Definidos de forma dogmática,
por los diccionarios, como una especie de perturbación de carácter mental, en
la que la persona se imagina convertida en un animal, los fenómenos de
zoantropía se revelan más amplios y diversificados, especialmente cuando son estudiados
a la luz de la Doctrina Espírita. La literatura mundial registra innumerables
obras escritas respecto al tema, de la que han resultado películas y obras de
teatro, en un verdadero filón explotado por la industria del entretenimiento.
Aunque la mayor parte de las historias se han originado de leyendas y de la
imaginería popular, hay siempre un fondo de verdad a ser buscada.
LA
ENTIDAD QUE MANIPULA A LA VÍCTIMA LE TRANSMITE SU CONFIGURACIÓN ESPIRITUAL
MEDIÚMNIDAD
El desconocimiento de
las leyes emanadas del Creador es lo que lleva a la incredulidad o a la
superstición. Es por eso que el hombre coloca “adornos” a la verdad para
falsearla.
Por: María Magdalena Neufal
Zoantropía es el fenómeno en que los
Espíritus desencarnados dedicados al mal, se tornan visibles a los hombres bajo
formas animalescas, demostrando su degradación, tanto moral como espiritual.
Estas formas son muy diversas, sin olvidar la forma “diabólica” en que muchos
se presentan, esto es, cara de hombre, cuernos, rabos y pies de cabra, o sea,
un ser mixto de hombre y animal.
Muchos libros de ficción han sido escritos en forma ligera y se
han realizado películas y novelas explotando ese filón. Basadas en leyendas y
en la imaginería popular, hay siempre una verdad a ser buscada. No hay que
creer en todo, ni negarlo todo. No existe lo sobrenatural, porque todo lo que
ocurre en la naturaleza es natural, obedeciendo a las leyes emanadas del
Creador. El desconocimiento de esas leyes es lo que lleva a la incredulidad o a
la superstición. Es por eso que el hombre “decora” la verdad, para falsearla.
Muchos campesinos me han contado casos de hombres lobos
(licantropía) y me han jurado que los han visto. Voy a dejar de lado, esta vez,
esos casos y narraré algunos encontrados, principalmente, en las historias de
santos y de la literatura Espírita.
Las fuerzas malévolas siempre atacan a aquellos que sirven al
bien. Siendo así, no es raro encontrar en la vida de los llamados santos,
fenómenos de zoantropía.
EN LA LITERATURA CATÓLICA – El historiador José
Hussleim, en la obraHeroínas
de Cristo, Editorial Poblet, relata que en la vida de Santa Gemma
Galván (1878 – 1903), ocurrieron dolorosos fenómenos de infestación espiritual
producidas por entidades maléficas del mundo invisible, que tomaban las más
terribles formas. En una de ellas aparecía, a veces, “como un perro feroz que
se arrojaba sobre ella o como un monstruo gigantesco que la atormentaba la
noche entera, gritando: ¡Tú me perteneces! ¡Tú me perteneces!”.
San Pedro Alcántara (1499 – 1552) sufrió
grandemente las embestidas de las Fuerzas del Mal, a las cuales venció con su
humildad y dedicación al bien. Fray Estefanio José Piat, en la obra San Pedro Alcántara,
describe uno de esos ataques, acompañado de fenómenos físicos: “El diablo entra
ahora en escena. Obsesiona bajo formas asquerosas, persigue con escarnios,
gritos y ruidos nocturnos. Llega actuando con vías de hecho: derriba, sofoca
hasta casi estrangular; lanza una lluvia de piedras que, a la mañana siguiente,
aún se encuentran regadas por el suelo de la celda”.
Don Bosco (1815 – 1888), también recibió
crueles ataques de tenebrosas y vengativas entidades, interesadas en perjudicar
su obra misionera. El padre A. Auffray, en la célebre obra San Juan Bosco,
Librería Católica Emmanuel Vitte, describe esas persecuciones contadas por el
notable santo a los padres Cagliero, Bonetti y Rufino, que cierta mañana lo
encontraron pálido y extenuado. Además de los gritos oímos vientos repentinos,
el tirar de las sábanas, ruidos en el techo de la casa y otros fenómenos
físicos. Don Bosco enfrentó también los fenómenos de zoantropía (inclusive la
licantropía), recurriendo a su mediumnidad poderosa y gran espiritualidad. Los
perseguidores desencarnados aparecían “bajo expresiones de animales feroces –
osos, tigres, lobos, serpientes – o bajo el aspecto de monstruos
indescriptibles, que lo atacaban furiosamente.
San Geraldo Majela (1726 – 1755), cuya vida
estuvo llena de los más extraordinarios fenómenos, tampoco escapó a la
zoantropía. Su historiador, el padre Montes, narra en la obra San Geraldo,
varios casos. El primero ocurrió antes del santo entrar en el Noviciado de los
Redentoristas. Dotado de grandes virtudes y fervor religioso, gustaba de hacer
vigilia en la Iglesia de Muro, su ciudad natal. “Una noche, al abrir la puerta
de la iglesia, vio Geraldo, en la oscuridad, los enormes ojos desorbitados de
un perro que avanzó como si quisiese saltar sobre su pescuezo. El primer
impulso del joven fue gritar o huir. Comprendió, sin embargo, que aquel perro
descomunal que se encontraba dentro del templo, no era un animal como los
demás. Entró, tomó agua bendita e hizo la señal de la cruz. El macabro
asaltante retrocedió y, dando un horroroso aullido, desapareció como por
encantó”.
Como Hermano Coadjutor, en Iliceto y otros conventos, numerosos
grupos de “demonios” se le aparecían en forma corpórea. “Algunas veces, tal
como los representa la imaginación popular, con enormes cachos, fisonomía
repugnante, piel bermeja o negra y rabo descomunal. Ejecutaban ataques
simulados y daban gritos y aullidos capaces de helar la sangre a un cristiano.
Otras veces, disfrazados de enormes perros negros y lobos horribles, atacaban a
Geraldo intentando devorarlo. Viendo que las amenazas no impresionaban al
heroico joven, los Espíritus infernales no se contentaban con chillidos y
amenazas.
Cierto día se lanzaron sobre Geraldo, lo agarraron con sus manos
asquerosas, lo tiraron al suelo y lo maltrataron de tal forma que, al día
siguiente, no se pudo levantar del lecho. Otra noche, se precipitaron sobre él
dos lobos gigantes, con aullidos salvajes y, agarrándolo por la bata, lo
arrastraron por los corredores, se lo llevaron por el huerto hasta el fondo,
siendo arrastrado por piedras y fango y cuanta inmundicia había, dejándolo
medio muerto, intentaban también, tirarlo al fuego y ahogarlo”.
EN LA LITERATURA ESPÍRITA – Federica Hauffe (1801 –
1829), llamada la vidente de Prevost, sensitiva alemana de facultades
excepcionales, acostumbraba expulsar demonios por medio de fórmulas escritas. A
pedido del Dr. Justinus Kerner, envió a Fritzlen, una señora que fue perseguida
durante veinticuatro años, por una voz interior. “Todo comenzó cuando al
acostarse, aún despierta, oyó un crujido en la cama; enseguida vio un rayo de
luz azulada y la aparición de un ser semejante a una raposa, que se le aproximó
a la cama y desapareció. Otra noche percibió la mano de una criatura en la
suya. Esforzándose por retirarla, sintió su presión, como un gran peso. Desde
entonces, se vio perturbada todas las noches, al principio por luces suaves,
después por la aparición de formas vivas, lechuzas, gatos o caballos, todos
horribles y asustadores”. Con la ayuda prestada por la vidente, cesaron las
perturbaciones en la vida de Fritzlen.
Encontramos dentro de la literatura Espírita, las explicaciones
de cómo se procesan esas degradaciones de las formas. Según Gúbio, instructor
de André Luiz, tenemos que tomar “por base, encima de todo, los elementos
plásticos del periespíritu”.
La zoantropía no se manifiesta solamente en los desencarnados.
Los encarnados también presentan problemas de ese tipo. Veamos tres casos: Uno
extraído de la Biblia, otro de una obra de André Luiz y el tercero narrado por
Cel. Edynardo Weyne. El caso bíblico lo encontramos en Daniel (4:25 a 34). El
Rey Nabucodonosor, de Babilonia, que vivió como animal durante siete años, al
fin de los cuales recobró el juicio, el reino y la figura humana, glorificando
a Dios y su justicia. Destaquemos el fragmento en que se opera la
transformación: “Oye esto, Rey Nabucodonosor. Tu reino ya no te pertenece,
serás separado de la gente y vivirás con los animales; comerás hierba como los
bueyes durante siete años, hasta que reconozcas que el Dios altísimo tiene
poder sobre todas las naciones de la tierra, y que es el quien pone como
gobernante a quien quiere. En ese mismo instante se cumplió la sentencia
anunciada y Nabucodonosor fue separado de la gente: comió hierba como los
bueyes, y el rocío empapó su cuerpo, hasta que el pelo y las uñas le crecieron
como si fueran plumas y garras de águila”.
