domingo, 17 de febrero de 2019

LA SAGA EXTRAORDINARIA DE LOS SUEÑOS



En la lejana antigüedad, en Egipto, Caldea y Asiria, hubo sacerdotes y adivinos que tenían la tarea de interpretar los sueños, enviados, decían ellos, por la divinidad para iluminar los ojos humanos y las tinieblas del futuro, prevenirlos de los peligros etc. No solo interpretaban los sueños, sino que nos prevenían, por un método de incubación que se practicaba correctamente en los templos célebres de Isis, Apolo, Cibel, Esculápio, Sérapis y de Hemitréa, o en antros y cavernas, como la tan famosa de Trofonio.

Los que querían tener sueños proféticos se entregaban, bajo la dirección de los sacerdotes, a ciertas prácticas que consistían en oraciones, evocaciones, inspiraciones de vapores narcóticos, unciones con pomadas mágicas, etc.

LOS GRIEGOS

Se afirma, en principio, que los griegos no tenían sueños, eran visitados por ellos. De Grecia, a lo largo de los siete siglos que separan a Heráclito de Artemidoro, tienen origen todas las teorías sobre los sueños – materialistas, místicos, analistas, ocultos y médicos. Homero dividiría los sueños en dos grupos: del primero hacían parte los verdaderos, los que fluían de las Puertas de Cuernos; del segundo, los falsos, los que venían por las Puertas de Marfil.

Mientras tanto, Hipócrates (el padre de la medicina) admite que el alma, enteramente ocupada con las funciones corporales, en estado de vigilia es capaz, durante el sueño, de percibir las causas de las enfermedades.

Cuando se despiertan, según Heráclito, las personas tienen el mismo mundo en común; al dormir, cada uno tiene su mundo particular.

Para el filósofo de Éfeso, la conciencia es fuego, vida, conocimiento y, tanto en el sueño como en la muerte, el alma se escapa de ese fuego vital para hundirse en el agua. Los sueños y el mundo de cada uno  quedan cerca de “Okcanos” en la niebla húmeda del tiempo, donde la conciencia es inundada por vagos conocimientos.

Aristóteles, el notable estagirita, afirmaba que los sueños no sufrían interferencias divinas, porque si fueran realmente enviados por los dioses, debían ser recibidos solo por los hombres más evolucionados, lo cual no ocurría. Los sueños son oriundos del corazón, centro de los sentimientos y afectado por los movimientos orgánicos, que pasan desapercibidos cuando en estado de vigilia, debido a la fuerza de los llamados sensoriales.

Los que sueñan se vuelven sensibles a estos movimientos orgánicos, pudiendo predecir enfermedades y determinar su curación. Por otro lado, aseguró que soñar con amigos cercanos a menudo puede resultar en una premonición, ya que cuando se conoce muy bien a alguien, se puede predecir sus acciones por el acceso que se tiene a sus motivaciones. El mejor analista de sueños - explica el autor de "Ética a Nicómaco" - es el que sabe cómo lidiar con las apariencias.

Las imágenes mentales son como imágenes reflejadas en el agua… Un reflejo no es original, ni las imágenes son el objeto real.

En contrapartida a la tesis aristotélica, surge la de los pitagóricos. Ellos creen que, durante el sueño, el alma se libera del cuerpo y entra en contacto con Espíritus Superiores. Esta postura tendría origen en las concepciones órficas y, aún, en la metafísica de los cultos egipcios, en que despunta el doble (KA), envoltura semimaterial del Espíritu, observado por Allan Kardec, quien lo denominó periespíritu.

Artemidoro de Efeso, escribió cinco libros sobre ONEIROCRÍTICA que traducen el modelo griego de análisis del sueño. Para interpretar un sueño, observó Artemidoro, es necesario recopilar información sobre quien sueña: su carácter y temperamento, situación en la vida, nombre, etc.

Mientras predicaba que “cada sueño es un sueño” porque refleja la personalidad de una persona en particular, Artemidoro describió una serie de sueños divididos en categorías:

Quedarse ciego de ambos ojos significa perder un hijo, hermano, padre o madre. Sin embargo, este sueño es bueno para los presos y para muchos pobres; los primeros ya no verán sus miserias y sus pecados, los segundos tendrán ayuda y placer, porque muchos prestarán ayudan a los necesitados…

Si alguien busca algo perdido y tiene este sueño, jamás encontrará lo que perdió. Para los poetas este sueño es bueno, pues ellos necesitan un sueño profundo antes de verlo; para los enfermos trae expectativa de muerte durante el día.

EL SUEÑO EN LA ODISEA Y LA ILÍADA

La epopeya es el género literario donde el sueño aparece con rara intensidad. En la India se encuentra en el Mahabarata y el Ramayana. En la epopeya de Hánuman, el poeta Tulsidas, atrapado en una torre de piedra, consigue sacar a un ejercito de monos de su sueño y liberarlos.

