En el capítulo primero de "El Evangelio según el Espiritismo", “Yo no he venido a destruir la ley”, encontramos en el ítem N° 5 la siguiente afirmación de Kardec: “El Espiritismo es la nueva ciencia que viene a revelar a los hombres, con pruebas irrecusables, la existencia y la naturaleza del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo corporal; nos lo presenta, no como una cosa sobrenatural, sino, al contrario, como una de las fuerzas vivas que incesantemente obran en la Naturaleza, como el origen de una multitud de fenómenos incomprensibles hasta ahora y relegados, por esta razón, al dominio de lo fantástico y de los maravilloso”.
Complementa aún más: “Así como Cristo dijo: “No penséis que he venido a destruir la ley, sino a cumplirla”, el Espiritismo dice también: “No he venido a destruir la ley cristiana, sino a cumplirla”. No enseña nada contrario a lo que enseño Cristo, pero desarrolla, completa y explica, en términos claros para todo el mundo, lo que se dijo bajo la forma alegórica; viene a cumplir en los tiempos predichos, lo que Cristo anunció, y a preparar el cumplimiento de las cosas futuras. Es pues la obra de Cristo, que el mismo preside, así como a la regeneración que se opera y prepara el reino de Dios en la Tierra como igualmente lo anunció”.
Bajo esta premisa, entendemos que el Espiritismo no puede caer en situaciones que desvirtúen la esencia doctrinaria, de la cual el Maestro Kardec fue muy explícito al recomendar mantener por encima de todo su pureza, y de esa forma evitar, como lo vamos a analizar, errores a causa de la falta de unión y cohesión doctrinaria.
El Cristianismo, que alcanzó su máxima expresión en las enseñanzas del Evangelio por parte de Jesucristo, utilizó la simplicidad en la organización de los primeros núcleos cristianos, conquistando gracias a ello a la sociedad de la época. Sin embargo, luego de la muerte de Jesús y con el paso del tiempo, sufrió un desgaste a causa de los intereses políticos, financieros e institucionales. Los nuevos adeptos y sus líderes, no consiguieron comprender la esencia del Evangelio, que es la regeneración del hombre, liberándose de los errores de su pasado culposo para reiniciar un nuevo ciclo donde la luz de la esperanza ilumine el camino de aquel que acoge con amor, las enseñanzas liberadoras del Maestro Jesús.
El resultado de todo eso es bien conocido: dos milenios de intolerancia, violencia, atraso espiritual, perpetuación de las injusticias sociales, agravamiento de los compromisos con la ley de acción y reacción y un fuerte comprometimiento con la regeneración de nuestro planeta.
El caso del Espiritismo no es muy diferente.
A pesar de las advertencias de los Espíritus y del mismo Allan Kardec, en cuanto a los períodos históricos y tendencias del movimiento, los Espíritas insisten en cometer los mismos errores del pasado. Los mismos errores porque probablemente somos las mismas almas que rechazaron y desviaron al Cristianismo de su verdadera senda y ahora posamos de puristas ortodoxos, enemigos ocultos del Espíritu de Verdad.
Negligentes con la oración y la vigilancia, cedemos constantemente a los tentáculos del poder y la vanidad, despreciando a toda hora el ideal del “amaos e instruíos”. No consiguiendo adaptarnos al Espiritismo, comprendiendo y vivenciando sus verdades, vamos adaptando la doctrina a nuestros límites, corrompiendo los textos de la codificación, ignorando la experiencia histórica de Allan Kardec y de sus colaboradores, trayendo a los Centros Espíritas las prácticas dogmáticas de nuestras preferencias religiosas, los hábitos políticos de las agremiaciones que frecuentamos y más comúnmente las interferencias negativas de nuestros caprichos personales.
Y así caminamos, unidos en nuestras displicencias y divididos en las responsabilidades. El Espiritismo fue, ciertamente, una doctrina elaborada por los Espíritus Superiores y esto nos tranquiliza en cuanto al futuro doctrinario. Pero el Movimiento Espírita viene siendo liderado por seres humanos, Espíritus aún inmaduros e inexpertos, lo cual preocupa, pues sabemos que, hoy los enemigos del Espiritismo están dentro del mismo movimiento.
