jueves, 8 de febrero de 2024

ESPACIOS PARA LA FRATERNIDAD

En memoria de mi hermano Gustavo

Por: Jorge Francisco León Ayala

¿Cuál es el grado de solidaridad práctica que tenemos los Espiritas? Una Casa Espírita es un remanso de paz a donde muchos seres llegamos en busca de apoyo y consuelo. Es un refugio a donde acudimos para recibir el bálsamo bendito de las buenas energías que los espíritus benefactores nos obsequian generosamente. Es un espacio para la reflexión y el análisis que conduzcan a la generación de cambios positivos para nuestras vidas. Eso lo aporta con sublime dulzura el mundo espiritual.

Pero debe ser además el sitial para enaltecer los más nobles sentimientos de los seres humanos que, sabedores de nuestros compromisos, nos apoyamos los unos en los otros para encontrar compañía a nuestras soledades. La Casa Espírita debe ser un pozo de amor a donde podemos acudir para conciliar nuestras inquietudes y hallar a otros seres que espontáneamente nos escuchan, nos aconsejan y nos den apoyo. Es en la Casa Espírita en donde encuentro a mis verdaderos hermanos con los cuales seguramente he recorrido largos trechos anteriores y con los cuales, más allá de los lazos de la carne, me unen lazos de solidaridad y afecto que provienen de lejanos senderos mutuamente compartidos. En la Casa Espírita espero conseguir a aquellos seres que tienen conmigo anhelos y esperanzas, inquietudes y carencias espirituales similares a las mías.

Quienes tenemos que vivir en esta época de corte materialista, en donde las posesiones y los bienes más valorados son los que en su esencia son intrascendentes; quienes hemos sido lanzados a un mundo en el cual debemos aprender la dura lección de la sensibilidad ante el dolor, quienes estamos inmersos en la escuela de la evolución en la cual debemos aprender con el rigor de las pruebas que nos exigen valor, constancia y acción; quienes sentimos que la tarea encomendada supera en ocasiones nuestras fuerzas, quisiéramos tener a nuestro lado a una voz amiga que, como ángel custodio nos de luces para transitar más fácilmente el sendero. No siempre poseemos la capacidad para entender los mensajes que nuestros mentores del mundo espiritual nos envían.

Al llegar a la Casa Espírita, queremos que otros, un poco más lúcidos por razón del esclarecimiento recibido, nos contribuyan a hallar soluciones a nuestros interrogantes y nos regalen, además de un oído atento a escuchar nuestras angustias fruto de nuestro soliloquio, una aclaración lógica, un consejo fraterno y una conducción imparcial y objetiva para que, con base en los legados de la Doctrina de los Espíritus, pueda tener más lucidos criterios para asumir mis propias decisiones y enfocar mis acciones para evolucionar espiritualmente. Requiero de espacios que me permitan, no solo recibir sino compartir, participar y crear rumbos nuevos para cambiar nuestras vidas.

A más de hallar medios para comprender los aspectos filosóficos de mi existencia, aspiro que pueda ser oído en mis más mundanas inquietudes: los problemas de mi hogar, de mi familia, de mi trabajo, de mi economía, de mis afectos. Aspiro a que aquellos seres que ya comprenden lo trascendental me contribuyan para que yo pueda atar las afugias de mi diario acontecer con mis más caros anhelos y aspiraciones. Con frecuencia los mensajes son bien dados, pero mi ignorancia y mi corta visión no me permiten visualizar el rumbo o la aplicación de ellos ante mi vida personal. Cómo me gustaría poder encontrar un alma amiga de quien pueda extraer ideas para apoyarme en mis decisiones, con un enfoque distinto y con la visualización de un horizonte un poco más definido. Frecuentemente desoigo los mensajes que me envían mis guías espirituales y necesito que materialmente pueda escucharlos para poderlos comprender.

Con demasiada frecuencia, en nuestras Casas Espiritas se crean espacios para que los asistentes reciban mensajes, para que por sí mismos capten las enseñanzas; les son dadas explicaciones conceptuales y absueltos los interrogantes suscitados sobre temas doctrinarios, filosóficos o morales. Corresponderá al escucha sacar sus propias conclusiones. Pero, a más de los momentos comunitarios, son escasos los minutos para la integración fraterna, para el compartir de las inquietudes privadas.

Cuando hemos encontrado entre los concurrentes al ser amable, que con generosidad nos hace sentir acogidos y amigos, nuestra experiencia se torna grata y la atmósfera se vuelve familiar. Se requiere de cuidado, de una gran discreción, pero sobre todo, de una manifiesta benevolencia que refleje en hechos el ejercicio verdadero de la caridad. Aquellos instantes de fraternal interacción cubren frecuentemente espacios requeridos que otros ámbitos no pueden llenar. A más de una sonrisa vitalizante, manifestaciones no verbales de afecto como la escucha, el coloquio espontáneo y las expresiones que buscan la identificación de criterios, fortalecen los vínculos eventuales y contribuyen notablemente a los esfuerzos ambientales que realiza el mundo espiritual para esclarecer y orientar con sus energías a quienes acuden a la Casa Espírita.

Son numerosos los compromisos que se deberán cumplir para facilitar esta meritoria tarea: los dirigentes de la Casa deberán abrir espacios para permitir la interacción que vaya más allá de lo formal. El desconocido curioso que un día llegó a nuestra Casa es un espíritu ansioso, carente e inquieto que silenciosamente pide claridad e ideas frente a un horizonte nuevo y promisorio. Es un ser que necesita identificar los conceptos teóricos y filosóficos con su cotidianidad. No es suficiente llegar, escuchar y salir que dar, recibir, participar y crear. La tarea de esclarecimiento de los espíritus se torna más dúctil y productiva.

Como estudiantes y trabajadores de la Casa, debemos bajar las barreras emocionales que corrientemente utilizamos en el exterior, para protegernos de un mundo plagado de desconfianzas y egoísmos. Fortalecernos personalmente es sólo el primer paso, pero no avanzaremos en nuestro proceso evolutivo si no convertimos las teorías en acciones. Si la Doctrina Espírita nos lega las maravillas de la fraternidad universal, se vuelve mandatorio empezar a preocuparnos por nuestros hermanos. Y la mejor manera de hacerlo es iniciando con nuestros más cercanos cofrades, por aquellos que tenemos junto a nosotros. Así como disfrutamos de su presencia, sintamos su ausencia, preocupémonos auténticamente por sus inquietudes y actuemos como verdaderos apóstoles seguidores de la Doctrina del Maestro de Nazareth.

