Cuatro son las
causas principales que limitan la acción fluídica curadora, lo que explica
porque no siempre el pase magnético logra obtener en un determinado caso lo que
en otra circunstancia fue conseguido.
En 1866, al tratar
de las curas realizadas por el Sr. Henri Jacob, Allan Kardec explicó que existe
una diferencia radical entre los médiums curadores y los recetistas. En cuanto
estos tan solamente recetan medicamentos, los primeros curan a los enfermos por
medio de la acción fluídica, en más o menos tiempo, sin el empleo de cualquier
medicamento. El poder curativo está en el fluido depurado a que sirven de
conductores. La aptitud para curar, dice Kardec, es inherente al médium, pero
el ejercicio de la facultad sólo se da con el concurso de los Espíritus, de
donde se sigue que, si los Espíritus no quieren, el médium es como un
instrumento sin músico y nada obtiene. El puede pues, perder instantáneamente
su facultad, lo que excluye la posibilidad de transformarla en profesión. (Revista
Espírita de 1866, págs. 347 y 348.)
El Codificador
relaciona, en la secuencia del estudio, los casos en que la acción fluídica es
impotente para promover la cura. La acción fluídica, dice él, puede dar
sensibilidad a un órgano, hacer disolver y desaparecer un obstáculo al
movimiento y a la percepción, cicatrizar una herida, porque en esos casos el
fluido se vuelve un verdadero agente terapéutico, pero es evidente que no puede
remediar la ausencia o la destrucción de un órgano, lo que sería un verdadero
milagro. Así, la vista podrá ser restaurada a un ciego por amaurosis (una
lesión en la retina), oftalmía (inflamación de los ojos), catarata, pero no a
quien tuviese los ojos apagados.
Existen pues,
dolencias fundamentalmente incurables y sería una ilusión creer que la mediúmnidad
curadora va a librar a la Humanidad de todas sus enfermedades. (Ídem, págs. 348 y 349.) De forma
resumida podemos decir entonces, con base en las enseñanzas espíritas, que
cuatro son las causas principales que limitan la acción fluídica curadora.
- Falta de fe o de recepción del paciente.
- Comportamiento del enfermo.
- La naturaleza del problema o de la enfermedad.
- La ley de causa y efecto.
La falta de fe o recepción del paciente
Dice Martins Peralva, en su extraordinario Estudiando
la Mediumnidad, cap. XXVII, que existen criaturas que ofrecen
extraordinaria recepción a los fluidos magnéticos. Son aquellas que poseen “fe
robusta y sincera, recogimiento y respeto ante el trabajo que, a su favor y de
otros, se realiza”.
En la persona de
fe, en el momento en que recibe el pase, su mente y su corazón funcionan a la
manera de un poderoso imán, “atrayendo y aglutinando
fuerzas curativas”. Ya con el incrédulo, el irónico y el duro de corazón
–aclara Peralva – el fenómeno es naturalmente opuesto.
La
explicación de ese hecho es dada por el instructor Áulus en el siguiente pasaje
constante del libro En los Dominios de la Mediumnidad, cap. 17,
autor André Luiz:
“Alineando informes, comenzamos a reparar que algunos enfermos no
alcanzaban la más leve mejoría.
Las irradiaciones magnéticas no les penetraban el vehículo orgánico.
Registrando el fenómeno, la
pregunta de Hilario no se hizo esperar.
- ¿Por qué?
- Les falta el estado de confianza – esclareció el orientador.
- ¿Será, entonces, indispensable la fe para que registren el socorro que
necesitan?
La explicación de ese hecho es dada por el instructor Áulus en el
siguiente pasaje constante del libro En los Dominios de la Mediumnidad,
cap. 17, autor André Luiz:
“Alineando informes, comenzamos a reparar
que algunos enfermos no alcanzaban la más leve mejoría.
Las irradiaciones magnéticas no les penetraban
el vehículo orgánico.
Registrando
el fenómeno, la pregunta de Hilario no se hizo esperar.
- ¿Por qué?
- Les falta el estado de confianza – esclareció
el orientador.
- ¿Será, entonces, indispensable la fe para que
registren el socorro que necesitan?
- ¡Ah! sí. En una fotografía necesitamos de la
lámina impresionable para detener la imagen, tanto como en la electricidad
carecemos del hilo sensible para la transmisión de la luz. En el terreno de las
ventajas espirituales, es imprescindible que el candidato presente una cierta
tensión favorable. Esa tensión deriva de la fe”.
