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Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
Uno de los puntos capitales que
se discuten, acerca de la apariencia material de las colonias espirituales, es, de que están hechas las cosas (casas, vestidos, plantas, etc.), que se
describen en las diferentes obras en relación a las ciudades espirituales. Para
ello, nos vamos a basar a las referencias escritas en las obras de la
codificación y otras obras complementarias, que nos demuestran de forma
objetiva, la manipulación que hacen los Espíritus del Fluido Cósmico Universal,
para la creación de los diferentes elementos, de acuerdo a sus necesidades.
Es importante resaltar que el
término ideoplastía fue acuñado por el doctor Joseph Pierre Durans de Gros[1],
en 1860, para designar inicialmente los principales caracteres de la sugestión.
Sin embargo, sería en 1912 cuando el profesor Charles Richet propusiera su
aplicación a los fenómenos de materialización mediúmnica.
Retomando la idea principal de
este post, el maestro lionés Allan Kardec, en un artículo publicado en la
Revista Espírita del 3 de marzo de 1866, titulado “Introducción al estudio de
los fluidos espirituales”, entre muchas consideraciones afirma que:
“El
fluido cósmico, como principio elemental universal, ofrece dos estados
distintos: el de eterización o imponderabilidad, que se puede considerar como
el estado normal primigenio, y el de la materialización o de ponderabilidad,
que solo le es, de alguna manera, consecutivo. El punto intermedio es aquel de
la transformación del fluido en materia tangible; pero, acá aún, no hay
transición brusca, pues se pueden considerar nuestros fluidos imponderables
como un término medio entre los dos estados.
Cada uno de esos dos
estados da lugar, necesariamente, a fenómenos específicos; al segundo
pertenecen aquellos del mundo visible y al primero, aquellos del mundo
invisible. Los llamados fenómenos materiales son de competencia de la ciencia
propiamente dicha; los otros, calificados de fenómenos espirituales, porque se
relacionan con la existencia de los Espíritus, son de competencia del
Espiritismo; pero tienen entre ellos tan numerosos puntos de contacto que
sirven para esclarecerse mutuamente y, como lo hemos dicho, el estudio de unos
no podría estar completo sin el estudio de los otros”.
En El Libro de los Médiums,
Segunda Parte, Cap. VII, Transfiguración y Bicorporeidad, Allan Kardec comenta
una historia que nos demuestra la capacidad que tienen los Espíritus
(encarnados o no), para hacerse identificar manipulando los fluidos, dice así:
“Otra señora, que
reside fuera de la capital, hallándose gravemente enferma, vio cierta vez,
alrededor de las diez de la noche, a un señor entrado en años que residía en la
misma ciudad y con el cual se había encontrado algunas veces en reuniones
sociales, pero sin que mantuvieran una relación más estrecha. Este señor estaba
sentado en un sillón al pie de la cama de la enferma y, de vez en cuando,
tomaba un poco de rapé. Parecía velar por ella. Sorprendida con semejante visita
a esa hora, quiso preguntarle el motivo de la misma, pero el señor le hizo una
señal para que no hablara y tratara de dormir. Varias veces intentó la señora
dirigirle la palabra, pero siempre recibía la misma recomendación, hasta que
acabó por dormirse. Algunos días después, ya restablecida, recibió la visita
del referido señor, pero a una hora más conveniente. Esa vez él estaba allí
realmente. Usaba la misma ropa, la misma caja de rapé, y sus modales eran
exactamente los mismos. Convencida de que el hombre la había visitado durante
su enfermedad, ella le agradeció la molestia que se había tomado. Bastante
sorprendido, él le manifestó que hacía mucho tiempo que no tenía el placer de
verla. La señora, que conocía los fenómenos espíritas, comprendió lo que había
ocurrido, pero como no quería entrar en mayores explicaciones, se limitó a
decirle que probablemente lo había soñado”.
Igualmente, en El Libro de los
Médiums, Segunda Parte, Cap. VIII, Laboratorio del Mundo Invisible, Allan
Kardec consulta al Espíritu de San Luis, acerca de la caja de rapé que portaba
el Espíritu encarnado en su visita a la señora enferma:
Hemos citado un caso
de aparición del Espíritu de una persona viva. Ese Espíritu tenía una caja de
rapé, cuyo polvo aspiraba. La sensación que él experimentaba, ¿era idéntica a la
que siente un individuo cuando toma rapé?
“No”.