¿Aquel que se sienta a mi lado en la Casa Espirita es sólo un desconocido más? ¿Cuáles son sus anhelos, sus inquietudes? ¿Qué lo mueve a estar allí? ¿Esa persona quisiera compartir con alguien su callada intimidad espiritual? ¿Habría oportunidad para estar un poco más cerca de esa alma? Juana de Angelis nos dilucida esas inquietudes al responder, refiriéndose a la Casa Espírita: ¨No se dispone de tiempo – pues ha sido consumido por el vacío exterior- para la asistencia a los sufridores y necesitados que acuden a las Casas Espíritas y son relegados a un segundo plano; ni para la convivencia con los pobres y los desconocedores de la Doctrina, que son encaminados a cursos, cuando necesitan con urgencia de una palabra de consuelo moral… Los corazones se endurecen y la fraternidad desaparece¨. Nunca nos conoceremos mutuamente, jamás tendremos nuestra labor cumplida, seremos carentes si desconocemos a nuestro hermano, así éste comparta con nosotros durante mucho tiempo sus conocimientos sobre el Espiritismo; si nuestro trato es apenas superficial, seguiremos siendo unos ilustres desconocidos que gustamos de lo mismo, pero guardamos nuestros sueños para otros espacios diferentes a la Casa Espírita. No se trata pues de violentar la intimidad de nadie, de auscultar indebidamente en las fibras ocultas de nadie, no; - como nos reitera Juana de Angelis: ¨es hora de cerrarle el paso a esa carrera desenfrenada en búsqueda de las ilusiones, a fin de hacer un análisis más profundo en torno a la Doctrina Espírita y a sus objetivos, saliéndose de las brillantes teorías para la práctica y la vivencia de las enseñanzas liberadoras¨.

Es necesario abrir espacios para la fraternidad. No nos quedemos en la búsqueda de la solitaria reflexión individual. Apoyémonos en la gran trilogía que nos legara el Maestro Jesús: busquemos amar a Dios, a nosotros mismos y a nuestro prójimo, a ése que está próximo a nosotros, a ése que con frecuencia se sienta a nuestro lado y con angustia callada sólo se limita a referirnos sus inquietudes intelectuales pero se guarda con tristeza sus frustraciones, su soledad y su nostalgia; a ése que, a lo mejor, diciéndose Espírita, escudriña en solitario en las páginas de la Doctrina una respuesta a sus profundas carencias espirituales. Preparémonos para fraternizar: no es nada fácil aprender a respetar el silencioso velo con que solemos ocultar nuestra individualidad; se requiere de esfuerzo consiente para no dar el consejo equivocado o no pedido a quien lo necesita. Muchas veces el solo hecho de saber escuchar, de saber interrogar, de saber callar se convierte en un ejercicio liberador y fraterno cuando nos sabemos rodear de la inspiración apropiada y de las vitalizantes energías con que nos obsequia el mundo espiritual en nuestras Casas Espíritas.

El Aprendizaje Doctrinario no puede marchar solitario. La tarea de la difusión doctrinaria está incompleta sin la vivencia fraterna y el acompañamiento mesurado y profundo en donde podamos caminar por senderos de interés común, más allá de las disquisiciones filosóficas y los inspirados mensajes de los Espíritus; vivamos la alegría del cotidiano ejercicio del Espiritismo. Fomentemos en nuestras Casas Espíritas la encomiable práctica de la caridad, apoyándonos verdaderamente en lo personal, en lo cotidiano, en lo vivencial. Descubramos las maravillas de poder escuchar y apoyar a nuestros hermanos, sobre todo a los silenciosos, a los que calladamente carecen, pero que aparentan tenerlo todo y continúan siendo como muchos de nosotros, menesterosos vergonzantes. Hay quienes, teniendo en apariencia todo, son necesitados materiales, pero que, en razón a su posición no se atreven a aparecer como menesterosos. A esos, los llamamos pobres ¨vergonzantes¨; sufren mucho, pero no pueden gritar a los cuatro vientos sus miserias. Carecen de mucho pero su vergüenza los conduce a sufrimientos atroces. Es muy posible que entre nuestros hermanos tengamos ¨vergonzantes¨, cuyas carencias no sean materiales sino espirituales. Es posible que sus necesidades no manifiestas no requieran sino un poquito de escucha, de tiempo, de atención consiente, de la participación amable; es posible que, por medio de la colaboración en las tareas de asistencia, nuestros hermanos vergonzantes descubran la solución o la verdadera dimensión a sus problemas acallados. Nuestra vinculación a la Casa Espírita debe ir más allá de la presencia física; nuestra contribución a los actos morales es aporte verdadero a los cambios que requieren nuestras comunidades: el individuo que se transforma moralmente está contribuyendo eficientemente a los cambios del conjunto. Con frecuencia no nos falla la intención sino la comunicación: somos demasiado parcos en las palabras y en las manifestaciones: no nos damos la libertad de expresar la felicidad de compartir nuestro tiempo con otros; no le dejamos saber a nuestro hermano de nuestros pensamientos, no compartimos con ellos nuestros sueños ni dejamos conocer nuestros anhelos. De esta manera es muy difícil que ellos puedan abrir con confianza y libertad las ventanas de su alma ante nosotros.

Nietzsche afirmaba que uno de los más terribles síndromes de la época consistía en que las personas se convertían en ¨solitarios en medio de la multitud¨ y es esa soledad la que nos lleva a quedar en manos de seres que no siempre tienen las mejores intenciones con nosotros. Cuando se tienen enemigos espirituales, la soledad es la peor consejera: el solitario da cabida a la inspiración malévola, al deseo del mal, a la fatalidad como elemento de escape. Una voz amiga, un oído atento, una mirada oportuna pueden cambiarnos la vida cuando la pesadez de pensamiento nos agobia. El mundo espiritual es un mundo de compañías: los unos nos apoyamos en los otros; somos como pequeños peldaños que, apoyados unos a otros conducen a lejanos senderos. Cuando quedamos en soledad, abrimos una gran brecha en la escalera de la solidaridad; cuando nos comportamos como egoístas, cerrando círculos sobre nosotros mismos para conseguir nuestra exclusiva felicidad, cerramos el camino hacia el amor verdadero, generando ciclos ciegos que no conducen a la superación.

