Albert Einstein (14 marzo de 1879 - 18 marzo 1955) |
Considerado el más famoso
científico del siglo XX, Albert Einstein fue una referencia en la evolución de
la humanidad, demostrando ser un espíritu visionario en el campo de la ciencia,
revolucionando investigaciones, así como redireccionando los estudios de la
Física, transformándose para todos los pueblos en un paradigma de acción
investigadora y de reflexión del saber.
Uno de los puntos interesantes de
su personalidad y que siempre quedó evidenciado en su pensamiento, es el de la
creencia en Dios, tanto en la manera como interiorizaba el concepto como por la
forma en que lo hacía presente en su modo de obrar.
Aunque no religioso en el sentido
de la creencia particular o de culto de una doctrina formal, tenía un
sentimiento profundo en la existencia de Dios, llegando aun a afirmar que sus
teorías partían de la creencia en la existencia de un Ser Supremo, creador de
todo.
Si bien Einstein era de familia
judía, frecuentó una escuela católica, y en ese choque aparente aprendió a
respetar todas las religiones, desenvolviendo una independencia intelectual
creativa, fundamental para enfrentar en el futuro la ortodoxia científica por
un lado y el dogmatismo religioso por el otro.
De todo lo que recibió de los
padres, de la escuela y de los estudios, quedó la creencia en Dios, libre de
cualquier especulación doctrinaria religiosa. A pesar de los malos resultados
en la escuela primaria y de los sacrificios en terminar los estudios básicos,
por el choque con viejos métodos de enseñanza, Einstein cambió completamente
cuando se dedicó al análisis científico y a la lectura directa de grandes
físicos de la época, formándose en la escuela Politécnica de Suiza y
transformándose en profesor de la Universidad de Zurich. Nunca más abandonó la
carrera de profesor universitario, descubriendo el placer de enseñar: "El
arte supremo del maestro consiste en despertar alegría, provocando curiosidad
por el conocimiento creativo". También afirmaría más tarde: "La única
finalidad de la educación debe consistir en preparar individuos que piensen y
reflexionen como personas independientes y libres".
Enseñaba e investigaba, creando,
por así decir, una nueva generación de científicos, desenvolviendo, a los 26 años,
teorías y fórmulas matemáticas que fueron la base de su famosa Teoría General
de la Relatividad. Diría años después que "lo más incomprensible del
universo es que este es comprensible".
En 1932 partió de Berlín para los
Estados Unidos y en 1933 asumió la cátedra y la investigación en el Instituto
de Estudios Avanzados de Princeton.
Un pacifista de la Humanidad:
profundamente interesado por el ser humano, declaraba que "el gran
problema de la humanidad no está en el dominio de la ciencia, sino en el
dominio de los corazones y de las mentes humanas". Esa fe en el hombre,
aliada a su creciente conocimiento del universo, lo llevó a consolidar su
creencia en Dios. Puede parecer una incoherencia para un científico, pero, sin
embargo, en el final de su existencia, Einstein reconoció este hecho con
convicción y dentro de un riguroso sistema de pensamiento.
No reconocía a Dios como
tradicionalmente se lo reconoce en el pensamiento doctrinario religioso. Veía
en Dios la razón y la causa de las cosas, y eso era todo, la esencia necesaria
para el progreso del hombre.
Era un pacifista que no defendía
ideas nacionalistas, se oponía a la guerra y fue el responsable por la alerta
del peligro de desvío para propósitos bélicos de las investigaciones de
reacción en cadena de la fisión del uranio, que daría origen a la bomba
atómica. Él se opuso a su utilización y en 1946 apoyó varios proyectos de
formación de un Gobierno mundial para la paz del mundo.
Ciencia y sentimiento religioso:
"Todas las especulaciones más refinadas en el campo de la ciencia
provienen de un profundo sentimiento religioso, sin ese sentimiento ella sería
infructífera". Einstein consideraba a la palabra religión como sinónimo de
devoción, de inspiración, y no de credo revelado. En una entrevista concedida
en 1927, decía: "Intente Ud. penetrar con sus recursos limitados en los
secretos de la naturaleza y descubrirá que, por detrás de todas las
concatenaciones discernibles, queda algo sutil, intangible e inexplicado. La
veneración de esa fuerza, que está más allá de todo y que podemos comprender,
es mi religión. En esa medida soy realmente religioso".
Influenciado por el filósofo
Spinoza, del siglo XVII, Einstein creía en una inteligencia superior
proveniente de la observación de la armonía y belleza del universo. Como le
dijo al físico Max Born: "Ud. cree en un Dios que juega a los dados y yo
en leyes y un orden absoluto".
Einstein por él mismo: "La
más bella experiencia que podemos tener es la del misterio. Él es la emoción
fundamental que se halla en el origen del verdadero arte y de la verdadera
ciencia. Quien no sabe esto y ya no consigue sorprenderse, ya no sabe
maravillarse, está prácticamente muerto y tiene los ojos vendados. Fue la
experiencia del misterio mezclada con la del miedo que generó la religión.
Saber de la existencia de algo en lo cual no podemos penetrar, percibir una
razón más profunda y de más radiante belleza, ese saber y esa emoción
constituyen la verdadera religiosidad. En ese sentido, y sólo en él, soy un
hombre profundamente religioso. No consigo concebir un Dios que premie y
castigue a sus criaturas, o que tenga una voluntad semejante a la que
experimentamos en nosotros".