La caja de rapé tenía
la misma forma de la caja que él usaba habitualmente, que estaba guardada en su
casa. ¿Qué era, pues, la caja que la aparición sostenía con las manos?
“Una apariencia. Era
para que la circunstancia fuera notada, como realmente lo fue, y para que la
aparición no fuera tomada por una alucinación producida por el estado de salud
de la vidente. El Espíritu quería que la señora en cuestión creyese en la
realidad de su presencia, y para eso adoptó todas las apariencias de la
realidad”.
¿Tienen esos objetos
su doble etéreo en el mundo invisible, del mismo modo que los hombres están
representados en él por los Espíritus?
“No sucede de ese
modo. El Espíritu dispone, sobre los elementos materiales que se hallan
diseminados en todas partes en el espacio, en vuestra atmósfera, de un poder
que estáis lejos de sospechar. Puede concentrar a voluntad esos elementos y
darles la forma aparente adecuada a sus proyectos”.
Más adelante complementa Kardec,
de esta manera:
“De esta explicación
resulta que los Espíritus logran, a voluntad, que la materia etérea sufra
transformaciones. Así, por ejemplo, en el caso de la caja de rapé, el Espíritu
no la encontró hecha, sino que él mismo la hizo en el momento en que la
necesitó, mediante un acto de su voluntad. Y también pudo deshacerla. Lo mismo
debe de ocurrir con todos los demás objetos, como ropas, joyas, etc.”.
“Es evidente”.
Para comprender que tanto puede
durar una de estas creaciones hechas con el pensamiento y la voluntad por parte
de los Espíritus, Allan Kardec vuelve a inquirir:
Los objetos que se
vuelven tangibles mediante la voluntad del Espíritu, ¿pueden adquirir un
carácter permanente y estable, y ser de uso frecuente?
“Eso puede suceder,
pero no se hace. Está fuera de las leyes”.
¿Todos los Espíritus
tienen en un grado similar el poder de producir objetos tangibles?
“No cabe duda de que
cuanto más elevado es el Espíritu, tanto más fácilmente lo consigue. Sin
embargo, eso también depende de las circunstancias: los Espíritus inferiores
pueden tener ese poder”.
De estas respuestas entregadas
por los Espíritus, Kardec hace las siguientes consideraciones:
La teoría precedente
puede ser resumida de este modo: el Espíritu actúa sobre la materia. Extrae de
la materia cósmica universal los elementos necesarios para formar, según lo
desee, objetos que tengan la apariencia de los diversos cuerpos que existen en
la Tierra. También puede, mediante su voluntad, operar sobre la materia
elemental una transformación íntima, que le confiera determinadas propiedades.
Esta facultad es inherente a la naturaleza del Espíritu, que la ejerce a menudo
como un acto instintivo, cuando es necesario, y sin percatarse de ello. Los
objetos que el Espíritu forma tienen una existencia temporaria, subordinada a
su voluntad o a la necesidad. Puede hacerlos y deshacerlos según lo desee. En
ciertos casos, esos objetos pueden tener en presencia de las personas vivas
todas las apariencias de la realidad, es decir, volverse momentáneamente
visibles e incluso tangibles. Existe formación, pero no creación, ya que el
Espíritu no puede extraer cosa alguna de la nada.
Otra de las obras que nos
clarifica el tema que estamos analizando es “La Génesis, los Milagros y las Predicciones según el Espiritismo”,
donde Allan Kardec elucida sobre la forma en que los Espíritus manipulan los
fluidos espirituales:
“Los Espíritus actúan
sobre los fluidos espirituales, pero no como los hombres manipulan los gases,
sino con la ayuda del pensamiento y la voluntad. Para los Espíritus, el
pensamiento y la voluntad son lo que la mano para el hombre. Mediante el
pensamiento, ellos imprimen a esos fluidos tal o cual dirección, los aglomeran,
los combinan o dispersan, y forman con ellos conjuntos que presentan una
apariencia, una forma, un color determinados; modifican sus propiedades igual
que un químico transforma las de los gases o las de otros cuerpos, al
combinarlos según ciertas leyes. Se trata del inmenso taller o laboratorio de
la vida espiritual.
En algunos casos,
esas transformaciones son el resultado de una intención; la mayoría de las
veces, son el producto de un pensamiento inconsciente. Basta con que un
Espíritu piense en una cosa para que esta se produzca”.
Y continúa explicando, en la
misma línea de pensamiento.
