Victor Hugo, imagen tomada de la Web: https://www.aboutespanol.com/victor-hugo-un-resumen-de-su-vida-y-obra-2174619 |
Uno de los escritores y poetas más célebres de Francia, Víctor
Hugo, no tenía dudas: los espíritus no solo existían, sino que ejercían sobre
nosotros una notable influencia.
Sustituir
el examen por el menosprecio es fácil, pero poco científico. El deber elemental
de la ciencia es verificar todos los fenómenos, pues la ciencia, si los ignora,
no tiene el derecho de reírse de ellos.
Ya
en 1853, el escritor asistiría a los prodigios de las mesas parlantes en
reuniones promovidas por la Sra. Girardin en Jersey, pequeña isla situada entre
Inglaterra y Francia. Periodista y escritora de romances y comedias, esposa del
político y fundador del periódico La Presse, Émile de Girardin, la anfitriona
dirigía las reuniones más concurridas y, al mismo tiempo, privadas de la época.
Balzac,
amigo de Víctor Hugo, llegó a testimoniar algunos diálogos improbables a través
de las mesas mágicas de la joven señora. En los encuentros, visitantes tan
célebres como muertos trababan largos diálogos con los perplejos invitados.
En
la lista de interlocutores notables se destacaban Dante, Moliere, Rousseau,
Sócrates, Esquilo, Shakespeare y Maquiavelo. Galileo Galilei y Juana de Arco,
dos víctimas del Santo Oficio, también se manifestaban con frecuencia, para
deleite de Víctor Hugo, adversario férreo de los dogmas de la Iglesia. “Pensar
es dudar”, repetía él, mientras soñaba con una religión capaz de aceptar y unir
fieles de diferentes creencias.
El
19 de septiembre de 1854, un espíritu que se denominó Muerte convidó al futuro
escritor de Los Miserables a dar una nueva dimensión a su obra y a su vida:
Ven
a abordar lo inabordable, ven a contemplar lo invisible, ven a hallar lo
improbable, ven a franquear lo infranqueable, ven a justificar lo
injustificable, ven a realizar lo irreal, ven a probar lo improbable.
En
el poema A Villequear, el escritor da su testimonio de fe:
Yo
digo que la tumba que sobre los muertos se cierra
Abre
el firmamento
Y
aquello que aquí abajo creemos es el fin
Es
el comienzo.
Y en
carta a la Sra. Girardin, enviada el 4 de enero de 1855, agradeció por la
revelación de tantos “horizontes misteriosos”:
Las
mesas nos dicen, en efecto, cosas sorprendentes. Como desearía conversar con
usted, besarle las manos, los pies, las alas…
Para
los escépticos, tanto entusiasmo tenía una triste explicación: la muerte de la
hija de Víctor Hugo, Leopoldina y de su marido en un naufragio en el Rio Sena.
El espíritu de la joven había sido el primero en manifestarse cuando la señora
Gerardin apoyó una pequeña mesa de madera sobre una mesa más grande en la sala
de estar y pasó a intermediar los diálogos telegráficos con lo invisible:
-
¿Quién es?
-
Hija.
-
¿En qué pensó?
-
Muerta.
Víctor Hugo entró en la
conversación:
-
¿Dónde estás?
-
Luz.
-
¿Qué se debe hacer para ir a ti?
-
Amar.
En
París, sin la presencia de la Sra. Gerardin, el escritor y su mujer usaban sus
muebles para establecer contacto con el otro mundo. En una noche de tedio,
recurrieron a una mesa pata de gallo en busca de respuestas del más allá para
la siguiente cuestión metafísica: ¿Cuál es la función del hombre en la Tierra?
Después
de un tiempo, la mesa comenzó a temblar, hasta dar cinco golpes: letra E.
después fueron cuatro golpes más – letra D – y, enseguida, otras cinco, una
nueva E.
EDE.
Después
de una breve pausa, la mesa telegrafió las letras I, O, R, A – y se detuvo. A
palabra formada por los golpes no tenía el menor sentido: EDEIORA.
Preguntó
entonces la señora Víctor Hugo:
-
¿Es esta la respuesta a la pregunta?
-
Si.
-
¿No se trata de una palabra francesa?
-
No.
-
¿Es una palabra latina?
-
No.
-
¿Son varias palabras latinas?
-
Si.
Con
la ayuda de dos comas, el misterio fue descifrado: EDE, I, ORA. En buen latín:
coma, camine, ore. La fórmula de la vida y del papel del hombre en la Tierra,
según el visitante del más allá.
A
los amigos que insistían en dudar de sus
relatos y a los sabios que despreciaban los fenómenos, Víctor Hugo alertaba:
Si
abandonáis los hechos, tened cuidado. Los charlatanes allí se alojarán, y los
imbéciles también. No hay término medio: o ciencia o ignorancia. Abandonar los
fenómenos a la credulidad es traicionar la razón humana.
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