domingo, 15 de enero de 2017

REFLEXIONES ACERCA DE LAS ESFERAS O REGIONES ESPIRITUALES EN LA CODIFICACIÓN KARDECIANA

Imagen tomada del Anuario Espírita 1993

Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia

El tema de las colonias espirituales genera resistencia a ser aceptadas por parte de quienes se aferran psicorrígidamente a la Codificación Kardeciana, asegurando que El Espíritu de Verdad en sus respuestas a Allan Kardec en ningún momento habló de las supuestas esferas ni de las colonias espirituales ubicadas en ellas, razón por la cual rechazan de plano las obras complementarias de la codificación y otras fuera de ella, que mencionamos en el artículo referente a la historiografía de las colonias espirituales. Empero, examinando los libros de la codificación, observamos que el término esfera aparece en la mayoría de los libros, en algunos refiriéndose a los planetas (mundos) y en otros haciendo alusión a regiones espirituales.

En El Libro de los Espíritus, pregunta 87, El Espíritu de Verdad nos clarifica sobre aquellas regiones ocupadas por los Espíritus que, errantes, deambulan de acuerdo a su estado de evolución espiritual después de la desencarnación. Eh aquí la respuesta:

“Los Espíritus se encuentran por doquier. Los espacios infinitos se hallan poblados por ellos. Los hay que están sin cesar al lado de vosotros, observándonos y obrando sobre vosotros sin que lo advirtáis, pues los Espíritus son una de las potencias de la Naturaleza y los instrumentos de que Dios se sirve para el cumplimiento de sus designios providenciales. Pero no todos van a todas partes, porque hay regiones que están prohibidas a los menos adelantados”.

En la pregunta 279, el maestro lionés vuelve a preguntar: ¿Todos los Espíritus pueden acercarse recíprocamente? Y la espiritualidad responde:

“Los buenos van a todas partes, y precisa que así sea para que puedan ejercer su influencia sobre los malos. Pero las regiones habitadas por los buenos están prohibidas para los Espíritus imperfectos, a fin de que éstos no puedan llevar a ellas la perturbación de las malas pasiones”.

Aquí surge la pregunta: ¿A qué regiones se refieren los Espíritus? ¿Serán las regiones a las que se refirió Jesús en la parábola del mal rico[1]? En dicha parábola, Abraham le responde a Epulón, ante el requerimiento de agua que le hacía a Lázaro: “una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá”.

En la obra El Cielo y el Infierno, o La Justicia Divina según El Espiritismo, Capítulo III, Espíritus de mediana condición, encontramos una comunicación suministrada por el guía del médium, mensaje recibido del espíritu que se identificó como Eric Stanislas:

“Hijos míos, éste es un Espíritu que ha sido muy infeliz porque estuvo mucho tiempo extraviado. Ahora, comprendiendo sus faltas, y arrepintiéndose por fin, ha vuelto sus miradas hacia Dios, a quien había desconocido. Su posición no es la de dicha, pero aspira a ella y no sufre. Dios le ha permitido venir a escuchar, y después ir a una esfera inferior a instruir y hacer adelantar a los Espíritus que, como él, han quebrantado las leyes del Eterno. La reparación es lo que se le ha pedido. En adelante conquistará la felicidad, porque tiene voluntad para ello”.

Analizando esta comunicación, observamos que el Espíritu que se identifica como el guía del médium, asegura que el espíritu de Eric Stanislas, irá a “una esfera inferior a instruir y hacer adelantar a los Espíritus que, como él, han quebrantado las leyes del Eterno”; contextualizando y de acuerdo con las definiciones que poseemos sobre dichas esferas, la simple lógica nos lleva a inferir que se refiere a aquellas esferas ubicadas en el denominado Umbral donde, tal como aconteció con André Luiz se encuentran gran cantidad de Espíritus sirviendo y aprendiendo antes de regresar a una nueva experiencia en la carne.

