sábado, 5 de julio de 2025

LA SOCIEDAD ESPIRITISTA DE SANTA MARTA — SESMAR

 


Siguiendo con nuestras elucidaciones en torno a mi llegada al movimiento espírita en la ciudad de Santa Marta, luego de algunos meses de participación en el Centro Espírita André Luiz — CEAL y a raíz de ciertas situaciones personales, presenté mi carta de renuncia como miembro del mismo. Tiempo después, otros hermanos decidieron tomar el mismo camino y desligarse del centro. Con ese pequeño grupo, nos seguimos reuniendo en distintos lugares, decididos a no perder el impulso espiritual que habíamos cultivado con tanto esfuerzo.

Fue entonces cuando supimos que la Sociedad Espiritista de Santa Marta — SESMAR iniciaría un curso de mediúmnidad, programado para comenzar el 8 de mayo de 1993. Nos integramos con entusiasmo, y así comenzó una etapa profundamente enriquecedora en esta institución espírita. No cabe duda de que el ambiente de estudio y trabajo que allí se respiraba —bajo la dirección, en aquel entonces, de Enrique Roca Navarro— nos ayudó a comprender mejor la belleza del compromiso espiritual asumido con seriedad y entrega, siempre en nombre del Maestro Jesús.

Con el paso del tiempo, nuestra participación se intensificó y, en octubre de 1993, recibimos la credencial de socios activos de SESMAR. Para mí, aquello fue un hito vital, una afirmación de que estaba dando un giro significativo a mi existencia. A comienzos de 1994, después de la elección de la nueva Junta Directiva, me propusieron asumir la coordinación del grupo juvenil de la Sociedad. Acepté con alegría, pues mi experiencia como docente me había preparado para trabajar con jóvenes, especialmente con aquellos que enfrentaban desafíos de comportamiento.

Por esos días, algunos estudiantes del Departamento de Agropecuaria del INEM Simón Bolívar —donde laboraba— se unieron al grupo juvenil. Entre ellos: Arnulfo Benavides Trigos, Ubaldo Rodríguez de Ávila, Roberto Ribón y Benito Vega. Hoy, Ubaldo aún continúa firme en el movimiento espírita. Compartimos experiencias memorables hasta el año 2000, cuando nos retiramos de SESMAR para emprender un nuevo proyecto: el Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís.

A SESMAR le debemos lo que somos como espíritas. Fue nuestra universidad espiritual. En sus aulas invisibles, recibimos el apoyo y la inspiración de personas inolvidables: Carmen Peralta de Gómez, José Oliver Oliver, Delia Reales de Martínez, Eduardo Munive y muchos otros.

 

Gracias a doña Carmen Peralta, inicié mi camino en el mundo de las traducciones de obras espíritas del portugués al español. Ella recibía material doctrinario en portugués por correo aéreo y notaba la necesidad de poner ese contenido al alcance de los hispanohablantes. Fue así como me regaló un pequeño diccionario “Michaelis” portugués-español y me animó a comenzar. Desde entonces, ese gesto se convirtió en un viaje de aprendizaje que ha contribuido enormemente a mi formación doctrinaria. Hoy, después de años de estudio y dedicación, contamos con una sólida experiencia en traducción, fruto de esa semilla inicial.

Jamás podremos olvidar a SESMAR. Allí vivimos experiencias que marcaron nuestras almas. Algunas de ellas las comparto ahora, con la esperanza de que puedan ofrecer enseñanza y reflexión.

El caso del amigo invisible

Corría el año 1990 cuando se presentó a SESMAR una señora con su pequeña hija, quien vivía una extraña experiencia: la del “amigo invisible”. Según las explicaciones psicológicas, muchos niños entre los 2 y 3 años desarrollan una imaginación activa, creando amigos imaginarios como parte de su mundo interior. Pero este caso parecía diferente.

La niña, cuidada por su abuela mientras la madre trabajaba, mantenía constantes interacciones con su supuesto amigo invisible. A pesar de ciertos disgustos que este le causaba, la abuela los minimizaba, considerándolos parte del juego.

Todo cambió una mañana, cuando subieron a una buseta del servicio público. La niña, con gran convicción, le pidió a su abuela que no se sentara en un asiento específico porque allí “estaba su amigo”. La firmeza de la afirmación, en presencia de otros pasajeros, alertó a la abuela, quien comunicó la situación a su hija. Gracias a una amiga que conocía a SESMAR, pudieron acudir a la institución y recibir atención espiritual.

Durante la atención fraterna, nuestras intuiciones apuntaban a la presencia real de un Espíritu perturbador. Pedí entonces la ayuda de nuestra hermana Yolanda Arias —quien ya habita la patria espiritual—, dotada de mediúmnidad vidente. Le pregunté:

—Yolanda, ¿qué ves?

Y ella respondió sin dudar:

—Veo un niño… pero ya no lo es. Es un hombre. Y está molesto.

Aquella confirmación bastó para tomar el camino a seguir en el tratamiento espiritual correspondiente al caso. Se aplicaron las terapias espiritistas propias de la Doctrina Espírita, y se reveló que ese “niño” era en realidad un Espíritu que pretendía engañar a la pequeña con su ropaje infantil. Existía un vínculo kármico entre ambos. Afortunadamente, gracias a la intervención del equipo espiritual de SESMAR, se logró brindar la asistencia necesaria y la niña fue liberada de aquella influencia.

El Espíritu agresivo

En otra ocasión, llegó a SESMAR la señora O. con perturbaciones profundas. Era víctima de manifestaciones espirituales que la dominaban, tornándola agresiva con sus familiares, y adoptaba comportamientos y voz propios de un varón.

Después de una primera atención fraterna, se le recomendó un tratamiento espiritual. Una noche, durante la sesión de pases —o fluidoterapia— el obsesor la tomó violentamente y trató de agredirme frente a los presentes. Tomé entonces el Evangelio y leí un pasaje al azar, ofreciendo el respectivo adoctrinamiento. Poco a poco, el Espíritu se fue calmando.

Uno de los médiums presentes describió al espíritu obsesor como un hombre alto, de complexión robusta y rostro airado, profundamente molesto por la intervención que la Casa Espírita realizaba en beneficio de nuestra hermana. Según expresó, buscaba vengarse por hechos que eran completamente desconocidos para nosotros, pero que para él representaban una oportunidad de desquite. Semanas más tarde, se manifestó nuevamente en la sala de conferencias, esta vez con mayor violencia: rompió un retrato enmarcado de Allan Kardec, generando temor entre los asistentes. Una nueva lectura del Evangelio, acompañada de un adoctrinamiento amoroso, logró calmarlo nuevamente.

