Allan Kardec |
A finales de 1861,
concretamente en diciembre de ese año, se rumoraba entre los adeptos de la
Doctrina quien sería el sucesor de Allan Kardec. No porque este estuviera
enfermo, no, sino en razón de que ellos no veían al hombre que pidiera
sucederlo. Que tuviera, por ejemplo, su formación científica, que poseyera un
método de trabajo riguroso y que aunara una honestidad intelectual con un
notable sentido común. Este sucesor que no se veía en el ambiente, excitaba la
preocupación de sus compañeros. Y ello motivo que, captando esa inquietud
general, el Maestro tratara de indagar sobre quien sería su sucesor.
En
una sesión privada celebrada en su casa de habitación el día 22 de diciembre
del referido año y con el concurso del médium señor d´A., el Maestro hizo la
siguiente exposición, solicitando una opinión al respecto.
–Entre
los adeptos, muchos se inquietan acerca de quien vendrán en pos de mí, y se
preguntan quién me reemplazará cuando parta, puesto que, no ven persona
notoriamente apta para tomar las riendas. Yo respondo que no tengo la
pretensión de ser indispensable, que Dioses muy sabio para hacer descansar
sobre la vida de un hombre el porvenir de una doctrina que debe regenerar al
mundo y que, además, me ha sido dicho que para cumplir mi tarea de construir la
doctrina me será otorgado el tiempo necesario. A mi sucesor le será, entonces,
la empresa más fácil, puesto que tendrá trazado todo el camino y no necesitará
más que perseverar en él. Esto, no obstante, si los Espíritus juzgan a
propósito decirme alguna cosa más positiva a este respecto, les estaría
reconocido.
–Todo
lo que has dicho es rigurosamente exacto. Oye, no obstante, lo que podemos
decirte por añadidura. Tienes razón al decir que no eres indispensable. Lo eres
a los ojos de los hombres porque era necesario que el trabajo de organización
estuviera concentrado en las manos de uno solo para que el movimiento no
careciera de unidad, mas no lo eres a los ojos de Dios. Si ella fuera
interrumpida por una causa cualquiera no le faltaran a Dios sujetos para
reemplazarte. Venga, pues, lo que venga, el Espiritismo no puede peligrar.
Si
el que debe reemplazarte fuera designado con antelación, podría sufrir entorpecimientos
la obra no concluida; se formarían contra él oposiciones sugeridas por los
celos, se discutiría su aptitud antes de que pudiera dar pruebas; los enemigos
de la doctrina amontonarían barreras en su camino, y el resultado postrero serían
los cismas y divisiones. No se revelará, por lo tanto, hasta que el momento sea
oportuno.
Su tarea será más
fácil, porque, como tú has dicho, tendrá todo el camino trazado, pero si se
separa de él, se perderá, como se han perdido cuantos han querido desviarse del
sendero. Sin embargo, su misión será más penosa mirada desde otro punto de
vista, porque tendrá que sostener rudas contiendas. A ti incumbe el trabajo de la
concepción; a él, el de la ejecución: por esto necesitará ser un hombre
enérgico y activo. Admirad la sabiduría de Dios en la elección de sus mandatarios:
tú posees las cualidades necesarias para el trabajo que debes llenar, pero
careces de las precisas a tu sucesor. A ti te conviene la calma, la
tranquilidad del escritor que madura sus ideas en el silencio de la meditación;
a él le convendrá la fortaleza del capitán que gobierna un navío según las
reglas de la ciencia. Descargando el trabajo de la creación de la obra, bajo la
protección de aquél, tu cuerpo sucumbirá y él se verá más libre para aplicar
todas sus facultades al desenvolvimiento y consolidación del edificio.
Pregunta. ¿Podríais decirme si la elección de mi sucesor está
hecha en este momento?
Respuesta. Lo está, y no lo está, atendido a que el hombre,
gozando de su libre albedrío, puede retroceder en el último momento ante la
tarea que el mismo eligió. Precisa que haga pruebas de capacidad, de
desenvoltura, de desinterés y de abnegación. Si fue movido tan solo por la
ambición y el deseo de figurar, no lo dudes, será dejado a un lado.
Pregunta. Se me ha dicho que muchos Espíritus superiores
encarnarían para ayudar al movimiento.
Respuesta. Sin duda muchos Espíritus encarnarán con tal misión,
mas cada uno tendrá su especialidad, y obrará por su posición sobre tal o cual
parte de la sociedad. Todos se revelarán por sus obras, y ninguno por una
pretensión cualquiera a la supremacía.
Este diálogo, de suyo
clarísimo, no necesita comentario explicativo alguno. Solo se debe significar
el principio del libre albedrío del hombre y como ese principio es respetado. Cuando
Allan Kardec pregunta si la elección de su sucesor ya está hecha, la respuesta
es afirmativa y negativa al mismo tiempo, en atención a que el hombre, gozando
de su libre albedrío, puede retroceder en el último momento ante la tarea que
el mismo se ha impuesto. Esto quiere decir que si el sucesor del Maestro
fallara en el último momento en vista de lo grande y fuerte de su misión, sería
dejado de lado y lo mismo sucedería si aceptada la ejecución de la misma, lo
hiciera única y exclusivamente por el deseo de figurar y de atender a un sentimiento
de ambición personal.
Muy distinto, por
cierto, fue la posición del Codificador ante su propia misión. Compenetrado desde
un principio de la importancia y trascendencia de la misma, él le consagró
todos sus esfuerzos haciendo abnegación de su persona, de su tranquilidad y de
su vida misma en aras de la realización y del establecimiento de ese nuevo
ideal en el mundo que constituyó el Espiritismo.
Tomado de la obra: "Allan Kardec y la dimensión moral de un hombre y su doctrina", de Daniel Guerra Iñiguez
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