Por un efecto
análogo, el pensamiento del Espíritu crea fluídicamente los objetos que él
estaba habituado a utilizar. Un avaro manipulará oro, un militar mostrará sus
armas y su uniforme, un fumador su pipa, un labriego su arado y sus bueyes, una
anciana su rueca. Esos objetos fluídicos son tan reales para el Espíritu, como
lo eran en el estado material para el hombre vivo; no obstante, debido a que
son creaciones del pensamiento, su existencia es tan efímera como este.
Juana de Ángelis, en la obra “En el
borde del infinito”, afirma que las creaciones fluídicas de las
colonias espirituales, son “plasmados por mentes que las moldean en el fluido
universal, son populosos centros de vida donde el amor se agita, verdaderos
cielos para los que actúan en los ideales de ennoblecimiento, posadas de los
Espíritus dichosos” … “No se trata de lugares hipotéticos, o de centros donde
predomina la ociosidad en demorada inercia, o de un paisaje fantasioso para el
reposo de la inutilidad[2]”.
Igualmente, Manoel Philomeno de
Miranda, a través de la mediúmnidad de Divaldo Franco, reafirma la existencia
de dependencias donde se presta auxilio a entidades en condiciones dolorosas, después
del proceso desencarnatorio, al aseverar que muchos Espíritus “llegan
afligidos, en deplorable estado de turbación, confundiendo la realidad de donde
proceden con las realidades legítimas, que ahora enfrentan y no pueden
identificar… Se apegan a los despojos mortales y conservan las fijaciones
mentales perniciosas, por lo que es necesario internarlos en sanatorios
especializados, que la caridad de los abnegados mensajeros de Jesús han
edificado, en beneficio de esos pobres delincuentes[3]”.
Para Hermelindo Bravo, Espíritu, en
la vida más allá de la tumba, “hay regiones vibratorias de tono variado, desde
las más rudimentarias primitivas, hasta aquellas de constitución tan sutil y
elevada que a la mayoría de nosotros se nos escapa por el momento, como
comprensible, por falta evolución espiritual…Ideoplastías envuelven a hombres y
a Espíritus como consecuencia de sus fijaciones mentales, que se transforman,
con el transcurso del tiempo, en formas casi vivas, fantasmagóricas, que los
perturban[4]”.
No quisiéramos terminar el tema
de las creaciones fluídicas o Ideoplastías, sin hablar de las experiencias de
Charles Richet en sus experiencias con los fenómenos mediúmnicos a través de
médiums con Frank Kluski y Eusapia Paladino.
“Es un fenómeno
singular que ha recibido el nombre, muy bien compuesto, de ideoplastía, del
cual se pueden citar numerosos ejemplos, de suerte que los fantasmas no serían sino
fenómenos de ideoplastía, es decir, que el espíritu del médium puede fabricar
objetos materiales con solo la fuerza de su pensamiento. Tuve con Eusapia un
ejemplo notable. Sostengo en mi mano, durante veintiocho segundos, detrás de la
cortina, la mano materializada de John King, mano esa mucho más grande que la
de Eusapia, que tiene las suyas controladas por la Sra. Curie y por mí. Yo
había pedido un anillo (uno annello). La mano inmediatamente me hizo sentir un
anillo; después pedí una pulsera y sentí en mi muñeca la presión de una pulsera
de mujer, cuyo cierre era una hebilla[5]”.
En esta obra, Richet coloca muchos
ejemplos de este tipo, reafirmando la capacidad de los Espíritus para realizar
estas creaciones fluídicas, utilizando para ello, pensamiento y voluntad.
[1] Científico y filósofo francés, también conocido como Dr. Smith, que
define su pensamiento como panteísmo espiritualista o panpsiquismo. Es reconocido
por su participación en el análisis del conocido “Hombre Lobo de Allariz”,
asesino en serie, considerado como una representación real del Sacamantecas o
El hombre del saco.
[2] Divaldo
Franco/Juana de Ángelis, En el borde del infinito, cap. 12, La vida espírita o
espiritual. Editora Mensaje Fraternal, 1986.
[3] Manoel
Philomeno de Miranda/Divaldo Franco. Mediúmnidad, desafíos y bendiciones;
Sufrimientos morales en el más allá, pág. 29 – 30. Editorial Kimpres S.A.S.
2017.
[4] Hermelindo
Bravo/Divaldo Franco. Hacia las Estrellas. Provincias de sombra y de dolor,
pág. 29 – 30. Librería Espírita Alvorada Editora. 1990.
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