viernes, 9 de junio de 2017

Fenómeno de aparición en Kentucky (EEUU)

 Por: Allan Kardec

Hace algún tiempo, el Constitutionnel (Constitucional) y La Patrie (La Patria) han hecho referencia al siguiente caso, publicado en periódicos de los Estados Unidos:

La pequeña ciudad de Lichtfield, en Kentucky, cuenta con numerosos adeptos de las doctrinas del espiritualismo magnético. Un hecho increíble, que acaba de pasar, sin duda no contribuirá poco para aumentar el número de partidarios de la nueva religión.

La familia Park, compuesta por el padre, la madre y por tres hijos que ya tienen la edad de la razón, estaba fuertemente imbuida de las creencias espiritualistas. Por el contrario, una hermana de la señora Park – la señorita Harris – ninguna fe tenía en los prodigios sobrenaturales de los cuales se le hablaba sin cesar. Esto era para toda la familia un verdadero motivo de pesar, y más de una vez la buena armonía de las dos hermanas se vio perturbada por eso.

Hace algunos días la Sra. Park fue de repente acometida por un mal súbito que, desde el principio, los médicos declararon no poder tratar. La paciente era víctima de alucinaciones, y una terrible fiebre la atormentaba constantemente. La Srta. Harris pasaba todas las noches cuidándola. Al cuarto día de su enfermedad, la señora Park se levantó súbitamente y, sentándose en su lecho, pidió agua y comenzó a conversar con su hermana. Circunstancia singular: de pronto la fiebre había desaparecido, su pulso era regular y ella se expresaba con la mayor facilidad; toda feliz, la señorita Harris creyó que su hermana estuviese desde aquel momento fuera de peligro.

Después de haber hablado de su marido y de sus hijos, la Sra. Park se acercó aún más de su hermana y le dijo:

-      Pobre hermana: voy a dejarte; siento que la muerte se aproxima. Pero al menos mi partida de este mundo servirá para convertirte. Moriré dentro de una hora y me enterrarán mañana. Ten mucho cuidado de no seguir mi cuerpo al cementerio, porque mi Espíritu, revestido de su despojo mortal, aún te aparecerá una vez antes que mi ataúd sea recubierto de tierra. Entonces creerás finalmente en el espiritualismo.

Después de haber terminado estas palabras, la enferma volvió a acostarse tranquilamente. Pero una hora después – como ella lo había anunciado – la señorita Harris percibió con dolor que el corazón de su hermana había cesado de latir.

Vivamente emocionada por la asombrosa coincidencia que existía entre este acontecimiento y las palabras proféticas de la difunta, se decidió a seguir la orden que le había sido dada y, al día siguiente, se quedó sola en la casa mientras que todos se dirigían al cementerio. Después de haber cerrado los postigos de la cámara mortuoria, ella se sentó en un sillón ubicado cerca de la cama que el cuerpo de su hermana acabara de dejar.

Apenas cinco minutos hubieron transcurrido – contaba más tarde la Srta. Harris –, cuando vi como una nube blanca destacarse en el fondo de la habitación. Poco a poco esta forma se dibujó mejor: era la de una mujer medio velada; ella se aproximó lentamente de mí; yo distinguía el ruido de leves pasos sobre el piso; en fin, mis ojos asombrados estaban en presencia de mi hermana...

Su rostro, lejos de tener esa palidez sin brillo que en los muertos impresiona tan penosamente, estaba radiante; sus manos, cuya presión luego sentí sobre las mías, habían conservado todo el calor de la vida. Fui como transportada a una nueva esfera por esta aparición maravillosa. Creyéndome ya hacer parte del mundo de los Espíritus, me toqué el pecho y la cabeza para asegurarme de mi existencia; pero no había nada de penoso en este éxtasis.

Después de haber permanecido así delante mío – sonriente, pero en silencio – por espacio de algunos minutos, mi hermana, pareciendo hacer un violento esfuerzo, me dijo con una dulce voz:

-      Es tiempo de partir: mi ángel conductor me espera. ¡Adiós! He cumplido mi promesa. ¡Cree y espera!”

El periódico – agrega La Patrie – del cual hemos extraído este maravilloso relato, no dice si la señorita Harris se ha convertido a las doctrinas del espiritualismo. Sin embargo, suponemos que así fue, porque muchas personas se dejarían convencer por bien menos.

Agregamos, por nuestra propia cuenta, que este relato nada tiene que deba sorprender a aquellos que han estudiado los efectos y las causas de los fenómenos espíritas. Los hechos auténticos de este género son bastante numerosos y encuentran su explicación en lo que hemos dicho al respecto en varias circunstancias; tendremos ocasión de citarlos, provenientes de menos lejos que éste.



Tomado de la Revista Espírita 1858

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