RAÚL TEXEIRA |
Tomado de la Web: http://www.oconsolador.com.br/ano2/90/entrevista_espanhol.html
El Consolador: En
algunos medios se divulgó la tesis de que los niños índigos representan una
nueva generación, a la que Kardec se refirió en La Génesis. En su
opinión, ¿El tema de los niños índigos se encuadra en la seriedad y
racionalidad con la que deben ser tratados los conceptos espíritas?
Es muy conocido el
impulso que tenemos, los humanos, por las novedades que van surgiendo a nuestro
alrededor, y de todo lo que nos gusta, lo que juzgamos importante o especial,
deseamos de modo velado o declarado, atraerlo hacia el mundo del Espiritismo.
Fue lo que ocurrió con la tesis de los psicólogos americanos Dr. Lee Carrol y la
Dra. Jan Tober.
Muy pronto, los
referidos autores americanos afirmaron que su trabajo era una información
inicial y no la palabra final sobre cierto tipo de criaturas que venían
naciendo, lo cierto es que eso se hizo popular, y no fue
diferente en el medio espírita, como algo dispuesto, acabado y “espírita”.
¡Lamentable!
Vale la pena
verificar como es que los supracitados psicólogos americanos definen una
criatura índigo (la Dra. Jan Tober informa haber llamado así a esas criaturas,
por ser de color índigo lo que veían a su alrededor): son aquellos que
representan un conjunto de características psicológicas no comunes y un patrón
de comportamiento aún no clasificado por la ciencia. Ese tipo de comportamiento
hace que todos los que interactúan con ella (principalmente sus padres) tengan
que adaptarse a circunstancias diferentes y a un tipo específico de crianza.
Hasta aquí, no vemos nada que sea diferente de lo que observamos en nuestras
criaturas, aquellas con las que hemos tenido contacto diariamente, dándonos
cuenta de que son, de hecho, criaturas diferentes, no importándonos los nombres
con los que las rebauticemos. Con todo, todas ellas están en el mundo bajo
cuidados paterno maternales para evolucionar hacia Dios. Todos sabemos que no
es fácil entender, dirigir, corregir, educar, en fin, a esos pequeños, teniendo
en cuenta los bagajes que trajeron de otras vivencias rencarnatórias.
El psicólogo
argentino Egidio Vecchio, que se estableció en Porto Alegre, en Rio Grande del
Sur, también se dedicó a los estudios de estos niños índigo, sumando sus
esfuerzos a los de notables estudiosos como Ingrid Cañete y Teresa Guerra. Afirma
él, en uno de sus libros, que en la década de 1970 vinieron al mundo seres muy
especiales, portadores de un cambio potencial en su ADN. Se descubrió que
tienen una misión a cumplir y un potencial a desarrollar. Como nosotros,
también dotados de libre albedrío, por lo tanto, pueden no aceptar ese encargo.
No son predestinados. Ninguna diferencia vemos nos dice Vecchio de aquello que
hemos aprendido, hace más de 150 años, en las enseñanzas espíritas.
Todos llegamos al
mundo con una misión a cumplir, sea de gran o de pequeño porte, sea a nivel del
grupo familiar o en temas sociales y asimismo en misiones mundiales.
Reencarnamos, exactamente, para hacer brillar nuestra luz, conforme orientó
Jesucristo, o sea, para desarrollar nuestras potencias espirituales, o
intelecto morales, si así lo queremos.
Notemos como
continúa Vecchio hablando de los indigo: Estas criaturas, fruto de esta
evolución genética que está ocurrriendo, necesitan del apoyo para adaptarse y
desarrollarse entre nosotros. Para ellos es necesaria una pedagogía
adecuada a su grado de evolución, porque son portadoras de herramientas
psicológicas y espirituales muy adelantadas de aquellas que la psicología
tradicional conoce. Pero bien comprendidas y orientadas, los niños índigo
cambiarán la vida del planeta de forma asombrosa y nunca imaginada antes de
hoy.
