sábado, 26 de agosto de 2023

¿Qué se siente al morir?

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La desencarnación es la liberación por parte del Espíritu del cuerpo perecedero, sin embargo, esa separación presenta tantos matices como comportamientos tiene el ser humano en su proceso reencarnatorio. Por ello, “la perturbación espiritual después de la muerte será el resultado del comportamiento de cada criatura mientras se encuentra bajo las imposiciones orgánicas[1]”. En ese sentido, las sensaciones que preceden y siguen a la muerte son tantas, que dependerá de las condiciones morales del Espíritu, cuya actitud ante los compromisos de variado orden asumidos al encarnar, responderán por los méritos y deméritos logrados o no al abandonar la Tierra.

Podemos afirmar con seguridad que al desencarnar regresamos al Mundo Espiritual, de donde provenimos, no obstante, siendo coherentes con lo que nos enseña la Doctrina Espírita deberíamos ser expertos en el tema, considerando que hemos muerto tantas veces como reencarnaciones hemos tenido. Así lo corrobora la autora espiritual Juana de Ángelis, “no es la primera vez que ocurre la muerte del cuerpo, en el viaje de la evolución de los seres. El olvido del fenómeno, de manera alguna, puede ser considerado como algo desconocido por el espíritu, que ya lo vivencio antes”. Y continúa, “una profundización mental demuestra que la muerte no duele, no produce pavor, sino el estado psicológico de cada uno, con relación a la misma, transfiere íntimas impresiones hacia el exterior, dando curso a las manifestaciones necias[2]”.

En el campo de las experiencias cercanas a la muerte (ECM), son múltiples las historias narradas por aquellos que fueron declarados formalmente muertos, según la ciencia, y que cuentan con lujo de detalles las diferentes experiencias vividas en su corto peregrinar por el mundo espiritual y donde cada quien, con su visión particular en torno a creencias religiosas y culturales, detallan con minuciosidad lo experimentado, que van desde, su paso por el cielo, la travesía por la ya conocida historia del túnel oscuro y la luz al final del mismo, hasta visitas al infierno, con todo el caudal de tormentos que ello conlleva, de acuerdo a lo expresado por el sacerdote Gerald Johnson, de Michigan[3], luego de sufrir un ataque al corazón. Según Johnson, “inmediatamente después de su ataque al corazón en febrero de 2016, su espíritu dejó su cuerpo físico y bajó al infierno, entrando por "el centro mismo de la Tierra". Aunque dice que "las cosas que vi allí son indescriptibles". Además, “afirma que vio a un hombre caminando a cuatro patas como un perro y quemándose de pies a cabeza: "Tenía los ojos saltones y algo peor: Llevaba cadenas en el cuello. Era como un sabueso infernal. Había un demonio sujetando las cadenas". Igualmente, escuchó música en el infierno, como "Umbrella" de Rihanna y "Don't Worry, Be Happy" de Bobby McFerrin, canciones tradicionalmente alegres. Sólo que esta vez, los demonios cantaban las canciones para "torturar" a la gente. Johnson dice que su infernal ECM le hizo darse cuenta de que necesitaba perdonar a la gente que le había hecho daño, en lugar de esperar su castigo”. Quizás lo más rescatable de quienes cuentan estas experiencias, es como afectan profundamente su existencia, sobre todo en sus ideas con relación a la muerte y la nueva visión con que observan la vida.

En la literatura espírita, encontramos todo un caudal de información que nos reafirma, no solo la importancia del nivel vibracional en que nos encontramos al momento de la desencarnación, sino, la necesidad de reconsiderar la forma en que encaramos la vida, muchas veces alejada de los principios cristianos, donde encontramos la nutrición moral y el equilibrio saludable necesario para nuestro Espíritu, de tal manera que, cuando desencarnemos, la muerte no nos duela, tal como nos lo enseñan los Espíritus Superiores.

Entre las muchas obras que existen en el espiritismo podemos mencionar “Perdida de seres queridos” cuya autoría pertenece a Zilda Giunchetti Rosin; “Después de la muerte” de León Denis; “Y la vida continúa” de André Luiz y psicografiado por Chico Xavier y “Cartas de una Muerta”, igualmente psicografiado por Chico Xavier. Estas obras nos ayudan a entender algo mejor, el tema de este artículo. En relación a “Cartas de una muerta”, la madre de Chico Xavier, María Joao de Deus, cuenta sus experiencias al regresar a la patria espiritual, explicando que: “los primeros días transcurridos después de la muerte fueron muy amargos y dolorosos…”, asegurando más adelante que “reconociéndome llena de vida, no obstante, los dolores, paralizaban mis sentidos como en una rara atmósfera de ensueño...”.

Ahora, si desde la espiritualidad nos aseguran “que son los mismos habitantes de ese mundo que vienen a describirnos su situación[4]” y que “si se observa la serenidad de algunos moribundos, y las terribles convulsiones de la agonía de otros, se puede deducir por anticipado que las sensaciones experimentadas no siempre son las mismas[5]”. Conforme asevera un proverbio popular: “Tal vida, cual muerte”, en consecuencia, el morir bien o mal depende fundamentalmente de la opción personal y de la buena utilización de los recursos del libre albedrío, donde los caminos de la paz o la violencia, del esfuerzo o la inercia serán importantes en los caminos del progreso espiritual, pues nadie ascenderá sin las luchas del esfuerzo personal.

Siendo la muerte inevitable, debemos vivir preparados para cuando ella se digne en visitarnos, con su carga de aflicción para aquellos que quedan en la retaguardia, aguardando ellos, tal vez, el momento en que también los visite.

 



[1] Manoel P. Miranda, Temas de la Vida y de la Muerte, 4. ed., p. 96.

[2] Divaldo Franco & Juana de Ángelis, La conquista del Self, vida y muerte; El ser consciente. Pág.114, Ediciones Juana de Ángelis, Buenos Aires.

[4] Allan Kardec, Por qué los espíritas no temen a la muerte, El Cielo y el Infierno, primera parte, cap. II, ítem 10.

[5] Ibidem, La transición, segunda parte, cap. I, ítem 2.


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