La vida nos proporciona golpes fuertes al alma: son como campanazos para recordarnos que más allá de nuestro pequeño mundo hay un universo prometido de avances, progresos y celebraciones para los cuales debemos trabajar sin reposo, pero con profunda inteligencia. No esperemos a que sintamos el ¨campanazo¨ para tomar medidas hacia nuestra felicidad: abramos nuestras mentes, nuestros corazones y pongamos en acción las más excelsas cualidades de nuestros espíritus para asimilar las lecciones brindadas: seremos más felices en cuanto mayormente podamos ejercer el mandato divino: ¨amar al prójimo como a nosotros mismos¨. Abrámonos hacia los demás, comenzando por nuestros cercanos hermanos, en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestras Casas Espíritas; aprendamos a compartir nuestros sueños, nuestras inquietudes y necesidades y brindemos apoyos sinceros a todos los seres que nos rodean. Rodeémonos de buenos espíritus y hagamos que su influjo llegue a todos los seres para que consigamos entre todos mejorar y cambiar las energías de este mundo. Comportémonos como ¨comunidad¨ una ¨común unidad¨ en la cual todos buscamos nuestra superación, nuestra felicidad y nuestro progreso. Esta verdad axiomática es el inicio del ejercicio de la caridad, fuera de la cual, no hay salvación.

martes, 16 de enero de 2024

ALLAN KARDEC Y CÉSAR DOS GIGANTES DE LA HUMANIDAD

 

César, Allan Kardec y los druidas, Napoleón (fotomontaje).


Aquellos días eran turbulentos para Napoleón Bonaparte. Seguían las insurrecciones y los planes para quitarle la vida.

Después de firmar con el Papa Pío VII el Concordato con el Vaticano, en 1801, reunió a los abogados más eméritos y a los jurisconsultos más notables del país, con el fin de redactar un código civil que acabara con los privilegios en el país, fundando así el Estado social de la Franceses.

Había firmado el tratado de paz de Amiens, en 1802, con Inglaterra, siendo elegido cónsul por un período de diez años, que fue cambiado a perpetuidad, poco después, en 1803.

Sin embargo, como la paz reinaba en el continente europeo por primera vez desde la Revolución, se descubrió un complot de los jacobinos interesados ​​en su muerte, que pronto fue desbaratado. Los realistas ya habían intentado quitarle la vida en 1800, lo que se repitió en 1804, cuando Cadoudal formó un grupo de sesenta adversarios dispuestos a quitarle su existencia física. Descubierto el sórdido complot, el primer cónsul arrestó a algunos enemigos, exilió a otros y condenó a muerte al duque de d´Enghien, quien fue fusilado.

Ante las sucesivas amenazas de muerte, el Senado decidió concederle un título hereditario, con el fin de salvar el código civil y las instituciones republicanas, en la mira de los realistas, proclamándolo Emperador de los franceses, en la condición de Napoleón I, en 1804. Un plebiscito confirmó, inmediatamente, esta decisión del Senado y, el 2 de diciembre de ese mismo año, en la iglesia de Notre Dame, con la presencia del Papa Pío VII, que había sido especialmente invitado para la solemnidad, fue consagrado con el mismo ritual y pompa que se utilizaron en el pasado, en honor de Carlomagno, confirmándolo Emperador de los franceses.

Portador de un temperamento impulsivo y rebelde, en el momento de su coronación, rompiendo el protocolo, Napoleón tomó la corona de manos del Papa, a quien detestaba, y se lo ciñó, repitiendo el gesto con Josefina, en la condición de emperatriz.

A pesar de todas estas circunstancias, una psicósfera de armonía y esperanza flotaba sobre Francia. Esto porque, dos meses antes de la coronación del emperador, en Lyon, región de las antiguas Galias lugdunenses, reencarnaba el 3 de octubre del mismo año 1804, Hippolyte Léon Denizard Rivail, emisario de Jesús, para reconstruir la sociedad terrestre, iluminándola y liberándola de la ignorancia con el grandioso mensaje del Espiritismo.

En remotas épocas, César y Kardec estuvieron en la misma tarea terrenal. El primero, había llegado a las Galias, ampliando los horizontes del mundo y sometiéndolos al gobierno del Imperio Romano, haciendo que la lengua latina adquiriera el estatus de universalidad, con vistas a la futura difusión del Evangelio de Jesús, sin que el emperador lo supiese... El segundo, para preservar la creencia en la inmortalidad del alma y la Justicia Divina entre los druidas, en cuyo grupo había renacido.

Los dos misioneros se volvieron a encontrar. César, como Napoleón, conquistando Europa, en su sueño de un Estado único que tuviera a París como capital, difundió la lengua francesa, y Allan Kardec, renació como Denizard Rivail, para expandir el pensamiento de Jesús a través de los nobles vehículos de la Ciencia, de la Filosofía y de la ética-moral con consecuencias religiosas.

Mientras Denizard avanzaba en la conquista del conocimiento, en Iverdun, Suiza, con el insigne maestro Pestalozzi, el Corso, fascinado con el carro de la guerra, siguió desatando interminables luchas, siendo derrotado, más de una vez, por sus enemigos, regresó a París siendo desterrado nuevamente a Santa Elena, donde desencarnó abandonado, el 5 de mayo de 1821.

Mientras la estrella del insigne guerrero, derrotado por su propia tiranía, se apagaba, dejando, sin embargo, un inmenso campo por acrisolar, el Prof. Denizard Rivail se erguía como educador emérito, ofreciendo a Francia y a los países francófonos la pedagogía liberadora de su ilustre educador, preparándose para la tarea misionera que desempeñaría como Allan Kardec.

Ambos, Espíritus audaces y valientes, cada uno en un área específica de la actividad humana, se dedicaron con desinterés al ministerio para el que reencarnaron, siendo uno vencido por la pasión guerrera, mientras el otro lograba el triunfo como apóstol de la sabiduría y la paz...

Mientras César tenía la tarea de apaciguar a los pueblos, reuniéndolos en una sola familia, a pesar del uso cruel de la guerra, Allan Kardec desplegaba la bandera de la fraternidad para unir a todos los hombres y mujeres bajo el postulado FUERA DE LA CARIDAD NO HAY SALVACIÓN.

Ambos marcaron una época en la Historia de la Humanidad, correspondiendo a quien codificó el Espiritismo la gloriosa misión de finalizar el viaje físico, de manera triunfal, legando a la posteridad el incomparable tesoro de la Doctrina Espírita.

Evocando su cuna de luz hace doscientos años, cuando se sumergió en las sombras del cuerpo físico para convertirse en el mensajero del Consolador prometido por Jesús, nos corresponde a todos nosotros, espíritas, agradecerle su grandeza moral y la renuncia de apóstol, de cuyos beneficios nos convertimos en legatarios, proclamando nuestra júbilo y gratitud insuperable.


