jueves, 8 de diciembre de 2022

SOÑAR NADA NOS CUESTA

 

Imagén de referencia, tomada de la Web: https://www.inova.com.mx/blog/sonar-no-cuesta-nada-en-el-dia-mundial-de-sonar/

Por: Oscar Cervantes Velásquez

Tremenda sorpresa me llevé aquella noche cuando, sumergido en las apacibles profundidades del sueño, recibí una invitación inusual: ¡una visita al paraíso! Sí, ese paraíso del que tanto nos hablaron desde niños, pero que se nos antojaba casi inalcanzable, especialmente si crecimos dentro de principios cristianos que, con frecuencia, nos hicieron temer no estar a la altura de semejante destino.

Sin embargo, a lo hecho, pecho. Sin pensarlo mucho, acepté la invitación, con la esperanza de contemplar, por fin, las maravillas de ese tan anhelado edén.

Mas, para mi asombro, noté que allí no me esperaba San Pedro con sus llaves, como tantas veces lo imaginamos entre historietas y relatos religiosos. En su lugar, me encontré cara a cara con mi propia conciencia, esa compañera exigente y muchas veces implacable, que comenzó a recordarme cada uno de aquellos momentos en que, haciendo uso de mi libre albedrío, lo desperdicié en acciones que poco o nada contribuyeron a mi crecimiento espiritual.

¡Cuánto dolor me causaron esos recuerdos! Jamás imaginé que aquella invitación al paraíso se convertiría en un reencuentro con las sombras de mi personalidad, con aquel yo egoísta e irreflexivo que tanto sufrimiento generó en quienes amaba, y también en aquellos que, sin formar parte de mi círculo afectivo, se cruzaron en mi camino.

Sin embargo, con el paso del tiempo, que allí transcurría con la sensación de días interminables, tuve la dicha de reencontrarme con seres queridos que creía descansaban en la paz del olvido, y vaya impresión me llevé al verlos activos y laboriosos, comprometidos en tareas de ayuda y servicio, en abierta contravía con la idea que solemos tener sobre la muerte y el descanso eterno. Además, para mi sorpresa, muchos rostros desconocidos se acercaban a saludarme con alegría, identificándome de inmediato y compartiendo conmigo la satisfacción de aquel encuentro, tan poco común para quienes ignoramos la importancia de conocer las realidades espirituales mientras caminamos aún en la carne.

Fue una experiencia hermosa, profundamente transformadora, y distante de las narraciones de quienes viven experiencias cercanas a la muerte. Lo que viví no fue un adiós, sino un encuentro con la vida en otra dimensión, tan real y vibrante como esta que conocemos.

Les aseguro que, si volviera a recibir una invitación semejante, la aceptaría con gusto y gratitud. Porque aquella breve experiencia me dejó aprendizajes invaluables y una visión totalmente distinta de lo que, con tanta ignorancia, solemos llamar “morir”.


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