Con el tiempo, y gracias a la constancia en el tratamiento espiritual, la señora logró liberarse de aquella influencia y recuperar su paz interior.

A SESMAR le debemos el despertar de nuestra conciencia espírita. Fue la cuna de nuestras primeras responsabilidades, el taller donde el alma empezó a esculpirse a sí misma, bajo la luz del Evangelio redivivo. Y aunque hoy nuestros pasos nos han llevado a otros senderos dentro del movimiento espírita, la huella de aquella casa perdura en lo profundo de nuestro corazón.


sábado, 28 de junio de 2025

PEDRO CURA A ENÉIAS

 

La curación de Enéias


Por: Cairbar Schutel

Recorriendo Pedro todos los lugares, descendió también hasta los santos que habitaban en Lida. Allí encontró a un hombre llamado Enéias, que hacía ocho años yacía en una cama porque era paralítico. Pedro le dijo: “Enéias, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama”. Y él se levantó de inmediato. Todos los que habitaban en Lida y Sarona lo vieron, y se convirtieron al Señor. – Cap. IX, vv. 32–35.

Una de las principales características de los Apóstoles era la curación de enfermos. Pedro poseía este don en gran medida.

Las curaciones espirituales contribuían enormemente a la conversión de los incrédulos. No solo se convertía el enfermo curado, sino también todos los que tenían conocimiento cierto del caso.

Dotado de facultades magnéticas y auxiliado, además, por los Espíritus que constituyen la Falange del Consolador, que actuaban en nombre de Jesús, Pedro realizó innumerables conversiones, más por medio de curaciones que por la misma palabra.

Es que la curación es un hecho que toca el corazón, el sentimiento, más fácil de percibir que la palabra, que necesita pasar por el cerebro y atravesar el tamiz del entendimiento.

El amor obra milagros, mientras que la Sabiduría es tardía en su acción.

Enéias, cuyos nervios se encontraban paralizados, al recibir los fluidos vitalizantes que necesitaba para volver a ponerlos en acción, a la voz de Pedro, se levantó y quedó sano.

Las curas espíritas, como se ve, forman parte de los anales del Cristianismo, y al añadir estas palabras a la narración de Lucas, no hacemos más que confirmar lo que ya hemos dicho en obras anteriores, principalmente en la titulada “Histeria y Fenómenos Psíquicos — Curas Espíritas”, que recomendamos a los lectores.

 

Tomado de “Vida y hechos de los apóstoles”.

Cairbar Schutel

Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís

Santa Marta – Colombia

Junio 28 de 2025


domingo, 22 de junio de 2025

GÉNESIS DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA - CAPÍTULO I

LA ÉPOCA PRE-COLOMBINA Y LOS PRIMEROS HABITANTES

Tomada de la Web: https://colombiapais.com/pagina-cultura/cultura-colombia-precolombina.html

 Oscar Cervantes Velásquez

Aunque el término precolombino puede resultar ambiguo, pues igualmente se le suele denominar civilizaciones prehispánicas, precortesianas (antes de la llegada de Hernán Cortés) o América antigua, lo cierto que es que los estudios sobre los primeros grupos humanos que habitaron el actual territorio colombiano siguen siendo limitados y fragmentarios. En Colombia, solo se han “realizado excavaciones arqueológicas en una parte mínima del territorio donde podrían encontrarse restos de culturas prehistóricas; los hallazgos de herramientas o cerámicas han sido analizados en forma no muy sistemática y estudios que podrían llevar a conclusiones más o menos firmes sobre poblaciones muy alejadas en el tiempo, como los basados en la medición de la magnitud de los residuos orgánicos, están por fuera de las posibilidades de los investigadores colombianos[1]”.

Sin embargo, la Doctrina Espírita nos ofrece un marco más amplio y revelador para comprender el sentido profundo de esta etapa primigenia. Desde esta perspectiva, los primeros grupos humanos que poblaron el suelo colombiano no llegaron por azar ni por meras condiciones geográficas. Fueron, en su mayoría, Espíritus en proceso de evolución, que encontraron en este territorio una oportunidad de aprendizaje, reparación y progreso. Como lo enseña “El Libro de los Espíritus”, los mundos materiales son escuelas del alma, y las razas y pueblos son agrupaciones temporales de Espíritus afines, unidos por vínculos kármicos y evolutivos.

Según el antropólogo Gerardo Ardila (2006: 267-8), “en el límite entre el Pleistoceno y el Holoceno, en medio de transformaciones que alteraron las poblaciones ecológicas y la composición de los ecosistemas, ingresaban los primeros seres humanos a lo que hoy es Colombia, creando las condiciones físicas y psicológicas para tener éxito en la colonización de los ecosistemas colombianos y en la construcción de territorios humanizados[2]”.

Esta colonización humana de los ecosistemas fue también una colonización del alma: los Espíritus encarnados venían a someterse a las leyes de la naturaleza, a enfrentar desafíos físicos, emocionales y morales que impulsaran su progreso. Algunos de estos Espíritus estaban en grados primitivos de desarrollo moral e intelectual, otros traían consigo avances significativos desde reencarnaciones anteriores en otras regiones del planeta.

Se sabe hoy que esos primeros habitantes ocuparon una gran diversidad de entornos y desarrollaron modos de vida variados. ocuparon el más amplio espectro de espacios y que se adaptaron a modos de vida que difirieron mucho entre sí. No todos fueron cazadores, como sí lo fueron los de los Andes orientales —los mejor estudiados—, los cuales vivían de la cacería y la recolección[3]”. La antropología sitúa su origen en migraciones asiáticas que, hace decenas de miles de años, cruzaron el estrecho de Bering y descendieron por el continente. Pero más allá del dato geográfico, desde el punto de vista espiritual, fueron oleadas de Espíritus con tareas comunes, reencontrándose para dar continuidad a procesos iniciados en otras existencias, muchas veces marcadas por errores colectivos, actos de violencia o desequilibrios sociales que requerían corrección en nuevas condiciones.

“Se estima que las primeras poblaciones de lo que hoy es Colombia podrían haberse establecido desde hace más de 20.000 años, aunque la evidencia más sólida, correspondiente al periodo paleoindio, habla de al menos 16.000 años de antigüedad[4]. Esta distancia temporal no nos impide intuir que esos pueblos vivían de acuerdo con una espiritualidad implícita, conectada con la naturaleza, los ciclos cósmicos y la sacralidad del entorno, aunque no estructurada como religión formal. Su relación con lo invisible, con los ancestros, con los elementos, revela una intuición espiritual profunda, que puede ser vista como una forma inicial de religiosidad natural.

Cuando los españoles llegaron, hacia el siglo XV, encontraron en el actual territorio colombiano una situación demográfica intermedia: no tan densamente poblado como México o Perú, pero tampoco deshabitado. Se calcula que había entre tres y cuatro millones de indígenas, cifra que se redujo dramáticamente en los siglos siguientes debido a la violencia de la conquista, las enfermedades y la desestructuración social. Hacia el siglo XVIII quedaban apenas unos 130.000 indígenas. Este colapso demográfico puede comprenderse, desde la visión espírita, como el cierre de un ciclo colectivo: muchos Espíritus completaron allí un aprendizaje común, y fueron llamados a nuevas etapas, ya sea en otros lugares o en nuevas condiciones sociales dentro del mismo territorio.

A la llegada de los españoles existía una vasta diversidad cultural, destacándose tres grandes familias lingüísticas y culturales que dominaban la región:

      La cultura Chibcha, ubicada en los altiplanos y zonas frías del centro del país y en la "Sierra Nevada de Santa Marta". 

      La Caribe, localizada en el litoral del Océano Atlántico y 

      La Arawac, en las regiones de los ríos Amazonas, Putumayo y Caquetá.

La familia Chibcha, una de las más numerosas y con mayor grado de desarrollo intelectual, tuvo un avanzado conocimiento en las matemáticas, empleó un calendario que le permitió manejar la agricultura y celebrar las fiestas religiosas y utilizó la escritura jeroglífica. Su dispersión territorial impidió la formación de un Estado unificado, pero reflejaban una espiritualidad organizada, con ritos, mitos y una ética social centrada en el equilibrio con la tierra.

La familia Caribe, guerreros y comerciantes del litoral Atlántico, ofrecieron la mayor resistencia a la conquista. Los conquistadores los temieron y denigraron, asociándolos al canibalismo y la sodomía, ignorando que muchas de sus prácticas respondían a cosmovisiones distintas, en las que el cuerpo, la guerra y la sexualidad tenían un sentido ritual, no meramente bárbaro. Su organización era más libre, sin caciques permanentes, lo cual los diferenciaba de estructuras estatales más jerárquicas.

La cultura Arawac, vivían en sociedades mixtas, con elementos de matriarcado y patriarcado. Su economía era diversa: agricultura, pesca, caza y recolección. Su arquitectura y vida social mostraban señales de refinamiento espiritual y armonía comunitaria.

 

Todas estas culturas fueron escenarios de progreso colectivo, pero también de desequilibrios. Algunas desarrollaron formas de dominación interna, violencia ritual o prácticas que generaron deuda moral ante la ley divina. La llegada de la conquista, por brutal e injusta que haya sido desde lo humano, fue también —en clave espiritual— una experiencia de prueba y redención para muchas almas. Espíritus que antes dominaron, reencarnaron luego como dominados; quienes oprimieron en otros continentes, nacieron aquí como expiación, en el marco de las sabias leyes de causa y efecto.

La historia no debe leerse solo como sucesión de hechos materiales, sino como una pedagogía del alma. Cada pueblo, cada civilización, encierra un proceso espiritual colectivo, lleno de lecciones, caídas y ascensos. Comprender esta dimensión nos ayuda no solo a interpretar mejor el pasado de Colombia, sino a sanar sus raíces más profundas de violencia.

En términos culturales, el territorio colombiano estaba habitado por una pluralidad de pueblos en diversos estadios de desarrollo, que probablemente se hallaban en proceso de unificación al momento de la llegada española, aunque no llegaron a constituir un imperio unificado como los aztecas o los incas.

 

Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís

Santa Marta - Colombia

Junio 22 de 2025


[1]   Historia de Colombia. El establecimiento de la dominación española. Jorge Orlando Melo, Facultad de Derecho Universidad de Buenos Aires. Tomado de http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/letra-h/hicol/hicol.htm.

[2]   Ardila, G. (2006), “El poblamiento en Colombia”, en Ardila, G. (ed.), Colombia: Migraciones, transnacionalismo y desplazamiento, Cátedra Manuel Ancízar, Facultad de Ciencias Humanas. Bogotá: Universidad Nacional, Colección CES.

[3] Langebaek, C. H. (2010), “¿Cuántos eran? ¿Dónde estaban? ¿Qué les pasó? Poblamiento indígena en la Colombia prehispánica y su transformación después de la Conquista”, en Bonnet et al. (comp.), Colombia. Preguntas y respuestas sobre su pasado y su presente. Bogotá: Universidad de los Andes, pág. 32.

[4] La población indígena en el momento de la conquista/Darío Fajardo. En: Ayer y hoy de los indígenas colombianos. Bogotá. Dane, 1971, p.3.

jueves, 12 de junio de 2025

ANECDOTARIO ESPÍRITA - Crónicas íntimas de una búsqueda interior

 

Corría el año de 1992 cuando, por primera vez, supe de la existencia de la Doctrina Espírita. Dos motivos me impulsaban a buscar a Dios desde una perspectiva distinta. El primero, una enfermedad que ha caminado a mi lado durante más de treinta y cinco años: la psoriasis. El segundo, más profundo aún, tenía que ver con la forma en que estaba enfrentando mi vida personal, la cual amenazaba con resquebrajar el mayor tesoro que Dios me ha concedido: la familia.

Así, en medio de esa búsqueda espiritual, comencé leyendo cuanto libro cayera en mis manos. Recuerdo que el primero que compré llevaba por título “Manos que Curan[1]. Me pareció fascinante la forma en que la autora vinculaba las curaciones “milagrosas” de Jesús con su propuesta de sanación.

En ese tiempo, también visité la librería de la Curia, justo frente a la Catedral de Santa Marta. Allí adquirí, entre otros textos, “Mi Catecismo”, una obra del autor Santos Lorenzana, editada por Ediciones Paulinas. Era un libro de oraciones que de niño conocía a la perfección, aunque para vergüenza mía, ya no recordaba casi ninguna. Sin embargo, esas oraciones no saciaban lo que mi alma estaba buscando.

Una tarde, caminando por el Centro Histórico de la ciudad, vi en un poste de energía un aviso que invitaba al “Conocimiento de Sí Mismo”. Copié la dirección y esa misma noche asistí a la conferencia. Al final, mis pensamientos hervían de inquietudes, así que me acerqué para plantear algunas preguntas. Para mi sorpresa, la respuesta fue tajante: “Aquí no se responden preguntas”. Aquello me desilusionó profundamente y decidí no volver.

Fue entonces cuando un pariente me habló de unas reuniones que se realizaban en el centro de la ciudad, dirigidas por alguien que también tenía conocimientos en medicina natural. Esa fue la excusa perfecta para presentarme, compartirle mi situación dermatológica y preguntar si podía participar en las reuniones espíritas[2]. Dicho y hecho: el 5 de diciembre de 1992 asistí por primera vez, y desde ese momento supe, con una certeza que brota del alma, que eso era lo que estaba buscando.

Las reuniones eran conducidas por un oficial retirado de la Policía Nacional. Más adelante, el grupo se trasladó al norte de la ciudad, a la calle 8 con carrera 4ª, donde nació el “Centro Espírita André Luiz”, CEAL. Como anécdota curiosa, allí me encontré con una prima hermana, Y. V. D., quien tuvo la gentileza de prestarme los primeros libros espíritas. En ellos hallé la orientación necesaria para asumir un compromiso que, hasta hoy, sigo honrando: ser un espírita practicante.

Recuerdo con especial emoción el 13 de enero de 1993. Ese día, Santa Marta recibió la visita del orador espírita Divaldo Pereira Franco, quien ofreció una conferencia en el Club de Leones. Era mi primer contacto con una figura de tal magnitud. En mi espíritu —ávido de llenar los vacíos existenciales propios de quien se inicia en el camino de la plenitud espiritual—, quedaron sembradas grandes enseñanzas y la certeza de que ese era el camino correcto.

En esa época, vivíamos en la Urbanización El Parque, una de las tantas urbanizaciones construidas durante el gobierno conservador de Belisario Betancur, bajo el programa de “Casas sin cuota inicial”. El vecindario no era el mejor, y algunos conflictos con una querida vecina me llevaron a vivir una experiencia que marcó profundamente mis primeros pasos en la Doctrina Espírita.

A comienzos de 1993, con solo unos meses de asistencia al centro, me encontraba una tarde sentado en la puerta de la casa junto a mi esposa. Desde la tienda de la esquina vimos aproximarse a la vecina en cuestión, quien, en evidente gesto de provocación, arrojó a nuestros pies parte de la envoltura de algo que acababa de comprar. Contuve a mi esposa, pidiéndole calma, sabiendo que un enfrentamiento solo nos alejaría del propósito espiritual que comenzábamos a construir.

Fue entonces cuando, frente a la casa de aquella vecina, se formó un pequeño torbellino[3]. Recogió una gran cantidad de basura que yacía en una zona verde cercana y, en un movimiento lento pero decidido, cruzó unos veinte metros y se coló por completo en la sala de su casa. El resultado fue evidente: su sala quedó cubierta de suciedad.

¿Ley de causa y efecto? ¿Un mensaje espiritual? ¿Una enseñanza? No lo sé con certeza, pero lo que sí tengo claro es que en ese momento comprendí que había una lección por aprender. Una señal que me animaba a entender los fenómenos espirituales desde la óptica sabia y amorosa de la Doctrina Espírita.

Continuará...



[1] Bárbara Ann Brenan, Manos que Curan.

[2] Las reuniones se realizaban en una oficina de los oficiales en retiro de la Policía Nacional, la cual estaba ubicada en la Calle Real o Calle Grande, hoy Calle 17.

[3] Los torbellinos se forman cuando en una masa de aire en movimiento surge una diferencia de velocidad entre dos regiones generando turbulencias. Este fenó-meno ocurre en todas partes del planeta y en cualquier estación del año. Incluso, se sabe de torbellinos en otros planetas. (Tomado de Wikipedia, hoy 15 de mayo de 2016, a las 2:25 p.m.).

miércoles, 11 de junio de 2025

TODO ES JUSTO

 Un amigo nuestro que vive actualmente en Mérida de Yucatán, nos envió un pequeño artículo necrológico que nos impresionó tristemente, hasta el punto de que preguntamos al Espíritu que generalmente nos guía en nuestros trabajos si podía decirnos algo sobre aquel Ser tan profundamente desgraciado, cuya existencia había sido tan horrible. Y nuestro amigo invisible, viendo que nuestra pregunta no llevaba otro móvil que el estudio y el deseo de dar una lección útil, nos dio algunos pormenores que transcribiremos a continuación del citado escrito, que dice así:

ARCADIO GÓNGORA

Imagen de referencia creada con IA

La Naturaleza suele usar burlas espantosas con la humanidad.

Ya en el fondo del hogar, o a la faz pública, el genio del mal suele hacer sangrientos escarnios del hombre, del rey de la Creación, de ese a quien el Supremo Hacedor formó a su hechura y semejanza, según la frase bíblica. Suele precipitarlo, desde el trono en que le colocó Natura, hasta los últimos y sucios escalones de la degradación.

Se ha visto a individuos de la especie humana, en todas las gradas de la escala social, proceder como jamás se han conducido los más estúpidos animales.

Pongan ustedes la mano sobre el polluelo de cualquier ave, sobre la cría de cualquier cuadrúpedo, sobre el cachorro de la bestia más feroz, y verán como los padres se abalanzarán sobre ustedes y se desesperarán si se encuentran impotentes para vengar o defender a sus hijos. Y si éstos enferman o se extravían ¡con qué cariño o angustia los cuidan y curan o los buscan!

Pues bien, se ha visto padres, y lo que es más monstruoso todavía, madres que permanecen indiferentes y frías ante la agonía o el cadáver de un hijo, o que los abandonan y olvidan hasta el extremo de vivir como si nunca lo hubieran concebido y alimentado en su seno... Se ha visto morir a gentes en tales condiciones, pero, afortunadamente, no es eso lo regular en la existencia de las sociedades. Tan sombrías reflexiones me las sugiere el reciente desenlace de un drama que, no por ser humilde el protagonista, ni por haberse desarrollado la acción en la oscuridad de la pobreza, deja de conmover a todo Espíritu pensador y humanitario.

El 13 del presente mes ha dejado de sufrir para siempre un hombre que en la villa fue conocido con el nombre de Arcadio Góngora.

Parece que hace unos treinta y dos años perdió completamente la razón, víctima de cierta predisposición orgánica de raza, determinada por no sé qué descalabro amoroso.

Era entonces un arrogante mancebo de dieciocho a veinte años, lleno de vida y de salud. Desgraciadamente, su locura inofensiva y apacible al principio, se hizo al poco tiempo hostil y peligrosa, hasta el caso de tenérsele que encadenar a un poste, como a una fiera, para su propia tranquilidad y la de su familia.

Allí se le llevaba su mísero alimento, de allí no se movía jamás, y allí... vivía como vive una bestia, y, en ocasiones, en peor condición que ésta.

Hace cosa de diez años que yo le conocí. Aún no se ha borrado, ni creo se borre de mi pensamiento, la impresión que entonces produjo en mí su presencia.

