Por Flávio Bastos - flaviolgb@terra.com.br
Traducción de Teresa -
teresa_0001@hotmail.com
La psicología afirma, pero al mismo tiempo advierte: Los amigos
imaginarios tienden a desaparecer en torno a la edad de siete u ocho años,
cuando los críos empiezan a interactuar con amigos del mundo real. Por eso, si
la cosa ya pasa de broma y se alarga en el tiempo, se recomienda consultar a un
especialista.
El amigo invisible, oculto o imaginario, con quien algunos niños afirman
mantener contacto a través del diálogo e incluso de los juegos, generalmente
pasa desapercibido para el campo visual de los padres, que acaban por atribuir
la situación a la fantasía infantil.
Pese a todo, para las psicoterapias de planteamiento interdimensional,
cuya praxis está fundamentada en la creencia de la inmortalidad del espíritu,
un niño que mantiene un diálogo con un amigo considerado invisible a los ojos
de los padres puede representar un contacto realizado por medio de su
sensibilidad supra-sensorial, o sea, mediumnidad.
En estos últimos años hemos atendido a varios casos de adultos que
afirmaban establecer conversaciones sigilosas con su amigo y otras entidades
espirituales en la niñez. El sigilo era mantenido debido a la contrariedad de
los padres frente a esa circunstancia, que manifestaban mediante reprimendas,
amenazas, burlas o incluso aplicación de correctivos físicos o castigos. Los
años fueron pasando para estas personas y, pese a la experiencia represora en
la niñez, los contactos continuaron produciéndose, con o sin el permiso de los
médiums. Era algo que fluía naturalmente, y que interfería en sus vidas
privadas.
Algunos casos acabaron en diagnóstico de esquizofrenia y tratamiento a
base de sustancias químicas, cuyo efecto tiende a bloquear aquello que se ha
considerado como alucinación.
No obstante, esas personas continuaban teniendo, en forma más o menos
intensa, experiencias visuales y auditivas con seres invisibles para la mayoría
de los humanos.
En la psicoterapia interdimensional se hace un seguimiento a cada caso, y se le trata con el respeto que merece, es decir, considerando el historial de personas portadoras de mediumnidad en desequilibrio envueltas en una experiencia que les ha causado trastornos desde la niñez. Entre estos individuos, algunos presentan diagnóstico de síndrome del pánico y depresión, seguidos de sus respectivos tratamientos químicos, que no apagaban completamente de la percepción supra-sensorial los registros casi diarios de sus sensibilidades especiales. Otros, simplemente se negaron a tomar medicamentos y lograron lidiar razonablemente con sus experiencias mediúmnicas, aunque éstas continuasen teniendo interferencia en sus vidas privadas y profesionales.
En la psicoterapia interdimensional se hace un seguimiento a cada caso, y se le trata con el respeto que merece, es decir, considerando el historial de personas portadoras de mediumnidad en desequilibrio envueltas en una experiencia que les ha causado trastornos desde la niñez. Entre estos individuos, algunos presentan diagnóstico de síndrome del pánico y depresión, seguidos de sus respectivos tratamientos químicos, que no apagaban completamente de la percepción supra-sensorial los registros casi diarios de sus sensibilidades especiales. Otros, simplemente se negaron a tomar medicamentos y lograron lidiar razonablemente con sus experiencias mediúmnicas, aunque éstas continuasen teniendo interferencia en sus vidas privadas y profesionales.
Un caso que actualmente estamos atendiendo es típico, y ocurre con más
frecuencia de lo que suponemos. Se trata de un joven de 23 años que desde
pequeño convive con la mediumnidad de videncia y audiencia, sin que, pese a
ello, esa experiencia haya afectado a su vida hasta el punto de perjudicarle en
los estudios y en las relaciones afectivas. No obstante, sin comprender a fondo
lo que le viene sucediendo desde la niñez, ha desarrollado un miedo que se
manifiesta disfrazado de síntomas depresivos, como la ansiedad. Por este motivo
se decidió a buscar una psicoterapia que no adoptase tratamiento químico y que
plantease un abordaje interdimensional.
Por el momento estamos estableciendo, a través del proceso
psicoterapéutico, las conexiones necesarias entre su historial infantil en la
relación parental con sus experiencias supra-sensoriales en la niñez.
Detectando sentimientos más intensos, con el fin de más adelante buscar la
sintonía con episodios registrados por su memoria extra-cerebral por medio de
la regresión. Como tratamiento auxiliar sugerimos los florales, que son
esencias de flores que actúan sutilmente en los sentimientos negativos y los
pensamientos fijos, generadores de ansiedad, tristeza y angustia, entre otros.
El relato de experiencia, que describimos a continuación, es solamente
uno entre las decenas que recibimos anualmente por correo electrónico, o que
encontramos en Internet en Websites afines, y expresa la duda que paira sobre
los casos que envuelven a un amigo imaginario en la niñez.
El caso ocurrió conmigo, no sé si realmente fue sobrenatural, pero hasta
hoy me intriga mucho. Soy hija única por parte de madre y como mi padre siempre
vivió en otra ciudad, no fui criada con mis medios-hermanos. Por eso me he
criado en cierta soledad, sin otros niños con quienes jugar. Y como les pasa a
muchos críos en la franja de los cuatro años, tenía amigos imaginarios. Lo
extraño es que al hacer una indagación y preguntar a mi tía que es psicóloga,
noté algunas diferencias en mi caso, pues cuando un niño crea un amigo
imaginario, normalmente es sólo un amigo que sabe no es real. Sin embargo, yo
recuerdo hasta hoy a mis amigos, que eran dos chiquillos casi de mi misma edad.
Me acuerdo de ellos como si fuesen reales. Me acuerdo de sus caras y de sus nombres.
Uno era Rodrigo y el otro se llamaba Darío (nunca vi a nadie con ese nombre).
Me acuerdo de los juegos y del hecho extraño de que sólo fui su amiga mientras
viví en mi primera casa. En aquella ocasión, recuerdo haber charlado con ellos
sobre la mudanza, y que ellos decían que les hubiese gustado mudarse conmigo,
pero que no podían dejar aquella casa. Y por las pesquisas que hice, un niño
sólo deja de contactar con el amigo imaginario cuando se siente más seguro.
Pero lo que me pasó a mí fue todo lo contrario, ya que en aquella época me
sentía insegura con la mudanza a otra casa.
Lo que más me impresiona en esta experiencia es el hecho de haber dejado
de hablar con ellos después de haberme mudado, porque ellos no podían dejar
aquella casa. Para terminar, tengo la convicción que mis amigos no eran
imaginarios, sino reales.
CONCLUSIÓN
Hasta los siete u ocho años de edad el niño se encuentra receptivo a las resonancias de su reencarnación anterior y sensible a su reciente experiencia en el plano espiritual. A partir de esta fase, el niño, como espíritu que es, empieza a encajarse en la dimensión física. Pese a ello, algunos continúan viendo y hablando con espíritus debido a su grado mediúmnico. Muchos acaban ocultando a sus padres esas experiencias, hasta el punto de reservarse sus secretos durante largo tiempo o incluso durante el resto de sus vidas.
Hasta los siete u ocho años de edad el niño se encuentra receptivo a las resonancias de su reencarnación anterior y sensible a su reciente experiencia en el plano espiritual. A partir de esta fase, el niño, como espíritu que es, empieza a encajarse en la dimensión física. Pese a ello, algunos continúan viendo y hablando con espíritus debido a su grado mediúmnico. Muchos acaban ocultando a sus padres esas experiencias, hasta el punto de reservarse sus secretos durante largo tiempo o incluso durante el resto de sus vidas.
Cuando esta situación empieza a ser detectada por los padres del niño o
adolescente, sugerimos que el caso sea encaminado a un profesional capacitado
para llevar a cabo una evaluación que considere la posibilidad de la existencia
de relación o interferencia espiritual en el comportamiento del ser querido.
Este procedimiento, cuando se hace a tiempo por medio del proceso
psicoterapéutico, impide que el pequeño acumule traumas psíquicos con sus
experiencias de contacto con la dimensión extra-física que puedan acarrear
consecuencias desagradables al futuro adulto.
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