Vimos respecto de la estructura espiritual o zona del inconsciente
que, a pesar de ser una región energética, estaría constituida de zonas perfectamente
definidas. En nuestros estudios representan las fajas del inconsciente puro,
inconsciente pasado e inconsciente actual (grabado 1).
La psiquis en esquema: El cuerpo
físico representa el consciente y el superconsciente. Las demás capas, el
inconsciente o espíritu.
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Todas ellas demarcadas por el cuerpo mental. Tales zonas serian la consecuencia
de campos energéticos, estructuralmente diferentes, presentando funciones bien específicas.
Por ser campos vibratorios, estarían sujetos a expansiones que, a su vez, chocarían
en la intimidad del cuerpo físico como un extractor de aquellas energías.
Las expansiones energéticas,
a la manera de un velo, constituirían un envoltorio, un recubrimiento, que
resguardaría las zonas del inconsciente o campo espiritual. Con eso, el psicosoma
sería un envoltorio intermediario entre la zona espiritual y la zona física, sirviendo
de filtro en la dosificación y adaptación de las energías espirituales con la organización
física. Por envolver al espíritu o al psiquismo de profundidad, fue denominado periespíritu
o psicosoma (*).
La organización psíquica profunda, con sus diversas capas que
sufren condensación a medida que nos aproximamos a la periferia o cuerpo
físico, emitiría expansiones, cuyo conjunto representaría el "cuerpo del
espíritu" — cuerpo mental. De esos cimientos, posiblemente, partirían las
formaciones energéticas del periespíritu o psicosoma, el más condensado de esos
cuerpos energéticos, solamente suplantado (en condensación) por el cuerpo
físico que, en un sentido geográfico, envuelve a toda la organización. Dijimos en otro lugar: "Las capas
energéticas se van superponiendo al foco central del YO, centro del
inconsciente puro, envolviéndolo, a la manera de verdaderos pliegues van circunscribiendo,
cerrando, aislando las irradiaciones energéticas de las zonas profundas, que serían
las más purificadas. Así, la energética más sutil, pura, de origen en el
inconsciente puro, solo alcanzará la periferia, en la zona más externa del
inconsciente actual, por el filtraje en las diversas paredes energéticas que, aunque
sin modificar las posibilidades del centro emisor, le dan, sin embargo, la
tonalidad apropiada. La razón de todo estriba en el hecho de que los centros
nerviosos de toda la zona consciente, teniendo necesidad de amparo y
orientación en sus respectivos trabajos, por la zona inconsciente o espiritual,
reciben la energética del YO con la vibración que la materia soporte y se halle
más afín: eso sólo se conseguirá si las vibraciones puras del centro vital en
el inconsciente puro sufran
adaptaciones, verdaderas condensaciones, antes de alcanzar las telas de sus
manifestaciones en el consciente".
Esa organización periespiritual
o (del) psicosoma se infiltraría en los vórtices energéticos de los genes de los
cromosomas que, por eso, pasarían a ser los paneles de las manifestaciones de las
energías profundas que cargamos. Por tanto, los núcleos de las células físicas serían
las zonas por donde las energías espirituales podrían mostrar su influencia y
orientación en la materia. El psicosoma poseería organización funcional muy
superior a la materia, influenciándola, al punto de pensar, con lógica, que
esta sería el resultado de aquella. Nunca podríamos concluir que la materia del
cuerpo físico, a través de su bioquimismo, pudiese originar las fuerzas del
inconsciente que poseemos; de hecho, con ese pensamiento materialista procura la
psicología de nuestros días fundamentar sus métodos, inclusive los del psicoanálisis.
Sabemos, por las consecuencias de la experimentación psicológica y
parapsicológica, de la ampliación funcional de los campos psíquicos del
inconsciente o espiritual y de la relativa pobreza del campo intelectual de la
zona consciente. Siendo la función consciente menor y más reducida que los
campos espirituales o del inconsciente, jamás podríamos concluir que el menor contuviese
al mayor y le diese origen; todo lo contrario, el mayor en funciones, estructura
y dirige las funciones del menor. De ahí, pensamos en las dificultades de la psicología
en desarrollar métodos de investigación psíquica tomando como base la zona consciencial
y de ella haciendo la fuente de origen de toda su fenomenología.
Los campos periespirituales serían mucho más avanzados que los campos
del consciente. Los primeros comandarían los segundos, teniendo, de esa manera,
una organización estructural especial de la que se nos escapan los detalles. Varios
estudios han demostrado la existencia, en el periespíritu, de discos
energéticos (chacras), como verdaderos controladores de las corrientes de energías
centrífugas (del espíritu hacia la materia) o centrípetas (de la materia hacia el
espíritu), que
ahí se instalan como manifestaciones de la propia vida. Esos discos energéticos
comandarían, con sus "superfunciones", las diversas zonas nerviosas y
de modo particular el sistema neurovegetativo, convidando, a través de los
genes, al código genético, al trabajo ajustado y bien ordenado de la arquitectura
neuroendocrina.
Las energías de esa zona periespiritual, en su penetración por todo
el cuerpo físico, se transfunden por la periferia corpórea, en pequeña extensión,
mostrando un campo externo bien evidente (aura). Ese campo ya fue fotografiado por
el método Kirlian (aurografía) y está siendo apreciada frente a sus modificaciones
en las oscilaciones emocionales y en las desestructuraciones patológicas. Los rusos lo denominaron
campo bioplásmico y los americanos campo psi plasma. La futura psicología
encontrará en esas emanaciones periféricas grandes posibilidades de estudio y
experimentación, ampliando el campo del conocimiento e interpretando mejor la ciencia
del espíritu.
No podríamos dejar de ventilar
las posibilidades de la existencia de un campo energético apropiado, entre el periespíritu,
el cuerpo físico y el doble etérico. Sería una zona vibratoria ocupando posición
destacada frente a los fenómenos conocidos como materialización.
Creemos que el campo energético de esa zona, en sus expansiones con la
del periespíritu, se entrelace en las irradiaciones del campo físico y
proporciona excelente material en la formulación de los fenómenos
psicocinéticos y otros tantos de esa esfera parapsicológica. Con eso, podríamos
explicar muchas de las curas que los llamados pases magnéticos pueden
propiciar, en auténticas transfusiones de energías - expansiones del aura
humana.
Tomado del libro Fuerzas Sexuales del Alma
Jorge Andrea Dos Santos
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia