jueves, 16 de julio de 2020

SOBRE EL SUCESOR DE ALLAN KARDEC


Allan Kardec

A finales de 1861, concretamente en diciembre de ese año, se rumoraba entre los adeptos de la Doctrina quien sería el sucesor de Allan Kardec. No porque este estuviera enfermo, no, sino en razón de que ellos no veían al hombre que pidiera sucederlo. Que tuviera, por ejemplo, su formación científica, que poseyera un método de trabajo riguroso y que aunara una honestidad intelectual con un notable sentido común. Este sucesor que no se veía en el ambiente, excitaba la preocupación de sus compañeros. Y ello motivo que, captando esa inquietud general, el Maestro tratara de indagar sobre quien sería su sucesor.

       En una sesión privada celebrada en su casa de habitación el día 22 de diciembre del referido año y con el concurso del médium señor d´A., el Maestro hizo la siguiente exposición, solicitando una opinión al respecto.

       –Entre los adeptos, muchos se inquietan acerca de quien vendrán en pos de mí, y se preguntan quién me reemplazará cuando parta, puesto que, no ven persona notoriamente apta para tomar las riendas. Yo respondo que no tengo la pretensión de ser indispensable, que Dioses muy sabio para hacer descansar sobre la vida de un hombre el porvenir de una doctrina que debe regenerar al mundo y que, además, me ha sido dicho que para cumplir mi tarea de construir la doctrina me será otorgado el tiempo necesario. A mi sucesor le será, entonces, la empresa más fácil, puesto que tendrá trazado todo el camino y no necesitará más que perseverar en él. Esto, no obstante, si los Espíritus juzgan a propósito decirme alguna cosa más positiva a este respecto, les estaría reconocido.

       –Todo lo que has dicho es rigurosamente exacto. Oye, no obstante, lo que podemos decirte por añadidura. Tienes razón al decir que no eres indispensable. Lo eres a los ojos de los hombres porque era necesario que el trabajo de organización estuviera concentrado en las manos de uno solo para que el movimiento no careciera de unidad, mas no lo eres a los ojos de Dios. Si ella fuera interrumpida por una causa cualquiera no le faltaran a Dios sujetos para reemplazarte. Venga, pues, lo que venga, el Espiritismo no puede peligrar.

       Si el que debe reemplazarte fuera designado con antelación, podría sufrir entorpecimientos la obra no concluida; se formarían contra él oposiciones sugeridas por los celos, se discutiría su aptitud antes de que pudiera dar pruebas; los enemigos de la doctrina amontonarían barreras en su camino, y el resultado postrero serían los cismas y divisiones. No se revelará, por lo tanto, hasta que el momento sea oportuno.

Su tarea será más fácil, porque, como tú has dicho, tendrá todo el camino trazado, pero si se separa de él, se perderá, como se han perdido cuantos han querido desviarse del sendero. Sin embargo, su misión será más penosa mirada desde otro punto de vista, porque tendrá que sostener rudas contiendas. A ti incumbe el trabajo de la concepción; a él, el de la ejecución: por esto necesitará ser un hombre enérgico y activo. Admirad la sabiduría de Dios en la elección de sus mandatarios: tú posees las cualidades necesarias para el trabajo que debes llenar, pero careces de las precisas a tu sucesor. A ti te conviene la calma, la tranquilidad del escritor que madura sus ideas en el silencio de la meditación; a él le convendrá la fortaleza del capitán que gobierna un navío según las reglas de la ciencia. Descargando el trabajo de la creación de la obra, bajo la protección de aquél, tu cuerpo sucumbirá y él se verá más libre para aplicar todas sus facultades al desenvolvimiento y consolidación del edificio.

Pregunta. ¿Podríais decirme si la elección de mi sucesor está hecha en este momento?

Respuesta. Lo está, y no lo está, atendido a que el hombre, gozando de su libre albedrío, puede retroceder en el último momento ante la tarea que el mismo eligió. Precisa que haga pruebas de capacidad, de desenvoltura, de desinterés y de abnegación. Si fue movido tan solo por la ambición y el deseo de figurar, no lo dudes, será dejado a un lado.

Pregunta. Se me ha dicho que muchos Espíritus superiores encarnarían para ayudar al movimiento.

Respuesta. Sin duda muchos Espíritus encarnarán con tal misión, mas cada uno tendrá su especialidad, y obrará por su posición sobre tal o cual parte de la sociedad. Todos se revelarán por sus obras, y ninguno por una pretensión cualquiera a la supremacía.

Este diálogo, de suyo clarísimo, no necesita comentario explicativo alguno. Solo se debe significar el principio del libre albedrío del hombre y como ese principio es respetado. Cuando Allan Kardec pregunta si la elección de su sucesor ya está hecha, la respuesta es afirmativa y negativa al mismo tiempo, en atención a que el hombre, gozando de su libre albedrío, puede retroceder en el último momento ante la tarea que el mismo se ha impuesto. Esto quiere decir que si el sucesor del Maestro fallara en el último momento en vista de lo grande y fuerte de su misión, sería dejado de lado y lo mismo sucedería si aceptada la ejecución de la misma, lo hiciera única y exclusivamente por el deseo de figurar y de atender a un sentimiento de ambición personal.

Muy distinto, por cierto, fue la posición del Codificador ante su propia misión. Compenetrado desde un principio de la importancia y trascendencia de la misma, él le consagró todos sus esfuerzos haciendo abnegación de su persona, de su tranquilidad y de su vida misma en aras de la realización y del establecimiento de ese nuevo ideal en el mundo que constituyó el Espiritismo.

Tomado de la obra: "Allan Kardec y la dimensión moral de un hombre y su doctrina", de Daniel Guerra Iñiguez

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