Lizabel Gemperli - Médico Espírita en la Práctica |
Por: Giovana Campos
¿Cómo entender la falta de
visión? Uno de los principales sentidos del ser humano, la visión es importante
para realizar las actividades más simples de nuestro día a día, pero, ¿cómo
quedan aquellos que viven con diferentes grados de deficiencia, pudiendo inclusive,
llegar a la absoluta oscuridad? Ese panorama fue bien esbozado por la médica
oftalmóloga Lizabel Gimperli, vice-presidente de la Asociación Medico-Espirita del
Mato Grosso do Sul que discurre sobre ese tema con ocasión del Mednesp,
realizado en la ciudad de Belo Horizonte.
¿Cómo definir y cuáles son los diferentes tipos de deficiencia visual?
La delimitación del grupo
denominado deficientes visuales se da por dos escalas oftalmológicas: la
agudeza visual y aquello que se ve a determinada distancia en el campo visual,
la amplitud de área alcanzada por la visión.
De esta manera, la ceguera puede
ser dividida en:
- Ceguera legal (1) que es la reducción del 80% o más de la visión normal;
- Ceguera social (2) en este concepto se incluyen las personas totalmente ciegas, así como aquellas con alguna percepción visual.
- Ceguera psicológica (3), según la cual es considerado ciego aquel que nació ciego o perdió su visión hasta los 5 años de edad, de modo que no puede basar sus conceptos en experiencias visuales;
- Ceguera oftalmológica (4), es aquella que define la deficiencia de la visión según la agudeza visual corregida (grado) del mejor ojo y, y con base en ese criterio, tenemos tres tipos de ceguera: la ceguera total o absoluta, la ceguera práctica y la ceguera económica o profesional.
La ceguera absoluta es la pérdida
total de la visión (agudeza visual=0). Este es el concepto popular de ceguera.
La ceguera práctica corresponde a la agudeza visual igual al 2%, da para contar
los dedos a 1 metro; el individuo solo consigue movilizarse con recursos
auxiliares (por ejemplo: bastón). En la ceguera profesional, el individuo tiene
agudeza visual igual o menor de 10%; se llama ceguera profesional porque,
aunque presenta un residuo de visión, no consigue leer (aprende braille) y no
estará en capacidad para desempeñar la mayoría de las profesiones.
Existen individuos cuya faja de
agudeza visual se encuentra entre el 10% al 30% y son denominados “deficientes
visuales o ambliopes[1]”.
Poseen capacidad de ejercer un número mayor de profesiones, pueden aprender a
leer con ayudas ópticas y textos ampliados, además de educación especial.
Cuando los individuos, después de
realizar correcciones en ambos ojos, presentan agudeza visual entre el 30% y el
40%, se usa la expresión “visión subnormal”.
¿Cuáles son los recursos que el médico-espírita puede ofrecer a las
personas con deficiencia visual?
En el trato con el paciente con
deficiencia visual, debemos tener mucho tacto, pues la mera posibilidad de la
perdida de la visión en personas normales puede causar graves disturbios
psicológicos y, en algunos casos, llevarlos al suicidio. Imagínese el estado
psicológico de aquellos que están privados de ese sentido tan precioso; muchos
se rebelan, se sienten inferiores, rechazados y hasta discriminados por la
familia y la sociedad.
El primer paso es estudiar
cuidadosamente cada deficiencia a la luz de la ciencia médica. Hoy contamos con
numerosos recursos a ofrecer en el campo de la oftalmología, tenemos
procedimientos medicinales e incluso la cirugía con laser con altas
probabilidades de éxito. Hacer uso de todas las herramientas y recursos ópticos
a disposición para cada caso. Ser, en fin, un oftalmólogo estudioso,
actualizado y dispuesto a ayudar.
