La duración de estas fases es extremadamente variable,
siendo que algunas de ellas pueden ser drásticamente reducidas o incluso
suprimidas
Los estadios básicos enfrentados por el Espíritu desencarnado pueden
ser divididos en seis fases/situaciones fundamentales: La Muerte
propiamente dicha; La Desencarnación; El Socorro Espiritual;
La adaptación al Mundo Espiritual; Las Realizaciones; y la
preparación para la Nueva Reencarnación.
La muerte consiste en la suspensión biológica del organismo que
permite la vida material del Espíritu, o sea, es la interrupción de la
vigencia de las condiciones mínimas exigidas para que el
cuerpo físico desarrolle sus manifestaciones fisiológicas
imprescindibles a la manifestación de la vida.
La muerte del cuerpo físico puede ocurrir de forma brusca, cuando un
accidente físico interrumpe la vida orgánica de un individuo
mínimamente saludable, o de forma lenta y gradual, cuando la
vejez o determinada enfermedad van desgastando, paso a paso, la
vitalidad del organismo. En estos casos, sobre todo cuando es dicho
popularmente que el individuo “murió de vejez” o simplemente
“murió de viejo”, podemos deducir que ocurrió un agotamiento total
del fluido vital que es una especie de combustible de la vida física.
Además de eso, el fluido vital tiene participación
fundamental en la constitución del llamado “cordón de plata” o
“cordón plateado”, que es el hilo que une el periespíritu al cuerpo
físico desde el momento de la concepción hasta la
desencarnación.
A pesar de utilizar frecuentemente como sinónimos los términos
muerte y desencarnación, en rigor, estos serían fenómenos distinguidos.
De hecho, en nuestro nivel evolutivo, es rara la
coincidencia temporal de las duraciones de ambos procesos. Para
Espíritus que, como nosotros que vivimos en la Tierra, habitan planos de
Pruebas y Expiaciones, es mucho más frecuente el proceso
de muerte propiamente dicha sea concluido mucho antes de la llamada
desencarnación.
La desencarnación sería la desvinculación de cualquier hilo entre el
periespíritu y el cuerpo físico. André Luiz y el Hermano Jacob
discurren con profundidad sobre el tema en sus obras “Obreros
de la Vida Eterna” y “Volví”, respectivamente. El Hermano Jacob
llega a afirmar que cuando fue “cortado” el llamado “cordón plateado”
entre el cadáver y su periespíritu durante su velatorio, el
impacto que él sintió fue tan intenso que él creyó que “estaba
muriendo por segunda vez”. Vale adicionar que, según el Hermano Jacob
(pseudónimo del ex-presidente de la Federación Espírita
Brasileña, Frederico Figner), después de ese proceso de rotura del
“cordón plateado”, el deterioro del cadáver se acentuó
significativamente.
El pasaje depurador por el Umbral tiene relación con el nivel de materialidad excesiva de nuestro periespíritu
En casos de suicidios directos e indirectos, ese proceso es mucho
más lento, pues, además de ser un atentado grave frente a las Leyes de
Dios, el desencarnado aún posee exceso de fluido vital,
una vez que está “muriendo” mucho antes de lo previsto. Esa
abundancia de fluido vital (también conocido como “ectoplasma”, cuando
es exteriorizado y/o materializado) fortalece la intensidad de
interacción entre periespíritu y cuerpo físico, dejando el
periespíritu o cuerpo espiritual excesivamente “materializado”, y
dificultando demasiado el proceso de liberación del Espíritu en
relación al cadáver. La disminución de fluido vital explica, de
cierta forma, fenómenos comunes a enfermos terminales que, a pesar de
nunca haber sido médiums ostensivos durante toda su vida
física, comienzan a tener sueños verdaderamente espirituales,
videncias claras, intuiciones más concretas. Más allá de la protección
espiritual preparatoria para la muerte, la mayor libertad en
términos de desdoblamiento periespiritual, en función del
desligamiento lento y gradual del enfermo, ocurre debido a la más
pequeña intensidad de interacción periespíritu/cuerpo físico asociada
al agotamiento de los órganos fisiológicos y a la escasez de fluido
vital. Esos procesos pueden ocurrir con elevada ostentación en el lecho
de muerte, cuando, a pesar de estar aún encarnado, el
Espíritu desencarnado acentúa su percepción espiritual. André Luiz
comenta sobre ese asunto en un capítulo titulado “Mediumnidad en el
Lecho de Muerte”, de la obra “En los Dominios de la
Mediumnidad”. Además de eso, varios casos de “Experiencia de
Casi-Muerte (EQM)” relatados por médicos y profesionales del área de
salud totalmente desvinculados del Espiritismo han corroborado
los análisis espíritas acerca de estos fenómenos de desenlace casi
total del Espíritu encarnado.
