Fotografia tomada de la Web: http://www.nocruceselrioconbotas.net/2015/05/creacion-de-un-centro-de-atencion-y.html |
Por: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
2015
Desde
tiempos inmemoriales la humanidad ha padecido y padece, lacras, las cuales ha
vituperado con vehemencia o a las que, en ocasiones, ha silenciado porque la
sociedad lo ha considerado necesario o conveniente al propio decoro. Sin
embargo, nadie puede pretender discutir que el simple eco de negar la
existencia de algo, o el no querer hablar de ello, implique como consecuencia
su desaparición automática; antes por el contrario, el silencio favorece en
determinados aspectos la actitud de algunos desadaptados que, merced a la
posición hipócrita de algunas sociedades, se aprovechan para actuar dominados
por sus bajos instintos.
Al
intentar analizar las costumbres de la sociedad en materia sexual,
necesariamente tenemos que hacer una mirada retrospectiva de ella desde sus
albores y nos encontraremos con prácticas y costumbres que atentan, para quienes
aplican los principios cristianos, contra la moral y las buenas costumbres;
según el profesor Schawer, entre algunas tribus salvajes, la primera copula,
porque es dolorosa y sin placer, debe ser practicada por extraños a fin de que
su recuerdo no turbe el afecto hacia el marido y produzca la infidelidad en la
mujer. El famoso viajero medieval Marco Polo, hizo una clara referencia a estas
costumbres en su libro “El Millione”,
donde al hablar del Tíbet y de sus habitantes dice:
“En
esas regiones ningún hombre tomaría por esposa a una virgen. Por eso las
muchachas se apresuran a perder cuanto antes eso que en muchos sitios es virtud
y que allí se considera defecto. Los tibetanos dicen que una mujer no vale gran
cosa si antes no ha conocido a otros hombres”.
Marco Polo, imagen tomada de la Web:
http://www.aglobalreach.com/was-marco-polo-an-explorer/
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Igualmente, en la península de Malaca es el padre quien
asume el penoso deber de la iniciación que, sin embargo, tiende también a
significar que la joven es propiedad del padre hasta que le es entregada – ya
mujer – al marido.
También encontramos pueblos que rendían culto al sexo, pues
a través de él lograban la reproducción de las especies. Igualmente, en todos
los continentes, ya sea en Europa, Asia, África, Oceanía y muy especialmente en
toda América, se han encontrado vestigios arqueológicos que han demostrado la
existencia del culto fálico. Las investigaciones antropológicas han verificado,
que son muchas, de formas distintas y variadas las manifestaciones y los
testimonios descubiertos en representaciones pictóricas o escultóricas de un
falismo sagrado. Es demasiado evidente el carácter ritualístico que se observan
en los símbolos sexuales y por todas partes y en distintos lugares abundan
hechos sobre la adoración de los misterios del sexo. En la India, por ejemplo,
encontramos muchas divinidades fálicas, como Shiva y Shakti; en Roma y Grecia
tenemos a Venus, Baco y Príapo.
Las indagaciones realizadas a todas las religiones
trascendentales, nos llevan a descubrir con gran asombro, que estas están
llenas de símbolos y amuletos fálicos, claro que, para aquella época, el falo
no se miraba en la forma vulgar, sensualista y pornográfica como hoy día; todas
estas festividades giraban alrededor de los misterios sexuales, por cierto, muy
sagrados en las grandes culturas que nos precedieron en el curso de la historia.
Que estas ceremonias ritualísticas hayan degenerado en horribles bacanales, no
lo podemos negar. En el nacimiento y desarrollo de las grandes civilizaciones
como la egipcia, la hindú, la romana, la griega, etc., se cultivaron los
misterios trascendentales del sexo. Pero cuando la cultura decae, declina y
degenera, entonces comienza la decadencia de los grandes imperios, que ente
otras cosas se debió a una conducta desenfrenada y libertina del sexo.
En
cuanto a la homosexualidad, podemos anotar que entre las primeras referencias a
invertidos de que se tiene noticia se encuentra en la Biblia, en el capítulo
XIX del Génesis, cuando los dos ángeles enviados por Yahvé a la ciudad de
Sodoma y de Gomorra son hospedados por el fiel Lot en su casa. Este ofrece de comer
a sus huéspedes, pero luego: “…Antes de que fueran a acostarse, los hombres de
la ciudad, los habitantes de Sodoma, rodearon la casa, mozos y viejos, todos
sin excepción. Llamaron a Lot y le dijeron:
· "¿Dónde están los
hombres que han venido a tu casa esta noche? Sácanoslos para que los
conozcamos”.
Salió
Lot a la puerta, y cerrándola tras sí, les dijo:
·
Por favor, hermanos
míos, no hagáis semejante maldad. Mirad, dos hijas tengo que no han conocido
varón, os las sacaré para que hagáis con ellas como bien os parezca, pero a
esos hombres no le hagáis nada, pues para eso se han acogido a la sombra de mi
techo.
·
Quítate allá. Quién ha
venido como extranjero, ¿va a querer gobernarnos ahora? Te trataremos a ti peor
que a ellos.
Forcejearon
con Lot violentamente, y estaban para romper la puerta, cuando, sacando los
hombres su mano, metieron a Lot dentro de la casa y cerraron la puerta”.
Lot ofrece a sus
hijas. Fotografía tomada de la Web: http://www.mscperu.org/espirit/Emiliano%20Jimenez/Abrahan/abrahan18.htm
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No
vamos a comentar el extremado sentido de la hospitalidad de que dio muestras
Lot al querer proteger a sus huéspedes hasta el extremo de ofrecer a sus hijas
vírgenes para que los sodomitas hicieran con ellas lo que bien quisieran, lo
que si haremos constar es que estos, pese a dicho ofrecimiento, persistieron en
su deseo de acceder a los dos hombres presentes en la casa de Lot, lo que nos
da una ligera idea de la extensión que en ellos tenían las costumbres
homosexuales.
Sobre la costumbre de las
relaciones sexuales en la antigüedad existen muchos casos, entre los que se
destaca el de Khribor, general en jefe de las huestes de mercenarios que
servían en el ejército de Ramsés II.
La ciudad de Tiro se había rebelado
y el Faraón envió contra ella a sus tropas más aguerridas, entre los cuales
figuraban, como es natural, los mercenarios de Khribor. Luego de varios meses
de asedio los habitantes de Tiro propusieron rendirse, pero este no aceptó y,
aprovechando que los notables de la ciudad estudiaban la posibilidad de ofrecer
otras menos ventajosas para ellos, atacó al frente de los mercenarios ocupando
Tiro después de una lucha sañuda y sangrienta.
Khribor, se instaló entonces en el
palacio del Virrey y preguntó a sus capitanes cuantos prisioneros se habían
hecho. La respuesta fue:
·
Quinientos ancianos,
más de mil mujeres y otros tantos niños. Guerreros solo hemos capturado a un
centenar escaso.
El
victorioso general siguió preguntando:
-
·
¿Estáis contentos con
el botín obtenido?
·
Sí, pero confiábamos
lograr más cautivos. En Karnak compran los esclavos a buen precio… necesitan
hombres robustos…
Khribor se mostró generoso con sus
capitanes, y les dijo:
-
- · Os doy mi autorización para que vendáis los guerreros a los arquitectos de Karnak. A los ancianos pasadlos todos a cuchillo. Y también a las mujeres que no gusten a la soldadesca.
- · ¿No queréis ningún esclavo para ti?, preguntaron los capitanes a Khribor.
- · Sí… pero me reservo únicamente los niños varones. Todos aquellos cuya edad oscile entre los siete y los quince años vivirán. A los menores les daréis muerte igual que a los ancianos y a las mujeres inútiles.
- · ¿Y las niñas?
- · Haced con ellas lo que os plazca. ¡No me interesan!
Los
lamentos de los habitantes supervivientes de Tiro, atronaron el aire cuando los
sicarios de Khribor comenzaron a ejecutar las sentencias dictadas por el
general. Varios centenares de cadáveres se amontonaron en una colina cercana a
la ciudad donde se encendió una gigantesca pira funeraria para evitar el mal
olor de los cuerpos corruptos. A la luz
de aquella gigantesca hoguera, dos centenares de hombres partieron encadenados
hacia Karnak para trabajar como esclavos, mientras escuchaban los gritos de las mujeres de Tiro en
las que la soldadesca cebaba sus deseos o los de los chiquillos que habían
pasado a engrosar el gineceo de Khribor.
La
“hazaña” del general fue notificada a Ramsés II por algunos nobles egipcios,
los cuales censuraban el proceder de Khribor, pero “el señor de las dos
tierras” respondió a sus quejas con estas palabras:
- Khribor ha castigado a unos rebeldes en forma ejemplar. Yo le aplaudo. De ese modo las ciudades vecinas a Tiro no osaran rebelarse.
- Pero... el gineceo de niños...
- Son esclavos conseguidos en una acción guerrera. Es dueño de hacer con ellos lo que le plazca. pudo matarlos a todos y nadie se lo habría reprochado. todavía pueden estar contentos por haber salvado la vida gracias a esa debilidad del valeroso Khribor.
Y
con eso dio por terminada la conversación el faraón, sin que los nobles se atreviesen a seguir pidiendo el castigo del general homosexual y pedófilo.
La
visión de los hombres sobre el sexo ha sido muy cambiante de acuerdo a las
épocas y circunstancias históricas, donde el sexo ha sido en algunos exaltados
y en otros despreciados; unas veces tratados con mucho rigor y en otros
desenvueltos en lamentables libertinajes. En la cultura griega, a los jóvenes
que se alistaban en el ejército se les permitía la práctica del homosexualismo,
dándose el caso que había ejércitos formados por parejas de homosexuales,
porque se suponía que estas parejas cuando iban a la batalla, ni uno ni otro
daban muestras de retroceso ni de cobardía, sino que por el contrario hacían
brillar su gran valor a los ojos de los hombres. Era la degradación sexual
unida a la degeneración moral de aquella cultura, y esto trajo como
consecuencia el derrumbe de estos grandes imperios.
Quizá uno de los factores que más
influyeron en el desarrollo y propagación del homosexualismo entre los griegos
deba buscarse en sus escuelas filosóficas. Y al hablar de escuelas, no nos
referimos a la doctrina que en ellas pudiera enseñarse, sino a la agrupación de
hombres o discípulos en torno a un filósofo que sentaba cátedra de maestro. En
efecto, resulta fácilmente comprensible que los seguidores de estos filósofos, por
ejemplo, que reverenciaban a sus maestros en la filosofía como a unos
superdotados, al ver que ellos practicaban sin reparar las costumbres
homosexuales, les imitaran también en el terreno de lo sexual.
En
la isla griega de Lesbos nació Safo, la famosa poetisa, que se consideraba como
la figura más conspicua de las homosexuales femeninas y cuyos “méritos” la
hacen acreedora a un capítulo aparte, puesto que su nombre y el de la isla que
la vio nacer han servido para designar las prácticas homosexuales entre
mujeres, bajo los títulos de “sáficas” o de lesbianas”.
Safo de Mitelene.
Imagen tomada de la Web:
http://lapasiongriega.blogspot.com.co/2008/10/safo-de-mitilene.html
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En
Lesbos nació también Magila, una de las heroínas de las famosas conversaciones
lesbianas que figuran en la colección de Luciano, “Los diálogos entre
cortesanas”. La prueba de la difusión de las prácticas lesbianas se encuentra
no solamente en la literatura griega y luego en la romana, sino también en la
pintura. Todavía hoy se conservan numerosos vasos que datan del siglo V antes
de Cristo, en los cuales aparecen muchachas desnudas haciéndose el amor.
En
cuanto a las desafortunadas costumbres sexuales de los romanos, podemos decir,
que fue la heredera de las costumbres, civilización, artes y filosofía helena. No
es pequeño el número de prohombres romanos que incurrieron en las prácticas
homosexuales. Citaremos como ejemplo de las más famosas a Julio Cesar, de
carácter marcadamente bisexual, y del que uno de sus historiadores dijo:
- Es el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres.
Una
de las consideraciones que se han hecho acerca de la razón por la cual se
extendió tanto la sodomía entre los generales y militares romanos es la larga
duración de las campañas y la abstinencia de placer carnal con mujeres que los
obligaba al trato con animales – recuérdese las famosas cabras que llevaban las
legiones y los variados usos que a estas le daban – o a las relaciones
homosexuales. Teniendo en cuenta los precedentes que les dejaron sus
antecesores guerreros, egipcios, medos, persas y griegos, no es de extrañar que
los “milites” romanos les imitaran en lo sexual. Y mucho más si se considera
que Roma extendió sus dominios por todo el mundo, sojuzgando a gran cantidad de
tribus y pueblos, que pasaron a convertirse en esclavos, sobre los cuales –
como ya es sabido -, el dueño tenía un poder absoluto.
Respecto
a los esclavos digamos que entre los romanos era costumbre dedicar a los hijos
de aquellos a la prostitución pederastica. A estos se les daban los nombres de
pueri meritori, paediconis, cynaedi, ephebi, cathamiti, spadones, concubini,
etc., y a aquellos que se habían especializado en una determinada dirección,
fellatores.
El
amor lesbiano estuvo también muy extendido en Roma. Al igual que los
homosexuales varones, las lesbianas se daban cita en los famosos baños romanos
donde podían admirar sus cuerpos a placer sin traba de ninguna clase, y sin que
pudiera escandalizarse ninguna mujer ajena a las prácticas sáficas.
Entre
las lesbianas más famosas de Roma hay que citar a Bassa, cuya belleza fue
cantada por los poetas contemporáneos, y a las célebres patricias Agripina y
Livia, las cuales sino igualaron en la capital del imperio la fama de Safo en
su Lesbos natal, trataron por todos los medios de conseguirlo.
Con
el advenimiento del cristianismo se produjo una reacción y las culturas
formalmente formadas, reaccionaron con mucha violencia ante el desenfreno
sexual del paganismo; y el cristianismo instauró normas terribles. Se prohibía
la vida sexual y solamente se permitía algún desarrollo para la procreación. Se
consideraba el sexo como algo impuro y de allí nació la noción del pecado, es
decir, el sexo apropiado a la vida del pecador. El cristianismo en sus
distintas vertientes instauró la abstención del sexo. Se miraba al sexo como
algo morboso, condenable y reprimido y se establecen normas como el celibato,
la virginidad, etc.
En
la Alta Edad Media, la invasión de los bárbaros y la extensión y difusión del
cristianismo en el imperio representaron un golpe de muerte para la
civilización hedonista de los romanos. Los ciudadanos de Roma, más dados a los
placeres que al trabajo, relegaban en los esclavos toda labor pesada. Igualmente,
los nobles del imperio preferían comprar la defensa de sus fronteras a bárbaros
aliados o a tropas mercenarias sobre las cuales ostentaban un mando puramente
honorario, que a organizar legiones por sí mismos y a mandarlos, alejándose a
las delicias y goces que encontraban en la capital. Para senadores y tribunos
era mucho más importante disputarse la posesión de los encantos de una querida
o de un lindo efebo, que ampliar los dominios del imperio. La política romana
se reducía entonces a una continua pugna por ocupar puestos preeminentes en la
Corte, en el Senado, en el Gobierno, en situarse cerca del Cesar, sin ocuparse
poco ni mucho de los problemas que les creaba la continua presión de las hordas
bárbaras, cada vez más exigentes.
Imagen tomada de la
Web: http://www.misterica.net/la-decadencia-romana/
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Frente a la relajación de
costumbres romanas surgieron pues los bárbaros como una serie de pueblos
jóvenes, vigorosos, viriles y belicosos. Las invasiones fueron sucediéndose
dando al traste con la débil organización defensiva de Roma y en lugar de las
depravadas costumbres de los prohombres del imperio, los vencedores implantaron
otras puramente castrenses y espartanas, conscientes quizás de que su victoria
se había debido más que a su valor a la relajación y degeneración de los
corrompidos romanos. Para los victoriosos bárbaros la mujer pasaba a formar
parte del botín, reservándola para trabajar para ellos si no les agradaba o de
compartir techo mientras todavía era hermosa. En cuanto a los hombres solo les
reservaban dos destinos: la muerte o la esclavitud.
Durante
algún tiempo, los bárbaros se mantuvieron fieles a esa línea de conducta, pero
tuvieron que transcurrir algunos siglos, para que nuevamente volviesen a
aparecer la molicie y el relajamiento en las Cortes de las nuevas naciones
recién forjadas. Pero antes de que esto llegase a constituir un hecho, surgió
en Oriente una religión belicosa y los pueblos que la abrazaron empezaron a
extender sus dominios por el norte de África primero y por varias zonas de
Europa, después. Esta religión era la del Islam.
Símbolo del Islam
Más entre los musulmanes se
dio también el mismo caso que se diera entre sus predecesores. Mientras fueron
guerreros, lanzados a la conquista, no tuvieron cabida entre ellos los vicios
ni las relajaciones, pero luego, en cuanto se asentaron definitivamente en los
territorios conquistados y se dispusieron a gozar de la victoria, con el
florecimiento de una nueva civilización y cultura, apareció la ya habitual
secuela de relajación de costumbres, la depravación y la degeneración. La
lujuria, la gula y el desenfreno se dieron el brazo con la ociosidad
aposentándose en las cortes musulmanas, y esto agravado por la existencia de
algo que no había existido entre sus antecesores y que estaba prohibido entre
los cristianos, la poligamia.