El médico espírita debe tener un
bagaje científico sólido, recibir capacitación continua en nuevas técnicas y
tecnologías, no solo para ofrecer lo mejor a sus pacientes sino también para
mantener el respeto de sus compañeros y nunca ofrecer tratamientos espirituales
en sus clínicas o consultorios, dando oportunidad a juicios y críticas
(sospechas) de charlatanería.
Nuestra convicción en la
sobrevivencia del espíritu y en las implicaciones de la ley de causa y efecto,
nos permite, igualmente, orar en silencio y hasta direccionar energías de amor
y vibrar por esos pacientes (pases), durante el atendimiento. Podemos
inclusive, encaminar al paciente a una casa espírita, si intuitivamente
sentimos la necesidad del paciente y si tenemos posibilidades para ello.
Podemos utilizar como herramienta
de confort el hecho de que algunos no han perdido totalmente la visión,
resaltando la independencia que tienen aún con baja visión. Debemos siempre
conocer los recursos disponibles y los últimos descubrimientos en cada caso, para
orientarlos hacia la utilización de lupas y aparatos que amplifican imágenes y
letras. Saber poner límites sobre los procedimientos siempre buscando el
costo-beneficio para el paciente y, sobretodo, nunca dejar de dar esperanzas al
paciente, porque a la velocidad en que los descubrimientos científicos caminan,
de pronto puede aparecer una solución para su caso.
¿La Doctrina Espírita identifica, en su literatura, posibles causas
para la ceguera?
Según el Espiritismo y el
conocimiento que nos trae de la ley de causa y efecto y de la justicia divina,
podemos decir que ella nos enseña que la ceguera se constituye en una poderosa
herramienta de rescate y evolución para que aquellos que la tienen, dependiendo
de la forma como cada individuo encara esa expiación o prueba.
Todo lo que se considera
“caprichos de la suerte” por los que no creen en la reencarnación, no es más
que el efecto de la justicia divina que no
impone castigos arbitrarios, pues quiere que las penas este siempre en
correlación con las faltas.
Si por un lado, por bondad Dios
colocó un velo sobre nuestros actos pasados, por otro lado nos muestra el
camino diciendo: “Quién mata por espada, por espada perecerá”, palabras estas
que pueden ser traducidas así: La criatura está siempre sujeta a la ley de
causa y efecto.
Por lo tanto, si alguien sufre el
tormento de la pérdida de la vista, es que esta fue causa de su caída. Tal vez por
su causa alguien haya perdido la vista a causa del exceso de trabajo que le
impuso, o de maltrato, o de falta de asistencia, etc.
Es posible que el mismo individuo
tomado de arrepentimiento haya escogido esa expiación. Quien haya leído Memorias de un Suicida, recordará que el
protagonista cuando fue afectado por la ceguera solo después de mucho años en
el plano espiritual, consiguió en una regresión de memoria, recordar una
encarnación en la cual el, como alto dignatario de la Iglesia Católica, en la
época de la Inquisición, había ordenado la prisión y la destrucción de los ojos
de un antiguo desafecto, un rival que supuestamente le había quitado la novia…
Y el demora mucho tiempo para prepararse a volver nuevamente ciego,
fortaleciéndose en los conocimientos superiores para evitar una nueva caída en
el suicidio.
Nada mejor para hablar sobre el aspecto consolador de la reencarnación
sin el sentido de la visión que la comunicación del Cura d’Ars (J V Vianney),
que se encuentra en el capítulo VIII de El Evangelio según el Espiritismo,
cuando fue evocado en una reunión mediúmnica para atender a una joven ciega.
Destaca el renombrado espíritu, que los privados de la vista debían
considerarse los bienaventurados de la reencarnación, recordando que el Cristo
dijo que conviene más arrancarnos los ojos si ellos eran malos y que más
valdría lanzarlos al fuego que ser la causa de nuestra perdición.
Y agrega que: “¡Oh! Sí, ¡qué felices son estos que
en su expiación son castigados por la vista! Su ojo no será motivo de escándalo
y de caída”.
Con estos conocimientos doctrinarios, muchas veces nos dejamos
convencer de que todo lo que nos ocurre es consecuencia de algo que hicimos en
otra encarnación, sin embargo, me gustaría recordar que no toda ceguera es
causa y efecto, citando el pasaje del Evangelio de Juan 9:2 que cuenta lo
siguiente: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y
le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres,
para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus
padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Además de
ser una prueba incontestable de que los discípulos de Jesús creían en la
reencarnación, la respuesta de Jesús nos lleva a pensar: si el sufrimiento de
ese ciego no es el pago de un débito, propio o ajeno, ¿Qué es entonces?
Prestemos bastante atención a la respuesta de Jesús: “eso aconteció para que él se revelen las obras de Dios”.
¿Ustedes creen que Dios habría hecho que ese hombre naciera ciego y lo
habría dejado en esa ceguera, quizás por unos 40 años, para que, en el momento
dado, Jesús tuviera la ocasión de realizar uno de sus milagros de cura?
Si aceptamos esa explicación estaríamos reduciendo a Dios a una
especie de tirano que se divierte con los dolores de sus súbditos. En verdad,
Jesús declaró categóricamente que ese sufrimiento tenía una función positiva, acumular
un crédito, tal como en el pasaje del Antiguo Testamento sobre el sufrimiento
de Job. Cuando sus amigos, aunque pesarosos por sus dolores, lo consideran culpable,
pues habían aprendido en la ley que tantas desgracias solo acontecían al
pecador, ya que Dios no castiga a inocentes. A estas alturas, según el
Antiguo Testamento, interviene el mismo Dios y rebate con palabras vehementes
los argumentos de los pretensiosos exegetas del misterio del dolor: “¡Insensatos! ¿Qué estáis ahí vosotros
adulterando con palabras tontas la sabiduría de mis planes?”. Dios declara
que su siervo Job no sufre para pagar ninguna deuda negativa, de tiempos
pasados, sino para acumular crédito positivo y glorias futuras.
Bioplasticidad cerebral. ¿Qué es, y como la misma ayuda a entender
aspectos materiales del espíritu?
En fin, bajo prueba o
expiación, Dios no nos deja nunca sin recursos para enfrentar la adversidad y
la medicina hoy viene a comprobar eso a través de los descubrimientos
científicos en el campo de la neurofisiología y de la neurolingüística,
mostrándonos como el cerebro trabaja para compensar las deficiencias de los
órganos de los sentidos y a eso le llamamos Bioplasticidad Cerebral. La
plasticidad cerebral hace que, ante la falta de un sentido, los otros sentidos
se agudizan.
Cuando el cerebro
encuentra estímulos sensoriales, como el aroma del café de la mañana o el
sonido de la bocina de un coche, esos estímulos son enviados hacia la región
adecuada del cerebro para su análisis. El aroma de café va hacia el córtex
olfativo, mientras que el sonido va hacia el córtex auditivo. Esa división del
trabajo sugiere que la estructura del cerebro sigue un determinado modelo genético.
Sin embargo, hay
pruebas de que las regiones del cerebro pueden asumir funciones que no estaban genéticamente
destinadas a ejecutar. Un estudio realizado en 1996, con personas que quedaron
ciegas al inicio de su vida, los neurocientificos mostraron que el córtex
visual podía participar de una función no visual: la lectura en braille.
Recientemente, en
estudio de neurocientificos del MIT (Harvard) muestra que en ciegos congénitos,
partes del córtex visual son reclutadas para el procesamiento del lenguaje. El descubrimiento
sugiere que el córtex visual puede cambiar radicalmente su función y ayudar al
procesamiento visual del lenguaje, y también aparece para derrumbar la idea de
que el procesamiento del lenguaje solo puede ocurrir en regiones cerebrales
altamente especializadas, que son genéticamente programadas para tareas del
lenguaje.
En su charla fueron citados los ejemplos de vida de los extranjeros Vincent
Humbert y Jacques Luysseran, en la compresión de las deficiencias visuales.
¿Cuáles fueron las lecciones por las que ellos pasaron?
En mi opinión, la ceguera
es una de las más complicadas y difíciles pruebas (o expiaciones) a enfrentar
en una vida y la forma de lidiar con la ceguera difiere de persona a persona y,
lógicamente, del grado de aprovechamiento de la prueba, así como la evolución
adquirida con la misma.
Las dos historias que
cité en el Mednesp se refieren a las diferentes maneras de enfrentar la prueba
de la ceguera, ambas acontecidas en Francia.
Vincent Humbert, un
joven bombero voluntario de 20 años, sufrió un grave accidente automovilístico
en una carretera francesa el 24 de septiembre del 2000. Él queda en coma por
nueve meses. Posteriormente se constató que había quedado cuadripléjico, ciego
y mudo. El único movimiento que aún mantenía era una leve presión con el pulgar
derecho.
Con esos movimientos,
se consigue comunicar con su madre. La comunicación enseñada por profesionales
de la salud del hospital, era hecha con una persona deletreando el alfabeto y
el presionaba con el pulgar cuando quería utilizar esa letra. De esa manera conseguía
armar las palabras.
Desde que consiguió
hacerse entender, solicitaba que los médicos le practicasen la eutanasia, como forma
de terminar con el sufrimiento que estaba pasando, pues el mismo, según su
testimonio, era insoportable. Los médicos se rehusaron a practicarla, pues en
Francia la eutanasia es ilegal.
Él hizo innumerables
solicitudes, incluso hasta al mismo presidente francés, a través de una carta,
en el sentido de hacer una excepción legal para su caso. El argumento era que
si el presidente tenía la prerrogativa de indultar prisioneros, simétricamente,
podría eximir de culpa a quien lo matase por compasión. Él también solicitó a
su madre que hiciese el procedimiento.
Vincent escribe un
libro, de 188 páginas, intitulado “Os pido el derecho a morir” (Je vous demande
le droit de mourir) lanzado por la editora Michel Lafon, el 25 de septiembre de
2003. En ese libro, argumenta sobre su pedido y termina diciendo: “Mi madre me
dio la vida, espero ahora de ella que me ofrezca la muerte. (…) No la juzguen. Lo
que ella hace por mí es ciertamente la más bella prueba de amor del mundo”.
El día 26 de septiembre
de 2003, la madre, Marie Umbert, de 48 años, cede a los pedidos del hijo y
práctica la eutanasia, inyectándole una alta dosis de barbitúrico por la sonda nasogástrica.
Vincent entra en coma y muere tres días después. Este caso está siendo muy
discutido por la justicia francesa. Sin embargo, para nosotros, espíritas, con
certeza este es un caso más de agravamiento de compromiso con la ley de causa y
efecto.
Pasemos ahora con la
interesante historia del francés Jacques Lusseyran, quien nace en París en 1924,
y a los ocho años de edad pierde la vista en un accidente en la escuela. Sus padres
resuelven mantenerlo en la escuela regular en vez de mandarlo a una institución
para ciegos. En seis semanas aprende a leer en braille y es aceptado con
reservas en la escuela regular, sin embargo todo sale tan bien que al final del
año lectivo, le es concedido el primer lugar de la clase.
El joven Lusseyran fue
un estudiante muy talentoso y se sentía especialmente atraído por la literatura
y la filosofía, sin embargo creía que la materia más importante, el hecho de
que el mundo no existe solo fuera de nosotros, sino también dentro, faltaba enteramente
en la clase.
En la primavera de
1941, durante la ocupación de París por los nazis, Lusseyran forma parte del
grupo de la resistencia llamado Los Voluntarios de la Libertad y editan un periódico,
El Tigre.
En esa época, el más
viejo del grupo tenía 21 años y Lusseyran, a los 17 años, se convierte en
administrador del grupo, cuya tarea principal era entrevistar candidatos
potenciales porque el poseía lo que sus compañeros llamaban “sentido común para
los humanos”: él podía “ver”, en parte, por medio de la voz de la persona, en quien
se podía confiar y quien resultaría un traidor.
En 1943, el grupo tenía
600 miembros y se une a la Defensa, uno de los cinco grandes grupos de la
Resistencia Francesa, y Lusseyran se convierte en miembro del comité ejecutivo.
El 20 de junio de 1943,
es detenido por agentes de la Gestapo. Él
y otros miembros de su grupo son traicionados por el único hombre que él había
contratado con desconfianza, pero prudente y suprimido. (Resalto aquí la
importancia de seguir la primera intuición). En fin, él es enviado al campo de
concentración de Buchenwald y liberado por el ejército
americano, en abril de 1945. De los dos mil franceses del campo, él estaba
entre los 30 sobrevivientes.
Terminada la
guerra, trabaja como profesor en Francia, donde, a pesar de haber completado
con excelencia su formación en Filosofía y Letras, en la Sorbona, encontró mucha resistencia para
vencer una preconceptuosa ley, instituida por el gobierno de Vichy, que prohibía
el ingreso de “inválidos” en cargos públicos.
Se muda para los
Estados Unidos, donde se torna catedrático en una Universidad de Cleveland. Muere
a los 47 años en un accidente automovilístico, dejando en su libro, La Ceguera
- Una Nueva Visión para el Mundo, relatos que no son solo experiencias de un
hombre en relación a la ceguera, sino que hablan respecto a cuestiones de interés
universal.
Hoy, cuando el
mundo sensorio es la única realidad que predomina, y los sentidos físicos son
extremadamente valorizados, con la humanidad buscando captar la vida, el
conocimiento y hasta el amor por medio de los cinco sentidos, el hecho de ser
deficiente visual debe significar una dura prueba, levantando obstáculos a la
capacidad de gozar la vida. Sin embargo, ese hombre no se deja abatir y nos da
un testimonio de que hay muchas maneras de percibir el mundo y que la ceguera
física nos puede llevar a otro grado de percepción del mundo.
En su libro, hace
reflexiones y constataciones, sobre el sentido de la vista, que pueden abrir
los horizontes y, porque no decirlo, a los ojos de todos nosotros, privados o
no de la capacidad de percibir.
Ciertamente, el
aceptó la advertencia de los filósofos, que dice: “Cuidado con la ilusión de
los sentidos” y particularizando, “Cuidado con la ilusión de los ojos”. Aquí no
es la visión quien está siendo acusada, sino el uso que se está haciendo de
ella.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- BANDUCCI, Luiza. El reajuste social del ciego. Trabajo (Conclusión del Curso) - IAPC, São Paulo, 1951.
- BRASIL. Secretaria Salud del Estado. Instituto de Salud, Servicio de Oftalmología Sanitaria. La prevención de la ceguera. São Paulo, 1973. p. 6-9.
- HUMBERT, Vincent Je vous demande le droit de mourir. Ed. Michel Lafon, 2003.
- LUSSEYRAN, J. - Ceguera, una nueva visión delo mundo y del ciego en la sociedad. Ed. Associación Benefíciense Tobías, São Paulo, 1ª edición - 1983
- PEREIRA, Yvonne A. Memorias de un suicida. Editora FEB, 1954
- Lizabel Gemperli es médica oftalmóloga y vicepresidente de la AME-Mato Grosso do Sul. Esta palestra está disponible en DVD que puede ser adquirido en el sitio www.amebrasil.org.br
Tomado de la revista: "Salud y Espiritualidad", abril/mayo/junio de 2012
Traducción al
español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta
– Colombia
Agosto
18 de 2013
[1]
Ambliopía: Disminución de la agudeza visual en un ojo sin que existan
alteraciones orgánicas o patológicas que lo justifique. Nota del traductor.
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