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La Biblia dice poco sobre el tema de los fantasmas. La actitud de los antiguos hebreos hacia los fantasmas parece haber sido más de sospecha que de escepticismo.
Cualquiera
que tuviera tratos con fantasmas o espíritus estaba de alguna forma, realizando
un acto antinatural o en contra de Dios, por el cual corría el riesgo de
sufrir.
El
más conocido "relato de fantasmas" en la Biblia relata sólo un caso
como esos y revela mucha información sobre la actitud de los hebreos hacia los
fantasmas y las personas que se comunicaban con ellos.
Enfrentándose
a una crisis militar, el Rey Saúl pensaba que Dios lo había olvidado y le
negaba el acceso a las profecías. "Y cuando Saúl preguntaba al Señor, el
Señor no le contestaba, ni por medio de sueños ... ni por los profetas".
Por eso Saúl decidió tratar de obtener sus profecías por otro medio,
recurriendo a la necromancia, preguntando a los muertos sobre el futuro. Por
tradición se suponía que los muertos podían prever los sucesos, pero para los
hebreos la necromancia era una práctica maldita.
Sin
embargo, parece que Saúl no tuvo problema para encontrar a alguien con
habilidad en la práctica. Se trataba de una anciana de Endor, con frecuencia
mencionada como la Bruja de Endor. El rey deseaba que la anciana invocara al
espíritu del profeta Samuel. La mujer estaba muy preocupada porque el Rey Saúl
con anterioridad había prohibido todos los intentos de comunicación con los
muertos y otros actos de necromancia, castigándolos con la pena de muerte; pero
los tiempos habían cambiado y Saúl estaba desesperado. Le aseguró a la mujer
que no sería castigada. Entonces ella invocó al espíritu de Samuel, "un
anciano ... cubierto con un manto".
Al
piadoso profeta no le agradó ser llamado de forma tan poco respetuosa. “¿Por
qué me han molestado para hacerme venir?" demandó. El Rey Saúl le explicó
que el Señor ya no contestaba sus preguntas, pero pensaba que Samuel sí lo haría.
Eso molestó aún más a Samuel. "¿Entonces por qué me preguntas a mí, viendo
que el Señor se ha apartado de ti, y se ha convertido en vuestro enemigo?"
Samuel
sí hizo una profecía, pero era inexorable y terrible. Los israelitas no sólo
perderían la guerra contra los palestinos, sino que Saúl y sus hijos morirían
como resultado de la batalla. Al día siguiente el Rey Saúl, por completo
desmoralizado, conducía a su ejército a la derrota. Sus hijos murieron en la
batalla y, al día siguiente, en su desesperación, Saúl se mató con su propia
espada.
Tomado de "La Enciclopedia de los Fantasmas" - Edivisión
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