Libro: “Divaldo
Franco Responde” Editora InteLitera, Págs. 104 y 105)
Divaldo Pereira Franco
10. No podemos dimensionar el dolor de los familiares, de aquellas personas que sus parientes
desencarnaran en esas tragedias. ¿Qué podría usted decirles para confortarlas?
D. F.: Sigmund Freud, el notable padre del psicoanálisis, escribió que la muerte es una laceración de los sentimientos, y el espíritu Joanna de Ángelis me dice que, cuando la muerte nos arrebata a un ser querido, se lleva también la mitad de aquel que queda en la retaguarda. Muchas veces, el desencarnado se recupera con relativa facilidad, pero aquel que queda con la existencia turbada por la ausencia experimenta un dolor incalculable.
Yo
les diría que se acordasen de Jesús bajado de la Cruz y del dolor de María
contemplando a su hijo inerme, y que se acordasen también que, después de transcurridos
tres días, vino la resurrección. Nuestros muertos viven. La nostalgia del cuerpo,
de la convivencia, será larga, pero pasados esos días de impacto, pienso que el
dolor será más profundo, porque será la espina clavada en los recuerdos, en los
sentimientos. Entonces, yo diría como me informó un psiquiatra materialista
oportunamente. Me dijo él: “Yo no creo en la inmortalidad del alma. Cuando un
paciente viene a mi consultorio y me habla de la perdida de alguien a través de
la muerte, yo le pregunto quinto tiempo vivió con el ser querido. Y él me
responde: “X años”. “Entonces recuérdelo” – le digo, – “de ese largo período de
convivencia con él y no lamente la interrupción, evoque las horas felices y
olvide por momentos la hora de la desgracia”.
De ese modo, le diría a esos padres, a esos hijos, a esos afectos, a todos aquellos que están vinculados a los que viajaron hacia el Gran Hogar, que más tarde, en el momento adecuado, cuando a través de la muerte, el fenómeno biológico de cada uno de nosotros se interrumpa, habrá el reencuentro. Que se programen para ese momento feliz, evocando las horas vividas juntos, haciendo todo el bien posible en memoria de ellos, en vez de evocarlos en el momento trágico de la desesperación, recordándose, siempre, de la dichosa convivencia que mantuvieron.
Abrazos,
Jorge Moehlecke
Traducción al
español: Oscar R. Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta –
Colombia
Enero de 2014