El propio pasaje depurador por el Umbral, necesario para muchos de
nosotros, tiene relación con el nivel de materialidad excesiva de
nuestro periespíritu, en función de exceso de foco mental en
cuestiones puramente materiales que muchos individuos mantienen
durante sus existencias materiales. Tal adicción mental, asociada a
otros estados enfermos del alma como conciencia de culpa,
miedo, odio, resentimiento, apego a la materia, entre otros, aumenta
el nivel de materialidad del periespíritu, haciéndolo más “denso”, más
“grosero”, dejándolo, por consecuencia, más próximo al
cuerpo material en sus necesidades y manifestaciones. En función de
la afinidad espiritual que define las barreras vibratorias del mundo
espiritual, Espíritus de evolución semejante acaban
habitando las mismas regiones o regiones de nivel espiritual
semejante.
El socorro o el rescate espiritual pueden simultáneamente ocurrir en los procesos de muerte y desencarnación
Mientras más materializado sea el periespíritu, más complejo,
tardado y sufrido tiende a ser la elevación del patrón vibratorio del
Espíritu recién desencarnado. Consecuentemente, más tardía
tiende a ser la salida de ese Espíritu de un estado de perturbación
espiritual ociosa y contraproducente en una región umbralina en
dirección a una región de trabajo efectivo en el bien, como es
el caso de las colonias espirituales como Nuestro Hogar, Campo de la
Paz, entre otras. Esa etapa es conocida como “socorro o rescate
espiritual”.
Ese “socorro o rescate espiritual” puede ocurrir simultáneamente a
los procesos de muerte y desencarnación, pero esa es una situación común
a Espíritus que vuelven al Mundo de los Espíritus en
buenas condiciones espirituales, lo que, infelizmente en nuestro
mundo, aún corresponde a la minoría de las criaturas. Ese socorro
espiritual, con posterior encaminamiento para regiones donde el
bien es el comportamiento predominante, libraría al desencarnado de
un mayor periodo depurativo en regiones de sufrimiento.
A pesar de la ayuda espiritual constante que siempre recibimos en
cualquier situacion, el “socorro espiritual” solamente será
efectivamente providenciado y sentido por el Espíritu recién
desencarnado cuando él asciende mínimamente del punto de vista
espiritual para tener condiciones de ser recibido en una región
espiritual de trabajo activo en el campo del bien. Ese tipo de
cuidado evita que el Espíritu desencarnado sea motivo de problemas
para los trabajadores espirituales y entorpezca sus funciones en las
incontables tareas a que se dedican. Por otro lado, la
inserción en una colonia de un Espíritu que aún se encuentra en una
actitud rebelde no será productiva para ese propio Espíritu, pues él no
dará el debido valor a su nueva condición, una vez que
ni comenzó a reflexionar sobre los motivos que lo habrían llevado a
una situación de sufrimiento después de su desencarnación.
Obviamente, el eventual pasaje por el Umbral también genera intenso
temor. Ese miedo acostumbra a ser más pronunciado en adeptos de
religiones ortodoxas que predican que las referidas regiones de
sufrimiento en el más allá de la tumba, conocidas por el burgo
genéricamente como “infierno”, estarían asociadas a una condena eterna.
Subsiguientemente, el desencarnado iniciaría la cuarta etapa, que
sería un proceso más amplio de adaptación al mundo espiritual, en el
cual las evoluciones moral e intelectual, con especial
importancia para la bondad y el conocimiento asociado a las
cuestiones relacionadas a la espiritualidad, serían fundamentales para
el recién llegado a la Erraticidad.
