En
la lejana antigüedad, en Egipto, Caldea y Asiria, hubo sacerdotes y adivinos
que tenían la tarea de interpretar los sueños, enviados, decían ellos, por la
divinidad para iluminar los ojos humanos y las tinieblas del futuro, prevenirlos
de los peligros etc. No solo interpretaban los sueños, sino que nos prevenían,
por un método de incubación que se practicaba correctamente en los templos
célebres de Isis, Apolo, Cibel, Esculápio, Sérapis y de Hemitréa, o en antros y
cavernas, como la tan famosa de Trofonio.
Los
que querían tener sueños proféticos se entregaban, bajo la dirección de los
sacerdotes, a ciertas prácticas que consistían en oraciones, evocaciones,
inspiraciones de vapores narcóticos, unciones con pomadas mágicas, etc.
LOS GRIEGOS
Se
afirma, en principio, que los griegos no tenían sueños, eran visitados por ellos.
De Grecia, a lo largo de los siete siglos que separan a Heráclito de
Artemidoro, tienen origen todas las teorías sobre los sueños – materialistas,
místicos, analistas, ocultos y médicos. Homero dividiría los sueños en dos
grupos: del primero hacían parte los verdaderos, los que fluían de las Puertas
de Cuernos; del segundo, los falsos, los que venían por las Puertas de Marfil.
Mientras
tanto, Hipócrates (el padre de la medicina) admite que el alma, enteramente
ocupada con las funciones corporales, en estado de vigilia es capaz, durante el
sueño, de percibir las causas de las enfermedades.
Cuando
se despiertan, según Heráclito, las personas tienen el mismo mundo en común; al
dormir, cada uno tiene su mundo particular.
Para
el filósofo de Éfeso, la conciencia es fuego, vida, conocimiento y, tanto en el
sueño como en la muerte, el alma se escapa de ese fuego vital para hundirse en
el agua. Los sueños y el mundo de cada uno
quedan cerca de “Okcanos” en la niebla húmeda del tiempo, donde la
conciencia es inundada por vagos conocimientos.
Aristóteles,
el notable estagirita, afirmaba que los sueños no sufrían interferencias
divinas, porque si fueran realmente enviados por los dioses, debían ser
recibidos solo por los hombres más evolucionados, lo cual no ocurría. Los
sueños son oriundos del corazón, centro de los sentimientos y afectado por los
movimientos orgánicos, que pasan desapercibidos cuando en estado de vigilia,
debido a la fuerza de los llamados sensoriales.
Los
que sueñan se vuelven sensibles a estos movimientos orgánicos, pudiendo
predecir enfermedades y determinar su curación. Por otro lado, aseguró que
soñar con amigos cercanos a menudo puede resultar en una premonición, ya que
cuando se conoce muy bien a alguien, se puede predecir sus acciones por el
acceso que se tiene a sus motivaciones. El mejor analista de sueños - explica
el autor de "Ética a Nicómaco" - es el que sabe cómo lidiar con las
apariencias.
Las
imágenes mentales son como imágenes reflejadas en el agua… Un reflejo no es
original, ni las imágenes son el objeto real.
En
contrapartida a la tesis aristotélica, surge la de los pitagóricos. Ellos creen
que, durante el sueño, el alma se libera del cuerpo y entra en contacto con
Espíritus Superiores. Esta postura tendría origen en las concepciones órficas
y, aún, en la metafísica de los cultos egipcios, en que despunta el doble (KA),
envoltura semimaterial del Espíritu, observado por Allan Kardec, quien lo
denominó periespíritu.
Artemidoro
de Efeso, escribió cinco libros sobre ONEIROCRÍTICA que traducen el modelo
griego de análisis del sueño. Para interpretar un sueño, observó Artemidoro, es
necesario recopilar información sobre quien sueña: su carácter y temperamento,
situación en la vida, nombre, etc.
Mientras
predicaba que “cada sueño es un sueño” porque refleja la personalidad de una
persona en particular, Artemidoro describió una serie de sueños divididos en categorías:
Quedarse
ciego de ambos ojos significa perder un hijo, hermano, padre o madre. Sin embargo,
este sueño es bueno para los presos y para muchos pobres; los primeros ya no
verán sus miserias y sus pecados, los segundos tendrán ayuda y placer, porque
muchos prestarán ayudan a los necesitados…
Si
alguien busca algo perdido y tiene este sueño, jamás encontrará lo que perdió. Para
los poetas este sueño es bueno, pues ellos necesitan un sueño profundo antes de
verlo; para los enfermos trae expectativa de muerte durante el día.
EL SUEÑO EN LA ODISEA Y LA ILÍADA
La
epopeya es el género literario donde el sueño aparece con rara intensidad. En la
India se encuentra en el Mahabarata y el Ramayana. En la epopeya de Hánuman, el
poeta Tulsidas, atrapado en una torre de piedra, consigue sacar a un ejercito
de monos de su sueño y liberarlos.
Homero
hizo uso de motivos oníricos. En la Iliada, el sueño de Aquiles recuerda la “Epopeya
de Gilgamés”, con Patroclo en el papel de Enkidu.
Se
le aparece a su amigo pidiéndole que lo entierre, para que sus cenizas nunca se
separen y pueda entrar en el infierno. R. de Becker aclara: Existe una gran
verdad onírica en la figura de Aquiles extendiendo sus brazos a Patroclo no
pudiendo alcanzarlo, aunque la sombra vuelve a la Tierra con gritos destemplados
y lastimeros.
La
obra de Homero está inspirada, en su totalidad, en un pensamiento filosófico
relativo a la naturaleza humana y las leyes eternas que gobiernan al mundo.
Nada de lo esencial de la vida humana se le escapa.
El
poeta contempla todo el conocimiento particular a la luz de su conocimiento
general de la esencia de las cosas. La preferencia de los griegos por la poesía
gnómica, el uso frecuente de ejemplos míticos, la expresión onírica, todos esos
rasgos tienen su origen en Homero.
Para
Homero las últimas fronteras de la ética no son convenciones del mero deber,
sino leyes del ser.
Es
en la penetración del mundo por este amplio sentido de la realidad, en relación
al cual todo “realismo” aparece como irreal, que se basa en la fuerza ilimitada
de la epopeya homérica.
Una
racionalización menos feliz surge en otras personificaciones del sueño de La
Odisea y de La Ilíada, donde se manifiesta como un personaje autónomo. Así, el
sueño de Agamenón toma la forma de un mensajero enviado por Júpiter, que lo
engaña. En La Ilíada, el sueño aparece personificado para Nausicaa y Penélope. Atenas,
la diosa de ojos brillantes, es su instigadora.
Sin
embargo, Penélope tiene un segundo sueño – los veinte gansos significarían sus
pretendientes, muertos por el águila, o el marido que finalmente regresa.
El
propio Ulises ofrece su interpretación a Penélope. Es precisamente allí donde
la esposa de Ulises distingue entre las puertas de los sueños – una de cuerno y
otra de marfil… Los críticos admiten que el empleo del sueño en la obra fue
oportuno porque realizó la mediación entre una circunstancia que se había tornado
vulgar y otra cuyo carácter excepcional va a manifestarse. Esta mediación es
mucho mejor cuanto mas cerca se encuentra uno de un sueño auténtico, lo que
ocurre en el sueño de los pretendientes y menos en su primer sueño o en el de
Nausicaa.
LA TRAGEDIA GRIEGA – ESQUILO Y SÓFOCLES
La
tragedia griega de Esquilo y Sófocles atribuye al sueño una capital importancia,
a punto de convertirlo en “oráculo de la divinidad”.
En
“Los Persas”, el sueño de la reina se presenta singularmente marcado de
presagios que tienen su fuente en los hechos cotidianos. Esquilo (525 – 456 a.C.)
se ocupa de demostrar una equivalencia especial entre los estados de sueño y de
vigilia, demostrando que los símbolos oníricos encuentran analogía en los signos
de la vida.
El
triunfo de “Los Persas” (472) aseguró la gloria de Esquilo y atrajo la atención
de Hieron, un tirano de Siracusa. Desde entonces, Esquilo vivió ora en Atenas
ora en Sicilia, representando casi setenta dramas, que exploraban el universo
de los antiguos mitos. La leyenda atribuye su muerte al impacto de una tortuga
que un águila habría dejado caer sobre su cabeza.
El
lirismo de Esquilo provoca en el espectador un sentimiento de angustia, pero le
presenta la solución armoniosa de los conflictos que se encuentran en la
moderación, fundamento de la moral ateniense.
Sofocles
(495 – 406 a.C) compuso 123 dramas. Solo siete piezas nos llegaron enteras: “Edipo
en las Colonias” (401); “Filocteto” (409); “Ajax” (420); “Las Traquinias”
(420); “Electra” (425); “Edipo Rey” (430); “Antígona” (442).
Sófocles
imprimió en la técnica teatral una notable evolución, a la vez que redimensionó
el sentido de la trágico (incluyendo los valores oníricos) concentrándolos en
la fuente maestra de la acción.
En
el Islam (especialmente profético), el sueño adquiere una importancia
fundamental. El Lailat al Miraj (viaje nocturno), el mayor sueño de Mahoma (que
lo inicia en los misterios cósmicos), comienza cuando se encuentra durmiendo
entre las colinas de Safa y Meeva y se acerca el Ángel Gabriel, montado sobre Buraq
– la yegua plateada medio humana – que solía llegar en un instante a Jerusalén,
donde el profeta habla con Abraham, Moisés y Jesús. Continuando su viaje,
volando sobre Buraq y guiado por Gabriel, pasa a través de las siete esferas
celestiales, cada una con un color específico, es decir, los siete niveles de
existencia. Finalmente se acerca a Dios. Hay versiones del texto en las que
Mahoma no solo asciende a Dios, sino que penetra en las profundidades de la
Tierra, abarcando toda la experiencia humana.
Tomado
del libro: “El sueño y los sueños”
de Carlos Bernardo Loureiro
Traducción
al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco
de Asís
Febrero
17 de 2019
Santa
Marta – Colombia
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