No hay ninguna
novedad en eso, para quien lidia con la enseñanza y aprendizaje, con niños y escolaridad. Es llamativo el atraso en que se encuentra la
institución escolar, en todo el mundo. Llegamos a constatar que las
instituciones del mundo que más se resisten al cambio son exactamente la
escolar. Parece una afrentosa paradoja. Nuestras criaturas que están tan mal
cuidadas por la escuela contemporánea con sus viejas características, con su
metodologías, sus pruebas, sus notas, etc.., anticuadas, que consiguen matar el
poder creador de los alumnos por las actitudes ingenuas, laissez-faire,
excesivamente directoras o dictatoriales de profesionales malformados, si acaso
tuviesen esos recursos a los que se refiere Edigio Vecchio, con certeza que no
tendríamos los grandes índices de éxodo escolar, las altas tasas de
reprobaciones; no veríamos el horror con el que gran número de criaturas se ve
obligado a ir a la escuela, la alegría por las vacaciones, días de fiesta o
por la ausencia de los profesores.
En un mundo de
ordenadores e internet, de blogs y orkuts, desear mantener a las criaturas
presas en un espacio físico solo “escupiendo tiza" (cuspe e giz),
convengamos que no precisarán ser tan índigos para vivir “indignados” con el
sistema.
En el siglo XIX,
Kardec ya hablaba de la transición por la que pasaba el mundo. Luego, no es un
fenómeno nuevo. Posiblemente, solamente los psicólogos americanos se darán
cuenta que deberían estudiar tal cosa. Pero, con certeza, no fue a partir de
1970 que esas cosas comenzaron a ocurrir en el planeta. Leamos lo que nos dice
el libro Génesis, publicado en 1868: La época actual es de
transición; se confunden los elementos de las dos generaciones. Colocados en un
punto intermedio, asistimos a la partida y a la llegada de otra, ya
conociéndose cada una, en el mundo, por los caracteres que les son peculiares.
Tienen ideas y puntos de vista opuestos a las dos generaciones que se suceden.
Por la naturaleza de las disposiciones morales, pero, sobre todo de las
disposiciones “intuitivas” e “innatas”, se vuelve fácil distinguir a cuál de
las dos pertenece cada individuo.
Continúa Kardec: Cabiéndole fundar la era del progreso moral, la nueva generación
se distingue por la inteligencia y la razón generalmente precoces, junto al
sentimiento “innato” del bien y a las creencias espiritualistas, lo que
constituye una señal indudable de cierto grado de adelantamiento “anterior”. No
se compondrá exclusivamente de Espíritus eminentemente superiores, pero sí de
los que, ya habiendo progresado, se hallen predispuestos a asimilar todas las
ideas progresistas y aptas para secundar el movimiento de regeneración.
Aprendemos, así,
que desde la época de Allan Kardec, que, siendo bien comprendida y orientada,
toda y cualquier criatura que llega a la Tierra cambiará la vida del planeta,
de manera bastante significativa, nunca imaginada actualmente. Cuando el
hogar y la escuela se vuelven lugares de satisfacción, de aprendizaje y
de seguridad para nuestras criaturas de ahora y para las que vendrán,
conseguiremos auxiliar a todos los Espíritus que, llegados al mundo para
desempeñar sus papeles misionarios, de hombres y mujeres de bien, puedan
realizar con éxito aquello que vinieron a hacer sobre el suelo del mundo.
Lo que lamento es
que, con tantas enseñanzas del Espiritismo, desde El Libro de los Espíritus hasta
La Génesis, al respecto de la conducta educacional de nuestras
criaturas, sin que nunca haya esto provocado cualquier furor educacional,
ninguna emoción o acontecimiento social, bastó para que llegase a nuestro país
la traducción del libro de Carrol y Tober para que el Movimiento Espírita, en
considerables expresiones y localidades, se sintiese abalado en sus creencias y
prácticas, sin darse cuenta de lo que venía ocurriendo, y aún viene
ocurriendo, y todavía existe, un agigantado desfase entre nuestra
confesión labial de fe espírita y nuestra integración al espíritu del
Espiritismo.
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