidad de considerar al niño como un ser que trajo consigo, al nacer, un largo bagaje de experiencias y conocimientos en los archivos del inconsciente, no se puede formular un concepto precioso de educación y la forma en que él debe ser orientado. El concepto espírita del educando como un reencarnado, permite el análisis de su condición actual en el mundo humano, la comprensión lógica de sus dificultades y de los peligros que corre en esta nueva existencia. De otro lado, el mismo hecho de encontrarnos en vísperas de la Era Cósmica, de investigaciones y viajes espaciales, exige la introducción del estudio preparatorio de los fenómenos paranormales en las escuelas de todo el mundo. Una Educación para la Era Cósmica requiere la aplicación de los principios fundamentales del Espiritismo en las escuelas. La percepción extrasensorial ya fue considerada por los norteamericanos y los rusos como instrumento indispensable en los viajes siderales. Como lo comprobó Mitchel, en el Apolo 14, con sus transmisiones telepáticas de la Luna hacia la Tierra, solo a través de la telepatía son posibles las indispensables comunicaciones entre las naves espaciales a grandes distancias. La preparación de los astronautas exige la educación de las facultades paranormales de los candidatos.

Todo se encadena en el Universo, como enseña Kardec, en una secuencia que la realidad impone a nuestro conocimiento. Y cuanto más descubrimos esta realidad, más se proyecta ella en todas las dimensiones de nuestra cultura. El nacimiento de una criatura, su educación y preparación para la vida, incluyendo los problemas del vampirismo, abarcan toda la problemática de la conquista del Cosmos y de nuestra posibilidad de enfrentar y dominar la inmensidad del infinito con las facultades paranormales (mediúmnicas) que traemos latentes en nuestros espíritus y listas a ser desarrolladas. Solo las criaturas desprovistas del mínimo sentido común no percibirán que la Era Cósmica también marca el advenimiento de la Era Espírita. No son los gobiernos del mundo, sino las leyes de Dios que determinan esos progresos inevitables. Los hombres tratan esos problemas pensando en el aumento de sus poderes, pero las leyes naturales sirven al Poder de Dios.

El autovampirismo y el animismo se asemejan en las causas, en el contenido y en los efectos, siendo considerados en al ámbito espírita (particularmente entre nosotros, en el Brasil y en toda América Latina) como elementos perturbadores de la práctica espirita, pero en verdad constituyen procesos de gran valía para el estudio doctrinario como elementos de prueba de los principios fundamentales de la doctrina. Tanto en uno como en otro estamos ante procesos autofágicos, determinados por el solipsismo[1], por el ensimismamiento del ser, en su apego natural a condiciones hipnotizantes de las fases de onto-desarrollo. Por eso Jesús advirtió: “Quien quiera salvar su vida, la perderá, más quien la pierde por amor a mí, ese se salvará”.

En el autovampirismo la víctima de sí mismo se come por dentro, devora y succiona sus entrañas. Es un fenómeno típicamente endopport-sensorial, excitado por las sensaciones internas de las exigencias genéticas del cuerpo. El ritmo repetitivo de la actividad sexual sube la libido como un monstruo enfadado e insaciable, dominando todas las sensaciones y alcanzando la mente, donde la visión espiritual es perturbada y contagiada, entregándose al delirio de las imágenes alucinantes de gozos y éxtasis sensoriales. Es la propia víctima que atrae, entonces, a los vampiros que empiezan a asediarla. Se forma así el circulo vicioso que lleva a la víctima a su autodestrucción. El coraje interno, cargado de fuerzas hipnóticas, se expande y profundiza con la infestación de los elementos exógenos atraídos y mantenidos en cautiverio por la víctima. Por eso, el obsesado gadareno respondió a Jesús, que preguntaba por el nombre: “Yo me llamo legión”.

