Hoy queremos traer hasta ustedes
como se manejaban las noticias de los frecuentes fenómenos del magnetismo en la
prensa parisiense del año 1837.
En su libro “Les forces non définies” (Las fuerzas no
definidas), publicado en 1887 en París por el editor Masson, un conocido
investigador, Albert de Rochas, reproduce algunas de estas noticias.
Cita del “Liberal du
Nord”, 4 de abril de 1837:
“Una joven ayer dio a luz un niño que, igual que el pez torpedo, propinó
una descarga al médico que le ayudó a venir al mundo. Este niño eléctrico
pertenece al sexo masculino y es de constitución robusta. Inmediatamente después
de su nacimiento fue instalado en una cuna de mimbre sostenida por un aislante
con pie de vidrio y ha dado signos inequívocos de electricidad. Conservó durante
veinticuatro horas esta propiedad hasta tal punto que el médico pudo cargar un
condensador, producir chispas y realizar gran cantidad de experiencias diversas”.
Cita del “Petit
Moniteur Universal du Soir”, 8 de marzo del año de 1869:
“Se trata de un niño nacido en el pueblo de Saint-Urbain, en los límites
de los departamentos de Haute-Loire y de Ardé-che, que parecía rodeado de una
luz blanquecina; los objetos finos, como una cuchara o un cuchillo, vibraban
cuando se encontraban cerca de los pies o de las manos del niño, que murió a
los nueve meses desprendiendo efluvios luminosos”.
El caso más
extraordinario que representa el ejemplo clásico, es el de una tal Angélica
Cottin, estudiada, en su tiempo, por numerosos científicos que no lograron
esclarecer el misterio.
En el pueblo de
Bouvigny, departamento de Orne, vivía una muchacha de trece años robusta y sana,
pero perezosa y abúlica. Su estado mental parecía normal, aunque su
inteligencia estuviera poco desarrollada. El 15 de enero de 1846, cuando
realizaba sus ocupaciones habituales sintió repentinamente que su naturaleza se
transformaba y adquiría extraños poderes. Todo lo que tocaba era rechazado por
una fuerza que superaba su propio vigor físico. Las personas que se acercaban a
tres o cuatro metros de ella tenían la impresión de recibir puñetazos, llegando
algunos a ser derribados. Cuando Angélica caminaba los muebles crujían a medida
que avanzaba y algunos se desplazaban como movidos por manos invisibles.
Un médico de fama, el
doctor Tanchou, hizo venir a la muchacha a Paris y estudio su caso. Le pareció
tan prodigioso que lo comentó con el gran científico Arago, que no vaciló en
alertar a la Academia de Ciencias. El 12 de febrero de 1846, Arago en persona
leyó, ante este ilustre tribunal, las notas del doctor Tanchou. Relato así sus
sorprendentes observaciones:
“He visto dos veces a la joven eléctrica. Una silla, que yo así con
fuerza con el pie y las dos manos, salió despedida cuando se sentó en ella. Una
pequeña banda de papel, que coloqué en equilibrio sobre mi dedo, fue barrida
varias veces por algo semejante a una racha de viento.
“Una mesa de tamaño medio y bastante pesada, fue
empujada y desplazada por el solo contacto de sus vestidos. Un canapé bastante
grande y pesado, en el que me encontraba sentado, fue violentamente empujado
hasta el muro en el momento en que esta joven vino a colocarse a mi lado.
“Una silla, fijada al suelo por personas fuertes, en
la que me encontraba sentado de forma que no ocupaba más de la mitad del
asiento, fue violentamente arrancada en el momento en que la joven se sentó en
la otra mitad.
“Cabe destacar que cada vez que la silla es arrastrada
parece adherirse a los vestidos de la joven, la sigue un instante y queda libre
después. Las emanaciones de esta joven no son permanentes durante el día. Se manifiestan
sobre todo por la noche, de siete a nueve, lo que me hace pensar que no son
ajenas a la última comida que toma hacia las seis.
“Estas emanaciones sólo se producen por el lado
anterior del cuerpo, particularmente en la muñeca y a la altura del codo. Sólo se
producen en el lado izquierdo; el brazo izquierdo está más caliente que el
otro, desprende un calor suave, húmedo, como si en él tuviera lugar una viva
reacción. Este miembro tiembla y se agita continuamente por contracciones
insólitas y temblores que parecen comunicarse a la mano que lo toca.
“Durante el tiempo que he observado a esta joven, su pulso
ha variado entre 105 y 120 pulsaciones por minuto y me ha parecido a menudo
irregular.
“Durante el paroxismo la joven no podía tocar casi
nada con la mano izquierda sin que lo tirara a lo lejos, como si se hubiera
quemado. Cuando sus vestidos tocan los muebles, los atrae, los desplaza, los
desordena. Pueden concebirlo tanto más fácilmente cuando sepan que a cada
descarga eléctrica huye para evitar el dolor, momentos esos en que dice que “le
pica” en la muñeca y el codo. Mientras buscaba el pulso en la arteria temporal,
al no poder hacerlo en el brazo izquierdo, mis dedos tocaron por casualidad la
nuca. En el mismo instante la joven gritó y se alejó rápidamente de mí. Eso se
debe a que en la región del cerebelo (me aseguré de ello en varias ocasiones),
en el lugar en que los músculos de la parte superior del cuello se insieren en
el cráneo, hay un punto en el que repercuten todas las sensaciones que siente
en el brazo izquierdo.
“Las emanaciones eléctricas de esta muchacha parecen
tener lugar de forma intermitente y recorren sucesivamente distintos puntos de
la parte anterior de su cuerpo. Por mi parte señalaré que el desplazamiento de
la mesa, que es el efecto de mayor potencia, tiene lugar a la altura de la
pelvis.
“Sea como fuere, estas emanaciones se producen a
través de una corriente gaseosa que produce una sensación de frío, pues he
notado de forma evidente en la mano un soplido instantáneo parecido al que se
puede producir con los labios.
“En esta joven, cada fenómeno, está marcado por el
miedo, la huida y el terror. Cuando acerca la punta del dedo al polo norte de
un imán recibe una descarga, mientras que el polo sur no produce ningún efecto.
Aunque manipulé el imán hasta el punto que yo mismo no sabía cuál era el polo
norte, la joven supo indicármelo perfectamente.
“Esta niña tiene trece años; no es aún núbil y supe
por su madre que no había tenido nada parecido a la menstruación”.
A petición de la
Academia de Ciencias, Arago examinó personalmente a la joven en compañía de
expertos. Todos estos hechos fueron verificados y controlados por el científico
y sus asistentes. Pero nunca se le dio una explicación satisfactoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario