Miss Ana Blackwell, traductora inglesa de las obras de
Allan Kardec, le describe en los siguientes términos:
“Allan Kardec es de mediana estatura, robusto, de cabeza
amplia, redonda, firme, con facciones muy marcadas y ojos grises claros; más
que francés parece alemán. Es enérgico y tenaz, pero de temperamento tranquilo,
precavido y realista hasta la frialdad, incrédulo por naturaleza y por educación,
razonador lógico y preciso, y eminentemente práctico en ideas y acciones,
estando igualmente distanciado del misticismo que del entusiasmo... Grave,
remiso en el hablar, sin amaneramientos, pero con cierta tranquila dignidad
resultado de la seriedad y de la independencia de criterio, que son los rasgos
distintivos de su carácter; sin buscar ni evitar las discusiones, pero sin
aceptar críticas sobre el asunto al cual ha consagrado toda su vida, recibe
afablemente a los innumerables visitantes que acuden de todas las partes del
mundo a hablar con él acerca de las ideas de las cuales es el exponente más
autorizado, contestando a consultas y objeciones, resolviendo dificultades, y
dando informes a todos los investigadores serios con quienes habla libre y
animadamente, muestra en ocasiones un rostro radiante, placentero y genial, si
bien a causa de la sobriedad natural en sus maneras, nunca se le vio reír.
Entre los millares de personas que le visitan las hay de alto rango en el mundo
social, literario, artístico y científico. El emperador Napoleón III, cuyo
interés por los fenómenos espiritistas no es ningún misterio, le mandó llamar
varias veces, sosteniendo con él largas conversaciones en las Tullerías acerca
de las doctrinas que expuso en el “Libro de los Espíritus”.
Tomado del libro: "Historia del Espiritismo" de Arthur Conan Doyle.
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