Ese terrible proceso autofágico se eternizaría en una progresión alucinante, si Jesús no lo detuviese con su autoridad espiritual. Lo importante es notar que todos los elementos de ese proceso vienen del pasado, probando trágicamente, a los ojos de los investigadores, la existencia de la reencarnación individual y en grupos, y la necesidad de los trabajos mediúmnicos de desobsesión. Sin conocer y sin aceptar (anticientíficamente) la realidad de estas situaciones, los psicólogos y psiquiatras modernos no encuentran la forma de resolver los casos que son llevados a sus clínicas y terminan apelando hacia las tentativas absurdas y criminales de revestir de una normalidad falsa y de consecuencias fatales las condiciones evidentemente anormales y patológicas de las víctimas. En las sesiones espíritas, con el ambiente mediúmnico apropiado, el círculo vicioso es sometido a la presión de las corrientes de ectoplasma emanado de los médiums (de que trató el Dr. Geley) y de los flujos de pensamiento benéficos y tranquilizantes de sus participantes. De esta manera, y con la ayuda de las entidades superiores que atienden los esfuerzos fraternos de las criaturas comprometidas en el caso, la voracidad negativa se deshace, correspondiendo a la víctima de ahí en adelante, no retroceder en su decisión de liberarse. La sabiduría popular expresa esta situación con el conocido dicho: “Ayúdate que el cielo te ayudará”.

En los casos de animismo en las manifestaciones espíritas comunes, tenemos la misma situación regresiva. El médium cayendo en trance, pierde parcial o totalmente el dominio de la mente y se sumerge en los residuos de sus experiencias pasadas. Una de las personalidades anteriores se reconstruye en su afectividad subliminal y resurge en la manifestación mediúmnica. Richet en Francia e Imoda en Italia verificaron casos de sincronía de personalidades en una misma manifestación; más recientemente algunos parapsicólogos eminentes, como Carington (Cambrigde) y Soal (Londres) verificaron la influencia de patrones de memoria proyectándose en las manifestaciones. En grupos de personas humildes e ignorantes, esas manifestaciones serían condenadas como anímicas y el médium sufriría la presión del grupo sobre él, como si estuviese cometiendo fraude.

En el caso de manifestación de personalidades anteriores totales, se trata de una catarsis total, que Freud ni siquiera soñó. Esa personalidad, formada de recuerdos subliminales, pasa a la consciencia supraliminar y se manifiesta por una razón evidente: ella pesaba en la economía psíquica del médium e influía negativamente en el comportamiento actual. En vez de ser expulsada de la sesión como figura perturbadora, debía ser tratada con la debida comprensión para ser disipada en la memoria del médium. Los casos de doble personalidad pertenecen, generalmente, a este campo de interferencias, cuando no se encuadran simplemente en la clase de manifestaciones mediúmnicas conscientes, por incorporación simple. Charcot analizó en una de sus clases, uno de estos casos, como relata Miguel Vives, pero recomendando a sus discípulos que no se adelantasen en la formulación de ninguna teoría. El maestro se confesaba en la condición de Edipo ante los enigmas de la esfinge. Hoy, en la Universidad de Moscú, el Prof. Wladimir Raikov investiga seriamente estos casos, afirmando que ellos afectan fuertemente el comportamiento de muchas personas que recurren a la Psiquiatría sin conseguir nada. La solución de todos esos misterios es uno solo: la mediúmnidad, que Kardec usó para abrir las puertas del futuro a la investigación científica sería.

De las aves de rapiña a las manifestaciones de doble personalidad, y no pocas veces los casos de esquizofrenia, las investigaciones de la Ciencia Espírita y de la Metapsíquica, y ahora las de la Parapsicología, forman toda una secuencia que no puede ser despreciada por los que pretenden realmente ayudar al avance científico. El desprecio por ese acervo riquísimo demuestra, como decía Kardec, la liviandad del espíritu humano. Descartes advirtió a los investigadores sobre dos peligros fatales; la precipitación y el prejuicio, recordando que tenemos la tendencia errónea de confundir el alma con el cuerpo. Los investigadores no lo escucharon y hoy asistimos al pandemonio de las más lamentables confusiones. Los sistemas han caído hace mucho tiempo en el campo filosófico, pero los sistemáticos pretenden aún sustentar su frágil y engañosa estructura, oponiéndose a sus pequeños sistemas de materia plática a la dura e irreductible realidad de los hechos. Necesitamos comprender que la terquedad humana siempre tiende a ceder ante el avance de los conocimientos.


Tomado del libro: "Vampirismo" de J. Herculano Pires
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
Mayo 25 de 2019





[1] Doctrina filosófica que defiende que el sujeto pensante no puede afirmar ninguna existencia salvo la suya propia. Nota del traductor.

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