jueves, 22 de octubre de 2020

LA CÓLERA

 

Imagen de referencia

El orgullo os conduce a creeros más de lo que sois, a no soportar una comparación que pueda rebajaros; a que os consideréis, por el contrario, de tal modo por encima de vuestros hermanos, sea en cuanto a la inteligencia o en la posición social, o incluso en lo que atañe a ventajas personales, que el menor paralelo os irrita y os disgusta. ¿Qué sucede entonces? Os entregáis a la cólera.

 

Buscad el origen de esos accesos de demencia pasajera que os asemejan al bruto, y os hacen perder la sangre fría y la razón. Buscad, y casi siempre encontraréis en la base el orgullo herido. ¿Acaso no es el orgullo, herido por una contradicción, el que os hace invalidar las observaciones justas, y rechazar, encolerizados, los más sabios consejos? Aun la impaciencia, que tiene origen en contrariedades a menudo triviales, es consecuencia de la importancia que cada uno atribuye a su personalidad, ante la cual considera que todos deben inclinarse.

 

En su frenesí, el hombre encolerizado se enoja con todo: con la naturaleza bruta, con los objetos inanimados, a los cuales rompe porque no lo obedecen. ¡Ah! ¡Si en esos momentos pudiera observarse fríamente, se horrorizaría de sí mismo, se vería muy ridículo! Con esto puede evaluar la impresión que produce en los demás. Aunque no fuese más que por respeto a sí mismo, debería esforzarse por vencer una inclinación que lo hace objeto de piedad.

 

Si pensara que la cólera no remedia nada, que perjudica su salud e incluso compromete su vida, reconocería que él mismo es la primera víctima de ella. No obstante, sobre todo, otra consideración debería detenerlo: la de pensar que hace desdichados a todos los que lo rodean. Si tiene corazón, ¿no será un motivo de remordimiento para él hacer sufrir a los seres que más ama? ¡Y qué pena mortal si, en un arrebato de furia, cometiese un acto que tuviera que reprocharse el resto de su vida!

 

En suma, la cólera no excluye ciertas cualidades del corazón, pero impide hacer mucho bien y puede contribuir a que se haga mucho mal. Esto debe bastar para inducir al hombre a que se esfuerce en dominarla. El espírita, además, es instigado por otro motivo: la cólera es contraria a la caridad y a la humildad cristianas. (Un Espíritu protector. Burdeos, 1863.)


Tomado de "El Evangelio según el Espiritismo", cap. IX - Bienaventurados los Mansos y pacíficos.

lunes, 12 de octubre de 2020

VEN A CONTEMPLAR LO INVISIBLE

 

Victor Hugo, imagen tomada de la Web: https://www.aboutespanol.com/victor-hugo-un-resumen-de-su-vida-y-obra-2174619


       Uno de los escritores y poetas más célebres de Francia, Víctor Hugo, no tenía dudas: los espíritus no solo existían, sino que ejercían sobre nosotros una notable influencia.

 

Sustituir el examen por el menosprecio es fácil, pero poco científico. El deber elemental de la ciencia es verificar todos los fenómenos, pues la ciencia, si los ignora, no tiene el derecho de reírse de ellos.

 

Ya en 1853, el escritor asistiría a los prodigios de las mesas parlantes en reuniones promovidas por la Sra. Girardin en Jersey, pequeña isla situada entre Inglaterra y Francia. Periodista y escritora de romances y comedias, esposa del político y fundador del periódico La Presse, Émile de Girardin, la anfitriona dirigía las reuniones más concurridas y, al mismo tiempo, privadas de la época.

 

Balzac, amigo de Víctor Hugo, llegó a testimoniar algunos diálogos improbables a través de las mesas mágicas de la joven señora. En los encuentros, visitantes tan célebres como muertos trababan largos diálogos con los perplejos invitados.

 

En la lista de interlocutores notables se destacaban Dante, Moliere, Rousseau, Sócrates, Esquilo, Shakespeare y Maquiavelo. Galileo Galilei y Juana de Arco, dos víctimas del Santo Oficio, también se manifestaban con frecuencia, para deleite de Víctor Hugo, adversario férreo de los dogmas de la Iglesia. “Pensar es dudar”, repetía él, mientras soñaba con una religión capaz de aceptar y unir fieles de diferentes creencias.

 

El 19 de septiembre de 1854, un espíritu que se denominó Muerte convidó al futuro escritor de Los Miserables a dar una nueva dimensión a su obra y a su vida:

 

Ven a abordar lo inabordable, ven a contemplar lo invisible, ven a hallar lo improbable, ven a franquear lo infranqueable, ven a justificar lo injustificable, ven a realizar lo irreal, ven a probar lo improbable.

 

En el poema A Villequear, el escritor da su testimonio de fe:

 

Yo digo que la tumba que sobre los muertos se cierra

Abre el firmamento

Y aquello que aquí abajo creemos es el fin

Es el comienzo.

 

Y en carta a la Sra. Girardin, enviada el 4 de enero de 1855, agradeció por la revelación de tantos “horizontes misteriosos”:

 

Las mesas nos dicen, en efecto, cosas sorprendentes. Como desearía conversar con usted, besarle las manos, los pies, las alas…

 

Para los escépticos, tanto entusiasmo tenía una triste explicación: la muerte de la hija de Víctor Hugo, Leopoldina y de su marido en un naufragio en el Rio Sena. El espíritu de la joven había sido el primero en manifestarse cuando la señora Gerardin apoyó una pequeña mesa de madera sobre una mesa más grande en la sala de estar y pasó a intermediar los diálogos telegráficos con lo invisible:

 

-      ¿Quién es?

-      Hija.

-      ¿En qué pensó?

-      Muerta.

 

Víctor Hugo entró en la conversación:

 

-      ¿Dónde estás?

-      Luz.

-      ¿Qué se debe hacer para ir a ti?

-      Amar.

 

En París, sin la presencia de la Sra. Gerardin, el escritor y su mujer usaban sus muebles para establecer contacto con el otro mundo. En una noche de tedio, recurrieron a una mesa pata de gallo en busca de respuestas del más allá para la siguiente cuestión metafísica: ¿Cuál es la función del hombre en la Tierra?

 

Después de un tiempo, la mesa comenzó a temblar, hasta dar cinco golpes: letra E. después fueron cuatro golpes más – letra D – y, enseguida, otras cinco, una nueva E.

 

EDE.

 

Después de una breve pausa, la mesa telegrafió las letras I, O, R, A – y se detuvo. A palabra formada por los golpes no tenía el menor sentido: EDEIORA.

 

Preguntó entonces la señora Víctor Hugo:

 

-      ¿Es esta la respuesta a la pregunta?

-      Si.

-      ¿No se trata de una palabra francesa?

-      No.

-      ¿Es una palabra latina?

-      No.

-      ¿Son varias palabras latinas?

-      Si.

 

Con la ayuda de dos comas, el misterio fue descifrado: EDE, I, ORA. En buen latín: coma, camine, ore. La fórmula de la vida y del papel del hombre en la Tierra, según el visitante del más allá.

 

A los amigos que insistían en dudar   de sus relatos y a los sabios que despreciaban los fenómenos, Víctor Hugo alertaba:

 

Si abandonáis los hechos, tened cuidado. Los charlatanes allí se alojarán, y los imbéciles también. No hay término medio: o ciencia o ignorancia. Abandonar los fenómenos a la credulidad es traicionar la razón humana.

 


Tomado del libro "Allan Kardec, la biografia" de Marcel Souto Maior
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia

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