Es
mucha la importancia que tiene el harem en el desarrollo de la homosexualidad
entre las mujeres allí encerradas. Viene a ser algo semejante a un prostíbulo
enmascarado. Son demasiadas las mujeres que deben permanecer allí sometidas al
capricho y al deseo de un solo hombre, por lo que su deseo las lleva a buscar
satisfacciones entre ellas. Y por otra parte, la misma facilidad de obtención
de placeres heterosexuales de los señores musulmanes produjo en estos el efecto
conocido como “saturación”, llevándolos, por curiosidad primero, hacia las
prácticas homosexuales, prácticas que luego se convirtieron en costumbre y que
produjeron la aparición de la esclavitud pederastica tal como había sucedido
anteriormente en Roma.
Todavía
sucedió algo más con el Islam y fue que al iniciarse las Cruzadas, se
estableció – involuntariamente – una especie de intercambio de las costumbres
de aquellos pueblos que se combatían a muerte. A este respecto debemos aclarar
que si fueron muchos los cruzados que marcharon a Tierra Santa, llevados por el
ideal de liberar los Santos Lugares, otros lo hicieron por simple afán de
aventuras o por escapar a sus acreedores. De estos cruzados “no podía esperarse
que viviesen de acuerdo con la continencia propia de los verdaderos caballeros
cristianos y a ellos hay que achacar la responsabilidad de la introducción en
Europa de las más relajadas y depravadas costumbres orientales, entre las
cuales figuraron la homosexualidad y el hábito de castrar a aquellos hombres a
quienes debía confiarse de una o de varias mujeres. El eunuco del harén
oriental dejo de ser algo privativo del oriente o de la corte musulmana para
encontrarse a su vez en la Europa cristiana y medieval.
Y ya
que hemos hablado de los cruzados, no podemos dejar de hacer mención de la
Orden del Temple, que después de seis siglos de haber acumulado gloria y honra,
se vio objeto de una sañuda persecución sujeta a varias y tremendas
acusaciones, entre las cuales figuraban la de practicar un culto satánico,
blasfemo y anticristiano, la de haber desvirtuado el primitivo voto de
castidad, sustituyéndolo por el de no tener contacto sexual con mujeres en el
que se aceptaba como cosa implícita, el trato homosexual.
En
la baja Edad Media, un factor muy importante y digno de ser tenido en cuenta,
es el llamado derecho de pernada, por el cual los señores feudales tenían poder
sobre las vidas y las haciendas de sus vasallos, así como el privilegio de
poder gozar las primicias de toda doncella nacida en sus dominios.
Cuenta
la historia que en la hermosa ciudad de Venecia la homosexualidad tomó una gran
extensión y esto nos sirve de exponente de lo que sucedía en otras localidades
europeas. El gobierno de San Marcos reconoció que: “…las meretrices, mamolas o
violetas, son absolutamente necesarias en esta tierra, pero les está
terminantemente prohibido habitar en las casas privadas de las ciudadanos
venecianos”.
Esta
orden del gobierno fue objeto de numerosas censuras por parte de las mujeres
que ejercían la más vieja profesión del mundo, las cuales se quejaban de que
aquella venía a disminuir sus ya escasos beneficios, puesto que los hombres no
iban con ellas prefiriendo practicar entre ellos el pecado contra natura. El
ciudadano Antonio Contarini, uno de los notables de la ciudad, hizo eco de las
quejas y las trasladó al Consejo de los Diez, exponiendo:
- A pesar de que la República castiga severamente el “abominable vicio” ahorcando y quemando después a los culpables o condenándolos a prisión perpetua, o ahogándolos en el Canal de Marani, no cesa ese vicio y por ello puede verse por las calles de Venecia a hombres en traje femenino o a mujeres de mala vida, que adoptan el aspecto y las ropas masculinas y que, para mayor atracción, esconden la mitad del rostro y se cortan los cabellos.
- Últimamente se han impuesto algunos castigos ejemplares – opuso uno de los diez.
- Es cierto, pero no basta. Conviene que el gobierno tome medidas para evitar que los ciudadanos caigan en ese vicio.
- ¿Podéis sugerir algo?
- Si, señorías. Solicito que se proteja a las meretrices y se les autorice a una exposición más abierta de sus encantos físicos.
El
Consejo de los Diez, luego de escuchar a Contarini prometió estudiar el asunto;
poco tiempo después, el abogado de la comuna, Sir Lorenzo Venier, mandó a
llamar a todas las “matronas de la ciudad de Carampano”, o dueñas de casas de
trato y les ordenó:
- A partir de hoy las mamolas saldrán en verano a las ventanas y en invierno al pórtico del piso bajo que estará iluminado, y permanecerán allí, con el seno descubierto, a fin de alentar a los transeúntes y distraerles de las pasiones perversas.