He ahí el motivo por el cual la falta de fe del paciente constituye uno
de los factores limitadores de la acción fluidita curadora, hecho conocido al
tiempo de Jesús, como narra el Evangelio de Marcos (cap. 6:3-6), según el
cual Jesús curó a poquísimos enfermos en Nazaret por causa de la incredulidad
de su pueblo. Y fue el propio Jesús quien, sorprendido con la incredulidad de
su gente, acuñó allí una frase que se volvería famosa y conocida hasta nuestros
días: “Nadie es profeta en su tierra”.
El comportamiento
del enfermo
Muchas veces, cuando no impide la eficacia de la acción fluídica
curadora, el comportamiento del paciente acaba concurriendo para la
reincidencia del mal, como ha sido mostrado numerosas veces en las obras
espíritas. Refiere Allan Kardec, en la Revista Espírita de 1865,
págs. 205 y 206, el caso de un joven ciego que había sido recogido por un
espírita dedicado que se propuso curarlo por medio del magnetismo, pues los
Espíritus habían dicho que su cura era posible. El tratamiento no surtió, con
todo, ningún resultado, porque el joven, en vez de mostrar reconocimiento por
la bondad del amigo, sólo manifestó ingratitud y mal procedimiento, dando
pruebas del peor carácter.
San Luis, dirigente espiritual
de la Sociedad Espírita de París, explicó que, de hecho, la enfermedad del
muchacho era curable. Una magnetización espiritual practicada con celo,
devoción y perseverancia ciertamente tendría éxito, y su visión tendría
sensible mejora, si los malos fluidos de que estaba cercado no opusiesen un
obstáculo a la penetración de los buenos fluidos. “En el estado en que se
encuentra – añadió San Luis -, la acción magnética será impotente mientras, por
su voluntad y su mejora, si no se desprenderá de esos fluidos perniciosos.” Un
retorno serio de aquel muchacho sobre sí mismo era la única cosa que podría
volver eficaces los cuidados de su magnetizador; de lo contrario, se perdería
la poca luz que le restaba y nuevas pruebas lo acometerían.
Tres ejemplos de cómo el
comportamiento del enfermo puede ser causa de disturbios orgánicos, y hasta
incluso impedir la cura, podemos coger en el libro Misioneros de la Luz,
págs. 326 a 333, de André Luiz:
1) Una mujer entró al Centro Espírita portando una nube negra en la
región del corazón, más específicamente en el área de la válvula mitral. La
mente, como sabemos, puede intoxicarse con las emisiones mentales de aquellos
con quien convive. La mujer tuvo en aquel día serios problemas con el
marido. Con el pase, la porción de materia
negra se dislocó y vino a los tejidos de la superficie, esparciéndose bajo la
mano irradiante, a lo largo de la epidermis. Si los enfrentamientos domésticos
persistiesen, el efecto mórbido podría reflejarse sobre el cuerpo somático,
produciendo una lesión de consecuencias imprevisibles.
2) En la misma Casa Espírita, el grupo de
médiums pasistas asistió a un cierto hombre tan irritado y sin vigilancia que
sus riñones parecían envueltos en tejido negro rugoso, tal la densidad de
materia mental fulminante que los envolvía.
3) Un caballero anciano, tratado enseguida,
presentaba el hígado y el bazo en un enorme desequilibrio; con todo, a pesar de
su estado, el pase sólo le daría en aquella noche alivio, no la cura. He ahí la
explicación del mentor espiritual: “Después de diez veces de socorro completo,
es preciso dejarlo entregado a sí mismo, hasta que adopte una nueva
resolución”. Aquel hombre era portador de un temperamento menos simpático y
extremadamente caprichoso. Estimaba las peleas frecuentes, las discusiones
apasionadas, el imperio de sus puntos de vista. Se encolerizaba con facilidad y
despertaba la cólera y la amargura de los que compartían su compañía. Debería,
pues, quedar por algún tiempo entregado a sí mismo. ¿Quién sabe el dolor y el
sufrimiento no lograrían el éxito que las curas anteriores no
consiguieron?
La naturaleza del problema o de la enfermedad
Como vimos inicialmente, Kardec dice en la Revista
Espírita de 1866, pág. 349, que existen dolencias fundamentales
incurables y sería ilusorio creer que la mediúmnidad curadora va a librar a la
Humanidad de todas sus enfermedades. Tener en cuenta la naturaleza del problema
o de la enfermedad del paciente constituye, por tanto, medida necesaria a quien
se proponga tratar de las personas por medio de la acción fluídica curadora.
Más allá del caso referido en el preámbulo –
ausencia o la destrucción de un órgano – es preciso tener en mente que la
acción fluídica es incapaz, por sí sola, de resolver los disturbios ocasionados
por la conciencia culpable y los procesos obsesivos más graves, como la
subyugación.
