Por: Enrique
Eliseo Baldovino
Reveladora
información contenida en la 1ª edición de “El Libro de los Espíritus”.
Estudiando las páginas
históricas de la 1ª edición de Le Livre des Esprits, Libro de la Luz publicado
por el ilustre Codificador, en París, el sábado 18 de abril de 1857,
encontramos valiosos y reveladores datos en la Nota XVII de Allan Kardec a la
pregunta Nº 500, colocado al final de los originales franceses en la página
170, cuyo facsímil presentamos en este artículo [ver reproducción de la página
y las líneas en detalle], traduciendo luego el último párrafo directamente del
francés al portugués (el apócope de santo, são , está en minúsculas en el
francés original y lo traducimos):
Nota XVII de Kardec a la pregunta Nº 500
(...) “Varios espíritus participaron
simultáneamente en estas instrucciones, a las cuales asistieron, tomando la
palabra alternativamente y hablando cada uno de ellos en nombre de todos. Entre
los que animaron personajes célebres mencionaremos a Juan el Evangelista,
Sócrates, Fénelon, San Vicente de Paúl, Hahnemann, Franklin, Swedenborg, Napoleón
I; y otros que habitan las más altas esferas (…).” (última letra negrita
nuestra)[1]
(1)
Prestemos mucha atención en
el último nombre: Napoleón I, seguido del número romano (I) que indica el
título de Emperador de los franceses, cuyo gobierno la Historia registro entre
1804 y 1815, período conocido como el Primer Imperio Francés[2].
Se trata del célebre general
Napoleón Bonaparte (Ajaccio [Isla de Córcega], Francia, 08/15/1769 – Isla de
Santa Elena, Inglaterra, 05/05/1821), quien, tras los lamentables días del
Terror de la Revolución Francesa, tenía como misión, según el Espírito del Hermano
X,[3]
preservar la integridad del territorio francés (ante la invasión de las potencias
extranjeras contrarias a la República, frente a la guerra civil en Francia)
para el nacimiento de Hippolyte Léon Denizard Rivail quien, en 1857, adoptaría
el seudónimo de Allan Kardec – el ilustre Codificador del Espiritismo –, cuyo
Espíritu fue elegido por Jesús para traer a la Tierra al Consolador Prometido.
Tras conservar con éxito las
fronteras francesas y consolidar los logros democráticos de la 1ª República
Francesa (derechos humanos y ciudadanos, etc.), el general Bonaparte se dejó
llevar por la ambición y la vanidad, invadiendo otras patrias con sus ejércitos
(España, Rusia, Austria, Bélgica etc.), auto coronándose emperador de los
franceses en 1804 y olvidando la gran tarea de poner en práctica los ideales de
la Revolución de 1789: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Napoleón es derrotado
por primera vez en 1814 por los países aliados (Rusia, Austria e Inglaterra)
que tomaron París, restaurando el trono al rey francés Luis XVIII (hermano de
Luis XVI, muerto en la guillotina), un período conocido como la Primera
Restauración.
Por el Tratado de
Fontainebleau, Napoleón I fue exiliado a la Isla de Elba, de donde huyó al año
siguiente, retomando el poder imperial, período conocido en la Historia como
Los Cien Días (del 20 de marzo al 22 de junio de 1815). Tras ser derrotado
definitivamente por el general inglés Wellington en la batalla de Waterloo
(Bélgica), el 18 de junio de 1815, Napoleón I se exilió nuevamente, ahora en la
lejana isla de Santa Elena, donde murió en 1821, 6 años después del duro
exilio. Esta segunda abdicación de Napoleón hace retornar al trono al ya citado
Luis XVIII, período designado como la Segunda Restauración de los Borbones.
Ciertamente, mucho habrá
pensado Napoleón durante aquellos largos años de exilio, impuesto por la Corona
Británica. Después de haber conquistado muchas tierras y pueblos, y dominado
gran parte de Europa, el antiguo general debió sufrir un triste final como
soldado vencido, ante la estrecha visión de los hombres, pero con certeza esas
horas fueron benditas para las necesarias y urgentes reflexiones de su espíritu
inquieto.
Teniendo en cuenta que
Napoleón I desencarnó en 1821, y dado que la 1ª edición de El Libro de los
Espíritus en 1857, Bonaparte dispuso de varios años (aproximadamente 36) para
renovarse espiritualmente y para volver en sí, como se dice en lenguaje
evangélico, y participar de las instrucciones de la Espiritualidad, como consta
en las páginas históricas de la citada 1ª edición. Los Espíritus también nos
informan que Napoleón fue la reencarnación de Alejandro Magno (356 a. C. – 323)
y de César (100 a. C. – 44), quienes, con sus conquistas militares, como
generales ilustres, cambiaron la historia política y geográfica de la Humanidad
Espíritu de Napoleón, el
diplomático.
En la Revista Espírita de
septiembre de 1859, en el artículo intitulado: Conversaciones Familiares de
Ultratumba – El General Hoche[4],
nos proporciona al respecto otra importantísima información dada por el
Espíritu Hoche, general que cuando encarnado (1768-1797) fue contemporáneo de
Napoleón.
Después de la evocación de
Allan Kardec, el histórico diálogo con el Espíritu Hoche se desarrolla en torno
a la Guerra de Italia (1859, 2ª guerra de independencia italiana). El ilustre
Codificador pregunta al Espíritu Hoche, por medio de la médium Sra. J…:
General Hoche
(Sociedad – 22 de julio de
1859)
(...) 3. Dijiste que estabas
acompañando las operaciones militares en Italia; esto nos parece natural.
¿Podrías decirnos lo qué piensa al respecto?
R. – Ellas produjeron
grandes resultados. En mi época peleábamos más tiempo.
4. Asistiendo a esa guerra, ¿en
ella desempeñabas algún papel activo?
R.- No, simple espectador.
5. Cómo vos, ¿otros
generales de vuestro tiempo estuvieron allí con vosotros?
R.- Sí, bien lo puedes
imaginar.
6. ¿Podrías nombrar algunos?
R.- Sería inútil.
7. Dicen que Napoleón I
estuvo allí presente, cosa que no tenemos dificultad en creer. En la época de
las primeras guerras de Italia él era solo un general. ¿Podría decirnos si en
esta él veía las cosas desde el punto de vista del general o del emperador?
R.- De ambos, incluso de un
tercero: el diplomático. (…) La negrillas son nuestras).
Según el Diccionario Houaiss
de la Lengua Portuguesa, diplomático es aquel que ejerce la diplomacia, que es
la ciencia, el arte y la práctica de las relaciones internacionales entre
Estados, en la hábil negociación de los problemas y de los asuntos diversos
entre países en litigio.
Por lo tanto, todo buen
diplomático tiene como objetivo llegar a un entendimiento justo entre los
individuos y las naciones que representan, siendo embajadores de la paz. Entonces,
el Espíritu de Napoleón I se dedicaba ahora a la ardua tarea de la diplomacia
entre las patrias y sus hijos. Antes, como general y emperador, tenía el
objetivo de dominar a los pueblos por la fuerza. Ahora era el turno del poder
de las ideas e ideales superiores que, desde la Espiritualidad, su Espíritu
renovado por el sufrimiento moral, quiso llamar a los hombres a la Libertad, a
la Igualdad y especialmente a la Fraternidad, y este último ideal no había sido
alcanzado por la referida Revolución.
Sabemos de la extrema
prudencia y sabiduría de Allan Kardec, virtudes demostradas en muchas ocasiones
durante su vida apostólica. Si el insigne Codificador quitó el nombre de
Napoleón I de la 2ª y definitiva edición de Le Livre des Esprits, debió tener
sus razones profundas, por razones obvias y porque, además, el estatuto de la
Sociedad Parisina de Estudios Espíritas impedía la actividad política partidaria
hiciese parte de la misma, por ser una Sociedad de carácter apolítica.
No olvidemos el contexto
histórico de la época: el sobrino de Napoleón I estaba en el poder político
francés en el momento de la Codificación. Se trataba de Charles Louis Napoleón
Bonaparte (París, Francia , 20/04/1808 – Chislehurst [Kent], Inglaterra,
09/01/1873), quien, tras ser elegido presidente de Francia en 1848, traicionó
los ideales republicanos convirtiéndose en emperador de los franceses en 1852,
con el nombre de Napoleón III, inaugurando un nuevo período denominado Segundo
Imperio Francés, que finaliza en 1870, al perder la guerra franco-prusiana.
Al final del Prolegómenos de
la 2ª y definitiva edición de El Libro de los Espíritus, constan los siguientes
nombres en el último parágrafo, página XLIII de los originales en francés:
“San Juan Evangelista, San
Agustín, San Vicente de Paúl, San Luis, El Espíritu de Verdad, Sócrates,
Platón, Fénelon, Franklin, Swedenborg, etc., etc.”[5].
El Espíritu de Napoleón I
fue eliminado de esta lista de nombres, así como el de Hahnemann, con la
adición de los Espíritus de San Agustín, San Luis, El Espíritu de Verdad y
Platón. En la 1ª edición (con 501 preguntas y tres partes) hay 8 nombres,
seguidos del pronombre indefinido otros, indicando por lo tanto “a otros
[Espíritus] que habitan las más altas esferas”.
En la 2ª y definitiva
edición (con 1019 preguntas y cuatro partes) constan 10 nombres, seguidos de
las importantísimas abreviaturas, etc. etc., que indican que más Espíritus
participaron de las instrucciones de la Espiritualidad, y tenemos la certeza que
Napoleón I y Hahnemann se encuentran entre ellos, así como tantos otros nombres
anónimos.
Con las consideraciones
doctrinarias de este artículo, tuvimos la intención de registrar otra
importante individualidad que hizo y que forma parte de los anales de la
Espiritualidad: el Espíritu de Napoleón I.
Tomada
de la Web: http://www.mundoespirita.com.br/?materia=consideracoes-doutrinarias-sobre-o-espirito-napoleao-i
[1]
KARDEC, Allan. Le Livre des
Esprits. 1ª edición, 176 páginas. París: E. DENTU, 18/04/1857. Palais Royal,
Galerie d'Orléans, 13. Traducción de Enrique Eliseo Baldovino del último
párrafo de la p. 170.
[2]
KARDEC, Alan. Revista Espírita:
Revista de Estudios Psicológicos. CEI: 2009, año II. Julio de 1859, traducido
del francés al español por Enrique E. Baldovino, junto con investigaciones
extraídas de las notas del traductor 153 y 231 sobre el Espíritu de Napoleón I
y el General Hoche, respectivamente.
[3]
XAVIER,
Francisco C. Cartas y Crónicas. Por el Espíritu Hermano X. 8ª ed. Rio de
Janeiro: FEB, 1991. Cap. 28 (Kardec y Napoleón), págs. 121-127.
[4]
KARDEC,
Alan. Revista Espírita: Revista de Estudios Psicológicos. Año II. Septiembre de
1859. 4ª ed. Río de Janeiro: febrero de 2005, págs. 364-368.
[5]
KARDEC,
Allan. Le Livre des Esprits. 2ª edición, íntegramente refundida y
considerablemente ampliada, 475 páginas. París: DIDIER ET Cie, 1860. Palais Royal,
Galerie d'Orléans, 31. Reproducción fotomecánica por IDE, edición FEB, Río de
Janeiro, 1998.
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