¿Pero cómo evitar ese proceso de corrupción y, en algunos casos notorios, de sincretismo y mala conducta? ¿Cómo revertir la situación para reconducir esas experiencias hacia el rumbo verdaderamente Espírita? ¿Qué hacer con estas instituciones, con sus malos dirigentes, los malos médiums, en fin los malos Espíritas? ¿Debemos identificarlos y expulsarlos de nuestro movimiento? ¿Debemos denunciarlos y discriminarlos como hacia la Inquisición con los acusados de herejía?
¿Qué hacer con los libros que consideramos inconvenientes o fuera de contexto para el movimiento? ¿Debemos quemarlos en plaza pública, censurarlos en nuestras bibliotecas o dejar que la misma comunidad Espírita practique el libre albedrío y aprenda a hacer la escogencia correcta y adecuada a sus necesidades?
E ahí, una serie de cuestionamientos que nos ayudan a comprender el gran compromiso que asumimos como dirigentes de un movimiento que, tal como lo plantea Allan Kardec en "La Génesis" : “abre a la Humanidad un nuevo camino, ofreciéndole infinitos horizontes; al iniciarlo en los misterios del Mundo Invisible, le señala su verdadero papel en la Creación, papel perpetuamente activo, tanto en el estado corporal como en el espiritual. El hombre no camina ya a ciegas: sabe de donde viene, a dónde va y porque está sobre la Tierra. El futuro se le presenta en su verdadera faz, exento de los prejuicios de la ignorancia y la superstición; ya no es una vaga esperanza: es una verdad palpable, tan cierta para él como la sucesión del día y la noche. Sabe que su Ser no está limitado a algunos instantes de una existencia efímera; que la vida espiritual no se interrumpe con la muerte; que ya ha vivido y que vivirá aún y que de todo lo que adquiere en perfección gracias al trabajo nada se pierde; encuentra en sus existencias anteriores la razón de lo que es hoy y, también, de lo que es hoy, sabrá deducir lo que será mañana”.
Son muchas las razones que llevan a un grupo Espírita, o a algunos de sus adeptos, a transitar por el difícil camino de los desvíos doctrinarios; entre ellos juega papel preponderante la cultura en nuestras sociedades, donde la “sobrenatural y maravilloso”, al decir de Kardec “es sinónimo de superstición”, y va aún más allá al expresar que ”muchos críticos juzgan el Espiritismo sobre los cuentos de hadas y las leyendas populares que son sus ficciones; es como si juzgáramos la historia sobre los romances históricos o las tragedias”.
El culto a los muertos, practicado por los pueblos primitivos, tenía, entre otros motivos, el de impedir las influencias maléficas de los muertos en la suerte de los vivos. También, la magia tenía por fin poner al servicio del hombre los seres invisibles, inclusive los Espíritus de los muertos. Las tradiciones folklóricas de todos los tiempos son ricas en historias sobre apariciones de difuntos, que llenan a los vivos de terror. El pavor que inspiran los cadáveres, el miedo de atravesar un cementerio durante la noche, la creencia en casas embrujadas, son otros tantos reflejos de una creencia en la posibilidad de que los muertos interfieran en la existencia de los vivos. La nigromancia o arte de evocación de los muertos es practicada por muchos pueblos, antiguos y actuales, causando, como es lógico, errores de interpretación que llevan a muchos a considerar la mediumnidad y por ende el Espiritismo, como algo pecaminoso o en el peor de los casos, como cosas del demonio.
Son muchos los cultos y las religiones que de alguna manera tienen entre sus prácticas la comunicación con los Espíritus y la creencia en la reencarnación, por lo que son confundidas erróneamente con el Espiritismo, es el caso de la Umbanda y el Candombe, prácticas muy comunes en el Brasil; la Santería en Cuba, esta última muy practicada en algunos pueblos de América Latina; el Vudú en Haití y otras que forman parte del arraigo popular de aquellos esclavos traídos de África y que han dejado en la cultura afroamericana un rico acervo de experiencias espirituales. Sin embargo, aunque estas prácticas merezcan de parte de los verdaderos Espíritas todo nuestro respeto, estas sectas son adeptas del espiritualismo o esoterismo, y no del Espiritismo.