El ser desencarnado comprende cada vez más que cogerá lo que plantó en la última encarnación
En este estadio, el Espíritu comienza a trabajar y estudiar con
ahínco y dedicación, buscando analizar, concomitantemente, los objetivos
más profundos de la vida y, principalmente, su actual
condición espiritual. Es una fase importante, pues además de
aprender sobre el mundo espiritual y conocer más sobre las leyes de la
vida, analiza su encarnación pasada, identificando puntos
positivos y negativos de su trayectoria, analizando tareas
desarrolladas y trabajos negligentes. Vale destacar que, además de la
evaluación de las tareas desarrolladas, es una fase en que el
proceso de autoconocimiento, muchas veces a través de una sensata
autocrítica, surge o se profundiza, pues la Ley de Dios, que está
escritura en la conciencia de la criatura, surge aún más
concreta y lúcida que en el momento que envuelve la desencarnación.
Normalmente, esa fase también está asociada a los primeros contactos con
entes queridos en el mundo espiritual, pero esa
oportunidad está sujeta a una serie de variaciones, dependiendo de
una gama de contingencias espirituales de los Espíritus envueltos en ese
eventual reencuentro.
La quinta fase sería una etapa extremadamente interesante, pues
corresponde a la vida Espiritual del Ser desencarnado perfectamente
adaptado a su nueva condición. Consciente de su nivel
espiritual, incluyendo fallos y conquistas, así como conocedor de
deudas espirituales y muchas veces de las condiciones espirituales de
ser queridos. Ese Espíritu pasa a trabajar con dedicación,
muchas veces teniendo objetivos a corto, medio y largo plazo,
envolviendo realizaciones en el bien, conquistas espirituales,
reencuentros deseados con seres que permanecen encarnados, entre
otros. Esa fase puede ser corta o relativamente larga, dependiendo
de diversos factores. De cualquier manera, el ser desencarnado comprende
cada vez más que cogerá lo que plantó en la última
encarnación o que esté plantando en el mundo espiritual y, si es
mínimamente maduro y consciente, acentúa el esfuerzo y el
aprovechamiento del tiempo para cada vez más realizar, aprender y
ayudar, buscando a los desafíos del futuro.
Vale recordar que André Luiz describe actividades extraordinarias
desarrolladas por seis ministerios en Nuestro Hogar: Regeneración,
Auxilio, Comunicación, Esclarecimiento, Elevación y Unión
Divina. Los cuatro primeros estarían más vinculados a la
inter-relación entre Nuestro Hogar y la Esfera física de la Superficie
Terrena y los dos últimos conectarían más efectivamente Nuestro
Hogar las esferas espirituales superiores.
André Luiz dice haber tenido una muerte difícil y sufrida en un hospital, habiendo pasado más de 8 años en el umbral
La sexta y última fase sería la preparación para la reencarnación.
Esa fase que en significativa parte coexiste con la quinta fase,
comienza a ganar contornos más definidos cuando los proyectos
comienzan a ser delineados más concretamente. De hecho, en la quinta
fase, en que pese a la conciencia de que deberá reencarnar en el
futuro, esa preocupación aún no es prioritaria, pues el mundo
espiritual reserva muchos trabajos, estudios y oportunidades de
crecimiento. Cuando los proyectos de la nueva experiencia carnal pasan a
ser efectivamente planeados, el régimen de urgencia en la
preparación para la próxima experiencia física comienza a coexistir
con las tareas propias a la vida espiritual.