En esta misma obra, Capítulo IV, Espíritus Sufrientes, encontramos una comunicación de un espíritu identificado como Clara, quien ante algunas explicaciones ofrecidas por el espíritu de San Luis acerca de las tinieblas, participa con la siguiente comunicación:

“Heme aquí, Puedo responder también a la citada pregunta sobre las tinieblas, porque he errado y sufrido largo tiempo en esos limbos, donde todo son sollozos y miserias. Sí, las tinieblas visibles de que habla la escritura existen, y los desgraciados que, habiendo terminado sus pruebas terrestres, dejan la vida, ignorantes o culpables, son sumergidos en la fría región, ignorantes de sí mismos y de sus destinos. Creen en la eternidad de su situación, balbucean todavía las palabras de la vida que les han seducido, se admiran y se espantan de su gran soledad.

Son tinieblas estos lugares vacíos y poblados, estos espacios, a donde van a parar dolientes espíritus, errantes y pálidos, sin consuelo, sin afecciones, sin ningún socorro. ¿A quién se dirigirán? Sienten por un lado la eternidad que pesa sobre ellos, y tiemblan y lloran los mezquinos intereses que miden sus horas. Por otra parte, echan de menos la noche en que, sucediendo al día, pasaban muchas veces sus cuidados en un sueño feliz. Las tinieblas son para los espíritus la ignorancia, el vacío y el horror a lo desconocido... No puedo continuar...”.

Ante esta lectura nos preguntaríamos, ¿Cuáles son estas regiones o lugares vacíos y poblados en el mundo espiritual? Y si existen, porque dudar denominados “abismos y tinieblas, esferas sub-costrales, ubicadas debajo de nuestra superficie y las cuales corresponden a regiones de intensos sufrimientos y manifestaciones del mal[2]”.

Emmanuel en el prefacio a la obra Nuestro Hogar nos dice:

“Reconocemos que este libro no es único. Otras entidades comentaron ya las condiciones de la vida, más allá de la tumba…

Sin embargo, desde hace mucho, deseamos traer a nuestro círculo espiritual a alguien que pueda transmitir a otros, el valor de la experiencia propia, con todos los detalles posibles a la legítima comprensión del orden, que preside el esfuerzo de los desencarnados laboriosos y bien intencionados, en las esferas invisibles a la vista humana, aunque íntimamente ligadas al planeta.

Con seguridad, numerosos amigos sonreirán al contacto con determinados pasajes de estas narraciones. Es que lo inusual causa sorpresa en todos los tiempos. ¿Quién no se sonreiría en la Tierra, años atrás, cuando se le hablase de aviación, de electricidad o de radiofonía?

La sorpresa, la perplejidad y la duda son propias de todos los aprendices que aún no pasaron por la lección. Es más que natural, justísimo. No comentaríamos, de ese modo, ninguna impresión ajena. Todo lector necesita analizar lo que lee”.

Continuando con la obra El Cielo y el Infierno, en el Capítulo VIII, Expiaciones Terrestres, en la comunicación titulada Instrucción de un espíritu sobre los idiotas y los imbéciles dada a la Sociedad de París, Allan Kardec hace un comentario referente a la posición de los imbéciles y su futuro espiritual, asegurando que:

“No teniendo ninguna noción del bien y del mal, ¿cuál es su suerte en la eternidad? ¿Serán dichosos al igual que los hombres inteligentes y trabajadores? ¿Más por qué se concedería este favor, puesto que no han hecho bien? ¿Irán a lo que se llama limbo, estarán en un estado mixto que no es ni la dicha ni la desgracia? Pero, ¿por qué esta inferioridad eterna? ¿Es culpa suya si Dios los ha creado imbéciles? Desafiamos a todos los que rechazan la doctrina de la reencarnación a que salgan de este círculo estrecho y sin salida. Con la reencarnación, al contrario, lo que parece injusto viene a ser una admirable justicia. Lo que es inexplicable, se explica de una manera muy racional”.

Y continúa: “Cada uno tiene la posibilidad de no volver a ella, mejorándose lo suficiente para merecer pasar a una esfera más elevada. Pero en esas esferas venturosas no se admite el egoísmo ni el orgullo. Es necesario trabajar despojándose de estas dolencias morales, si se quiere ascender un grado”.

Nuevamente apelamos a la racionalidad que nos ofrece la Doctrina Espírita para interpretar lo que Allan Kardec, con sus oportunos comentarios, nos esclarece con relación a las esferas elevadas o venturosas a las cuales todos tenemos la posibilidad de acceder en la medida en que mejoramos de nuestras dolencias morales.

En el Libro de los Espíritus, pregunta No. 300, Allan Kardec vuelve a inquirir a los Espíritus: “Dos Espíritus que simpatizan por entero, cuando ya se han reunido ¿lo están para la eternidad, o bien pueden separarse y unirse a otros Espíritus?

Responden los Espíritus: Todos los Espíritus están unidos entre sí. Me refiero a los que han llegado a la perfección. En las esferas inferiores, cuando un Espíritu se eleva no siente ya igual simpatía por aquellos que ha dejado”.

Asimismo, en la pregunta 342, Allan Kardec inquiere: En el momento de su reencarnación ¿es acompañado el Espíritu por otros Espíritus amigos suyos, que asisten a su partida del Mundo Espírita, así como acuden a recibirlo cuando en él reingresa?

Responden los Espíritus: Esto depende de la esfera en que el Espíritu habite. Si se halla en alguna de las esferas en que reina el afecto, los Espíritus que le aman lo acompañan hasta el último momento, alentándolo, y a menudo incluso lo siguen en la vida.

En otra obra de la Codificación, El Evangelio según El Espiritismo, Capítulo VI, El Consolador Prometido, Advenimiento del Espíritu de Verdad, en una comunicación ofrecida por El Espíritu de Verdad, leemos: “Nada está perdido en el reino de nuestro Padre, y vuestros sudores y vuestras miserias forman el tesoro que debe haceros ricos en las esferas superiores, en donde la luz substituye a las tinieblas y donde el más desnudo de todos vosotros será, tal vez, el más resplandeciente”.

Más adelante en el Capítulo VIII, Bienaventurados los que tienen el Corazón Puro, ítem Bienaventurados los que tienen los ojos cerrados, el Cura D´Ars nos esclarece que: “¡Oh!, sí, bienaventurado el ciego que quiere vivir con Dios; más feliz que vosotros que estáis aquí, siente la felicidad, la toca, ve las almas y puede lanzarse con ellas a las esferas espirituales, que aun los predestinados de vuestra Tierra no ven”.

Una vez más nos preguntamos: ¿A qué esferas espirituales se refiere el Cura D´Ars?

En El Libro de los Médiums, Capítulo XXV, De las Evocaciones, 282, preguntas sobre las Evocaciones, igualmente encontramos una referencia directa a las esferas espirituales, ante la pregunta que Allan Kardec plantea:

¿Cuáles son las causas que pueden impedir a un Espíritu el venir a nuestro llamamiento?

Los Espíritus responden entre otras cosas: “Hay Espíritus que no pueden comunicarse nunca; estos son aquellos que por su naturaleza pertenecen aun a los mundos inferiores a la Tierra. Los que están en las esferas de castigo tampoco lo pueden a menos de un permiso superior que solo se concede con un fin útil y general. Para que un Espíritu pueda comunicarse, es menester que haya alcanzado el grado de adelanto del mundo en que es llamado; de otro modo es extraño a las ideas de este mundo y no tiene ningún punto de comparación. No sucede lo mismo con los que son enviados en misión o en expiación en los mundos inferiores; éstos tienen las ideas necesarias para contestar”. Considero que la respuesta diferencia muy claramente entre esferas y mundos (planetas).

En El Génesis, Milagros y Profecías según El Espiritismo, todas las referencias que existen en relación a las esferas, involucran a los planetas o mundos de la inmensidad del Universo.

En Obras Póstumas, en el capítulo Influencia perniciosa de las ideas materialistas, Allan Kardec recibió la siguiente comunicación del espíritu de San Luis, denominado La música celeste:  Cuando leías a tu hija el pasaje de El Libro de los Espíritus que trata de la música celeste, ella dudaba; no comprendía que pudiese existir la música en el mundo espiritual, y he aquí por qué esta noche le he dicho que era cierto; no habiéndola podido persuadir, Dios permitió, para convencerla, que le fuese enviado un sueño sonambúlico. Entonces, emancipándose su Espíritu del cuerpo dormido, se lanzó al espacio, y admitido que fue en las regiones etéreas, su éxtasis fue producido por la impresión que le causó la armonía celeste; así ha exclamado: “¡qué música!, ¡que música!”, pero sintiéndose por momentos arrastrada hacia las regiones elevadas del mundo espiritual, por lo cual ha pedido que se la despertara, indicándote como, esto es, con agua.

“Todo se hace por la voluntad de Dios. El Espíritu de tu hija no dudará más; aun cuando al despertar no haya conservado claramente en la memoria cuanto le ha sucedido, su Espíritu sabe a qué atenerse”.

Una vez más observamos en esta lectura como se hace referencia a las regiones elevadas del mundo espiritual, adonde fue llevada en el desprendimiento propio del sueño (desdoblamiento inconsciente) la joven hija del médium, viviendo una hermosa experiencia con la música propia del mundo espiritual.

Por último queremos referirnos a la nota que aparece en La Revista Espírita 1858 y denominada Platón: doctrina de la elección de las pruebas, donde Platón haciendo alegoría del Huso de la Necesidad, supone un diálogo entre Sócrates y Glaucón en un cuadro imaginario que conduce al desarrollo de la idea principal: la inmortalidad del alma, la sucesión de las existencias, la elección de esas existencias por efecto del libre albedrío, en fin, las consecuencias felices o desdichadas de esa elección, a menudo imprudente; y termina Allan Kardec planteando que “todas estas proposiciones se encuentran en El Libro de los Espíritus, y vienen a confirmar los numerosos hechos citados en esta Revista”.

Para tener una idea del dialogo entre Sócrates y Glaucón, planteado por Platón, transcribimos un pequeño trecho del mismo por su extensión y remitimos a nuestros lectores a la Revista Espírita 1858:

En primer lugar vio que las almas juzgadas desaparecían, unas dirigiéndose al cielo, las otras descendiendo a la Tierra a través de las dos aberturas que se correspondían: mientras que por la segunda abertura de la Tierra vio salir almas cubiertas de polvo y de inmundicia, al mismo tiempo que por la segunda abertura del cielo descendían otras almas que eran puras y sin mancha. Todos parecían venir de un largo viaje y se detenían con gusto en la pradera como en un punto de reunión. Las que se conocían se saludaban entre sí y se pedían noticias de lo que sucedía en los lugares donde ellas venían: el cielo y la Tierra. Aquí, entre gemidos y lágrimas, recordaban todo lo que habían sufrido y visto sufrir durante su estancia en la Tierra; allí, se contaban las alegrías del cielo y la felicidad de contemplar las maravillas divinas[3].

Más adelante continúa: “Esa alma añadía que, entre tantos objetos terribles, nada les causaba más miedo que el bramido del abismo, y que había sido para ellas una extrema alegría salir de allí en silencio. Tales eran, aproximadamente, los juicios de las almas, sus castigos y sus recompensas”.




[1] Lucas 16: 19 a 31.
[2] Las esferas espirituales, Salvador Gentile, Anuario Espírita 1993. Editora Mensaje Fraternal, 1993.
[3] El Mito de Er, es una leyenda escatológica que finaliza La República de Platón. En ella Er habla de su viaje al más allá, da cuenta de la reencarnación y de las esferas celestes del plano astral.

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