El preclaro Espíritu Vianna de Carvalho, nos recuerda: es por ello que el "Movimiento Espírita crece y se propaga, pero la Doctrina Espírita permanece ignorada, cuando no adulterada en muchos de sus postulados". Tal es el caso de aquellos que asumen responsabilidades directivas, sin los recursos necesarios, tanto culturales como doctrinarios, por negligencia o hasta por omisión de muchos de sus miembros, lo que lleva a que muchos núcleos espiritistas terminen involucrados en prácticas extrañas y ajenas a los objetivos y propuestas del Espiritismo y de las Casas Espíritas, entre las cuales citamos: Cromoterapia, Psicoterapia, Musicoterapia, Hidroterapia, Cristaloterapia, Fitoterapia, etc.
Es importante considerar que cuando se desee trabajar en Cromoterapia, Musicoterapia u otras, se debe cumplir con los preceptos legales instituidos por nuestra sociedad, pagando impuestos, atendiendo con lealtad y ética a los pacientes interesados en el mercado profesional, pero, sin involucrar a las Casas Espíritas, utilizando sus dependencias, instalaciones o los recursos financieros que resultan de la contribución de los asociados para la manutención de la casa, desviando así los intereses de aquellos corazones que van en busca de lo que solo la Doctrina Espírita, les puede ofrecer.
El Espiritismo es la Doctrina de la educación integral, de la higiene mental y moral. Es el retorno de Cristo al atormentado hombre del siglo ciclópico de la tecnología, a través de sus emisarios, renovando la Tierra y multiplicando la esperanza y la paz en las mentes y en los corazones que le permanezcan fieles.
La Casa Espírita es la bendita escuela de almas, enseñándolas a vivir, pues el Espiritismo tiene por objetivo la reforma moral del Hombre.
El Espírita debe ser un individuo de mentalidad abierta. No puede ser sectario, lo que lo llevaría fatalmente al fanatismo. Debe aceptar la verdad, venga ella de donde viniera. De igual manera, debe rechazar el error y la mentira, recordemos la enseñanza de Erasto “es preferible rechazar 10 verdades que aceptar una sola mentira”. Enfaticemos, en esta parte, la recomendación de Juan Evangelista, en su Carta: “(...) no creáis a todos los Espíritus; más, probad si los Espíritus son de Dios; porque muchos falsos profetas se levantaron en el mundo” (San Juan, 1ª Epístola, cap. IV, v. 1).
La creencia en Dios, en la inmortalidad del alma, en la reencarnación, en la pluralidad de mundos habitados, en la comunicabilidad de los Espíritus, en la ley de causa y efecto y en las enseñanzas morales del Rabí de Galilea, constituyen los pilares maestros que forman ese maravilloso manantial de enriquecimiento espiritual, conocido como Espiritismo.
El Centro Espírita es el sitio donde estudiamos esos principios, intentando colocarlos en práctica, con la certeza de que eso nos llevará a la conquista de la felicidad, sirviendo también de iluminación y consuelo para todos cuantos buscan en su interior, muchas veces hasta como último recurso de ayuda ante las pruebas de la vida.
El compromiso del Centro Espírita con la divulgación y práctica de los postulados del Espiritismo se reviste de fundamental importancia ante la gama de principios de los cuales somos depositarios, así como los que trabajan en la siembra Espírita son responsables por la transmisión de esos preciosos conocimientos, debiendo preservar su pureza original, evitando a todo costo asumir prácticas que no guardan ningún contenido doctrinario.
Por lo tanto, es evidente que el Centro Espírita debe preocuparse única y exclusivamente del estudio y práctica del Espiritismo, pues en la Doctrina existen suficientes principios, que dispensan la aplicación de otros conceptos que no guardan relación con los de la Codificación.
