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Allan Kardec, el maestro lionés, conocía del magnetismo antes de iniciar su misión; él participaba activamente de los trabajos de la sociedad de Magnetismo de París, la más importante de Francia. Hacía 35 años que profesaba la ciencia magnética.
El Espiritismo nos ilustra acerca de este poder y nos explica por su intermedio una infinidad de cosas inexplicables y no explicadas por otros medios y que, en tiempos pasados, se consideraron prodigios. Revela, como el magnetismo, una ley, no desconocida, pero muy mal comprendida, o, dicho con más exactitud, se conocían los efectos, ya que se produjeron en todos los tiempos, pero se desconocía la ley, y justamente la ignorancia de esta ley engendró la superstición. Una vez en conocimiento de ella, lo maravilloso desaparece y los fenómenos vuelven al orden natural al que pertenecen. He aquí por qué los espíritas no hacen milagros haciendo girar una mesa o intentando que escriban los muertos, al igual que el médico al revivir a un moribundo o el físico al descargar un rayo. Quien pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, hacer milagros, sería un ignorante de la materia o un impostor.
Ya que el Espiritismo repudia, respecto a todo lo que a él concierne, la calificación de milagro, fuera de él, ¿hay milagros, en la verdadera acepción de la palabra?
Digamos, en principio, que entre los hechos considerados milagrosos que ocurrieron antes del advenimiento del Espiritismo y entre los que ocurren hoy, la mayor parte, si no todos, encuentran explicación en las leyes que el Espiritismo ha venido a revelar. Esos hechos entran, aunque bajo otro nombre, en el orden de los fenómenos espíritas y, como tales, no tienen nada de sobrenaturales. Se comprende que nos referimos a hechos auténticos y no a aquellos que, calificándolos de milagro, son el producto de una superchería innoble con vistas a explorar la credulidad, así como a ciertos hechos legendarios que pueden haber tenido, en su origen, un fondo de verdad, pero que la superstición ha ampliado hasta el absurdo. Son esos hechos los que el Espiritismo viene a aclarar, suministrando los medios necesarios para separar lo auténtico de lo falso[1].
La acción magnética puede verificarse de diferentes maneras[2]:
1. Por el fluido del mismo magnetizador; es el llamado magnetismo humano, cuya acción está subordinada a la potencia y, sobre todo, a la calidad del fluido.
2.Por el fluido de los espíritus que actúan directamente y sin intermediario sobre un encarnado, ya sea para curar o para calmar un sufrimiento, para provocar el sueño sonambúlico espontáneo o ejercer una influencia física o moral. Se le denomina magnetismo espiritual, y su potencia depende de las cualidades del espíritu.
3. Por el fluido que los espíritus proyectan sobre el magnetizador, a quienes éste sirve de conductor. Es el llamado magnetismo mixto, semiespiritual o humano-espiritual. El fluido espiritual, combinado con el fluido humano, otorga a este último las cualidades que le faltan. El concurso de los espíritus, en circunstancias parecidas, es a veces espontáneo, pero generalmente se produce por la evocación del magnetizador.
[1] Allan Kardec, La
Génesis, los milagros y las predicciones según El Espiritismo. Cap. XIII, Caracteres
de los milagros, pág. 281, 282, 283. Confederación Espiritista Argentina – CEA.
[2] Allan Kardec, La
Génesis, los milagros y las predicciones según El Espiritismo. Cap. XIV, Los
fluidos, pág. 311. Confederación Espiritista Argentina – CEA.