Imagen de referenia tomada de la Web: https://www.gob.mx/conapo/acciones-y-programas/violencia-en-la-familia |
“Y también
vosotros hacéis lo que habéis aprendido de vuestro padre”.
Juan 8:38
Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
El
primer eslabón de la cadena de la violencia se forja en el seno del hogar, es
bajo el crisol de los malos ejemplos y de la inoperante educación brindada “por
amor” a sus hijos, que muchas familias aportan a la sociedad su “granito de
arena” a la galopante violencia que nos azota en estos momentos críticos de la
historia de la Humanidad.
Son muchísimas
las razones que permiten que en la morada hogareña, donde debería existir cobijo y amparo
para los miembros de la familia, se transforme en un vulgar nicho donde
prepondere el abuso físico, psicológico, sexual o económico, donde, la
violencia y los malos tratos entre sus miembros se convierte en el pan de cada día, transformando el refugio hogareño en un sitio inseguro, en los que las amenazas, gritos, golpes e
insultos se convierten en la forma de manifestar, muchas veces, sus
frustraciones, insatisfacciones y vacíos existenciales, fruto de la
intolerancia y ausencia de habilidades
para resolver los conflictos familiares de forma no violenta.
Como
resultado de las transgresiones a la ley de amor que deben reinar en los
hogares, devienen consecuencias psicológicas profundas que incluyen situaciones
complejas en el psiquismo humano como son la depresión, pensamientos e intentos
suicidas, baja autoestima, abuso de alcohol y otras drogas, y trastornos de
estrés postraumáticos.
El
Espíritu Emmanuel en la obra “Camino Verdad y Vida”, psicografiada por
Francisco Cándido Xavier, nos asegura que “se preconiza en la actualidad del
mundo una educación por la libertad plena de los instintos del hombre,
olvidándose, poco a poco, las antiguas enseñanzas en cuanto a la formación del
carácter en el hogar; la colectividad, sin embargo, tarde o temprano, será
obligada a reajustar sus propósitos.
Los
padres tienen que ser los primeros mentores de la criatura. De su misión
amorosa, deviene la organización de un ambiente justo. Entornos corrompidos representan
a esos malos padres, entre los que, a peso de enormes sacrificios, logran
mantener ante la invigilancia colectiva, la seguridad contra el desorden
amenazador. Las tareas domésticas nunca serán una válvula de escape hacia los
placeres improductivos, pues constituye trabajo y cooperación con Dios. El
hombre o la mujer que deseen ser padres y al mismo tiempo disfrutar de la vida,
están ciegos y sus locos esfuerzos terminaran, espiritualmente hablando, en la
fosa común de la inutilidad[1]”.
Siendo
la moral la regla del buen proceder, se hace indispensable que en todos los
hogares la educación moral sea la guía segura hacia una sociedad equilibrada
que, distinguiendo el bien del mal, pueda con seguridad transitar por los
senderos de las virtudes humanas. Pues como asegura Juana de Ángelis, “no
estamos aquí para someternos a los impulsos de nuestra irracionalidad, sino
para hacerlos madurar hacia los campos de la razón lúcida. No regresamos a la
carne para dejarnos llevar por la intolerancia y la irritación, que
desarticulan el equilibrio, pues nuestro deber es educarnos, ya que tenemos el
compromiso de cooperar con Dios en la medida en que crezcamos, que maduremos y
que nos elevemos[2]”.
O como
asegura Allan Kardec en su comentario a la pregunta 917 de “El Libro de los
Espíritus”, “El egoísmo es el origen de todos los vicios, como la
caridad es el de todas las virtudes. Destruir el uno y fomentar la otra, tal
debe ser el objeto de todos los esfuerzos del hombre, si quiere asegurar su
felicidad en este mundo, así como en el futuro[3]”.
[1] Francisco Cándido Xavier, Emmanuel en
Camino, Verdad y Vida; Educación en el hogar, cap. 12.
[2]
Ángelis, Joanna de (Espíritu); Franco, Divaldo Pereira (psicografiado por).
Directrices para el éxito. 2. ed. Salvador, BA: Libr. Espírita Alvorada, 2004.
Cap. 32. p. 141.
[3] Allan Kardec, El Libro de los Espíritus,
pregunta 917.
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