Estaba sentado con el codo derecho apoyado en la rodilla, y la mejilla en la palma de la mano, en una pequeña hamaca que era todo el moblaje de la ruinosa, desaseada y desabrigada choza de guano que habitaba, choza triste y aislada de las demás, como la de un paria o la de un apestado... Con un pie estrechamente aprisionado entre un anillo y el extremo de una cadena de hierro fijada en un poste; los cabellos, las patillas y las barbas incultas y crecidas, cayendo sobre sus hombros; pecho y espalda formando marco a unas facciones que debieran ser buenas, pero que entonces estaban desfiguradas; sus negros y azorados ojos casi saltando de sus órbitas y su calzón y camisa sucios y rotos, enseñando en diversos lugares su velluda piel; parecía un salvaje o un anacoreta perdido en las profundas sociedades de la selva. Hablaba sin cesar, ora alzando, ora bajando la voz, pero en un lenguaje inteligente y rápido.

Al pararme en el dintel de la puerta, levantó los ojos, los fijó en mí con una expresión que me hizo retroceder y los giró enrededor como buscando algún objeto. De repente se inclinó, echó mano a una piedra y la arrojó violentamente sobre mí; pero vi el movimiento y me oculté tras de la puerta, que recibió el terrible golpe, que, de alcanzarme, sin duda me hubiera hecho daño.

Le observé un momento con sincera piedad, y me retiré con el corazón oprimido.

Desde aquel día hasta su muerte, no volví a verle sino dos o tres veces.

Nadie podía acercársele sin peligro, y su pobre familia compuesta solamente de mujeres, sufría crueles penalidades para atender a la subsistencia.

Las ocasiones en que transitaba yo por las inmediaciones de su pequeña choza escuchaba con emoción su cavernosa y sonora voz, cuyo eco, en las altas y silenciosas horas de la noche, vibraba hasta larga distancia y se cernía sobre la dormida villa, y se elevaba al cielo como una dolorosa protesta contra la sociedad que le abandonaba, o como una misteriosa plegaria impregnada de tristeza infinita: entonces me preguntaba por qué la justicia divina no devolvía la razón a aquel desdichado, o no hacía cesar para siempre su espantosa desgracia, quitándole la vida, harta pesada para él, por más que no tuviese conciencia de su estado.

Decíase que casi nunca dormía: el aniquilamiento de sus fuerzas le obligaba a callarse y a rendirse a breves instantes de reposo.

En diversas ocasiones, personas caritativas pretendieron enviarlo al hospital general de Mérida, en donde si no se le curaba, siquiera estaría aseado y mejor atendido, pero su familia siempre se opuso y rogó que se le dejase creyendo que por peor que ella pudiese tratarle, siempre estaría mejor que en manos extrañas.

¡Funesto temor! ¡Fatal equivocación que acaso perjudicó al infeliz demente! Por último, hace algún tiempo fue atacado de una enfermedad del vientre que lo fue consumiendo lentamente, que agravó su situación hasta ser anticipadamente devorado por los gusanos parte su cuerpo: y el 13 del presente mes la Providencia se apiadó de él, poniendo punto final a sus padecimientos terrenales.

Tenía entonces cincuenta y dos años aproximadamente y estuvo demente treinta y dos.

Cuéntase que antes de morir, la fugitiva razón, como esos relámpagos que rasgan fatídicos la profunda oscuridad de una noche tormentosa, centelleó sobre su Espíritu al irse éste a desprender su mísera cárcel. “Ea, hermanos” – dicen que exclamaba lastimosamente en lengua maya -, “llegó entonces la hora de mi muerte”. Cuando la muerte se presenta bajo esa forma u otra análoga creo que, en vez de deplorarla, débese dar un voto de gracia. En esos casos, la muerte lejos de ser un mal, debe ser un positivo beneficio.

¡Paz al Espíritu de Arcadio Góngora! Repose en la mansión de los mártires.

F. Pérez Alcalá

(Yucatán) Tizimin, diciembre 19 de 1882.

* * *

Como comprenderán nuestros lectores, este tristísimo relato da margen a serias y dolorosas reflexiones, porque si no hay efecto sin causa, la causa de tan deplorable efecto debe ser horrible, espantosa: y desgraciadamente no nos engañábamos en nuestros cálculos, porque nuestro amigo invisible nos dijo en su comunicación lo siguiente:

“Grandes remordimientos pesan sobre la vieja Europa, que ha conquistado a sangre y fuego los países que llamáis el Nuevo Mundo y otros hermosos continentes; y no pequeña parte tiene España en esas horribles luchas, o mejor dicho, en esas matanzas fratricidas en que sucumbieron tantos caudillos vencidos por el número de los contrarios; pero no por el valor y la nobleza de los conquistadores, que llamándose civilizados fueron más indómitos y más rebeldes que los salvajes, más desnaturalizados y más feroces que las mismas fieras.

“¡Cuántos crímenes se han cometido en esas para vosotros lejanas tierras, en sus bosques vírgenes! ¡Cuántas víctimas se han sacrificado en aras de las más torpes, desenfrenadas e inmundas pasiones! Causa horror leer la historia de los terrenales que manchados estáis con todos los vicios, hundidos en la concupiscencia y en la iniquidad.

“Grandes expiaciones estáis sufriendo, pero, creedme, si fuerais a pagar ojo por ojo y diente por diente, se sucederían los siglos como se suceden vuestras vidas y casi llegaríais a creer en la eternidad de las penas al ver la continuación de vuestros incesantes martirios a pesar de la Misericordia Divina. Como las leyes de Dios son inmutables y tienen que cumplirse, tenéis necesariamente que sufrir todos los dolores, todas las agonías que habéis hecho padecer a otros, gozándoos en su tormento, la única ventaja de que disfrutáis al expiar es que a ningún ser de la Creación le falta alguien que le quiera: miente el que dice que está solo, todos estáis acompañados de un alma que se interesa por vosotros más o menos relativamente según la enormidad de vuestro delito, y a falta de racionales tenéis una raza irracional muy amiga del hombre, tenéis al perro, símbolo de la fidelidad, que con una leve caricia os sirve de guía, de compañero, toma parte en vuestras penas y en vuestras alegrías; esto en la parte visible, que fuera del alcance de vuestra vida material están vuestros Espíritus protectores dándoos aliento y resignación en las horas de cruenta agonía. ¡Ah! Si estuvieras solos como decís, ¿qué sería de vosotros, infelices? Sí. Caeríais anonadados, abrumados ante el terror y la soledad.

