Por:
Oscar Cervantes Velásquez
Centro
de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
Conforme lo define el
diccionario de la RAE, reencarnar “es volver a encarnar, en referencia a seres
o espíritus que vuelven a tomar forma corpórea[1]”.
Esta forma corpórea nada tiene en común con las encarnaciones anteriores y el
objetivo de esta es “la expiación y mejoramiento progresivo de la Humanidad”,
acorde a lo enseñado por los Espíritus a Allan Kardec[2].
Teniendo claro el concepto
de reencarnación y sus objetivos, pretendemos analizar la situación de muchos
espíritus que, debido a su notorio atraso espiritual, son compelidos a
reencarnaciones impuestas por sus guías espirituales con el fin de que se
cumpla en ellos la ley del progreso. Este tipo de reencarnación va dirigida
esencialmente a aquellos Espíritus que por su grado de elevación moral-espiritual,
se apegan a la materia, pretendiendo ignorar la importancia del sentido
espiritual de su existencia.
Ante la notoria incapacidad para programar con sus mentores espirituales una nueva oportunidad reencarnatoria, haciendo uso de su libre albedrío, son sus guías quienes deciden los detalles pertinentes a su nuevo renacimiento. En El Libro de los Espíritus, pregunta 231, la espiritualidad nos esclarece que: “a los Espíritus errantes no siempre le es permitido reencarnarse como sería de su agrado, lo que entonces constituye un castigo”.
Podríamos ejemplificar en este caso, la reencarnación
impuesta a Laerte, el papá de André Luiz, de acuerdo con la información
aportada por él, a través de la mediumnidad de Chico Xavier, en la obra
“Nuestro Hogar”. Su madre, que era un Espíritu más evolucionado, planeaba reencarnar
y casarse nuevamente con el padre de André Luiz, quien se encontraba en las
regiones inferiores del umbral sufriendo por los desatinos causados en su
existencia, entre ellos, las dos amantes con las que le había sido infiel a su
esposa, las cuales lo mantenían en esas fajas vibratorias ligados
fluídicamente, en una condición mental deplorable. Nos remitimos al dialogo
sostenido entre madre e hijo en la obra en mención, para comprender la
situación del progenitor:
Volveré nuevamente al mundo,
dentro de pocos días, donde me encontraré con Laerte para la realización de los
servicios que el Padre nos confiara.
–
Pero –indagué– ¿cómo se encontrará él
con usted? ¿En Espíritu?
–No
–dijo mi madre con significativa expresión fisonómica–. Con la colaboración de
algunos amigos lo situé en la Tierra la semana pasada, preparando su
reencarnación inmediata, sin que él identificase nuestro auxilio directo. Quiso
huir de las mujeres que todavía lo subyugan, tal vez con razón, y aprovechamos
esa disposición para someterlo a la nueva situación carnal.
–Pero
¿es eso posible? ¿Y la libertad individual?
Mi madre sonrió, algo
triste, y respondió:
–Hay
reencarnaciones que tienen carácter drástico. Aunque el enfermo no se sienta
valeroso, hay amigos que lo ayudan a tomar el remedio santo, aunque sea muy
amargo. Con relación a la libertad ilimitada, el alma puede invocar ese derecho
solamente cuando comprenda el deber y lo practique. Por lo demás, es indispensable
reconocer que el deudor es esclavo del compromiso asumido. Dios creó el libre
albedrío y nosotros creamos la fatalidad. Por tanto, es necesario quebrantar las
cadenas que hemos fundido para nosotros mismos.
Para discernir de mejor
manera lo anteriormente expuesto, recurrimos a la respuesta dada por la
espiritualidad a la pregunta 262ª de El Libro de los Espíritus, donde aseguran
que se “puede, sin embargo, imponer una existencia al Espíritu, cuando éste,
por su inferioridad o mala voluntad, no es apto para comprender lo que podría
serle más saludable y cuando ve que esa existencia además de servirle de
expiación contribuye a su purificación y adelanto”.
En cuanto a la situación de
las dos amantes de Laerte, nos aseguran desde la espiritualidad en la obra
traída a colación, que igualmente serán obligadas a una reencarnación de tipo
impositiva, porque “para ellas, no hay posibilidades de programar una nueva
reencarnación, y, por sugerencia y deseos de ayudarlas en su progreso evolutivo
a través de la Ley de Amor, la madre de André Luiz solicita traerlas como hijas”.
Comprendemos de esta manera,
la importancia de la familia en el proceso reencarnatorio, pues en ella,
podemos ayudar a aquellos que necesitan salir avante de los errores morales
ocasionados a su prójimo y así poder enmendar todo daño causado a sus semejantes
por la insania de sus actos. Es la oportunidad, igualmente, del
perfeccionamiento de sus malas tendencias y de recuperar las oportunidades
dilapidadas en sus existencias pasadas, siempre y cuando acepten con humildad,
las expresiones del amor que les son ofrecidas.
A fin de entender con más
detalle la situación particular que viven quienes son sometidos a este tipo de
encarnación, volvemos a la obra madre de la Doctrina Espírita, El Libro de los
Espíritus, pregunta 337, donde Kardec inquiere a los Espíritus acerca de la
siguiente cuestión:
- ¿La
unión del Espíritu con determinado cuerpo puede ser impuesta por Dios?
- “Sobre
todo, cuando el Espíritu no está aún apto para hacer una elección con conocimiento
de causa. Como expiación, el Espíritu puede ser obligado a unirse al cuerpo de
cierto niño que, por su nacimiento y la posición que ocupará en el mundo,
podría llegar a ser un instrumento de castigo para él”.
Espíritus en esta condición, reciben, acorde a sus necesidades, probaciones que los ayuden en su adelantamiento moral; de esta manera, los vemos resurgir con limitaciones mentales o físicas, o en familias con grandes dificultades a nivel socioeconómico, todo ello con la finalidad de ayudarles en su proceso evolutivo. En pocas palabras, no existe una receta en particular para este tipo de Espíritus y si múltiples oportunidades para que se opere en ellos la reforma íntima.
Queremos finalizar este escrito con una observación hecha por el codificador en la Revista Espírita, en relación con una de las muchas comunicaciones recibidas en su grupo de estudios mediumnicos, haciendo alusión al tema propuesto acerca de las reencarnaciones impuestas:
“Observación. – He aquí un Espíritu que, por su liviandad
y poco adelantamiento, no sospecha de la reencarnación. Cuando le llegue el
momento de retomar una nueva existencia, ¿qué elección podrá hacer?
Evidentemente una elección de acuerdo con su carácter y sus hábitos, para gozar
y no para expiar, hasta que su Espíritu esté lo suficientemente desarrollado
para comprender las consecuencias. Es la historia del chico inexperto, que se
lanza atolondrado a todas las aventuras y que adquiere experiencia a su costa.
Recordemos que, para los espíritus atrasados, incapaces de elegir con pleno
conocimiento de causa, existen encarnaciones impuestas”[3].
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