Homero hizo uso de motivos oníricos. En la Iliada, el sueño de Aquiles recuerda la “Epopeya de Gilgamés”, con Patroclo en el papel de Enkidu.

Se le aparece a su amigo pidiéndole que lo entierre, para que sus cenizas nunca se separen y pueda entrar en el infierno. R. de Becker aclara: Existe una gran verdad onírica en la figura de Aquiles extendiendo sus brazos a Patroclo no pudiendo alcanzarlo, aunque la sombra vuelve a la Tierra con gritos destemplados y lastimeros.

La obra de Homero está inspirada, en su totalidad, en un pensamiento filosófico relativo a la naturaleza humana y las leyes eternas que gobiernan al mundo.

Nada de lo esencial de la vida humana se le escapa.

El poeta contempla todo el conocimiento particular a la luz de su conocimiento general de la esencia de las cosas. La preferencia de los griegos por la poesía gnómica, el uso frecuente de ejemplos míticos, la expresión onírica, todos esos rasgos tienen su origen en Homero.

Para Homero las últimas fronteras de la ética no son convenciones del mero deber, sino leyes del ser.

Es en la penetración del mundo por este amplio sentido de la realidad, en relación al cual todo “realismo” aparece como irreal, que se basa en la fuerza ilimitada de la epopeya homérica.

Una racionalización menos feliz surge en otras personificaciones del sueño de La Odisea y de La Ilíada, donde se manifiesta como un personaje autónomo. Así, el sueño de Agamenón toma la forma de un mensajero enviado por Júpiter, que lo engaña. En La Ilíada, el sueño aparece personificado para Nausicaa y Penélope. Atenas, la diosa de ojos brillantes, es su instigadora.

Sin embargo, Penélope tiene un segundo sueño – los veinte gansos significarían sus pretendientes, muertos por el águila, o el marido que finalmente regresa.

El propio Ulises ofrece su interpretación a Penélope. Es precisamente allí donde la esposa de Ulises distingue entre las puertas de los sueños – una de cuerno y otra de marfil… Los críticos admiten que el empleo del sueño en la obra fue oportuno porque realizó la mediación entre una circunstancia que se había tornado vulgar y otra cuyo carácter excepcional va a manifestarse. Esta mediación es mucho mejor cuanto mas cerca se encuentra uno de un sueño auténtico, lo que ocurre en el sueño de los pretendientes y menos en su primer sueño o en el de Nausicaa.

LA TRAGEDIA GRIEGA – ESQUILO Y SÓFOCLES

La tragedia griega de Esquilo y Sófocles atribuye al sueño una capital importancia, a punto de convertirlo en “oráculo de la divinidad”.

En “Los Persas”, el sueño de la reina se presenta singularmente marcado de presagios que tienen su fuente en los hechos cotidianos. Esquilo (525 – 456 a.C.) se ocupa de demostrar una equivalencia especial entre los estados de sueño y de vigilia, demostrando que los símbolos oníricos encuentran analogía en los signos de la vida.

El triunfo de “Los Persas” (472) aseguró la gloria de Esquilo y atrajo la atención de Hieron, un tirano de Siracusa. Desde entonces, Esquilo vivió ora en Atenas ora en Sicilia, representando casi setenta dramas, que exploraban el universo de los antiguos mitos. La leyenda atribuye su muerte al impacto de una tortuga que un águila habría dejado caer sobre su cabeza.

El lirismo de Esquilo provoca en el espectador un sentimiento de angustia, pero le presenta la solución armoniosa de los conflictos que se encuentran en la moderación, fundamento de la moral ateniense.

Sofocles (495 – 406 a.C) compuso 123 dramas. Solo siete piezas nos llegaron enteras: “Edipo en las Colonias” (401); “Filocteto” (409); “Ajax” (420); “Las Traquinias” (420); “Electra” (425); “Edipo Rey” (430); “Antígona” (442).

Sófocles imprimió en la técnica teatral una notable evolución, a la vez que redimensionó el sentido de la trágico (incluyendo los valores oníricos) concentrándolos en la fuente maestra de la acción.

En el Islam (especialmente profético), el sueño adquiere una importancia fundamental. El Lailat al Miraj (viaje nocturno), el mayor sueño de Mahoma (que lo inicia en los misterios cósmicos), comienza cuando se encuentra durmiendo entre las colinas de Safa y Meeva y se acerca el Ángel Gabriel, montado sobre Buraq – la yegua plateada medio humana – que solía llegar en un instante a Jerusalén, donde el profeta habla con Abraham, Moisés y Jesús. Continuando su viaje, volando sobre Buraq y guiado por Gabriel, pasa a través de las siete esferas celestiales, cada una con un color específico, es decir, los siete niveles de existencia. Finalmente se acerca a Dios. Hay versiones del texto en las que Mahoma no solo asciende a Dios, sino que penetra en las profundidades de la Tierra, abarcando toda la experiencia humana.



Tomado del libro: “El sueño y los sueños” de Carlos Bernardo Loureiro
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Febrero 17 de 2019
Santa Marta – Colombia


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