Puente della Tetta.
Imagen
tomada de la Web: http://www.boschce.es/venecia-puentes-y-leyendas/
- Las
matronas de la caridad de Carampano acogieron con agrado aquella orden del
Gobierno de Venecia y ésta fue puesta en práctica inmediatamente, por lo que el
pequeño puente de hierro, cercano a la parroquia de San Casiano, comenzó a
conocerse a partir de ese momento con el nombre de “Puente della Tetta”.
El
Renacimiento representó el florecimiento de una cultura calcada sobre los
clásicos griegos y romanos, pero también la reaparición de muchas de sus
costumbres licenciosas. Renacimiento y relajación de costumbres pueden
considerarse poco menos que unidos. El florecer de las artes y las letras fue
acompañado por una licencia casi general en todos los órdenes de la vida. La
“amistad “entre los hombres pasó a ser sino algo normal, por lo menos muy
tolerado, algo de lo que pocos se extrañaban.
Una
de las primerísimas figuras del arte renacentista la constituye Leonardo Da
Vinci (1451 – 1519), al que sus compañeros de taller, cuando trabajaba en el
Verrochio, le apodaban el “arcángel” por la belleza y dulzura de su rostro. Su
afición a los efebos radica de la época que contaba 30 años y comenzó a hacer
uso de ellos como modelos para sus obras pictóricas.
Ha
habido autores que se han negado a admitir la homosexualidad del genio de la
pintura. Respecto al declarado misoginismo de Leonardo Da Vinci, para
comprenderlo, basta leer una de sus cartas, en la que dice textualmente: “… El
acto del coito y los miembros que en el actúan son de tal brutalidad que, si no
fuese por la belleza de los rostros y los adornos de los actores y su
desenfrenada actitud, la naturaleza perdería la especie humana…”. Lo cual viene
a demostrar que, si de él hubiese dependido, el hombre no tendría nunca
contacto físico o sexual con la mujer, aún a riesgo de la extinción de la raza
humana.
Un
caso que se hizo famoso en aquella misma época, recogido por Botta en su
Historia de Italia, es el de Pier Luigi Farnese, el cual “como confaloniero o
inspector del gobierno” visitaba el Estado no ya para vigilar los centinelas y
los baluartes como era su deber, sino para admirar y estuprar, de grado o por
fuerza, a los jóvenes soldados o paisanos que veía y le agradaban, desahogando
sobre sus dóciles o rebeldes cuerpos su increíble e infame brutalidad. Pero no
eran solo esos casos como el precedente, de violencia y estupro, los habituales
entre los homosexuales del Renacimiento. Lo más frecuente era la “amistad
íntima” que rayaba en verdadera admiración entre dos hombres.
Michelangelo
Ludovico Buonarotti, es el otro gran genio del arte y la escultura, cuyas
aficiones homosexuales carecen de discusión. La perfección de su “David” debe
atribuirse a la amorosa pasión con que el cincel del artista plasmó en la
materia, el cuerpo adorado de Tomas Cavalliere, el joven por quien sentía una
atracción profunda, desasosegada y sensual. Tanto Miguel Angel como Leonardo Da
Vinci fueron dos genios del arte, pero las maravillas que salían de sus manos
no impedían que aquel talento creador se encenegase en el vicio de la
desviación homosexual.
Tampoco
Inglaterra se libró de la degeneración y depravación de la sexualidad en
personas relevantes de su reino. Así se cita el caso de Catalina Howard, a
quien su esposo, Enrique VIII, hizo ajusticiar por haber llegado a oídos del
monarca que ella se entregaba a prácticas lesbianas con sus camaristas.
Catalina
Howard.
Imagen tomada de la Web: http://eldiariodeanabolena.blogspot.com.co/2013/01/catherine-howard-la-rosa-sin-espinas.html
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Y
también en la neblinosa Gran Bretaña, un gran talento literario, quizá el mayor
de los nacidos en aquel país, se hizo sospechoso de homosexualidad, debido a
los apasionados versos que Shakespeare dirigió al honorable Sir Henry Carl de
Southampton, como este que transcribimos a continuación:
Tienes,
mi dueño, femenil la cara
de
niña el corazón; no eres variable
ni
te importa que muera miserable,
quien,
con gusto, por ti muerte buscara.
Quizás
para que fueras admirable
te
hiciera Dios mujer; luego pensara
que
eras, siendo mujer, más peligrosa
y
te hiciera varón, más sin restarte
encanto
a tu belleza luminosa.
Y,
pues encanto tal quiso dejarte
mi
canto solo te dirá una cosa
que
sufro y languidezco por gozarte.
Como
puede observarse leyendo estos versos del genial Shakespeare, en ellos se dice
de un hombre, de un “amigo”, lo que quizás no se diría de una bella joven de la
que se estuviese enamorado y a la que se hubiese poseído. Hacen pensar,
forzosamente, que el autor sentía más amor al varón que a la hembra.
En
la Edad Moderna, por lo tanto mejor documentada que las épocas anteriores,
también ha tenido una serie de genios que han de ser incluidos en la ya larga
relación de homosexuales de ambos sexos. La apasionada amistad entre los
célebres poetas ingleses Lord Byron y Percy Bysshe Shelley fue objeto de
escándalo en la puritana Gran Bretaña y causa de que el primero se separase de
su esposa, la hija de Sir Ralph Milbanke. Dos hombres influyeron notablemente
en la vida del poeta. A uno ya lo hemos citado, fue el célebre Lord Byron; el
otro era Godwin, del que algunos afirmaban que Shelley estaba tan enamorado que
llegó a casarse con su hija para estar cerca de él.
Entre
las grandes figuras de esta época no se puede olvidar al cuentista Juan
Cristian Andersen, a Holderlin, al genial compositor Chaichowsky, al poeta
norteamericano Walt Whitman, ni al escritor inglés Jean Addintong Symonds;
todos ellos pese a sus dotes relevantes, tuvieron sobre sí el estigma de la
desviación homosexual.
Pero
aquel que recabó sobre su persona la atención del mundo entero, cuyo caso fue
aireado por la prensa de su país, encontrando eco en la de las restantes
naciones, es la del escritor Oscar Wilde.
Oscar
Wilde se convirtió en un visitante habitual de los salones, las damas se lo
disputaban por lo divertido de sus réplicas, por el preciosismo de su lenguaje,
por la misma impertinencia de que hacía gala, así como del desdén - fingido –
hacia la opinión pública. Después de una vida azarosa y desprestigiada por su
vida escandalosa, este famoso escritor murió de meningitis el 30 de noviembre
de 1900 y tal como lo hubiese podido decir el propio Oscar Wilde, “La comedia o
la tragedia de su vida acaba de terminar”.
En
este sucinto relato histórico, hemos querido documentar como grandes personajes
de la humanidad, que han podido ser tomados como paradigmas de la sociedad por
su aporte al engrandecimiento que hicieron en su tiempo a las naciones del
mundo, cayeron en el descrédito y desprecio por parte de la sociedad a causa de
sus desvaríos sexuales.
De
la época contemporánea son muchos los casos conocidos y precisamente por la
cercanía de la época, dejamos al recuerdo del lector, aquellos casos de nuestra
sociedad actual. Llevamos 20 largos siglos, en los cuales se han podido
contemplar épocas más o menos liberalizadas. Han sido 20 siglos de cultura sexual
en el mundo occidental, ampliamente influenciada por la visión cristiana de
condenación al sexo y esto, naturalmente, ha creado en el ser arquetipos que se
gravan en el Espíritu y que lo hacen reaccionar equivocadamente en su conducta
sexual.
Según
el lenguaje de la estadística, viven hoy en la Tierra mayor número de Espíritus
encarnados que la totalidad de su población desde el principio de la vida
planetaria hasta nuestros días, o sea: hasta 1825 vivieron en la carne en un
momento dado, mil millones de criaturas humanas; hasta 1925 esa suma alcanzó
dos mil millones y en la actualidad pasa la cifra de los tres mil millones.
Este
hecho señala la magnitud de nuestra época, porque en los días que corren,
epílogo de un ciclo planetario, se limpian los umbrales de la espiritualidad
inferior, reformándose los museos de sufrimiento purgatoriales, forjados a
través de innumerables milenios… Vivimos en un periodo de grandes
perturbaciones en varios campos y entre estos está el sexo. Observando
atentamente las costumbres sociales, percibimos que las comunidades de
Espíritus venidos de las regiones umbralinas más inferiores, que están
encarnados en gran cantidad, vienen influenciando de forma decisiva el cambio
de la sociedad en cuanto a las actitudes vinculadas al sexo.
La
humanidad está transformándose en una simple fuente de placer; los medios de
comunicación se encargan de divulgar este punto de vista con una velocidad
espantosa, y nosotros, sumergidos en esta tempestad de desequilibrios, muchas
veces ni siquiera percibimos que estamos siendo arrastrados hacia los sombríos
caminos del dolor y del sufrimiento. Si prestásemos atención, veremos esta
influencia en las ropas cada vez más cortas y ajustadas, en las novelas, en los
bailes, en las calles, etc. Y la gran mayoría de nosotros, que creemos no
formar parte de estas regiones, pero que con toda certeza traemos tendencias
del mal uso del sexo, estamos siendo permeados por la inmoralidad sexual, como
si fuéramos hojas secas arrastradas por esa poderosa corriente.
Hoy
tenemos una actitud sexual, una conducta sexual, una visión sexual de
desbordamiento, donde transitamos por una delicada línea hacia la pornografía,
influenciados por el cine, la televisión, la prensa, la radio y mucha
literatura donde se resalta la conducta sexual depravada y libertina, dándose a
esto el nombre de libertad sexual.
Desde
el punto de vista de la Doctrina Espírita, sabemos de la importancia real del
sexo como fuerza creadora “destinada a expandirse en obras de amor y luz que
enriquezcan la vida igualmente condicionada a la ley de responsabilidad que nos
rige los destinos”, y que, por lo tanto, su mal uso nos traerá deudas, que
tendremos que saldar en el transcurso de los tiempos, retardando aún más
nuestra caminata evolutiva. Es necesario que asumamos la realidad con una
visión doctrinaria, que, en vez de desnaturalizar esa función sexual, se debe
elevar y santificar a través de la práctica honesta, basado en el amor
verdadero y respeto entre los participantes.
El
sexo para el Espiritismo es función biológica y conducta espiritual. Es energía
que se elabora para utilizarse en la construcción de lo bello. Es instrumento
para la procreación, para el equilibrio energético de los seres que se
relacionan. Es un instrumento para que se perpetúen las especies, para mejorar
la realidad de la vida y para que haya evolución en dirección vertical. El
Espiritismo reconoce la necesidad de la vida sexual, considerándolo instrumento
positivo en la evolución material y espiritual del ser. El sexo no es pecaminoso cuando no tiende con
lo impuro, con el abuso, sino que utilizado de la mejor manera, con ética y
moral, es instrumento de evolución de la vida.
En
segundo lugar, el Espiritismo nos dice que el sexo no está en la estructura
carnal del ser, el sexo tiene su causa, su verdadera realidad en el espíritu. La
verdadera sexualidad es vibración del espíritu que se refleja en la estructura
genital del cuerpo de la persona. Puede decirse que el sexo es emoción,
sentimiento, vibración, atracción, es facultad espiritual.
El
sexo honesto, noble, es para el Espiritismo la puerta de la cuna de la
reencarnación, de la evolución de la vida, de la oportunidad del espíritu, es
la gracia para que la especie continúe, debido a que la reproducción es una ley
natural. Consideremos el sexo como un vehículo orgánico espiritual para el
equilibrio de tensiones y de las cargas emocionales que todos llevamos dentro;
necesitamos la vida sexual para nuestro equilibrio psicológico, fisiológico y
espiritual. Y cuando se producen aquellas abstinencias y actitudes de
reprimirlo pueden producir enfermedades, desequilibrios, estrés, angustias y
situaciones de absoluta ansiedad en aquellos que no supieron controlar los
centros reproductores e inferiores. El Espiritismo no está de acuerdo con la
abstinencia, ni con el celibato forzoso.
En
la relación sexual ocurre un intercambio de energías entre los cónyuges y que
estas energías los fortalecen mutuamente si son el resultado del amor y los
desequilibran como consecuencia de su falta. El sentimiento es lo que
proporcionará mayor o menor satisfacción sexual a la pareja y la parte física
es un complemento que se ajusta con cierta facilidad siempre que el móvil sea
el amor.
La
“comprensión sagrada del sexo”, comienza por el entendimiento de que en la
mente está situada la sede real del sexo, imponiéndose por lo tanto, la
adopción de un programa superior de actividades, en todos los sectores de la
vida, con el fin de que se sublimen las energías sagradas, posibilitando, en
consecuencia, las edificaciones del alma inmortal.
BIBLIOGRAFIA
- Biografía de la homosexualidad. H. Von Sohel. Editorial Ferma. 1964.
- Reflexiones sobre sexo y juventud. Anuario Espírita 1993. Editorial
- Sexo, sexualidad y amor. Divaldo Franco/Humberto Mariotti.
- En el mundo mayor. André Luiz/Francisco Cándido Xavier.
- El sexo a la luz del Espiritismo.
- ¿Existió el culto fálico?