domingo, 1 de octubre de 2023

Violencia intrafamiliar, el caldo de cultivo para el reflorecimiento de tendencias e instintos inferiores en el hogar

 

Imagen de referenia tomada de la Web: https://www.gob.mx/conapo/acciones-y-programas/violencia-en-la-familia

“Y también vosotros hacéis lo que habéis aprendido de vuestro padre”.

Juan 8:38

Por: Oscar Cervantes Velásquez

Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís

Santa Marta - Colombia

El primer eslabón de la cadena de la violencia se forja en el seno del hogar, es bajo el crisol de los malos ejemplos y de la inoperante educación brindada “por amor” a sus hijos, que muchas familias aportan a la sociedad su “granito de arena” a la galopante violencia que nos azota en estos momentos críticos de la historia de la Humanidad.

Son muchísimas las razones que permiten que en la morada hogareña, donde debería existir cobijo y amparo para los miembros de la familia, se transforme en un vulgar nicho donde prepondere el abuso físico, psicológico, sexual o económico, donde, la violencia y los malos tratos entre sus miembros se convierte en el pan de cada día, transformando el refugio hogareño en un sitio inseguro, en los que las amenazas, gritos, golpes e insultos se convierten en la forma de manifestar, muchas veces, sus frustraciones, insatisfacciones y vacíos existenciales, fruto de la intolerancia y ausencia de  habilidades para resolver los conflictos familiares de forma no violenta.

Como resultado de las transgresiones a la ley de amor que deben reinar en los hogares, devienen consecuencias psicológicas profundas que incluyen situaciones complejas en el psiquismo humano como son la depresión, pensamientos e intentos suicidas, baja autoestima, abuso de alcohol y otras drogas, y trastornos de estrés postraumáticos.

El Espíritu Emmanuel en la obra “Camino Verdad y Vida”, psicografiada por Francisco Cándido Xavier, nos asegura que “se preconiza en la actualidad del mundo una educación por la libertad plena de los instintos del hombre, olvidándose, poco a poco, las antiguas enseñanzas en cuanto a la formación del carácter en el hogar; la colectividad, sin embargo, tarde o temprano, será obligada a reajustar sus propósitos.

Los padres tienen que ser los primeros mentores de la criatura. De su misión amorosa, deviene la organización de un ambiente justo. Entornos corrompidos representan a esos malos padres, entre los que, a peso de enormes sacrificios, logran mantener ante la invigilancia colectiva, la seguridad contra el desorden amenazador. Las tareas domésticas nunca serán una válvula de escape hacia los placeres improductivos, pues constituye trabajo y cooperación con Dios. El hombre o la mujer que deseen ser padres y al mismo tiempo disfrutar de la vida, están ciegos y sus locos esfuerzos terminaran, espiritualmente hablando, en la fosa común de la inutilidad[1]”.

Siendo la moral la regla del buen proceder, se hace indispensable que en todos los hogares la educación moral sea la guía segura hacia una sociedad equilibrada que, distinguiendo el bien del mal, pueda con seguridad transitar por los senderos de las virtudes humanas. Pues como asegura Juana de Ángelis, “no estamos aquí para someternos a los impulsos de nuestra irracionalidad, sino para hacerlos madurar hacia los campos de la razón lúcida. No regresamos a la carne para dejarnos llevar por la intolerancia y la irritación, que desarticulan el equilibrio, pues nuestro deber es educarnos, ya que tenemos el compromiso de cooperar con Dios en la medida en que crezcamos, que maduremos y que nos elevemos[2]”.

O como asegura Allan Kardec en su comentario a la pregunta 917 de “El Libro de los Espíritus”, “El egoísmo es el origen de todos los vicios, como la caridad es el de todas las virtudes. Destruir el uno y fomentar la otra, tal debe ser el objeto de todos los esfuerzos del hombre, si quiere asegurar su felicidad en este mundo, así como en el futuro[3]”.



[1] Francisco Cándido Xavier, Emmanuel en Camino, Verdad y Vida; Educación en el hogar, cap. 12.

[2] Ángelis, Joanna de (Espíritu); Franco, Divaldo Pereira (psicografiado por). Directrices para el éxito. 2. ed. Salvador, BA: Libr. Espírita Alvorada, 2004. Cap. 32. p. 141.

[3] Allan Kardec, El Libro de los Espíritus, pregunta 917.


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