El caso Mario Silva, relatado por André Luiz en
su libro Entre la Tierra y el Cielo, cap. 34, págs. 224 a 226, es
bien ilustrativo de eso.
Mario impresionado con la muerte del niño Julio
(que fue su compañero de peripecias anteriores por causa de la Guerra de
Paraguay), conservaba un aflictivo complejo de culpa y tenía su pensamiento
ligado al fallecido, a la manera de una imagen fijada en la lámina fotográfica.
Habiendo pasado el día en cama, bajo una extrema perturbación, se sentía
vencido, avergonzado. André Luiz preguntó a Clarencio si no sería posible
socorrerlo con pases magnéticos, a lo que el Ministro respondió, seguro que sí:
“El auxilio de esa naturaleza le ampara las fuerzas, pero no resuelve el
problema. Silva debe ser alcanzado en la mente, a fin de mejorarse. Necesita
ideas renovadoras y, en el momento, Antonina es la única persona capaz de
erguirlo con más seguridad”.
Y añadió: “Todo en la vida tiene su razón de
ser. En otra época, Silva, en la personalidad de Esteves, se alió a Antonina,
entonces en la experiencia de Lola Ibarruri, para ahogarse en el placer
pecaminoso, con el olvido de las mejores obligaciones de la vida. Actualmente,
estarán reunidos en la recuperación justa. Los que se asocian en la liviandad,
al frente de la Ley, acaban esposando enormes compromisos para el
reajustamiento necesario. Nadie confunde los principios que rigen la
existencia.
La misma limitación de la acción fluídica,
verificada en situaciones como la de Mario Silva, se registra en los casos de
subyugación, como el relatado en la Revista Espírita de 1865, págs.
4 a 18, por el Sr. Dombre, al respecto de las crisis convulsivas experimentadas
por Valentine Laurent, de 13 años.
Las crisis, más allá de repetirse varias veces
por día, eran de tal violencia que cinco hombres tenían dificultades de
mantener a la joven en la cama. Se trataba de un caso obsesivo de los más
graves, producido por el Espíritu de Germaine. Valentine era sensible al
tratamiento recibido del Sr. Dombre por medio de la imposición de manos, pero
tan pronto él se apartaba, volvían las crisis. Después del tratamiento por
medio de pases magnéticos y de hábiles instrucciones transmitidas a Germaine –
el Espíritu que perturbaba a Valentine -, el proceso obsesivo llegó al fin y
todo se explicó.
La ley de causa y efecto
La ley de causa y efecto no es, como muchos
piensan, una innovación, una invención del Espiritismo. Jesús a ella se reportó
en varias oportunidades. En una de ellas, enseñó el Maestro que a cada uno será
dado conforme a sus obras. En otro pasaje, como registra el Evangelio de Mateo
(cap. 26:52), el Señor, al pedir que Pedro guardase su espada, afirmó que todos
los que usaran la espada a espada morirían.
Enseña Allan Kardec, en la Revista
Espírita de 1868, pág. 85, que la mayoría de las molestias, como todas
las miserias humanas, son expiaciones del presente o del pasado, o pruebas para
el futuro. En el primer caso, derivan de deudas contraídas, cuyas consecuencias
deben ser sufridas hasta que hayan sido rescatadas. No puede, obviamente ser
curado aquel que debe soportar una prueba que no llegó a su final.
La misma tesis, que por señal no constituye
ninguna novedad para los estudiosos del Espiritismo, había sido defendida el
año anterior, en la Revista de 1867, págs. 190 a 193, por el
Espíritu de Quinemant, que teje, en una importante comunicación,
consideraciones valiosas en torno del magnetismo y del Espiritismo.
Después de recordar que la enfermedad material
es un efecto y, mientras persista la causa, producirá esta nuevos efectos
mórbidos, lo que no viabiliza la cura, el comunicante describe la íntima
relación que existe entre el Espiritismo, la mediúmnidad y el magnetismo que,
desarrollado por el Espiritismo, “es la llave de la abovedada salud moral y
material de la humanidad futura”.
He ahí uno de los motivos más frecuentes de limitación de la acción
magnética curadora, que debe ser llevado siempre en consideración por las
personas que buscan ayuda en las Casas Espíritas. En todo es preciso paciencia,
y es esta la que hace que la persona enferma prosiga hasta el fin, haciendo la
parte que le toca, sin desánimo, segura de que, cuando sonara el momento, su
objetivo será alcanzado.
Tomado de la Web: O Consolador
http://www.oconsolador.com.br/ano2/101/especial_espanhol.html