Tomado del libro: Espiritismo y Vida, del Espíritu Viana de Carvalho y psicografía de Divaldo Franco.

Libreria Espírita Alvorada Editora, 2009.


Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
Enero 16 de 2024

domingo, 5 de noviembre de 2023

ENTREVISTA A FRANCISCO DE ASÍS - HERMANO X

 

El día había sido especialmente abrazador. Umbría ardía bajo el Sol de primavera que reventaba en flores por todas partes.

Los inmensos campos que se aproximaban de los montes elevados, divididos en variadas plantaciones, se agitaban en sus diversos matices verdes, confraternizando con las tierras barbechadas para nuevas sementeras, mientras el heno en fardos redondeados daba un colorido especial de amarillo marrón al césped, ora quemado por el Sol, ora reverdeciente, mezclado por el bermejo rubro de las amapolas exuberantes.

En lo alto de la ciudad, la imponente catedral dedicada al Santo de la Pobreza con su torre campanario de elevado porte que, en el pasado servía para observar a los enemigos que se aproximasen de la encantadora Asís, construida en piedras sobre otras piedras que la exaltaban dándole un aire de grandeza, de galantería y de gloria.

Cuando la noche descendió, un poco tarde, porque la claridad en el poniente permanecía en deslumbrante colorido, y el cimborrio se adornó de estrellas, el movimiento de personas continuó también en ritmo febril.

Favonios soplaban del valle fértil, refrescando las callejuelas y plazas iluminadas.

Un espectáculo en la Plaza de San Francisco atrajera la multitud ávida de ruidos y frenesí, concluyendo sin un gran final, reduciendo la hermosa ciudad al silencio quebrado apenas por las onomatopeyas de la Naturaleza y uno que otro transeúnte noctámbulo. Deambulando por las proximidades de la Iglesia inferior, buscando recordar aquellos ya remotos tiempos del siglo XIII, cuando el joven trovador fuera arrebatado por Jesús y saliera a cantar la melodía inmortal del Evangelio, vi acercarse un grupo de Espíritus nobles y, entre ellos, al Padre Francisco.

Mantenía las mismas características con que Giotto lo inmortalizó en sus frescos. De regular estatura, complexión frágil, trazos sin gran belleza física, pero portador de difícil abordaje de irradiación psíquica, estaba acompañado por algunos de sus primeros hermanos de la revolución del amor, de la pobreza y de la humildad.

No podía desperdiciar la feliz oportunidad. Como estaban conversando discretamente, me valí de un momento propicio y, aproximándome, expliqué que yo había sido en la Tierra un periodista brasileño que, en el Más Allá reencontrara a Jesús y lo amaba con ternura y respeto.

Interrogué al benefactor del hermano lobo, si él pudiese concederme algunos minutos para una entrevista que encaminaría a los pocos lectores que tomarían cuenta de nuestro encuentro.

Jovial y algo tímido, el santo accedió de buen grado.

Lo interrogué, sin demoras, bastante emocionado:

¿Cómo ve el desfile de multitudes llegadas de diferentes partes del mundo, para conocer Asís, y visitar los lugares por donde el Padrecito estuvo, especialmente la tumba que le guarda los despojos carnales?

Expresando en la mirada luminosa la grandeza espiritual de la que es poseedor, el pobrecito respondió:

 

    Ese interés de las criaturas me sensibiliza mucho, especialmente porque reconozco la pequeñez de la actividad desplegada por mí en la Tierra.

No obstante, si yo pudiese optar, preferiría que el sentimiento de todos fuese el de mantener contacto con el Espíritu del Señor a quien procuré seguir en los ya lejanos días de la existencia física. En todos mis pasos, mi persona siempre procuró ceder su insignificante lugar al Pastor que nos orienta el camino y nos guarda en paz.

Cuando el ángel de la muerte se acercó a mi cuerpo cansado, antes de retirarme de estos sitios queridos bendiciéndolos, sentí que vendrían muchos hombres y mujeres en el futuro, y que encontrarían paz, rumbo seguro y consuelo moral, eligiendo, luego de profundas meditaciones, el reino de Dios.

Aún mantengo esa esperanza, y por eso, periódicamente con mis hermanos que fueran de los más pobres, procuro auscultar las almas y auxiliarlas en su despertar, ayudándolas conforme a sus necesidades y de acuerdo con sus plegarias y oraciones…

 

    Y ese bullicio que domina a las masas, mientras el mercado de recordaciones crece cada vez más, alterando el significado de las visitaciones, ¿qué le parece?

 

    - No me corresponde censurar el comportamiento de mis hermanos del agitado mundo actual. La criatura humana debe vivir, negociar, intercambiar objetos y procurar la conquista de lucros. Toda actividad honrosa merece respeto, porque arranca al ser de la ociosidad, que es un gran adversario del equilibrio y de la dignidad. Pero vale reconocer que existen otros recursos que pueden ser movilizados para la permuta de valores, evitándose la exaltación de supersticiones que contribuyen para auxiliar en la transferencia de las responsabilidades de la transformación interior para el Bien, por la magnetización de objetos y adoración de símbolos…

Las personas viven hoy aturdidas por la prisa, por la voluptuosidad de la falta de tiempo para meditar, para asimilar las bendiciones del Padre Creador. Asís siempre inspiró paz y reflexión. La vida cristiana es la antítesis del comportamiento agitado y angustiado del ser moderno. Comprendo toda esa inquietud, la misma falta de silencio, siquiera por momentos, en el Templo, cuando se podría pensar en el significado de aquellos días que quedaron en el pasado y su aplicación en la bulliciosa actualidad.

    ¿El Padrecito cree que sería posible repetir aquellas vivencias en estos tumultuosos años terrestres?

 

    Creo que sí, por cuanto, aquellos eran también días de mucho sufrimiento e inquietud, considerando la población y las circunstancias existentes. Había un estado de guerra entre Asís y Perugia, entre los estados italianos y papales, abuso de poder señorial y religioso, alucinación y desespero de las Cruzadas, miseria de los estratos pobres y de los campesinos, indiferencia social y persecuciones de todo orden… El mensaje de Jesús no es para un tiempo, para una Nación, ni mucho menos una propuesta figurativa que debe ser interpretada conforme a la comodidad de los cristianos. En aquella época también se afirmaba que era imposible vivir de acuerdo con el Evangelio: despojándose de los bienes materiales, con humildad, con renuncia, con amor total por el prójimo desheredado…

Más de una vez, respondiendo a ese argumento egoísta, esclarecí que, o el Evangelio debería ser seguido conforme fuera predicado, y el lujo, la ostentación, el orgullo eliminado de la Iglesia, o se debería vivir conforme a las vanidades terrenales, las ambiciones de clases y de poder, estando la Palabra totalmente errada… En la coyuntura, era inevitable que el Evangelio triunfase, aunque no todos tuviesen el valor de abandonar el siglo para seguir a Jesús. Comprendo la aptitud de aquellos que prosiguen pensando que es imposible entregar la vida al Maestro y disfrutar simultáneamente de los placeres del mundo, embriagándose de gozo y de perturbaciones. Entretanto, considero que es irrealizable la paz, mientras la criatura se mantenga encarcelada en la celda dorada de los presidios de la posesión y de las pasiones más degradantes. Cuando se rompen las cadenas de los vicios –y el poder terrestre, el uso indebido del sexo, los intereses serviles, las dependencias químicas, alcohólicas y otras, son vicios que se arrastran a través de las generaciones, fijándose en la historia del pensamiento humano como necesidades urgentes –una libertad diferente toma cuenta de la existencia que adquiere belleza y tranquilidad. No se trata esto de una utopía, sino de una realidad. La única posesión que libera es no tener nada más allá de lo esencial, lo que favorece la construcción de la vida feliz.

 

    ¿Qué piensa con respecto a la alteración de objetivos y de comportamientos que la Orden franciscana experimenta actualmente, en total enfrentamiento con los postulados básicos e iniciales que fueron trazados por el Hermano Alegría?

Sin demostrar enfado o malestar ante la interrogación, el entrevistado respondió serenamente:

    Es normal que las ideas puras y dignificantes en su inicio den lugar en el futuro a realizaciones totalmente diversas de los programas elaborados. Con el tiempo y la adhesión de muchos individuos, van surgiendo alteraciones compatibles con el nivel evolutivo de los mismos, que procuran adaptar a sus necesidades aquello que piensan estar abrazando con nobleza y abnegación. Transcurrido un largo período, poco sobrevive a los dictámenes de las imposiciones y caprichos impuestos por los siglos inexorables… Con nuestra tradición, surgieron los primeros fenómenos cuando aún me encontraba en el cuerpo, constatando dolorosamente al retornar de la Cruzada, en vista del largo tiempo que permanecí en Oriente visitando las tierras donde Jesús viviera… El choque que experimenté fue muy grande, llevándome al casi recogimiento total en la Porciúncula y a la necesidad de mayor donación, a fin de mantener fieles a los demás compañeros que habían renunciado a todo: orgullo, cultura vana, discusiones teológicas vacías de significado espiritual y ricas de palabras pobres y confusas, de comodidad, hasta el momento en que la Hermana Muerte me arrebató el Espíritu…

 

    ¿Cómo sería posible vivir según los rígidos criterios del Evangelio, sin perturbar el progreso tecnológico ni el desenvolvimiento de la ciencia?

 

    La ciencia y el progreso tecnológico son inspiraciones de Nuestro Padre, favoreciendo al ser humano con recursos que le hacen la vida más feliz y menos penosa, disminuyéndole la carga bruta de las tareas de cada día, las coyunturas amargas de las enfermedades, especialmente las mutiladoras y degenerativas, proporcionando medios hábiles para la fraternidad y el entendimiento entre los hombres y las naciones.

 

    ¿Será eso lo que ocurre? ¿No continúa, el monstruo de la guerra segando vidas y sembrando el horror en nombre del orden y de la paz? ¿No han sido sacrificadas sucesivas generaciones por prejuicios de raza, de orgullo, de clase y de religión?

 

 

    Despojarse de todo no es botar las conquistas ya realizadas, sino aplicarlas a favor de todos y no solo de unos pocos. Es el impositivo de repartir el exceso con aquellos que no tienen nada o que padecen carencias, respetar los derechos de la vida, preservar la hermana Naturaleza y todos los seres vivientes igualmente hijos de Dios. Quien se despoja queda libre para amar y para servir, bases de la vida en todas partes.

 

Profundamente conmovido, interrogué finalmente:

    ¿El Padrecito Francisco podría concluir esta entrevista enviando por mi intermedio, un mensaje a los hombres de la Tierra en la actualidad?

 

    El mensaje que me envuelve el Espíritu y que forma parte de todo mi proceso de evolución es seguir a Jesús y vivir sus ejemplos. Mas, si me fuese facultado sintetizar todo lo que me gustaría repetir a mis hermanos terrestres en estos momentos de glorias y de sufrimientos, de grandezas y de miserias, yo diría: hacer a los demás solamente aquello que desee que los otros le hagan, y en cualquier circunstancia, amar y amar hasta sentir los dolores que el amor muchas veces experimenta cuando es dirigido al prójimo.

 

El emisario de Jesús sonrió suavemente, envolviéndome en extraordinaria luminosidad que me llevó a las lágrimas.

Profundamente conmovido por su magnanimidad, proseguí el giro por Asís, evocando su bendición, de finales del mes de septiembre de 1226, cuando él pidió para ser transportado para su Porciúncula, donde moriría, y basada en las siguientes palabras:

    ¡Bendita seas tú por Dios, Ciudad Santa, ¡porque por ti muchas almas se salvarán y en ti muchos siervos de Dios habitarán y por ti muchos serán elegidos en el reino de la vida eterna! ¡Paz a ti!

 

Página psicografiada por el médium Divaldo Pereira Franco, en la madrugada del 27 de mayo de 2001, en Asís, Italia.

(Tomado de Reformador, Órgano de la Federación Espírita Brasileña, número 2.071, octubre de 2001, páginas 8,9 y 10.) 


domingo, 1 de octubre de 2023

Violencia en la familia, el caldo de cultivo para el reflorecimiento de tendencias e instintos inferiores en el hogar

 

Imagen de referenia tomada de la Web: https://www.gob.mx/conapo/acciones-y-programas/violencia-en-la-familia


“Y también vosotros hacéis lo que habéis aprendido de vuestro padre”.

Juan 8:38


Por: Oscar Cervantes Velásquez

Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís

Santa Marta - Colombia


El primer eslabón de la cadena de la violencia se forja en el seno del hogar, es bajo el crisol de los malos ejemplos y de la inoperante educación brindada “por amor” a sus hijos, que muchas familias aportan a la sociedad su “granito de arena” a la galopante violencia que nos azota en estos momentos críticos de la historia de la Humanidad.

Son muchísimas las razones que permiten que el seno del hogar, donde debería existir cobijo y amparo para los miembros de la familia, se transforme en un vulgar nicho donde prepondere el abuso físico, psicológico, sexual o económico; donde, la violencia y los malos tratos entre sus miembros sea el pan de cada día, convirtiendo el refugio hogareño en un sitio inseguro, en el que los gritos, golpes e insultos se convierten en la forma de manifestar, muchas veces, sus frustraciones, insatisfacciones y vacíos existenciales, fruto de la intolerancia y ausencia de  habilidades para resolver los conflictos familiares de forma no violenta.

Como resultado de las transgresiones a la ley de amor que deben reinar en los hogares, devienen consecuencias psicológicas profundas que incluyen situaciones complejas en el psiquismo humano como son la depresión, pensamientos e intentos suicidas, baja autoestima, abuso de alcohol y otras drogas, y trastornos de estrés postraumáticos.

El Espíritu Emmanuel en la obra “Camino Verdad y Vida”, psicografiada por Francisco Cándido Xavier, nos asegura que “se preconiza en la actualidad del mundo una educación por la libertad plena de los instintos del hombre, olvidándose, poco a poco, las antiguas enseñanzas en cuanto a la formación del carácter en el hogar; la colectividad, sin embargo, tarde o temprano, será obligada a reajustar sus propósitos.

Los padres tienen que ser los primeros mentores de la criatura. De su misión amorosa, deviene la organización de un ambiente justo. Entornos corrompidos representan a esos malos padres, entre los que, a peso de enormes sacrificios, logran mantener ante la invigilancia colectiva, la seguridad contra el desorden amenazador. Las tareas domésticas nunca serán una válvula de escape hacia los placeres improductivos, pues constituye trabajo y cooperación con Dios. El hombre o la mujer que deseen ser padres y al mismo tiempo disfrutar de la vida, están ciegos y sus locos esfuerzos terminaran, espiritualmente hablando, en la fosa común de la inutilidad[1]”.

Siendo la moral la regla del buen proceder, se hace indispensable que en todos los hogares la educación moral sea la guía segura hacia una sociedad equilibrada que, distinguiendo el bien del mal, pueda con seguridad transitar por los senderos de las virtudes humanas. Pues como asegura Juana de Ángelis, “no estamos aquí para someternos a los impulsos de nuestra irracionalidad, sino para hacerlos madurar hacia los campos de la razón lúcida. No regresamos a la carne para dejarnos llevar por la intolerancia y la irritación, que desarticulan el equilibrio, pues nuestro deber es educarnos, ya que tenemos el compromiso de cooperar con Dios en la medida en que crezcamos, que maduremos y que nos elevemos[2]”.

O como asegura Allan Kardec en su comentario a la pregunta 917 de “El Libro de los Espíritus”, “El egoísmo es el origen de todos los vicios, como la caridad es el de todas las virtudes. Destruir el uno y fomentar la otra, tal debe ser el objeto de todos los esfuerzos del hombre, si quiere asegurar su felicidad en este mundo, así como en el futuro[3]”.



[1] Francisco Cándido Xavier, Emmanuel en Camino, Verdad y Vida; Educación en el hogar, cap. 12.

[2] Ángelis, Joanna de (Espíritu); Franco, Divaldo Pereira (psicografiado por). Directrices para el éxito. 2. ed. Salvador, BA: Libr. Espírita Alvorada, 2004. Cap. 32. p. 141.

[3] Allan Kardec, El Libro de los Espíritus, pregunta 917.


sábado, 26 de agosto de 2023

¿Qué se siente al morir?

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La desencarnación es la liberación por parte del Espíritu del cuerpo perecedero, sin embargo, esa separación presenta tantos matices como comportamientos tiene el ser humano en su proceso reencarnatorio. Por ello, “la perturbación espiritual después de la muerte será el resultado del comportamiento de cada criatura mientras se encuentra bajo las imposiciones orgánicas[1]”. En ese sentido, las sensaciones que preceden y siguen a la muerte son tantas, que dependerá de las condiciones morales del Espíritu, cuya actitud ante los compromisos de variado orden asumidos al encarnar, responderán por los méritos y deméritos logrados o no al abandonar la Tierra.

Podemos afirmar con seguridad que al desencarnar regresamos al Mundo Espiritual, de donde provenimos, no obstante, siendo coherentes con lo que nos enseña la Doctrina Espírita deberíamos ser expertos en el tema, considerando que hemos muerto tantas veces como reencarnaciones hemos tenido. Así lo corrobora la autora espiritual Juana de Ángelis, “no es la primera vez que ocurre la muerte del cuerpo, en el viaje de la evolución de los seres. El olvido del fenómeno, de manera alguna, puede ser considerado como algo desconocido por el espíritu, que ya lo vivencio antes”. Y continúa, “una profundización mental demuestra que la muerte no duele, no produce pavor, sino el estado psicológico de cada uno, con relación a la misma, transfiere íntimas impresiones hacia el exterior, dando curso a las manifestaciones necias[2]”.

En el campo de las experiencias cercanas a la muerte (ECM), son múltiples las historias narradas por aquellos que fueron declarados formalmente muertos, según la ciencia, y que cuentan con lujo de detalles las diferentes experiencias vividas en su corto peregrinar por el mundo espiritual y donde cada quien, con su visión particular en torno a creencias religiosas y culturales, detallan con minuciosidad lo experimentado, que van desde, su paso por el cielo, la travesía por la ya conocida historia del túnel oscuro y la luz al final del mismo, hasta visitas al infierno, con todo el caudal de tormentos que ello conlleva, de acuerdo a lo expresado por el sacerdote Gerald Johnson, de Michigan[3], luego de sufrir un ataque al corazón. Según Johnson, “inmediatamente después de su ataque al corazón en febrero de 2016, su espíritu dejó su cuerpo físico y bajó al infierno, entrando por "el centro mismo de la Tierra". Aunque dice que "las cosas que vi allí son indescriptibles". Además, “afirma que vio a un hombre caminando a cuatro patas como un perro y quemándose de pies a cabeza: "Tenía los ojos saltones y algo peor: Llevaba cadenas en el cuello. Era como un sabueso infernal. Había un demonio sujetando las cadenas". Igualmente, escuchó música en el infierno, como "Umbrella" de Rihanna y "Don't Worry, Be Happy" de Bobby McFerrin, canciones tradicionalmente alegres. Sólo que esta vez, los demonios cantaban las canciones para "torturar" a la gente. Johnson dice que su infernal ECM le hizo darse cuenta de que necesitaba perdonar a la gente que le había hecho daño, en lugar de esperar su castigo”. Quizás lo más rescatable de quienes cuentan estas experiencias, es como afectan profundamente su existencia, sobre todo en sus ideas con relación a la muerte y la nueva visión con que observan la vida.

En la literatura espírita, encontramos todo un caudal de información que nos reafirma, no solo la importancia del nivel vibracional en que nos encontramos al momento de la desencarnación, sino, la necesidad de reconsiderar la forma en que encaramos la vida, muchas veces alejada de los principios cristianos, donde encontramos la nutrición moral y el equilibrio saludable necesario para nuestro Espíritu, de tal manera que, cuando desencarnemos, la muerte no nos duela, tal como nos lo enseñan los Espíritus Superiores.

Entre las muchas obras que existen en el espiritismo podemos mencionar “Perdida de seres queridos” cuya autoría pertenece a Zilda Giunchetti Rosin; “Después de la muerte” de León Denis; “Y la vida continúa” de André Luiz y psicografiado por Chico Xavier y “Cartas de una Muerta”, igualmente psicografiado por Chico Xavier. Estas obras nos ayudan a entender algo mejor, el tema de este artículo. En relación a “Cartas de una muerta”, la madre de Chico Xavier, María Joao de Deus, cuenta sus experiencias al regresar a la patria espiritual, explicando que: “los primeros días transcurridos después de la muerte fueron muy amargos y dolorosos…”, asegurando más adelante que “reconociéndome llena de vida, no obstante, los dolores, paralizaban mis sentidos como en una rara atmósfera de ensueño...”.

Ahora, si desde la espiritualidad nos aseguran “que son los mismos habitantes de ese mundo que vienen a describirnos su situación[4]” y que “si se observa la serenidad de algunos moribundos, y las terribles convulsiones de la agonía de otros, se puede deducir por anticipado que las sensaciones experimentadas no siempre son las mismas[5]”. Conforme asevera un proverbio popular: “Tal vida, cual muerte”, en consecuencia, el morir bien o mal depende fundamentalmente de la opción personal y de la buena utilización de los recursos del libre albedrío, donde los caminos de la paz o la violencia, del esfuerzo o la inercia serán importantes en los caminos del progreso espiritual, pues nadie ascenderá sin las luchas del esfuerzo personal.

Siendo la muerte inevitable, debemos vivir preparados para cuando ella se digne en visitarnos, con su carga de aflicción para aquellos que quedan en la retaguardia, aguardando ellos, tal vez, el momento en que también los visite.

 



[1] Manoel P. Miranda, Temas de la Vida y de la Muerte, 4. ed., p. 96.

[2] Divaldo Franco & Juana de Ángelis, La conquista del Self, vida y muerte; El ser consciente. Pág.114, Ediciones Juana de Ángelis, Buenos Aires.

[4] Allan Kardec, Por qué los espíritas no temen a la muerte, El Cielo y el Infierno, primera parte, cap. II, ítem 10.

[5] Ibidem, La transición, segunda parte, cap. I, ítem 2.


martes, 18 de julio de 2023

VIOLENCIA EN LAS CIUDADES

Imagen tomada de la Web: https://elmontonero.pe/upload/uploads_images/enriquez-imagen_1.jpg

Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia
JUlio 18 de 2023

Capítulo especial merece la violencia que se vive en las ciudades, donde los asaltos y asesinatos son pan de cada día. Asistimos, impávidos, a una serie de muertes que se podrían evitar con un poco de educación en el hogar, donde el amor fuera prenda de garantía para que los hijos asumieran la responsabilidad del reto adquirido al regresar a una nueva experiencia en la carne, donde las pasiones groseras, como herencia de su primitivismo ancestral, serían diluidas con el cultivo de los valores morales esenciales para la sublimación de su Espíritu.

Muchos de estos Espíritus que renacen en la Tierra bajo condiciones sociales adversas, lo hacen precisamente para enfrentarse a situaciones desfavorables, reiniciando muchas veces labores interrumpidas, las cuales vienen recargadas de aflicciones y tormentos, pero cuya finalidad es la reeducación espiritual necesaria para no adquirir mayores compromisos cármicos. Solo bajo el prisma de la educación, que genere hábitos, tal como lo enseña Allan Kardec, el ser será sometido a nuevos paradigmas morales que lo conducirán con acierto, por los caminos de la evolución superior.

En Colombia, según cifras de Medicina Legal, entre enero y marzo de 2023, en el país se han registrado 4.067 muertes violentas, de las cuales 2.231 corresponden a homicidios. Además, un dato que nos parece interesante es que la mayoría de los occisos son jóvenes entre los 18 a 28 años, lo que nos permite deducir, que muchos de estos Espíritus víctimas de la violencia a causa de los caminos equivocados que prefirieron elegir, están perdiendo una bonita oportunidad de redimir sus equivocaciones pasadas, dando rienda sueltas a sus instintos primitivos que, “dominado por el egoísmo, permite que los instintos agresivos que aún le gobiernan, se liberen de las cadenas, moralmente frágiles y lo hagan impío, traicionero, impenitente verdugo de otros hombres o de otros seres. La ambición desmedida y los tormentos íntimos igualmente responden hoy, en la Tierra, por la tremenda ola de violencia que atemoriza e intimida a toda la Humanidad[1]”.

Para la época de los 60’, surgió un grupo de limpieza social a las que se le denominó la “Mano Negra”, haciendo alusión a organizaciones clandestinas que tuvieron su origen en Europa y posteriormente fueron replicadas por inmigrantes europeos a América, especialmente en E.E.U.U. a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. La “Mano Negra”, se encargaba de “depurar” las ciudades de sujetos indeseables como marihuaneros, ladrones y todo aquel que teniendo antecedentes se convirtiera en peligro inminente para la sociedad. Era “vox populi”, que quienes pertenecían a este grupo de limpieza social eran agentes del estado, que con prácticas fuera de la ley, pretendían convertirse en “héroes sociales anónimos”, lo cual derivó en ajusticiamientos en los que muchos inocentes cayeron, ante la mirada de una sociedad que observó con complacencia la aplicación de la pena de muerte, sin derecho a defensa, por parte de quienes sufrieron los ajusticiamientos.

Y la “Mano Negra” se niega a desaparecer, hoy con volátiles nombres, que cambian de acuerdo con la necesidad de desaparecer y reaparecer, se apertrechan en nuestra sociedad, pusilánime aún, que mira con “buenos ojos” sus prácticas, hasta que nos toca probar de la gota amarga de la violencia en nuestros familiares o afectos cercanos, pues seguimos sin aprender, que la vivencia del Evangelio de Jesús nos brinda la propuesta moral y espiritual que nos ayuda a liberarnos del odio irracional, de la falta de perdón y la necesidad de enfocarnos en la búsqueda de la felicidad a través del amor, para comprender, como nos enseña Juana de Ángelis, que “renacemos para crecer y desarrollar el dios interno que yace en los pliegues de lo más profundo de nuestro ser”. Por eso, mientras sigamos cargando el lastre de la falta de perdón, seguiremos renaciendo con las cargas afligentes del odio irracional que nos impedirán salir de la espiral de violencia que enmarcan nuestras vidas.

Hace ya algunos años, a raíz del asesinato inmisericorde de uno de nuestros vecino del barrio, por causa del no pago de una extorsión, escribimos un artículo que intitulamos “Cuando la violencia irrumpe en nuestra cotidianidad”, y lo iniciábamos de esta manera: “Días aciagos vivimos en nuestro país como consecuencia de la acción de los violentos, las notas judiciales de los diarios regionales anuncian cada día la actividad delincuencial que azota a los ciudadanos de bien y mantienen en vilo a toda una sociedad que no encuentra salida a semejante situación.

Innumerables preguntas quedan sin respuestas, ante el clamor ciudadano que implora ante las autoridades solución a esta profunda crisis de valores que afecta a nuestra sociedad. En vano pretenden sociólogos, políticos, periodistas y todos aquellos que participan en el análisis político-social de nuestro país, exponer diversas teorías que justifiquen las motivaciones de los violentos en su accionar diario en contra del ciudadano inerme. Algunos argumentan que tal situación es la consecuencia lógica de la crisis económica que en estos tiempos está afectando a nuestra sociedad[2]”.

La nota corresponde al año 2015 y, sin embargo, pareciera que el violento paisaje de nuestras ciudades en nada ha cambiado y que las múltiples admoniciones que desde diferentes frentes orientadores se hacen constantemente, no han sido atendidas a cabalidad, dando al traste con las recomendaciones que nos invitan a establecer que una “familia equilibrada, o sea, estructurada con respeto y amor, es fundamental para una sociedad justa y feliz. Infelizmente, eso no es lo que ocurre, y de eso resulta una sociedad juvenil desorganizada, revuelta, agresiva, desinteresada, cínica o depresiva, deambulando por los torpes rumbos de las drogas, de la violencia, del crimen, del desvarío sexual[3]”.

La violencia, que se cuece en el hogar, se desgañita literalmente en los distintos ámbitos de nuestra sociedad, donde jóvenes, delincuentes o no, hacen del uso del alcohol, las drogas y las distintas manifestaciones de los vicios que los hacen sentirse muy bien, alejados de las miradas inquisidoras de sus mayores que muchas veces no representan el ejemplo a seguir, surgiendo así, las distintas manifestaciones de la violencia. En este sentido, “la crianza hostil, el maltrato, la aceptación del delito, la desatención, el abandono y monitoreo insuficiente pueden causar en los niños, niñas y adolescentes conductas desadaptadas. Adicionalmente, los barrios o entornos donde los adolescentes y jóvenes infractores suelen residir son marginados, con altos índices de violencia intrafamiliar, fácil acceso a drogas, entre otros[4]”. 

Ahora bien, nuevos ingredientes le han surgido a la violencia en las calles, “la justicia por cuenta propia”. Ante la inoperancia de las autoridades judiciales para “castigar” a los responsables de los innumerables métodos de agresión a la sociedad (atracos, asesinatos, robos, violaciones, etc.), la ciudadanía en cierta forma a revivido la ya famosa “ley del talión” y surgieron espontáneamente las agresiones a los antisociales capturados en fragancia por la comunidad, convirtiéndose ello, en un serio problema social que suma un nuevo delito al accionar de los violentos. Porque, es tan violento quien asalta, roba, asesina o violenta de cualquier manera los derechos de los ciudadanos, como el ciudadano “inerme” que actúa en aparente defensa de sus intereses y el de la comunidad, atentando contra los delincuentes. Al aflorar el linchamiento como instrumento de justicia, ante la apremiante inseguridad que agobia a la sociedad, nos preguntamos como una persona “de bien” puede terminar involucrada en un acto que atenta contra los derechos de quien recibe la ignominiosa “paloterapia”, como eufemísticamente se le ha dado en llamar al violento acto de golpear a mansalva a quien, culpable o no, cae en manos de los desadaptados sociales.

En cierta oportunidad, siendo Coordinador de Disciplina del Inem Simón Bolívar de la ciudad de Santa Marta, año 2005, un joven e inexperto muchacho me comentaba con gran complacencia su participación en un linchamiento en la comunidad donde residía, contra un presunto violador al cual golpearon hasta causarle la muerte. Debido a ello, aprovechamos la coyuntura para explicarle, desde la visión espírita, los compromisos que se asumen con las leyes divinas y la necesidad, tarde o temprano, de resarcir el daño causado al prójimo, recordándole, además, la enseñanza evangélica “guarda tu espada, porque quien a hierro mata a hierro muere[5]”.

Como epílogo a este capítulo queremos retrotraer las enseñanzas del maestro Allan Kardec cuando nos rememora, con relación a los cataclismos terrestres, que: “Hasta que la Humanidad haya crecido lo suficiente en perfección, tanto por la inteligencia como por la práctica de las leyes divinas las mayores perturbaciones serán causadas por los hombres que por la naturaleza, es decir, serán más morales y sociales que físicas[6]”.



[1] Divaldo Franco, Luis di Cristóforo Postiglioni (Espíritu), Hacia las Estrellas, La violencia en el hombre. Editora Alvorada, 1990.

[2] https://espiritismounaluzdeesperanza.blogspot.com/2018/07/cuando-la-violencia-irrumpe-en-nuestra.html

[3] Juana de Ángelis/Divaldo Pereira Franco. El adolescente ante la familia, Adolescencia y Vida, 1997.

[4] Palacios, Y., Peñaranda, C., Gutiérrez, M., Rodríguez, O., Cala, L. (2007). Modelo de atención para niños, niñas y adolescentes en situación de calle. Bogotá: ICBF.

[5] Mateo, 26:52.

[6] La Génesis – Cap. IX – item14; Allan Kardec.


 

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