miércoles, 15 de abril de 2020

EL CASO DE MISTRESS PHAPPERS


Nuestro post del día de hoy, quiere mostrarles como se manejaba la fenomenología mediúmnica, en una sociedad reacia a reconocer los hechos espíritas y el trato, a veces indiganante, que le daban a los espiritistas.

Imagen de referencia

De los muchos hechos que a diario se presentan en el mundo, escogemos el siguiente de un famoso diario en circulación:

Una adivinadora.

La vidente, adivinadora, taumaturga o como se le quiera llamar, que está ahora de moda en Nueva York, es una americana, mistress Phappers, a quien un celebrado autor dio a conocer en una de sus mejores obras.

En una de las visitas que aquel escritor hizo a mistress Phappers puso en sus manos un reloj que había pertenecido a un pintor amigo suyo, que se había suicidado. La adivinadora dijo enseguida cuál era la profesión del suicida, el género de su locura y hasta como había ocurrido su muerte.

“¿Existía –dice el escritor- una comunicación entre mi espíritu y el suyo?, o bien –pues siempre conviene guardar un lugar al escepticismo-, ¿era una comediante incomparable que adivinaba mis pensamientos solo por el tono o por la forma en que le hacía las preguntas? No, indudablemente no. Era sincera. Los fisiólogos que la han observado en sus crisis han reconocido el carácter magnético de sus sueños por indicios mecánicos que no engañan ni dejan lugar a dudas”.

Mistress Phappers ha sabido abrirse camino. Se contentaba, al principio, con ser adivinadora. Hoy afirma que está en comunicación con las almas de los muertos.

Pero lo que ofrece mayor interés, en el caso de mistress Phappers, es la confirmación que de esos experimentos acaba de hacer la Society for Psychical Research de Londres y de Estados Unidos, la cual, después de siete años de experiencias continuas a que ha estado sometida la adivinadora, ha declarado públicamente que “solo la hipótesis de una comunicación de mistress Phappers con los muertos puede explicar el conjunto de los fenómenos obtenidos por ella.

Debemos señalar que los profesores que con más entusiasmo se han consagrado a observar las experiencias de mistress Phappers, son grandes celebridades: uno catedrático de la Universidad de Cambridge –uno de los hombres más eminentes de Inglaterra, no solo como investigador, sino como moralista y filósofo-, otro, ha presentado recientemente un libro que está haciendo furor en Estados Unidos, tanto entre los científicos como en quienes se dedican a esta clase de estudios; otro es un físico muy notable; y el último que queremos mencionar está considerado como uno de los principales especialistas en descubrir las farsas de que se valen los espiritistas y la mala fe de algunos médiums, aunque en este caso no le han valido de nada, al mencionado profesor, los diestros medios que ha puesto en práctica para desacreditar a la adivinadora.

Esta es una mujer joven de treinta y ocho años, está casada y tiene varios hijos. Su profesión la fatiga un poco, y en su voz y en sus ojos han dejado impresa su huella la serie de experimentos a los que diariamente se consagra.

Se duerme sola, cogiendo entre sus manos las de la persona que la consulta, y, después de algunos ligeros movimientos y de unos cuantos suspiros, diríase que mistress Phappers deja de ser quien es para encarnar el espíritu con el cual desea entrar en comunicación.

Uno de los más curiosos experimentos que relata el profesor que intentaba desenmascararla es el siguiente: George Pelham era un joven abogado miembro de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Londres, que murió a los treinta y dos años a consecuencia de haberse caído de un caballo.

Cinco semanas después de su muerte el profesor fue a visitar a mistress Phappers. Cuando la médium se adormeció le dijo:

-      Su amigo George Pelham tiene algo que decirle.

-             Pues que hable –respondió el profesor, admirado de oír ese nombre en boca de una mujer que no podía conocerle.

Y George Pelham comenzó a hablar a través de la médium: Refirió que había dejado varios asuntos pendientes, a causa de lo súbita que había sido su muerte. Sobre todo, estaba intranquilo por ciertas cartas que guardaba en un cajón de la mesa de su despacho, y que deseaba que no llegaran a manos de su familia. Por eso, George Pelham rogó a su amigo –el profesor- que tomara el tren y fuera a su casa a recoger las cartas antes de que cayeran en poder de sus parientes.

El profesor no hizo caso de las palabras de la médium, temiendo ser objeto de una burla (¿o solo fingió no hacer caso de tales afirmaciones?), pero algunos días después recibió una carta de la familia de Pelham, participándole que habían sido hallado aquellos papeles en el sitio indicado por la adivinadora.

Sin comentarios.



Tomado del libro "El Mundo de los Espíritus" de la autoría de Leonidas Zaraya.


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