lunes, 12 de octubre de 2020

VEN A CONTEMPLAR LO INVISIBLE

 

Victor Hugo, imagen tomada de la Web: https://www.aboutespanol.com/victor-hugo-un-resumen-de-su-vida-y-obra-2174619


       Uno de los escritores y poetas más célebres de Francia, Víctor Hugo, no tenía dudas: los espíritus no solo existían, sino que ejercían sobre nosotros una notable influencia.

 

Sustituir el examen por el menosprecio es fácil, pero poco científico. El deber elemental de la ciencia es verificar todos los fenómenos, pues la ciencia, si los ignora, no tiene el derecho de reírse de ellos.

 

Ya en 1853, el escritor asistiría a los prodigios de las mesas parlantes en reuniones promovidas por la Sra. Girardin en Jersey, pequeña isla situada entre Inglaterra y Francia. Periodista y escritora de romances y comedias, esposa del político y fundador del periódico La Presse, Émile de Girardin, la anfitriona dirigía las reuniones más concurridas y, al mismo tiempo, privadas de la época.

 

Balzac, amigo de Víctor Hugo, llegó a testimoniar algunos diálogos improbables a través de las mesas mágicas de la joven señora. En los encuentros, visitantes tan célebres como muertos trababan largos diálogos con los perplejos invitados.

 

En la lista de interlocutores notables se destacaban Dante, Moliere, Rousseau, Sócrates, Esquilo, Shakespeare y Maquiavelo. Galileo Galilei y Juana de Arco, dos víctimas del Santo Oficio, también se manifestaban con frecuencia, para deleite de Víctor Hugo, adversario férreo de los dogmas de la Iglesia. “Pensar es dudar”, repetía él, mientras soñaba con una religión capaz de aceptar y unir fieles de diferentes creencias.

 

El 19 de septiembre de 1854, un espíritu que se denominó Muerte convidó al futuro escritor de Los Miserables a dar una nueva dimensión a su obra y a su vida:

 

Ven a abordar lo inabordable, ven a contemplar lo invisible, ven a hallar lo improbable, ven a franquear lo infranqueable, ven a justificar lo injustificable, ven a realizar lo irreal, ven a probar lo improbable.

 

En el poema A Villequear, el escritor da su testimonio de fe:

 

Yo digo que la tumba que sobre los muertos se cierra

Abre el firmamento

Y aquello que aquí abajo creemos es el fin

Es el comienzo.

 

Y en carta a la Sra. Girardin, enviada el 4 de enero de 1855, agradeció por la revelación de tantos “horizontes misteriosos”:

 

Las mesas nos dicen, en efecto, cosas sorprendentes. Como desearía conversar con usted, besarle las manos, los pies, las alas…

 

Para los escépticos, tanto entusiasmo tenía una triste explicación: la muerte de la hija de Víctor Hugo, Leopoldina y de su marido en un naufragio en el Rio Sena. El espíritu de la joven había sido el primero en manifestarse cuando la señora Gerardin apoyó una pequeña mesa de madera sobre una mesa más grande en la sala de estar y pasó a intermediar los diálogos telegráficos con lo invisible:

 

-      ¿Quién es?

-      Hija.

-      ¿En qué pensó?

-      Muerta.

 

Víctor Hugo entró en la conversación:

 

-      ¿Dónde estás?

-      Luz.

-      ¿Qué se debe hacer para ir a ti?

-      Amar.

 

En París, sin la presencia de la Sra. Gerardin, el escritor y su mujer usaban sus muebles para establecer contacto con el otro mundo. En una noche de tedio, recurrieron a una mesa pata de gallo en busca de respuestas del más allá para la siguiente cuestión metafísica: ¿Cuál es la función del hombre en la Tierra?

 

Después de un tiempo, la mesa comenzó a temblar, hasta dar cinco golpes: letra E. después fueron cuatro golpes más – letra D – y, enseguida, otras cinco, una nueva E.

 

EDE.

 

Después de una breve pausa, la mesa telegrafió las letras I, O, R, A – y se detuvo. A palabra formada por los golpes no tenía el menor sentido: EDEIORA.

 

Preguntó entonces la señora Víctor Hugo:

 

-      ¿Es esta la respuesta a la pregunta?

-      Si.

-      ¿No se trata de una palabra francesa?

-      No.

-      ¿Es una palabra latina?

-      No.

-      ¿Son varias palabras latinas?

-      Si.

 

Con la ayuda de dos comas, el misterio fue descifrado: EDE, I, ORA. En buen latín: coma, camine, ore. La fórmula de la vida y del papel del hombre en la Tierra, según el visitante del más allá.

 

A los amigos que insistían en dudar   de sus relatos y a los sabios que despreciaban los fenómenos, Víctor Hugo alertaba:

 

Si abandonáis los hechos, tened cuidado. Los charlatanes allí se alojarán, y los imbéciles también. No hay término medio: o ciencia o ignorancia. Abandonar los fenómenos a la credulidad es traicionar la razón humana.

 


Tomado del libro "Allan Kardec, la biografia" de Marcel Souto Maior
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia

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