En el capítulo 23 de la obra “En los Dominios de la
Mediumnidad”, tenemos un ejemplo de fascinación muy interesante. Una señora,
dominada por un terrible hipnotizador, acompañado por varios compañeros
vengativos, adquiría aspecto animalesco, “casi aullando y arrastrándose por el
suelo”. Si no fuese por la asistencia espiritual sería víctima integral de
licantropía deformante. El instructor Gubio, explica: “muchos Espíritus
pervertidos en el crimen, abusan de los poderes de la inteligencia haciendo
sufrir dolorosa crueldad sobre aquellos que aún se sintonizan con ellos por los
débitos del pasado. A semejantes vampiros debemos muchos cuadros dolorosos de
patología mental en los manicomios, en que numerosos pacientes, bajo intensa
acción hipnótica, imitan costumbres, posiciones y actitudes de diversos
animales”.
UNA DESOBSESIÓN – En la obra “La Próxima
Parada” Cel. Edynardo Weyne, narra un caso interesantísimo: “El 5 de agosto de
este año (1983), Valdeci Ribeiro de Souza, hijo de Joao de Souza Filho y
Francisca Ribeiro de Souza, de 14 años, residente en un paraje de Coqueirinho”,
en Mangabeira, Aquiraz, y alumno del Grupo Escolar Local, tuvo una crisis
convulsiva.
Fue llevado de prisa al puesto de salud José Frota de Mecejana.
Le aplicaron una inyección de “diazepan” y le recomendaron que lo llevaran al
Hospital de Salud Mental, para hacerle un electroencefalograma, pues
sospechaban que fuera epilepsia. Como las crisis continuaban, no hablaba, no dormía
y lloraba sin parar, lo llevaron al Hospital de Salud Mental. Allí estuvo tres
días.
Al volver a casa, el cuerpo tenía marcas de golpes, el rostro
hinchado y con un ojo “negro”. Contó que fue maltratado mucho.
En nuestra reunión de los miércoles la familia lo trajo al
Centro Espírita “Amor al Prójimo”. No parecía una criatura humana. La entidad
que lo manipulaba le transmitía su configuración espiritual (fenómeno de
zoantropía). Tenía la forma de un macaco. Esa degradación del periespíritu del
posesor, fue luego identificada por una vidente, vieron como las manos
dobladas, como si fuesen patas, intentaban agredir. Con furia animalesca,
procuraba morder a quien se le aproximaba. No hablaba, chillaba. Su expresión
fisonómica era simiesca. Se rascaba la barriga exactamente como lo hacen los
macacos. Su fuerza era superior a la de varios hombres juntos.
Después de tres sesiones de transfusión energética, con
complementación ectoplásmica, recuperó el aspecto humano y el comando de su
mente.
El lunes siguiente, día de sesión pública, más de cien
asistentes, de todas las clases sociales vieron el final de esa trágica
metamorfosis. ¡Volver a la conciencia de su propia identidad!
Reprimir, bloquear, dopar, someter a choques eléctricos o
bioquímicos a la incipiente mediúmnidad de un paciente-sensitivo es inocuo,
¡casi una perversidad¡ Jamás dejará de ser un “guiñapo ambulante”. Nunca se
llegaría a una solución autentica como en el caso de este joven macaco.
En este tratamiento no empleamos ningún producto farmacéutico
convencional. Sólo el humilde arsenal terapéutico de la Medicina de los
Espíritus: la oración, el pase, la cooperación de los benefactores del espacio,
el agua fluidificada, el amor y la fe. Principalmente la fe. Fe consciente,
inamovible, granítica. Aquella fe que mueve montañas, como nos enseñó el
amoroso hijo de María.
Cuando la medicina terrestre estuviere de manos con el
conocimiento espiritual, será más fácil el tratamiento y la cura de los problemas
expuestos. ¡Aguardemos!
Tomado
del Jornal Espírita, mayo de 1998.
Traducción:
Oscar Cervantes Velásquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario