domingo, 20 de octubre de 2013

Las Enfermedades de Largo Curso

Cristina Alochio

Por: Giovanna Campos
 
 Con la definición del título, dictada por el espíritu André Luiz en la obra Entre la Tierra y el Cielo, psicografiada por Chico Xavier, la neumóloga Christina Alochio presento un paralelo entre las enfermedades crónicas y la calidad de vida y como la Doctrina Espírita puede ayudar en la comprensión de esos cuadros enfermizos, muchas veces pruebas difíciles tanto para los pacientes como para sus familiares.




¿Cómo definir y cuáles son las enfermedades crónicas?

Enfermedades crónicas son las de larga duración y progresión generalmente lenta. Son la principal causa de mortalidad en el mundo, lo que, en 2008, representó el 63% de todas las muertes en el mundo, es decir, 36 millones. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como enfermedades crónicas las enfermedades cardíacas, el accidente vasculo-cerebral, el cáncer, las enfermedades respiratorias crónicas y la diabetes. La OMS también incluyo en esa lista aquellas enfermedades que contribuyen al sufrimiento de los individuos, de las familias y de la sociedad, tales como los desordenes mentales y neurológicos, las enfermedades bucales, óseas y articulares, los desordenes genéticos y las patologías oculares y auditivas. Todas ellas exigen continua atención y esfuerzos de los gobiernos y las familias.

De acuerdo con la OMS,  ¿qué es calidad de vida?

La OMS define como calidad de vida la percepción del individuo sobre su posición en la vida, en el contexto cultural y de los sistemas de valores en los cuales vive, en relación a sus objetivos, expectativas, patrones y preocupaciones. Por lo tanto, a pesar de ser la misma enfermedad, en el mismo grado de intensidad, la calidad de vida de los individuos puede ser completamente diferente, de acuerdo con su historia de vida y de sus creencias.

¿Cómo entender la calidad de vida en los casos de enfermedades crónicas?

Cada vez más informaciones sobre calidad de vida vienen siendo incluidas tanto como indicadores para la evaluación de la eficacia, eficiencia e impacto de determinados tratamientos en algunas enfermedades, en cuanto a la comparación entre procedimientos para el control de los problemas de salud.

Pensar más en calidad de vida y con el desarrollo de nuevas investigaciones en esa área podrá resultar en cambios en las prácticas asistenciales y en la consolidación de nuevos paradigmas en el proceso salud-enfermedad, lo que puede ser de gran importancia para la superación de modelos de atendimiento eminentemente biológicos, que descuidan importantes aspectos socio-económicos, culturales, psicológicos y espirituales en las acciones de promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación en salud.

Clínicamente, ¿que despierta o causa la cronicidad de una enfermedad?

La medicina aun no dispone de medios de cura para algunas enfermedades o sus secuelas, necesitan mantener el tratamiento por largo tiempo, a veces, para toda la vida.

¿La experiencia física es factor decisivo para el perfeccionamiento espiritual?

Si, Emmanuel, en El Consolador, nos dice que “La enfermedad incurable trae consigo profundos beneficios. ¿Qué sería de las criaturas terrestres sin las molestias dolorosas que le pudren la vanidad? ¿Hasta dónde podrían ir el orgullo y el personalismo del espíritu humano, sin la constante amenaza de una carne frágil y atormentada?”.

André Luiz, en Entre la Tierra y el Cielo, afirma que “La enfermedad larga es una bendición desconocida entre los hombres, constituye valioso curso preparatorio del alma para la gran liberación. Sin la molestia dilatada, es muy difícil el éxito rápido en el trabajo de la muerte”.

¿Cómo hacer un paralelo entre esas enfermedades y el Espiritismo?

El Espiritismo nos enseña que la enfermedad es un proceso de ajuste a la Ley de Dios, que infringimos en esta vida o en las pasadas, siendo un recurso necesario para colocarnos en armonía con la Ley de Dios. “Enfermedad y dificultad son, algunas veces, las muletas de que carecemos en largos períodos de reajuste” (Estante de la Vida, por el Espíritu Hermano X, Humberto de Campos).

¿Hay investigaciones apuntando a la espiritualidad como factor de promoción de mejor calidad de vida en los cuadros crónicos?

Los trabajos sugieren que los pacientes gravemente enfermos muchas veces se vuelcan hacia prácticas espirituales para ayudarlos a enfrentar esos eventos, porque la espiritualidad parece ayudar al proceso de ajuste y disminuye algunos de los efectos psicológicos negativos que muchos experimentan.

Son escasas las investigaciones que estudian directamente los mecanismos por los cuales la espiritualidad puede llevar a un mejor enfrentamiento, cicatrización y control de la enfermedad. La oración y la meditación han sido asociadas con el relajamiento, un acentuado sentido de control y el aumento del efecto placebo (1, 2). Algunos estudios de laboratorio clínicos, a su vez, ligan esos estados con una mejoría del funcionamiento de los sistemas fisiológico, bioquímico e inmune (3, 4, 5). Prácticas espirituales, especialmente aquellas asociadas con la religión formal, pueden ser asociadas con la reducción de comportamientos de alto riesgo para la salud (fumar, beber, usar drogas, por ejemplo) (6, 7) y apoyo social reforzado (8, 9, 10).

Las investigaciones sobre la influencia de la espiritualidad en la calidad de vida son innumerables, como, por ejemplo:

- En el cáncer: Pacientes con cáncer que relatan fuerte sentido de espiritualidad aumentan los sentimientos de paz, confort y soporte (11), menos efectos debilitantes de la fatiga (12), dolor menos intenso (13,14), y menos ansiedad (15). Brady et al (12) propusieron que la espiritualidad es parte tan importante en la recuperación de un paciente de cáncer y de salud que deben ser incorporados como herramientas válidas para medir la calidad de vida.
- En enfermedades cardiovasculares: Investigación observacional demostró una ligación entre la frecuencia regular a la iglesia y la disminución de la mortalidad causada por la enfermedad coronaria, en una muestra de 393 pacientes de una unidad coronaria (16). La frecuencia a la iglesia también ha sido asociada a una menor presión arterial, que puede ser un mecanismo por el cual la espiritualidad puede afectar la recuperación de las enfermedades cardíacas (17, 18).

También puede ocurrir que la religión sea un factor negativo para enfrentar la enfermedad, cuando el individuo tiene una visión de que la enfermedad es un castigo divino (punición) o un abandono de Dios. En un grupo de cuidados intensivos con pronóstico de días o semanas, esas creencias fueron positivamente asociadas a la angustia, confusión, depresión, y negativamente asociada con el bienestar físico y emocional, calidad de vida, así como pacientes con dolor crónico fueron asociados al dolor más intenso o más prolongado (19, 20).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1) Kuhn CC. A spiritual inventory of the medically ill patient. Psych Med 1988; 6:87–100.
2) Marlatt GA, Kristeller JL. Mindfulness and meditation. In: Miller WR, editor. Integrating spirituality into treatment. Washington, DC: American Psychological Association; 1999. p. 67–84.
3) Kiecolt-Glaser JK, Malarkey WB, Cacioppo JT. Stressful personal relationships: immune and endocrine function. In: Glaser R, Kiecolt- Glaser J, editors. Handbook of human stress and immunity. San Diego, CA: Academic Press; 1994.
4) Benson H. The relaxation response. New York: William Morrow; 1996.
5) Weisse CS. Depression and immunocompetence: a review of the literature. Psychol Bull 1992; 111:475–89.
6) Adelekan ML, Abiodun OA, Imouokhome- Obayan AO, Oni GA, Ogunremi OO. Psychosocial correlates of alcohol, tobacco, and cannabis use: findings from a Nigerian university. Drug Alco Depend; 1993; 33:247–56.
7) Koenig HG, George LK, Meador KG, et al. Religious affiliation and psychiatric disorders among Protestant baby boomers. Hosp Commun Psych 1994; 45:586–96.
8) Levin JS. Religion and health: is there an association, is it valid, and is it causal? Soc Sci Med 1994; 38:1475–82.
9) Bradley DE. Religious involvement and social resources: evidence from the data set, ‘‘Americans’ Changing Lives.’’ J Scient Study Relig 1995; 34:259–67.
10) Ellison CG, George LK. Religious involvement, social ties, and social support in a Southeastern community. J Scient Study Relig 1994; 33:46–61.
11) Jenkins R, Pargament K. Religion and spirituality as resources for coping with cancer. J Psychosoc Oncol 1995; 13:51–74.
12) Brady MJ, Peterman AH, Fitchett G, et al. A case for including spirituality in quality of life measurement in oncology. Psycho Oncol 1999; 8:417–28.
13) Idler EL. Religion, health, and nonphysical senses of self. J Relig Health 1995; 30:21–33.
14) Yates JW, Chalmer BJ, St. James P, et al. Religion in patients with advanced cancer. Med Pediatr Oncol 1981; 9:121–8.
15) Kaczorowski JM. Spiritual well-being and anxiety in adults diagnosed with cancer. Hosp J 1989; 5:105–16.
16) Comstock GW, Partridge KB. Church attendance and health. J Chron Dis 1995; 25:665–72.
17) Jorgenson RJ, Bolling DR, Yoder OC, et al. Blood pressure studies in the Amish. Johns
Hopkins Med J 1972; 131:329–50.
18) Levin JS, Vanderpool HY. Is religión therapeutically significant for hypertension? Soc Sci Med 1989; 21:69–78.
19) Judith Hills, Spirituality and Distress in Palliative Care Consultation, Journal of Palliative Medicine, vol. 8, number 4, 2005
20) Elizabeth Rippentrop, The Relationship between religion/spirituality and Physical Health, Mental Health, and Pain in Chronic Pain Population, Pain 116 (2005) 311–321



Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta – Colombia
Octubre 20 de 2013



 

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