lunes, 19 de junio de 2017

Apuntes espíritas acerca de la evolución

Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia

El tema de la evolución de las especies, propuesto por Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, donde plantean que las especies se transforman continuamente, ha sido tema de discusión y enfrentamiento ante los creacionistas, en una eterna lucha entre ciencia y religión. A pesar de ello, los científicos han reunido suficientes pruebas para demostrar que la evolución es un proceso característico de la materia viva y que todos los organismos que viven en la Tierra, descienden de un ancestro común.


Es importante destacar, que las investigaciones de Charles Darwin y Alfred Russell Wallace sobre la evolución de las especies eran totalmente independientes, sin embargo, al analizar Darwin el trabajo desarrollado por Wallace expresó:

“Jamás vi coincidencia más impresionante; ¡si Wallace tuviera mi borrador escrito en 1842, no habría podido realizar un resumen mejor!
Charles Darwin

Este hecho, nos pone a pensar acerca de la universalidad de la enseñanza de los espíritus propuesto por Allan Kardec, entendiendo, en este caso en particular, que la investigación de este par de eminentes científicos, era apoyada desde la espiritualidad, como un aporte a la evolución de la vida en la Tierra, tema demasiado álgido para la humanidad de la época.

Con el lanzamiento de El Libro de los Espíritus en 1857, el Espíritu de Verdad en la respuesta a la pregunta 540, esboza la teoría de la evolución de una forma simple, con un contenido lleno de sabiduría:

“Así pues, todo sirve, todo se eslabona en la naturaleza, desde el átomo primitivo hasta el arcángel, pues él mismo comenzó en un átomo. ¡Admirable ley de la armonía, cuyo conjunto no puede aprehender aún vuestro Espíritu limitado!

Y es tan limitado nuestro conocimiento, que cuando se plantea la evolución desde la orilla de la ciencia, no se incluyen los minerales, partiendo del hecho que los minerales son seres inertes.

En La Revista Espírita de 1858, en una comunicación recibida de un Espíritu habitante del planeta Júpiter, este esboza su pensamiento evolutivo de esta manera:

“Así, de cualquier lado que se lo mire, la armonía del Universo se resume siempre en una sola ley: el progreso por todas partes y para todos, para el animal como para la planta, para la planta como para el mineral; al principio, un progreso puramente material en las moléculas insensibles del metal o de la piedra, y cada vez más inteligente a medida que nos remontamos a la escala de los seres y al paso que la individualidad tiende a liberarse de la masa, a afirmarse, a conocerse”.

El espiritismo reconoce que el principio espiritual, en su largo viaje desde la monada, inicia su recorrido en los elementos minerales, de forma tal que se escapa a nuestra capacidad actual de raciocinio, hasta el reino de la angelitud, necesitando para ello, vivenciar experiencias evolutivas por los reinos vegetal y animal, hasta alcanzar el raciocinio, en el hominal.

Y esa es la historia esplendorosa que iniciamos todos los seres humanos, que nacemos como principio inteligente y alcanzamos la gloria solar en un éxtasis de auto-realización y paz, según nos enseña Juana de Ángelis[1].




[1] Juana de Ángelis/Divaldo Franco, El despertar del Espíritu, ediciones Juana de Ángelis, Buenos Aires, Argentina, 2001, pág. 200.

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