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El señor Jenken, abogado, tenía un bebé de
cinco meses y medio que escribió una comunicación en las condiciones
siguientes. Su relato nos fue proporcionado por el señor James Wason (Médium
and Daybreack, 8 de mayo de 1874. Traducción francesa de la obra “Animismo y Espiritismo”,
pág. 346):
El narrador
habitaba con la familia Jenken en Brigton. El señor Jenken fatigado por sus
continuos viajes a Londres sufría intensamente del estómago y los intestinos y
el señor Wason no había podido convencerlo de que tales molestias se debían a
un exceso de fatiga…
El 6 de marzo, alrededor de las 13, continúa
el señor Wason, la niñera estaba sentada, teniendo sobre sus rodillas al bebé,
en el comedor. Yo escribía en una mesa, y la señora Jenken se hallaba en el
cuarto vecino, con la puerta entreabierta. De pronto la niñera exclama: “El
bebé tiene un lápiz en la mano”. No dijo que el lápiz había sido colocado en la
mano del niño por una fuerza invisible. Por mi parte no le preste mayor
atención porque sabía por experiencia, con que entusiasmo toman los niños todo lo
que tienen a su alcance y continué escribiendo. Pero la niñera exclamó en
seguida con mayor admiración aún: “El bebé escribe”, cosa que intrigó a la
señora Jenken, que vino a la habitación. Yo me levanté también y observé por
encima del hombro de la señora Jenken y vi que, en efecto, el niño tenía un
lápiz en la mano, la cual se apoyaba en un extremo del papel con la
comunicación de la que en seguida tomamos una fotografía. Decía así: “Amo a
este niño. Que Dios lo bendiga. Aconsejo a su padre volver en todos los casos,
los lunes a Londres. Susana”.
Debo agregar que Susana era el nombre de mi difunta esposa,
quien amaba mucho a los niños y cuyo espíritu (así lo suponemos nosotros) se
había manifestado varias veces por “raps” y escrituras automáticas por
intermedio de la señora Jenken. Esta señora era Kate Fox cuando soltera, y en
su familia se produjeron en los alrededores de Nueva York las primeras
manifestaciones medianímicas, los “raps” de Rochester, que inauguraron el
movimiento espiritualista de nuestro siglo…
Firmado: James Wason
Wason Biuldings. –
Liverpool.
El relato
publicado por “Médium et Daybreack”
reproduce el facsímil de la escritura y firmas del señor Wason, señora de
Jenken y la niñera. Esta no fue la única comunicación obtenida por el bebé. He aquí
otros detalles tomados a “Spiritualiste” del 20 de marzo de 1874:
La facultad de escribir del niño parece continuar. El 11 de marzo
nos hallábamos sentados a la mesa mi esposa, la niñera con el bebé y yo. Mi esposa
colocó un lápiz en la mano del niño y un papel en las rodillas de la niñera
debajo del lápiz. La mano del bebé escribió inmediatamente esta frase: “Amo a
este niñito. Que Dios bendiga a su madre. Me siento feliz. J. B. T.”.
Expresé el deseo de que el niño escribiera algunas palabras a su
abuelita, que tenía más de 90 años, e instantes después la fuerza invisible
levantó una hoja de papel de una mesa y la pasó sobre las rodillas de la niñera
– al mismo tiempo un lápiz se halló colocado en la mano del niño, y este trazó
rápidamente estas palabras: “Amo a mi abuelita”. El papel y el lápiz fueron
arrojados al suelo y algunos golpecitos me advirtieron que mi deseo se había
cumplido.
Carecemos de
razón alguna para poner en duda la palabra del señor Wason, cuyo título oficial
ofrece una garantía de sinceridad. Tampoco el señor Jenken ha sido jamás
sospechoso de mala fe. Es necesario pues admitir estos relatos como verídicos,
por raros que parezcan, sobre todo porque no se trata de casos únicos.
La pequeña
hija del barón Seymour Kirkup ¡escribió a la edad de nueve días! Esta es la
carta enviada al señor Jenken por el barón (“Spiritualist”, 1875, tomo I, pág.
222).
Mi hija era médium a los dos años de edad; ahora tiene 21
años. Su hija escribió automáticamente cuando tenía nueve días. He conservado
los mensajes escritos por ella y le enviaré las fotografías. Nació sietemesina
y muy débil. La madre la sostenía de una mano sobre un almohadón teniendo en la
otra un libro con una hoja de papel; no sé por qué medio llegó el lápiz a la
mano de la niña. En todos los casos Valentina (así se llamaba) lo tenía con
firmeza en su pequeño puño.
Primero escribió las iniciales de sus cuatro guías R. A. D.
J., luego de lo cual se le cayó el lápiz. Creía que eso sería todo, pero mi
hija Imogene exclamó: “Tiene el lápiz nuevamente”. La niña trazó entonces las
siguientes palabras, con escritura vacilante y por encima de las letras
escritas antes: “Non mutare, questa buona prova, foi cossa ti abbiano detto; adidio”.
(No cambiar nada, es una buena prueba, haz lo que te hemos dicho; adios)…
El señor
Jenken agrega: “La carta que recibí de Kirkup venía acompañada de una
fotografía de la escritura de la niña, de un relato testificado por siete
firmas y de un excelente retrato espírita de la abuela, la célebre Regina”.
Aksakof refiere
también tomado del “Baner of Ligth”
de 1876, el caso de una niña médium de dos años, Essie Mott, de Memphis
(Missourí), que escribía sobre pizarra sin que persona alguna se hallara cerca
de ella y que no conocía las letras. El hecho es testificado por una persona
independiente, el respetable señor Waren Chose.
El señor Call
Black se convirtió a la creencia en los hechos espiritistas, luego de haber
recibido comunicaciones por intermedio de otro niño (ver “Religio-Philosophical.Journal, del 25 de enero de 1890).
Aquí haremos
una observación muy importante relativa a estas escrituras producidas por niños
de tan corta edad, y es la de que aun no deseando admitir ninguna intervención
espiritual y quiera atribuirse a la madre la acción ejercida sobre su bebé, no
puede seguirse menos de ello que existe en el niño un estado receptivo
destacado, o una mediúmnidad propiamente dicha. La escritura no puede ser
producida por una transmisión del pensamiento puesto que el cerebro del niño no
contiene todavía las asociaciones dinámicas indispensables para producir los
movimientos necesarios al grafismo de la escritura. La fuerza actuante debe por
consiguiente ejercerse directamente sobre la mano, y cualquier extensión que se
suponga a la exteriorización de la madre, es muy difícil admitir que sea ella
la que actúe tan enérgicamente, permaneciendo en estado de vigilia absoluta y
sin la menor conciencia de producir una acción tan enérgica como complicada.
Podríamos citar
otros ejemplos de mediúmnidad en niños de poca edad, pero preferimos recomendar
al lector la historia “De lo maravilloso”, tomo II, de L. Figuier y la obra de
Bonnemeré “Les Camisards des Cévennes”, que relatan cómo los niños de trece
meses se expresaban durante el trance en excelente francés, lengua no usada en
aquella época en las campañas.
Tomado del libro: "Investigaciones sobre la Mediúmnidad" del Ing. Gabriel Delanne.
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