Así, sin entrar a desconceptuar ninguna creencia en particular, práctica o terapia, dentro de la coherencia que debe primar en nuestro trato con la Doctrina, no tiene sentido mantener dentro de las instituciones Espíritas procesos de atendimiento o tratamiento que no poseen ninguna identificación con el Espiritismo y sus postulados.
Por consiguiente, el Centro Espírita debe ocuparse del estudio y práctica del Espiritismo, con la respectiva asistencia a los necesitados siendo hecha a la luz de sus postulados, pues si así no fuera, se corre el riesgo de ver instituciones que se denominan Espíritas lidiando con toda suerte de terapias, “mancias” y “logias”, menos con lo que tiene que ver con la Doctrina.
Nos dice Herculano Pires que: “Es increíble la liviandad con que oradores y articulistas Espíritas tratan ciertos temas, con una falsa suficiencia, lanzando confusiones ridículas en el medio doctrinario... Tenemos que comprender que eso no puede continuar, pues nada de eso es Espiritismo. Los conferencistas Espíritas deben enseñar Espiritismo, y para eso precisan, primero aprenderlo”.
Necesitamos de expositores didácticos, con buen conocimiento doctrinario, arduamente adquirido en estudios e investigaciones. Exponer los temas fundamentales de la Doctrina, no es hablar bonito, con poses literarias, que sólo sirven para satisfacer la vanidad y el orgullo de quien expone. Muchas veces ese palabrerío vació y presuntuoso no construye nada y sólo sirve para ridiculizar el Espiritismo ante la mentalidad positiva y analítica de nuestro tiempo, pues estamos en una fase avanzada de la evolución terrena.
Es por ello, que todo Centro Espírita debe aprovechar esos momentos de esclarecimiento doctrinario para enseñar la Codificación y el Evangelio de Jesús en una ligazón directa con nuestro cotidiano vivir. Debemos servir como apoyo y ayuda a los necesitados de amparo y esclarecimiento por medio de oraciones, tratamientos espirituales, pases (fluidoterapia) y orientaciones morales, intentando minimizar el sufrimiento ajeno, con la ayuda de Jesús y nuestro Padre eterno. Jamás prometer la cura ante los problemas espirituales o materiales que afecten a las personas que llegan a nuestras Casas Espíritas, lo cual sería una irresponsabilidad que generaría falsas expectativas entre las personas, llevándolas al descrédito. Es importante considerar además, que el verdadero Centro Espírita no cobra por orientación espiritual al público: “Dad gratuitamente, lo que recibís gratuitamente”, es la enseñanza de Jesús. Sus dirigentes y trabajadores tienen sus profesiones, que les dan el sustento financiero necesario para su manutención.
BIBLIOGRAFÍA
1. El Evangelio según el Espiritismo - Allan Kardec.
2. El Libro de los Espíritus - Allan Kardec.
3. El Misterio del Bien y del Mal - José Herculano Pires
4. El papel del Centro Espírita - Joaquín Pires Júnior.
5. La degeneración del Espiritismo - Dalmo Duque dos Santos.
6. La Génesis – Allan Kardec.
7. Prácticas extrañas en los Centros Espíritas - Jornal Mundo Espírita, marzo 2001.
8. ¿Qué es y que no es un Centro Espírita? - Grupo Espírita El Apóstol Pablo
9. San Juan, 1ª Epístola, cap. IV, v. 1
2. El Libro de los Espíritus - Allan Kardec.
3. El Misterio del Bien y del Mal - José Herculano Pires
4. El papel del Centro Espírita - Joaquín Pires Júnior.
5. La degeneración del Espiritismo - Dalmo Duque dos Santos.
6. La Génesis – Allan Kardec.
7. Prácticas extrañas en los Centros Espíritas - Jornal Mundo Espírita, marzo 2001.
8. ¿Qué es y que no es un Centro Espírita? - Grupo Espírita El Apóstol Pablo
9. San Juan, 1ª Epístola, cap. IV, v. 1