En función muy probablemente de nuestros ancestrales miedos de morir
físicamente y de ir para el “infierno”, siempre nos preocupamos más con
las 3 primeras etapas (Muerte, desencarnación y
socorro espiritual). De hecho, aún la preocupación con el llamado
socorro espiritual no es tan difundida, pues depende de un nivel de
información acerca de la vida después de la muerte que pocos
individuos en nuestra sociedad tienen. Nosotros siempre nos
preocupamos más en tener una “buena muerte”, de preferencia sin dolor y
con rápido socorro espiritual, del que realmente con nuestra
futura condición espiritual real. André Luiz, por ejemplo, tuvo una
muerte difícil y sufrida en un hospital, habiendo pasado más de 8 años
en el umbral. Sin embargo, aun así, después de su fase
de adaptación a la colonia espiritual Nuestro Hogar, presentó
extraordinaria madurez espiritual, habiendo sido escogido en función de
sus conquistas para la gran misión de hacerse una especie de
“reportero del mundo espiritual”, desvelándonos grandes realidades y
permitiendo a todos nosotros espíritas un profundo conocedor en las
enseñanzas de la Codificación, a nosotros dejados por
Allan Kardec. Por lo tanto, a pesar de no haber tenido excelentes
muerte y desencarnación, André Luiz tenía un notable equipaje
espiritual, las cuales catalizadas por su esfuerzo y disciplina
espiritual permitieron que el noble autor espiritual proporcionara
una obra de relevancia impar para el avance espiritual del planeta
Tierra.
Muchas veces también nos preocupamos con el nivel evolutivo de la
colonia espiritual en que seremos socorridos, lo que tampoco deja de ser
algo secundario, pues, a pesar de cierto nivel, esa
homogeneización no es absoluta, implicando que Espíritus de
evoluciones bien diferenciadas pueden habitar una misma colonia
espiritual, sobre todo en las más populares.
El intervalo entre encarnaciones es un periodo significativo que puede mejorar las condiciones futuras de la persona
Es común en Espíritus verdaderamente misioneros como Veneranda
(conforme es narrado en Nuestro Hogar) y Bezerra de Menezes abdiquen de
habitar esferas superiores para auxiliarnos en nuestro
proceso evolutivo en nombre de la práctica auténtica del Amor y de
la Fraternidad. El Hermano Jacob, autor de la extraordinaria obra
“Volví”, es un ejemplo de un Espíritu que realizó mucho
mientras estuvo encarnado, haciendo justo al que podríamos
clasificar de una “óptima muerte”, una vez que fue digno de ser
socorrido espiritualmente por un equipo espiritual liderado por el
propio Dr. Adolfo Bezerra de Menezes. Ese socorro ocurrió durante el
proceso de muerte y desencarnación, minimizando grandemente la
perturbación inherente a la gran transición, pues fueron
inmediatamente sucedidas por la entrada del Hermano Jacob en una
elevada colonia espiritual. Sin embargo, el noble trabajador espírita
percibió, después de determinado tiempo de adaptación en el
mundo espiritual, que no tenía las condiciones de elevación
espiritual que, a priori, hubo supuesto tener, aún habiendo sido
merecedor de toda asistencia desencarnatoria, así como de la inserción
en la referida colonia espiritual.
Es importante acentuar que la duración de estas fases es extremadamente variable, siendo que algunas de ellas pueden ser drásticamente reducidas o aún ser prácticamente suprimidas dependiendo de la evolución espiritual de cada ser. A título de ilustración, podemos citar al padre de André Luiz que, en función de sus dificultades espirituales, salió literalmente del umbral para el procedimiento reencarnatorio. Por lo tanto, las fases de socorro espiritual y de preparación para la reencarnación se sobrepusieran, habiendo una supresión prácticamente total de las fases de adaptación al mundo espiritual y de realizaciones.
De cualquier manera, en circunstancias más generales y frecuentes, las seis etapas son observadas para un gran número de Espíritus. Realmente, el periodo de permanencia en el mundo espiritual para la mayoría de los Espíritus que habitan actualmente la Tierra acostumbra a ser superior al tiempo medio en que permanecemos encarnados en la superficie. Siendo así, el intervalo entre encarnaciones es un periodo significativo, el cual, si realmente es bien aprovechado, puede mejorar mucho las condiciones del individuo en su próxima experiencia reencarnatoria.
A nosotros encarnados nos resta realizar más y mejor en el campo de los deberes materiales y espirituales, estudiando cada vez con más dedicación la Doctrina Espírita, para tener el mérito moral y el conocimiento intelectual sobre la vida espiritual, los cuales harán nuestro futuro periodo en la Erraticidad una fase de paz, trabajo en el bien y realizaciones planificadoras, desde el primer momento, es decir, el momento de la muerte física.
Tomado de la Web: http://www.oconsolador.com.br/ano4/189/especial_espanhol.html
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