El fantasma lanzador de piedras de Tucson
A primeros de
septiembre de 1983, empezó una pesadilla para Mr. y Mrs. Berkbigler y sus cinco
hijos. Acababan de trasladarse a su grande pero aún no terminada casa en el
desierto, cuando grandes piedras empezaron a golpear la estructura cada noche.
Las piedras no parecían venir de ninguna parte y ni siquiera la policía podía
encontrar al responsable. Dicho en pocas palabras, los Berkbigler eran víctimas
de un poltergeist, una especie de duende particularmente enojoso que se
divierte apedreando las casas. Los miembros de la familia salían
invariablemente para pescar al culpable, pero nunca podían ver a nadie. Los
ataques empezaban generalmente entre las 5:30 y las 7:00 de la tarde, cuando
volvían a casa del trabajo o del colegio. Las piedras llegaban en breves
ráfagas, cesaban y empezaban de nuevo. A veces, la familia oía también
misteriosos golpes en las puertas y ventanas.
Los Berkbigler creyeron
al principio que un vagabundo era el responsable de aquella trastada, pero Mrs.
Berkbigler estaba menos segura de la causa. «Tal vez es un espíritu -dijo al
fin a los reporteros del Arizona Daily Star-. Tal vez hemos construido la casa
sobre un cementerio sagrado o algo parecido.»
Pronto la prensa local
se refirió al problema del «fantasma lanzador de piedras» de los Berkbigler.
Durante las semanas siguientes, la policía local visitó la casa y puso un
helicóptero de vigilancia para resolver el misterio. Terminaron siendo ellos
mismos alcanzados por las piedras, a menudo a plena luz del día, y se mostraron
reacios a visitar la finca.
El episodio más
espantoso se produjo el domingo 4 de diciembre. Las piedras se habían mostrado
activas pero esporádicas durante todo el día, por lo que dos reporteros del
Star visitaron la casa para entrevistar a la familia. A las 6:10 de aquella
tarde, fueron lanzadas piedras con tanta violencia contra la puerta lateral de
la casa que los reporteros no podían salir. El asedio duró dos horas, hasta que
la familia llamó al fin a la policía que acompañó a los reporteros lejos de
allí.
Lo más chocante era
que, para golpear la puerta lateral, las piedras tenían que pasar a través del
garaje abierto de la casa. Como aquella tarde había una furgoneta aparcada
allí, las piedras tenían que ser lanzadas con extraordinaria puntería a través
de un espacio de sesenta centímetros entre el techo del garaje y el de la
furgoneta. Sin embargo, el fantasma conseguía esta hazaña sobrehumana sin la
menor dificultad.
El caos llegó a su
punto culminante el 6 y el 7 de diciembre, cuando docenas de personas se
presentaron en la casa para ayudar a la familia a atrapar al culpable. A pesar
de la constante vigilancia de la finca, las piedras fueron arrojadas como de
costumbre, alcanzando a personas en la noche oscura del desierto con asombrosa
habilidad. El improvisado pelotón consiguió arrojar a un intruso de la
propiedad, pero éste resultó ser miembro de la oficina del sheriff.
Pero entonces cesó simplemente
el lanzamiento de piedras. Los asedios diarios terminaron después de la segunda
noche de búsqueda y el caso del misterioso lanzador de piedras de Tucson quedó
sin resolver. Y hoy continúa la incógnita.
Tomado del libro: "Un mundo de fenómenos extraños" de Charles Berlitz