viernes, 3 de abril de 2020

AL HABLA UN ESPÍRITU COJO


El presente post es un interesante artículo tomado del libro “Más Allá de la Muerte”, de la autoría del Dr. Fernando Jiménez del Oso, el cual fue documentado por el Dr. Ian Stevenson, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Virginia, y del Dr. Erlendur Haraldsson, del Departamento de Psicología de la Universidad de Islandia y quienes se apoyaron en el médium islandés Hafsteinn Bornsson.

Hafstein Bornsson, imagen tomada de la Web: https://www.geni.com/people/Hafsteinn-Bj%C3%B6rnsson/6000000004921527013

Hafsteinn poseía, según él mismo narraba, la cualidad de ver, en estado de vigilia, a personas ya fallecidas junto a las aún vivas. En estado de trance era capaz de obtener nombres completos de personas que hacía varias generaciones que habían fallecido, e incluso detalles muy concretos acerca de ellos. La historia que nos relatan Stevenson y Haraldsson tiene que ver con esta última extraña facultad.

Actuando como médium en Reykjavik, Hafsteinn contactó con un espíritu intruso y, al parecer, algo burlesco –tal como se dice en el argot espiritista-; se inmiscuía en todas las sesiones y, negándose a dar su nombre, tan solo exclamaba: “¡Mi pierna, mi pierna!” Sesión tras sesión, el grupo que se reunía para escuchar las palabras de otros más elocuentes y elevados espíritus había de soportar las impertinencias sin sentido del excéntrico espíritu intruso, quien procazmente mantenía su anonimato.


Al cabo de un tiempo, un tal Ludvik Gudmundsson se incorporó como asistente a las sesiones, y ello fue motivo de gran alborozo para el anónimo espíritu intruso, pues dijo, a través del médium que su pierna, que había perdido después de morir, se hallaba precisamente, en una casa de campo propiedad del recién llegado Ludvik. Fue entonces cuando se dignó hablar el recalcitrante espíritu y, a través del médium Hafsteinn, relató que, hallándose ebrio una noche de tempestad, no quiso seguir los avisos de unos vecinos para quedarse a pernoctar en su casa, y decidió seguir camino de la suya con una botella de licor en la mano. Como era de esperar, siguió bebiendo, y la marea, muy brusca en aquellas latitudes, le arrastró definitivamente al mar. Cuando las olas devolvieron su cuerpo a la costa, los perros y los cuervos lo destrozaron. Sus restos no fueron encontrados hasta tres meses después, dándosele sepultura en el cementerio de Utskalar, en octubre de 1789. Según contó, nadie se percató de que a su maltrecho cadáver le faltaba un fémur, e insistió que su hueso volvió de nuevo al agua, y que ésta lo arrastró hasta un lugar cercano a la mansión de Ludvik. Posteriormente, el fémur fue de mano en mano hasta terminar en la casa de campo del recién llegado Ludvik. Manifestó también haberse llamado en vida Runolfur Runolfsson, aunque todos le llamaban cariñosamente Runki.

Los asistentes a la reunión se quedaron sumamente confusos, pues la historia no podía ser más extravagante, pero decidieron comprobar si existía algo de verdad en el relato del desafortunado Runki. Se trasladaron a la iglesia de Utskalar, donde les informaron que sus registros habían sido trasladados a los archivos nacionales de Reykjavik. Allí encontraron la siguiente anotación: “El 16 de octubre de 1879, Runolfur Runolfsson, vecino de Klappacot, se perdió debido a algún evento accidental o no natural cunado iba camino de su casa, en medio de una gran tormenta que tronaba cerca de su granja y en las horas de la noche. Se piensa que fue arrastrado por la tormenta en la playa del sur de su granja… Sus huesos se encontraron desmembrados algún tiempo después, apareciendo también rotos sus vestidos”.

Nada se decía en el registro acerca del fémur perdido. Pero Ludvik comenzó a hacer indagaciones para encontrar el hueso extraviado. Tras largas pesquisas, logró hallar a un carpintero que había trabajado en su casa hacía ya tiempo, y que comentó algo sobre un largo fémur humano. Efectivamente, el carpintero localizó el hueso, y como éste era bastante grande y el difunto Runki, había sido de gran estatura, todos aceptaron que el fémur había, realmente, pertenecido a Runki. Se enterró el fémur, inhumándose según los ritos locales, y se celebraron algunas ceremonias.

En la siguiente sesión organizada por Hafsteinn, Runki se manifestó, y en tono muy amable –algo desusado en él- agradeció enfáticamente la restitución de su fémur, pus es sabido que en Islandia se da gran importancia a los restos óseos. Pero Stevenson y Haraldsson no se conformaron con la prueba proporcionada por el espíritu de Runki; quisieron comprobar si efectivamente el fémur hallado encajaba con el resto de la osamenta. Sin embargo, sus esfuerzos se vieron frustrados por la imposibilidad material de encontrar los restos de Runki, ya que el cementerio de Utskalar era bastante grande, y había numerosas tumbas que no llevaban nombre alguno. Hubieron, pues, de abandonar sus tentativas.

Pero datos bastante concretos lograron ser verificados, tales como el nombre del presunto espíritu comunicante y las calamitosas circunstancias de su muerte, así como el año, el mes y el lugar de la misma. El asunto del malhadado fémur no pudo ser esclarecido con exactitud, aunque muchos quedaron convencidos de la realidad de la historia. ¿Qué explicación dar a este tipo de fenómenos que apuntan directamente hacia la hipótesis de una subsistencia tras la muerte física? ¿Fue, realmente, el espíritu del desencarnado Runki, quien suministró la información descrita acerca de su propia muerte?


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