“Si cuando vuestro cuerpo se entrega al descanso, vuestro Espíritu no encontrara una mano amiga que le detuviera y no oyera una voz cariñosa que le preguntara: ¿Dónde vas, pobre desterrado? ¿Creéis que tendrías fuerza para reanimar su organismo y comenzar el trabajo de un nuevo día? No: el alma necesita amor como vuestras flores el rocío, como las aves sus alas; sin ese alimento esencialmente divino no puede vivir; y cuando sus culpas le obligan a carecer de familia, de hogar, de seres afines a él, y tiene que permanecer en una doble prisión, separado de sus semejantes, entonces su razón se oscurece. El hombre es un ser sociable por excelencia, se siente atraído a formar familia, como que es miembro de la familia universal; recuerda su origen, y sin los lazos del amor, de la amistad, del parentesco, de la simpatía, no puede vivir, y como no puede vivir, por eso no falta quien le quiera, visible o invisible; por eso el desgraciado dice muchas veces: quisiera siempre estar durmiendo, porque durmiendo soy más feliz; entonces no me acuerdo de mis desventuras; y no es que no se acuerda, al contrario, las ve con más claridad; lo que tiene es que las ve acompañado de Espíritus amigos que le alientan y le fortifican y le ayudan a llevar el peso de su cruz.

“Todos los que os creéis desheredados en la Tierra tenéis vuestros tutores en el Espacio, quienes cuidan de vuestra herencia y os guardan vuestros tesoros para cuando seáis dignos de poseerlos.

“Hay algunos Espíritus tan depravados, hacen tan mal uso de su libre albedrío, que a éstos necesariamente les dura más tiempo la orfandad, porque rechazan con sus desmanes todo el amor y la tierna solicitud de las almas que quieren su bien, y a este número pertenece el Espíritu que tanto os ha impresionado con el sufrimiento de su última existencia; horrible, pero merecido, porque en la Creación, recordadlo siempre, todo es justo.

“Ese Espíritu en una de sus anteriores encarnaciones fue uno de los aventureros españoles que fueron a la tierra mexicana a imponer sus tiránicas leyes, reduciendo a la servidumbre a sus guerreras tribus, abusando miserablemente de la inocencia de sus mujeres, enriqueciéndose de un modo fabuloso con la usurpación y el pillaje, cometiendo todo género de atropellos, imponiendo su voluntad soberana sobre pueblos enteros, convirtiéndose en un tirano tan cruel que su crueldad rayaba en lo inverosímil; parecía imposible que aquel hombre hubiera recibido la vida del hálito de Dios, porque si pudieran admitirse dos potestades, la una del bien y la otra del mal, se diría que ese desgraciado era el hijo predilecto del príncipe de las tinieblas, tanta era su perversidad. Brutal y lascivo hasta la exageración, las doncellas más hermosas y los mancebos más arrogantes tenían que acceder a sus impúdicos deseos, su excitación continua era el martirio de sus desgraciados siervos. Valiente y temerario, cometía las más arriesgadas empresas, y sólo le faltaba uncir a un carro triunfal a la hermosísima Azora, virgen mexicana, bella como las huríes del paraíso de Mahoma, casta y pura como las vírgenes del cielo cristiano. Azora era el encanto de su padre y sus hermanos; su numerosa familia miraba en ella a la elegida del Padre de la Luz, y todos la respetaban como un ser privilegiado, porque sus grandes ojos irradiaban un resplandor celestial, y de su boca salían palabras proféticas que escuchaban con santo recogimiento jóvenes y ancianos.

“Una tarde reunió a los suyos y les dijo con triste acento: <Grandes e invisibles desgracias van a caer sobre nosotros; las aves de rapiña extienden sus negras alas y cubren de plomizas brumas nuestros límpidos cielos. Temblad, compañeros, no por nosotros que seremos víctimas, sino por los verdugos implacables que desoirán nuestras dolientes quejas; saldremos purificados por el martirio, más ¡ay de los martirizadores!>

“Azora no se engañaba, aquella noche llegaron al valle un centenar de aventureros capitaneados por Gonzalo, que iba en busca de Azora, cuya peregrina hermosura le habían ponderado, y deseaba que fuese una de sus desgraciadas concubinas; la hermosa joven para evitar derramamiento de sangre suplicó a Gonzalo que no levantara sus tiendas, que ella le seguiría, pero que respetara la vida de sus padre y de sus hermanos; y como Azora tenía un ascendiente tan extraordinario sobre todos los seres de la Tierra, Gonzalo también sintió su mágica influencia, y por su vez primera obedeció al mandato de una mujer.

“Azora había tomado sus precauciones y había reunido a todos los suyos en gran consejo, y mientras deliberaban sobre lo que debían hacer, la joven fue al encuentro del enemigo, diciendo a sus deudos que iba a ponerse en oración para atraer sobre su cabeza los resplandores de la eterna luz, que no turbaran su meditación, y como estaban acostumbrados a sus éxtasis que duraban algunos días, nada sospecharon, y ella mientras tanto se entregó como víctima expiatoria a su verdugo imponiendo a la vez condiciones que fueron respetadas.

“Gonzalo sintió por Azora todo cuanto aquel ser depravado podía sentir, y al querer manchar su frente con sus labios impuros la joven le detenía con un ademán imperioso, y él quedaba como petrificado causándole inmenso asombro su timidez.

“Los familiares de Azora al tener noticia de lo sucedido, juraron morir o vengar la deshonra de la casta virgen, consagrada al Padre de la Luz; ellos ignoraban la mágica influencia que había ejercido la joven sobre su raptor; para ellos estaba profanada la mujer consagrada a los misterios divinos y su furor no tenía límite.

“Se pusieron en marcha yendo a buscar a la fiera en su guarida. Gonzalo al verlos sintió renacer todos sus malos instintos, adormecidos momentáneamente por la mágica influencia de Azora; se rompió el encanto, y auxiliado por sus inicuos secuaces aprisionó a los sitiadores, les amordazó cruelmente y Azora perdió la razón cuando la llevaron a su padre que era un ídolo para ella, y le vio cargado de cadenas, cubierto de insectos voraces que habían arrojado sobre su cuerpo para que lo fueron devorando lentamente, y ante aquel mártir del amor paternal, consumó Gonzalo la acción más infame, la que más podía herir al desgraciado, profanando el cuerpo de la pobre loca que cedió a sus impuros deseos cuando se apagó la luz de su clarísima inteligencia; y durante muchos días el padre de Azora sufrió el horrible martirio de ver a su hija en poder de Gonzalo, que se complacía en atormentar a aquel infeliz haciéndole presenciar actos que no se pueden describir.

“Al fin murió Azora, y Gonzalo siguió insultando a su desgraciado prisionero, arrojando en sus mazmorras la inmundicia de sus caballos, escupiéndole al rostro, cometiendo con aquellos defensores de su honra toda clase de atropellos.

“Murió el padre de Azora después de crueles sufrimientos. Sus hijos también perecieron; de aquella tribu de valientes no quedó ni uno, todos sucumbieron en poder de Gonzalo, que siguió cometiendo infamia tras infamia hasta que uno de sus esclavos le asesinó mientras dormía en su lecho, rendido por la embriaguez.

“Su vida fue un tejido de espantosos crímenes, y como se complacía en el mal, como no le faltaba inteligencia para conocer que su proceder era inicuo, como encontró en su camino hombres de corazón que se propusieron educarle, y él los despreció, su expiación tiene que igualar a la gravedad de su culpa, y ya ha encarnado diferentes veces siendo el infortunio su patrimonio. ¡Ha hecho tanto mal!... Sin que por esto le falte en todas sus existencias alguien que le quiera; y Azora, Espíritu de luz, le alienta en sus penosísimas jornadas. Ella fue a la Tierra la última vez con el propósito noble de comenzar la regeneración de Gonzalo, pero su extremada sensibilidad no pudo resistir el choque violento que recibió al ver a su padre en tan lamentable estado; la prueba fue superior a sus fuerzas, que como solo Dios es infalible, no siempre los Espíritus saben medir la profundidad del abismo donde han de caer.

“Es muy distinto ver las miserias de la Tierra a gran distancia a vivir en medio de ellas, y son muchos los Espíritus que sucumben en medio de sus rudas pruebas y de sus expiaciones.

“Nunca nos cansaremos de deciros, que por criminal que veáis al hombre no le corrijáis por la violencia, que harta desgracia tiene con la enormidad de sus delitos.

“¿Dónde hay mayor infortunio que en la criminalidad? ¿Qué infierno puede compararse con la interminable serie de penosísimas encarnaciones que tiene que sufrir el Espíritu rebelde inclinado al mal? En unas la locura, en otras la espantosa deformidad, en aquélla la miseria con todos sus horrores y sus vergonzosas humillaciones y otros sufrimientos que nos es imposible enumerar, porque para sumar todos los dolores que puede sentir el Espíritu no hay números bastantes en vuestras tablas aritméticas para formar el total; la imaginación se pierde cuando quiere sujetar a una cantidad fija el infinito de la vida que nos envuelve en absoluto.

“Después de esas encarnaciones horribles, vienen esas existencias lánguidas, tristes, solitarias, en las cuales la vida es una continua contrariedad; el Espíritu ya se inclina al bien, pero su amor no encuentra recompensa; almas, al parecer ingratas, miran con indiferencia los primeros pasos de aquel pobre enfermo que quiere amar y no encuentra en quien depositar su cariño, y hasta las flores se marchitan con su aliento antes de ofrecerle fragancia; esas existencias son dolorosísimas; expiación que sufre actualmente la mayoría de los terrenales, Espíritus de larga historia, sembrada de horrores y de crueldades. En ese período es cuando necesita el hombre conocer algo de su vida, porque ya tiene conocimiento suficiente para comprender las ventajas del bien y los perjuicios del mal; y, como todo llega a su tiempo, por eso hemos llegado nosotros a despertar vuestra atención; por eso las mesas danzaron y los demás muebles cambiaron de lugar. Y resonaron en distintos puntos de la Tierra las voces de los Espíritus, porque era necesario que comprendierais que no estabais solos en el mundo.

“Muchos suicidios hemos evitado y a muchas almas enfermas hemos devuelto la salud.

“A un gran número de sabios orgullosos les hemos demostrado que la ciencia humana es un grano de arena en comparación del infinito, de la ciencia universal; y una revolución inmensa llevaremos a cabo, porque ha llegado la hora del progreso para las generaciones de ese planeta.

“Comenzáis a conocer la verdad que ahora rechazáis, porque la luz os deslumbra, pero al fin os habituaréis a ella, ensancharéis el círculo de vuestra familia terrenal y miraréis en los Espíritus miembros de vuestra familia universal.

“Seréis más compasivos con los criminales cuando sepáis que también lo habéis sido vosotros y que quizá mañana volveréis a caer; que al Espíritu apegado al mal le cuesta mucho decidirse al bien; es como el pequeño que da un paso y retrocede cinco, y anda repetidas veces un mismo camino; pues de igual modo hacéis vosotros y hemos hecho todos los Espíritus de la Creación, con la sola diferencia que unos tienen más decisión que otros y más valor para sufrir la pena que se han impuesto.

“Vosotros, los que buscáis en nuestra comunicación saludable consejo y útil enseñanza, aprovechad las instrucciones de ultratumba siempre que éstas os marquen el sendero de la virtud y no halaguen vuestros vicios, ni patrocinen vuestras debilidades; desconfiad siempre de todo Espíritu que os prometa mundo de gloria en cuanto abandonéis la Tierra. Estudiad vuestra historia, miraos sin pasión, y os veréis pequeños, pequeñísimos, microscópicos, llenos de innumerables defectos: celosos, vengativos, envidiosos, avaros, muy amigos de vosotros mismos, pero de vuestro prójimo, no; y con una túnica tan manchada, no esperéis sentaros a la mesa de vuestro Padre, para lo cual precisáis cubriros con vestiduras luminosas y así poder penetrar en las moradas donde la vida está exenta de penalidades, sin que por esto los Espíritus dejen de entregarse al cultivo de las ciencias y al nobilísimo trabajo de la investigación, porque siempre tendrán las almas algo más que aprender.

“Nosotros venimos a demostraros que el alma nunca muere y que el hombre es el que a sí mismo se premia o se castiga; que las leyes de Dios, que son las que rigen la Naturaleza, son inmutables. Venimos a aconsejaros, a fortaleceros, a enseñaros a conocer la armonía universal, a contaros la historia de vuestros desaciertos de ayer, causa de vuestros infortunios de hoy; esta es la misión de los Espíritus cerca de vosotros; impulsaros al trabajo, al cultivo de vuestra razón, que es la que os ha de conducir al perfecto conocimiento de Dios. Cuando comprendáis que en la Creación todo es justo, entonces será cuando adoraréis a Dios en espíritu y verdad, entonces alabaréis su nombre con el hosanna prometido por las religiones, que aún no se ha cantado en la Tierra por la raza humana; las aves son las únicas que lo entonan cuando saludan al astro del día en su espléndida aparición.

“Recordad siempre que no hay gemido sin historia, ni buena acción sin recompensa; trabajad en vuestro progreso, y cuando encontréis uno de esos desgraciados, como el Espíritu que ha dado origen a nuestra comunicación, compadecedle, porque tras de aquel sufrimiento tan horrible le esperan por razón natural muchas existencias dolorosísimas en las cuales la soledad será su patrimonio, y aunque como os he dicho antes, el Espíritu nunca está solo, al alma enferma le sucede lo que al hombre cuando sale de una enfermedad gravísima, que en la convalecencia está tan delicado, tan impertinente, tan caprichoso, tan exigente, que toda su familia tiene que mimarlo, acariciarlo y prestarle los más tiernos cuidados; y esto mismo exigen los Espíritus cuando salen del caos de los desaciertos y comienzan su rehabilitación; entonces quieren el amor de la familia, la simpatía de los amigos, la consideración social, y como no han ganado lo que desean, como no lo merecen, no lo tienen; y aunque no les falte un Ser que les quiera y les compadezca, eso no es bastante para ellos; quieren más, y corren anhelantes tras un fantasma que los hombres llaman felicidad, y como el judío errante de la leyenda cruzan ese mundo sin encontrar una tienda hospitalaria donde reposar.

“La mayoría de los Seres encarnados en la Tierra sois enfermos convalecientes, y sólo en los Espíritus encontraréis los médicos del alma que calmarán vuestra sed devoradora.

“Estáis cansados y fatigados, tenéis hambre, tenéis frío; reposad un momento, vuestros amigos de ultratumba quieren hacer menos penosa vuestra jornada, demostrándoos con hechos innegables que en la vida infinita todo es justo”.

* * *

¿Qué expresaremos después de lo que nos ha dicho el Espíritu? Que estamos completamente de acuerdo con sus razonables consideraciones. Por experiencia harto dolorosa tenemos que concederle la razón y repetir con él que la Tierra es un hospital de generaciones enfermas que están pasando la convalecencia; sólo los Espíritus de buena intención son los que pueden conseguir con sus sanos consejos nuestro alivio y regeneración.

Lo que es nosotros, hemos debido al estudio del Espiritismo los goces más puros de nuestra vida; hemos adquirido una profunda resignación y un íntimo convencimiento de que nadie tiene más de lo que se merece; esta certidumbre es la verdadera, la única felicidad que puede tener el Espíritu en medio de su expiación.

Nosotros, estudiando la Naturaleza, leyendo en ese libro que nunca tendrá fin, admirando la exactitud matemática que tienen sus leyes, trabajamos cuanto nos es posible en nuestro progreso, y cuando la soledad nos abruma, cuando el desaliento nos domina, miramos al cielo, vemos en él los resplandores de la eterna vida y decimos: ¡En la Creación todo es justo!

 

Tomado del libro “Hechos que prueban” de Amalia Domingo Soler.

Junio 11 de 2025


lunes, 19 de mayo de 2025

BELARMINO BICAS

 

Imagen de referencia tomada de la Web

Hermano X

Tomado del libro "Cartas y Crónicas"

Después de la fiesta benéfica, en la que habíamos servido juntos, Belarmino Bicas, estimado compañero al que nos habíamos encariñado en el Plano Espiritual, me llamó aparte y habló, decidido:

·        Bien, ya que hoy hemos estado en tarea de solidaridad, me gustaría pedirte un favor...

Ante la sorpresa que nos asaltó, Belarmino continuó:

·        Supe que todavía tienes alguna facilidad para escribir a los compañeros encarnados en la Tierra y me gustaría confiarte un asunto...

·        ¿Qué asunto?

·        Sucede que desencarné con cincuenta y ocho años de edad, después de veinte de convicción espírita. Abracé los principios codificados por Allan Kardec a los treinta y ocho, y, como siempre fui irascible por temperamento, organicé, desde mis primeros contactos con la Doctrina Consoladora, una relación diaria de todas mis exasperaciones, apuntando sus causas para estudios posteriores... Mis desajustes, sin embargo, fueron tantos que, a pesar de los nobles conocimientos asimilados, suprimí, inconscientemente, veintidós años de la cuota de ochenta que me correspondía disfrutar en el cuerpo físico, regresando a la Patria Espiritual en la condición de suicida indirecto... Solo aquí, pude examinar mis problemas y acomodarme a las desilusiones... ¡Cuántos tesoros perdidos por nimiedades! ¡Cuántas tonterías en nombre del sentimiento!... Y, mostrando un curioso papel, Belarmino añadía:

·        ¡Cuenta mi caso para quien todavía esté cargando con la tontería del enojo! Habla del peligro de los enfados sistemáticos, insiste en la necesidad de la tolerancia, de la paciencia, de la serenidad, ¡del perdón! Ruega a nuestros compañeros que no pierdan la riqueza de las horas con susceptibilidades y enfados, ¡explícale a la gente en la Tierra que el mal humor también mata!... Fue entonces cuando comencé a leer la interesante estadística de irritaciones, que no me resisto a la satisfacción de transcribir: Belarmino Bicas – Número de cóleras y agravios innecesarios con la especificación de las causas respectivas, de 1936 a 1956.

 

1811 debido a contrariedades en la familia,

 

906 por disgustos en casa, en temas de alimentación e higiene,

 

1614 por altercados con la esposa, en desacuerdos en la conducta doméstica y social,

 

1801 por motivo de disgustos con los hijos, yernos y nuera,

 

37 por descontento con los nietos,

 

1015 por entrar en conflicto con jefes de servicio,

 

1333 por incompatibilidad en el trato con los colegas,

 

1012 debido a reclamaciones a proveedores y comerciantes en casos de poca importancia,

 

614 por malentendidos con vecinos,

 

315 por resentimientos con amigos íntimos,

 

1089 por susceptibilidades ante el descuido de funcionarios y empleados de instituciones diversas,

 

615 por molestias con barberos y sastres,

 

777 por desacuerdos con conductores y pasajeros desconocidos, en viaje de autobús, coches particulares, tranvías,

 

419 por desacuerdos con lecheros y panaderos,

 

820 por conflictos con camareros en restaurantes y cafés,

 

211 por ofenderse con dificultades en servicios de teléfonos,

 

90 por motivo de controversias en casas de diversión,

 

815 por molestarse con opiniones ajenas en materia religiosa,

 

217 por malentendidos con hermanos de fe, en el templo espírita,

 

901 por error o inquietud, ante personas imaginarias o la perspectiva de acontecimientos desagradables que nunca sucedieron.

 

Total: 16.386 exasperaciones inútiles.

 

Este es el recuento de las irritaciones del prestigioso amigo Bicas: 16.386 disgustos innecesarios en 7.300 días de existencia, y, eso, por cuatro lustros más bellos de su paso por el mundo, iluminados por los resplandores del Evangelio Redivivo. Cumplo su deseo de hacer conocida su experiencia que, a nuestro parecer, es tan importante como las observaciones que previenen desequilibrios y enfermedades, aunque estamos seguros de que mucha gente juzgará el balance de Belarmino como mera invención de un espíritu charlatán.


LA SOCIEDAD ESPIRITISTA DE SANTA MARTA — SESMAR

  Siguiendo con nuestras elucidaciones en torno a mi llegada al movimiento espírita en la ciudad de Santa Marta, luego de algunos meses de p...