El presente post es
un interesante artículo tomado del libro “Más
Allá de la Muerte”, de la autoría del Dr. Fernando Jiménez del Oso, el cual
fue documentado por el Dr. Ian Stevenson, del Departamento de Psiquiatría de la
Universidad de Virginia, y del Dr. Erlendur Haraldsson, del Departamento de Psicología
de la Universidad de Islandia y quienes se apoyaron en el médium islandés
Hafsteinn Bornsson.
Hafstein Bornsson, imagen tomada de la Web: https://www.geni.com/people/Hafsteinn-Bj%C3%B6rnsson/6000000004921527013 |
Hafsteinn poseía,
según él mismo narraba, la cualidad de ver, en estado de vigilia, a personas ya
fallecidas junto a las aún vivas. En estado de trance era capaz de obtener
nombres completos de personas que hacía varias generaciones que habían fallecido,
e incluso detalles muy concretos acerca de ellos. La historia que nos relatan
Stevenson y Haraldsson tiene que ver con esta última extraña facultad.
Actuando como médium
en Reykjavik, Hafsteinn contactó con un espíritu intruso y, al parecer, algo
burlesco –tal como se dice en el argot espiritista-; se inmiscuía en todas las
sesiones y, negándose a dar su nombre, tan solo exclamaba: “¡Mi pierna, mi
pierna!” Sesión tras sesión, el grupo que se reunía para escuchar las palabras
de otros más elocuentes y elevados espíritus había de soportar las
impertinencias sin sentido del excéntrico espíritu intruso, quien procazmente
mantenía su anonimato.
Al cabo de un tiempo,
un tal Ludvik Gudmundsson se incorporó como asistente a las sesiones, y ello
fue motivo de gran alborozo para el anónimo espíritu intruso, pues dijo, a
través del médium que su pierna, que había perdido después de morir, se hallaba
precisamente, en una casa de campo propiedad del recién llegado Ludvik. Fue entonces
cuando se dignó hablar el recalcitrante espíritu y, a través del médium Hafsteinn, relató que, hallándose ebrio una noche de tempestad, no quiso
seguir los avisos de unos vecinos para quedarse a pernoctar en su casa, y decidió
seguir camino de la suya con una botella de licor en la mano. Como era de
esperar, siguió bebiendo, y la marea, muy brusca en aquellas latitudes, le
arrastró definitivamente al mar. Cuando las olas devolvieron su cuerpo a la
costa, los perros y los cuervos lo destrozaron. Sus restos no fueron
encontrados hasta tres meses después, dándosele sepultura en el cementerio de
Utskalar, en octubre de 1789. Según contó, nadie se percató de que a su
maltrecho cadáver le faltaba un fémur, e insistió que su hueso volvió de nuevo
al agua, y que ésta lo arrastró hasta un lugar cercano a la mansión de Ludvik. Posteriormente,
el fémur fue de mano en mano hasta terminar en la casa de campo del recién
llegado Ludvik. Manifestó también haberse llamado en vida Runolfur Runolfsson,
aunque todos le llamaban cariñosamente Runki.
Los asistentes a la reunión
se quedaron sumamente confusos, pues la historia no podía ser más extravagante,
pero decidieron comprobar si existía algo de verdad en el relato del
desafortunado Runki. Se trasladaron a la iglesia de Utskalar, donde les
informaron que sus registros habían sido trasladados a los archivos nacionales
de Reykjavik. Allí encontraron la siguiente anotación: “El 16 de octubre de
1879, Runolfur Runolfsson, vecino de Klappacot, se perdió debido a algún evento
accidental o no natural cunado iba camino de su casa, en medio de una gran tormenta
que tronaba cerca de su granja y en las horas de la noche. Se piensa que fue
arrastrado por la tormenta en la playa del sur de su granja… Sus huesos se encontraron
desmembrados algún tiempo después, apareciendo también rotos sus vestidos”.
Nada se decía en el
registro acerca del fémur perdido. Pero Ludvik comenzó a hacer indagaciones
para encontrar el hueso extraviado. Tras largas pesquisas, logró hallar a un
carpintero que había trabajado en su casa hacía ya tiempo, y que comentó algo
sobre un largo fémur humano. Efectivamente, el carpintero localizó el hueso, y
como éste era bastante grande y el difunto Runki, había sido de gran estatura,
todos aceptaron que el fémur había, realmente, pertenecido a Runki. Se enterró
el fémur, inhumándose según los ritos locales, y se celebraron algunas
ceremonias.
En la siguiente
sesión organizada por Hafsteinn, Runki se manifestó, y en tono muy amable –algo
desusado en él- agradeció enfáticamente la restitución de su fémur, pus es
sabido que en Islandia se da gran importancia a los restos óseos. Pero Stevenson
y Haraldsson no se conformaron con la prueba proporcionada por el espíritu de
Runki; quisieron comprobar si efectivamente el fémur hallado encajaba con el resto
de la osamenta. Sin embargo, sus esfuerzos se vieron frustrados por la
imposibilidad material de encontrar los restos de Runki, ya que el cementerio
de Utskalar era bastante grande, y había numerosas tumbas que no llevaban
nombre alguno. Hubieron, pues, de abandonar sus tentativas.
Pero datos bastante
concretos lograron ser verificados, tales como el nombre del presunto espíritu
comunicante y las calamitosas circunstancias de su muerte, así como el año, el
mes y el lugar de la misma. El asunto del malhadado fémur no pudo ser
esclarecido con exactitud, aunque muchos quedaron convencidos de la realidad de
la historia. ¿Qué explicación dar a este tipo de fenómenos que apuntan
directamente hacia la hipótesis de una subsistencia tras la muerte física?
¿Fue, realmente, el espíritu del desencarnado Runki, quien suministró la
información descrita acerca de su propia muerte?
No hay comentarios:
Publicar un comentario