Nuestro post del día de hoy, quiere mostrarles como se manejaba la fenomenología mediúmnica, en una sociedad reacia a reconocer los hechos espíritas y el trato, a veces indiganante, que le daban a los espiritistas.
De los muchos hechos
que a diario se presentan en el mundo, escogemos el siguiente de un famoso
diario en circulación:
Una adivinadora.
La vidente,
adivinadora, taumaturga o como se le quiera llamar, que está ahora de moda en
Nueva York, es una americana, mistress Phappers, a quien un celebrado autor dio
a conocer en una de sus mejores obras.
En una de las visitas
que aquel escritor hizo a mistress Phappers puso en sus manos un reloj que
había pertenecido a un pintor amigo suyo, que se había suicidado. La
adivinadora dijo enseguida cuál era la profesión del suicida, el género de su
locura y hasta como había ocurrido su muerte.
“¿Existía –dice el
escritor- una comunicación entre mi espíritu y el suyo?, o bien –pues siempre
conviene guardar un lugar al escepticismo-, ¿era una comediante incomparable
que adivinaba mis pensamientos solo por el tono o por la forma en que le hacía
las preguntas? No, indudablemente no. Era sincera. Los fisiólogos que la han
observado en sus crisis han reconocido el carácter magnético de sus sueños por
indicios mecánicos que no engañan ni dejan lugar a dudas”.
Mistress Phappers ha
sabido abrirse camino. Se contentaba, al principio, con ser adivinadora. Hoy
afirma que está en comunicación con las almas de los muertos.
Pero lo que ofrece
mayor interés, en el caso de mistress Phappers, es la confirmación que de esos
experimentos acaba de hacer la Society for Psychical Research de Londres y de
Estados Unidos, la cual, después de siete años de experiencias continuas a que
ha estado sometida la adivinadora, ha declarado públicamente que “solo la
hipótesis de una comunicación de mistress Phappers con los muertos puede
explicar el conjunto de los fenómenos obtenidos por ella.
Debemos señalar que
los profesores que con más entusiasmo se han consagrado a observar las
experiencias de mistress Phappers, son grandes celebridades: uno catedrático de
la Universidad de Cambridge –uno de los hombres más eminentes de Inglaterra, no
solo como investigador, sino como moralista y filósofo-, otro, ha presentado
recientemente un libro que está haciendo furor en Estados Unidos, tanto entre
los científicos como en quienes se dedican a esta clase de estudios; otro es un
físico muy notable; y el último que queremos mencionar está considerado como
uno de los principales especialistas en descubrir las farsas de que se valen
los espiritistas y la mala fe de algunos médiums, aunque en este caso no le han
valido de nada, al mencionado profesor, los diestros medios que ha puesto en
práctica para desacreditar a la adivinadora.
Esta es una mujer
joven de treinta y ocho años, está casada y tiene varios hijos. Su profesión la
fatiga un poco, y en su voz y en sus ojos han dejado impresa su huella la serie
de experimentos a los que diariamente se consagra.
Se duerme sola,
cogiendo entre sus manos las de la persona que la consulta, y, después de
algunos ligeros movimientos y de unos cuantos suspiros, diríase que mistress
Phappers deja de ser quien es para encarnar el espíritu con el cual desea
entrar en comunicación.
Uno de los más
curiosos experimentos que relata el profesor que intentaba desenmascararla es
el siguiente: George Pelham era un joven abogado miembro de la Sociedad de
Investigaciones Psíquicas de Londres, que murió a los treinta y dos años a consecuencia
de haberse caído de un caballo.
Cinco semanas después
de su muerte el profesor fue a visitar a mistress Phappers. Cuando la médium se
adormeció le dijo:
- Su amigo George
Pelham tiene algo que decirle.
-
Pues que hable –respondió el profesor, admirado de oír
ese nombre en boca de una mujer que no podía conocerle.
Y George Pelham
comenzó a hablar a través de la médium: Refirió que había dejado varios asuntos
pendientes, a causa de lo súbita que había sido su muerte. Sobre todo, estaba
intranquilo por ciertas cartas que guardaba en un cajón de la mesa de su
despacho, y que deseaba que no llegaran a manos de su familia. Por eso, George Pelham
rogó a su amigo –el profesor- que tomara el tren y fuera a su casa a recoger
las cartas antes de que cayeran en poder de sus parientes.
El profesor no hizo
caso de las palabras de la médium, temiendo ser objeto de una burla (¿o solo
fingió no hacer caso de tales afirmaciones?), pero algunos días después recibió
una carta de la familia de Pelham, participándole que habían sido hallado aquellos
papeles en el sitio indicado por la adivinadora.
Sin comentarios.
Tomado del libro "El Mundo de los Espíritus" de la autoría de Leonidas Zaraya.
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